Cam

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SKYE

 

 

Y acíamos en la cama, mi cabeza estaba apoyada en su pecho, y los latidos de su corazón resonaban como música en mis oídos.

—Te amo —dijo acariciando mi cabello.

—Y yo te amo a ti —respondí girando mi cabeza para que nuestras miradas se encontraran—. Tenía mucho miedo.

—Yo también tuve miedo de no conseguirlo y no poder traerte de vuelta.

—En realidad no era eso lo que me atemorizaba —expliqué haciendo círculos con mis dedos sobre sus brazos—. Tenía miedo de que no volvieras, de que Mágoras te impidiera regresar a mí.

—Ni siquiera él hubiese podido conseguir eso —declaró con seguridad.

Me moví para subirme sobre su cuerpo y alcanzar su boca, y fue entonces que sentí nuevamente su erección rozando mi cadera.

—Te quiero ahora —dije acomodándome para que coincidiera justo con mi centro.

—Yo te quiero siempre —contestó antes de volver a enterrarse profundamente en mi interior.

 

Hicimos el amor tantas veces que perdimos el sentido de todo, incluso del tiempo y no fue hasta que se me ocurrió mirar el reloj que me di cuenta de que eran las seis de la tarde del día siguiente. No habíamos salido para hablar con los demás y la comida nos la había dejado alguna de las chicas en la puerta.

—¿Qué te parece si vamos con los otros? —propuse sentándome en la cama.

Lo vi negar y pensé que iba a decirme que nos quedáramos en la cama.

—Luego, ahora quiero que vayamos a otro lugar.

—¿A dónde? —pregunté curiosa.

—Ya veras, primero tenemos que ducharnos.

Una vez listos, me arrastró fuera del bar hasta el callejón donde estaba su motocicleta. Cuando nos subimos, rodeé su cintura con mis brazos y aceleró por las calles de la ciudad. Amaba viajar con Cam en la parte trasera de su moto, era una sensación similar a volar. Condujo bastante rato, en apariencia sin rumbo fijo, hasta que se desvió y terminamos justo frente al 555 California Street.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté levantando la cabeza para admirar la impresionante construcción, la segunda más alta de la ciudad.

—Vamos a volar —respondió, arrastrando su motocicleta hacia el área más oscura.

—¿Volar? —interrogué, siguiendo sus movimientos.

—Así es —dijo mientras se quitaba la camiseta y la depositaba sobre la moto.

Entonces cambió de forma, se me acercó y sin previo aviso me levantó, poniendo una mano en mi espalda y la otra detrás de mis rodillas, y se elevó en el aire. Un montón de sensaciones me invadieron al mismo tiempo, pasando del temor inicial a la fascinación y llegando finalmente la euforia cuando miré hacia abajo y vi cómo los edificios iban quedando a nuestros pies. Cam soltó mis piernas y mantuvo sus brazos a mi alrededor, cuidando de que sus garras no alcanzaran mi piel. 

—Abre los brazos —susurró en mi oído. Lo hice y con una sonrisa que amenazaba con romperme la mandíbula, disfruté del viento que golpeaba mi rostro a medida que ascendíamos. Cuando sus botas tocaron la azotea del imponente edificio, me bajó dejando que mi cuerpo resbalara por el suyo, hasta que también mis pies estuvieron firmes en la superficie.

—Santo cielo, eso fue fascinante —exclamé emocionada.

—Mira —me ordenó, girándome para dejarme de frente a la ciudad. Desde allí se podía ver todo, los millones de luces que parpadeaban, el mundo que circulaba totalmente ajeno a las maravillas que se presentaban ante él.

—Cam, esto es hermoso —dije encantada.

Poniéndose detrás de mí me rodeó con sus brazos y me di cuenta de que no había cambiado a su apariencia humana, lo que no me importó: estaba loca por Cam en cualquiera de sus versiones. Sentí el calor de su aliento cuando sus labios besaron mi cabeza. Nos deleitamos de la vista en silencio, dejando que fuera la belleza del paisaje la que dijera todo.

—¿Sabes? —comenzó—. Lo hice, aprendí de memoria los lugares que me gustaría que visitáramos.

—¿En serio? —interrogué girando un poco mi rostro hacia él—. ¿Cuándo hiciste eso?

Lo vi tragar sin apartar su atención de las luces de la ciudad.

—Cuando… cuando estuvimos distanciados.

Aquello me golpeó, aunque me odiaba, él había pensado en algo que quería hacer conmigo.

—Tú me odiabas en aquel entonces —dije con amargura y algo de dolor por recodar la forma en que lastimé sus sentimientos.

—Yo nunca te odié, Skye —respondió esta vez mirándome—. Jamás podría odiarte.

—Mi Cam…

Giré todo mi cuerpo y tomando su rostro entre las manos, lo acerqué a mí para besarlo.

—No me dijiste qué te parece la idea de conocer esos lugares —comentó, nuestros rostros tan cerca que su aliento salió como una caricia.

—Contigo a donde sea, siempre que esté a tu lado cualquier lugar será una aventura.

—Esa es mi chica aventurera. Y hablando de aventuras, ¿alguna vez se te ocurrió hacer el amor en la azotea de un rascacielos?

Reí por lo que implicaban sus palabras.

—No hasta que te conocí —respondí y me alejé para comenzar a desvestirme.

Una enorme sonrisa de esas que hacían que mi corazón se agitara se dibujó en sus labios. Me quité la ropa con parsimonia, deseando alagar el momento, haciendo que cada instante valiera la pena. Me quedé frente a él completamente desnuda y cuando comenzó a volver a su apariencