Cam

Cam


33 CAMERON

Página 35 de 39

 

33


CAMERON

 

 

-¡M

ierda! —exclamé cuando nos vimos en medio de un bosque cubierto de nieve.

—¿Dónde estamos? —preguntó Nithael con los ojos cerrados, su brazo rodeaba su costado, que sangraba profusamente, y en el rostro tenía dibujado un gesto agónico. Su ala se encontraba extendida y separada en dos.

Tomé forma humana y casi grité cuando un dolor lacerante me atravesó. La herida que iba desde mi hombro derecho hasta mi ombligo estaba abierta y dejaba expuestos los huesos de mi clavícula.

—No tengo la más mínima idea, pero estoy seguro como el infierno que no estamos en ningún lugar cercano a nuestra casa. Al menos debemos agradecer que sea de noche, aunque no estoy seguro de la hora.

—Genial, voy a morir aquí con el culo congelado. Solo ruego porque no hayamos terminado en Siberia y mi hermano nunca sepa qué pasó conmigo —se quejó haciendo una mueca. Estudié el entorno desconocido con preocupación. Si de verdad estábamos tan lejos, no había forma de que llegaran a nosotros antes de que Nithael muriera, porque estaba seguro de que iba a morir, sus heridas eran graves y, por alguna razón, él no había cambiado de forma.

—¿Puedes volver a tu apariencia humana? —pregunté, acercándome para revisar su ala. Ninguno tenía camisa, así que el frío penetraba hasta nuestros huesos. Negó moviendo apenas la cabeza—. Voy a tratar de averiguar dónde estamos y llamar a los demás para que vengan a ayudarnos. —No respondió y mi zozobra aumentó—. Voy a moverte un poco para tratar de ocultarte, si hubiera lobos cerca, podrían atacarte.

—Está bien —dijo en un susurro.

Me incliné plegando sus alas y siseó de dolor, levantándolo aguanté como pude mi propio sufrimiento, no iba a permitir que el tipo que se había arriesgado a ir conmigo a las puertas del infierno muriera, así tuviera que cargarlo hasta llegar a casa. Caminé unos pasos hasta donde divisé un árbol caído, me dejé caer de rodillas depositando a Nithael de nuevo en el hielo y usando mis manos cavé la nieve hasta hacer un pequeño refugio, luego lo empujé hasta dejarlo en él. Tomé su ala sana y la puse sobre su cuerpo intentando que lo cubriera.

—Voy a tratar de regresar lo más pronto posible, intenta no ser un imbécil y morirte mientras no estoy.

Un amago de sonrisa apareció en sus labios.

—Eso es lo que tú quisieras, pero no voy a darte el gusto —dijo dejando salir un quejido.

Me levanté y regresé a mi forma demonials, así sería más sencillo encontrar una ruta. Me elevé en el aire y respiré aliviado cuando pude ver las luces parpadeantes de un pueblo cercano. Volé por encima de los árboles, pero seguía perdiendo mucha sangre, lo que hacía que me sintiera débil, así que decidí descender y usar mis piernas. No comprendía por qué mis heridas y las de Nithael no estaban sanando, normalmente lo hacían de forma rápida, pero esta vez no daban muestras de querer cerrarse, lo que me daba mala espina. Una vez más tomé apariencia humana y caminé en medio del bosque hasta llegar a un sendero. Lo seguí, esperando que me llevara a la civilización, una parte de él estaba hecho con escalones de madera, lo que significaba que en alguna época del año ese camino era usado. Saber que al menos estábamos en algún lugar habitado y no perdidos en medio de la nada me hizo sentir más tranquilo. Continué bajando hasta llegar al final del sendero y caminé en dirección a donde había visto las luces.

Un rato después, por fin divisé la primera señal de vida, una pequeña casa enclavada en un claro. Me acerqué, esperando conseguir algo que me ayudara, las luces estaban apagadas y no parecía haber nadie, lo que me dificultaba averiguar qué hora era. No se veía como si estuviera abandonada, más bien como si sus habitantes estuvieran fuera. La rodeé hasta encontrar una ventana sin seguro, si iba a irrumpir en el hogar de alguien, la idea no era hacerlo por la fuerza. La abrí con cuidado de no hacer ruido, por si mi percepción inicial de que sus habitantes no se encontraban estaba equivocada. Entré a la que parecía ser la habitación principal y con prisa me dirigí al baño esperando encontrar algunas vendas para cubrir mi herida, que seguía sangrando. Había dejado un rastro bastante obvio sobre la nieve que, de ser seguido, podía permitir encontrarme con facilidad. No había vendas en el botiquín, por lo que sin perder el tiempo regresé a la habitación y rebusqué en el armario hasta encontrar una sábana, que rasqué formando tiras. Vendé mi herida y luego rebusqué hasta dar con un suéter bastante feo de cuadros rojos y verdes. Me lo puse sin importarme, no estaba en condiciones de elegir, y tomé la manta más gruesa que pude hallar para cubrir a Nithael con ella. Salí de la habitación caminando con cuidado, la chimenea parecía que no había sido encendida en varios días. Cuando comprobé que, en efecto, no había nadie, revisé por todos lados intentando encontrar un teléfono y maldije al darme cuenta de que no había ninguno. Me fui de la casa y escondí la manta que había robado para Nithael en un pequeño cobertizo que estaba a pocos metros, así podría recogerla de regreso.

No me llevó mucho tiempo llegar al pueblo, el dolor en el pecho me seguía quemando y lo único que quería era regresar a los brazos de mi amada Skye. Por algunos minutos me había negado a pensar en ella para evitar que la desesperación se apoderase de mí por no tener manera de comunicarme y saber si ya estaba sana y salva. Busqué con la mirada los pocos letreros de los negocios que había, intentando que alguno me dijera en dónde me encontraba. Todos estaban escritos en inglés, por lo que me relajé un poco y descarté la idea de estar en algún país europeo. Me acerqué a una cafetería y miré por los ventanales, el interior estaba vacío excepto por una chica que se encontraba detrás del mostrador. Supe que esa era mi oportunidad, así que revisé mi aspecto para asegurarme que no parecía salido de alguna carnicería. Llevaba unos pantalones de cuero negro que disimulaban el rojo de la sangre y gracias a mi vendaje improvisado la herida no estaba sangrando demasiado, aunque una pequeña mancha ya comenzaba a formarse en el suéter robado, lo que me dijo que tenía que apresurarme.

—Hola —saludé a la sorprendida chica, quien por un momento se vio conmocionada, aunque luego su gesto cambió a uno de interés. Era el efecto natural que causábamos en los humanos, y decidí que esto podía jugar a mi favor, así que le sonreí.

—Ho… hola —respondió tartamudeando.

Me negué a pensar en el aspecto que tendría un sujeto con pantalones de cuero, botas de motociclista y un espantoso suéter.

—Lamento si te asusté, no era mi intención, solo me preguntaba si podrías prestarme tu teléfono.

—¿Mi teléfono? —preguntó, confusa.

Eso me preocupó, esperaba no estar en alguna comunidad amish, donde no existiera la tecnología. La estudié, buscando indicios en su vestimenta, pero estaba tan abrigada que era difícil saberlo. Por otra parte, tenían electricidad y cuando entré al pueblo alcancé a ver algunos autos.

—Sí, ya sabes, para llamar a alguien que está en otro lugar —expliqué poniendo mi mano en la oreja imitando un teléfono.

Ella sonrió avergonzada.

—Oh, lo siento, un teléfono claro, puedes usar ese —dijo señalando uno que estaba al lado de la caja registradora.

—Te lo agradezco. —Lo alcancé y estaba a punto de marcar, cuando me di cuenta de que no tenía idea de cómo se llamaba aquel pueblo ni en qué continente estaba—.  Una cosa más, ¿podrías decirme dónde estamos?

—¿Perdón?

Si antes parecía raro, ahora resultaba sospechoso y eso fue fácil de adivinar cuando escuché su corazón acelerarse.

—Lo que pasa es que un amigo y yo estábamos de excursión cerca de aquí, así que decidimos recorrer la zona, pero nuestro auto se averió y yo caminé hasta aquí para buscar un teléfono porque el mío murió.

—¿De excursión en invierno?

Cada vez que decía algo empeoraba las cosas, solo necesitaba que me diera el maldito nombre del pueblo, y más bien estaba logrando que en cualquier momento llamara a la policía. Ella continuaba mirándome entre suspicaz e interesada.

—Así es, nos gusta la aventura, pero ahora lo único que necesito es llamar a mi papá para que venga por nosotros. —Confié en que chico que llamaba a su padre para pedirle ayuda resultara menos intimidante.

—Por supuesto, el pueblo se llama Haines. —Mierda ese nombre no me decía nada, debí prestar atención a las malditas clases de Geografía que me impartía Tarek cuando era joven.

—¿Haines…?

—¿Sí…? —indagó, ladeando la cabeza.

—¿Y el estado? —pregunté imitando el gesto.

—¿No sabes a qué estado viniste de excursión?

—Había bebido un montón cuando acepté hacer el viaje, así que estaba demasiado borracho para recordarlo —dije en voz baja, como si le hiciera una confesión.

—Ya lo creo —comentó con una sonrisa—. Estamos en Alaska.

Demonios, el jodido Mágoras era un hijo de perra, por su culpa habíamos terminando en ninguna parte. 

—Claro, Alaska, no sé cómo lo olvidé, mi amigo y yo planeamos este viaje durante meses. Ahora llamaré a mi padre.

Le di la espalda para llamar, pero era consciente de sus ojos puestos en mí. Marqué el número de Aidan porque sabía que era el que nos podría sacar del apuro con mayor rapidez. Contestó al segundo timbre.

—¿Diga?

—Papá, soy yo, Cam —dije eso en voz alta, sabiendo que la chica escucharía y se tranquilizaría. Luego caí en cuenta de que le había dicho a Aidan “papá” por primera vez. 

—Cam, hijo, ¿dónde estás? —Su tono estaba cargando de urgencia y algo parecido al alivio.

—Luego te explico, ahora lo único que quiero es saber cómo está Skye, por favor dime que está bien —supliqué sintiendo la opresión en mi pecho. Si todo había sido en vano no iba a poder vivir sin ella.

La línea se quedó en silencio un momento y luego escuché el mejor sonido del mundo.

—Cam, mi amor. —Cuando me fui ella estaba inconsciente y ni siquiera sabía si iba a poder traerla de vuelta. 

—Cielo —susurré sintiendo que de nuevo podía respirar.

—¿Estás bien? —preguntó sollozando.

—Estoy bien, pequeña, no te preocupes.

—Por favor, vuelve, me estoy muriendo sin ti.

—No llores, estaré contigo lo más pronto posible.

—¿Me lo juras?

—Por mi alma, que eres tú misma.

—Te amo.

—Yo también te amo, Skye. —Un segundo después escuché de nuevo la voz de Aidan.

—Hijo, ¿dónde están? ¿Cuándo piensan regresar? Estábamos muy preocupados por ustedes, llevan todo un día fuera.

Su afirmación me sorprendió, pues no parecía que Nithael y yo hubiésemos estado tanto tiempo en la morada de Mágoras.

—Por eso te llamé, tenemos un problema y necesitamos ayuda —expliqué, susurrando para evitar que la chica, que seguía pendiente de mi conversación, escuchara—. Por alguna razón que no comprendo terminamos en un pueblo de Alaska llamado Haines.

—Pregúntale cómo está mi hermano —escuché que decía la voz de Medhan.

—Nithael está herido, no sé qué está pasando, pero nuestras heridas no están sanando, una de sus alas está destrozada y no puede regresar a su apariencia humana, necesito que él venga contigo y lo ayude a sanar.

—Voy a organizarlo todo, Alexy, Medhan y yo saldremos para allá lo más pronto posible, aunque te advierto que esto puede llevarnos varias horas y no creo que consigamos llegar antes del amanecer, por lo que te aconsejo que tú y Nithael busquen un refugio seguro hasta entonces.

—Gracias —dije suspirando aliviado.

—Nunca me agradezcas lo que haga por ti, hijo. Mejor dime cómo llegar allí.

—Terminamos en medio de un bosque, tuve que caminar un poco para encontrar el pueblo, espera un momento —dije, alejando el auricular de mi oreja para dirigirme a la chica—. Disculpa, ¿por casualidad conoces el nombre del bosque que queda cerca de aquí, ese desde donde se puede ver el pueblo y que tiene una ruta hecha con escaleras de madera?

Ella me miró enarcando una ceja.

—Por supuesto, ¿qué habitante del pueblo no conocería el monte Ripinsky?

Le hice un ligero asentimiento y volví mi atención a la llamada.

—¿Escuchaste? —pregunté a Aidan.

—Sí, lo tengo, ahora mismo comienzo con los preparativos.

—Saliendo del pueblo en dirección norte, al pie de la ladera hay una pequeña casa de color marrón y blanco, esta tiene un viejo cobertizo a unos pocos metros, voy a llevar a Nithael allí para resguardarlo del frío.

—Está bien… ¿hijo?

—¿Sí?

—Estoy feliz de saber que estás bien, por favor, mantente a salvo hasta que pueda llegar allí.

Más que una recomendación, sus palabras me sonaron a petición, esto me hizo comprender cuánto significaba tener a un padre que se preocupara por mí.

—Lo haré.

Cuando colgué me sentía más ligero y hasta con deseos de sonreír, solo faltaban algunas horas para ver a Skye de nuevo, podría resistir. Me llevé la mano al pecho cuando sentí mi herida escocer y mis ojos se nublaron por un momento. Me negué a rendirme, no en ese momento que tenía tan cerca la posibilidad de llegar a ella.

—Gracias por tu ayuda, mi padre te pagará la llamada en cuanto venga.

—No te preocupes por eso, no fue nada, ¿tienes hambre? —preguntó y mis tripas gruñeron en respuesta.

—Creo que sí.  —La observé mientras se movía por el lugar y empacaba dos sándwiches en una bolsa de papel, luego llenó dos vasos con un líquido humeante, un segundo después me llegó el olor a chocolate.

—Para tu amigo —explicó entregándome los vasos.

—Eres muy amable —dije con una sonrisa.

Caminé hasta la puerta y estaba a punto de salir cuando la escuché hablarme.

—No me preguntaste mi nombre, pero es Anabel.

—Yo me llamo Cameron.

—Bueno, Cameron, tal vez cuando soluciones lo de tu auto averiado y tú papá venga por ti, podrías… no sé, venir a charlar un rato y tomarte algo antes de regresar a tu casa. 

Posiblemente para otro habría sido sencillo decirle que sí, después de todo, luego de salir de esa cafetería, sabía que no volvería a verla. Pero yo no era como los otros e incluso aceptar su invitación, aunque fuera de mentira, se sentía como traicionar a la mujer que amaba, así que decidí ser sincero.

—Te agradezco la invitación, pero lamento decirte que no puedo aceptar, estoy casado. —Y decirlo se sintió demasiado bien, sí, era un hombre casado y perdidamente enamorado de mi mujer.

—Oh, entiendo, entonces que te vaya bien.

—Gracias —dije y salí de allí.

 

 

 

 

 

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page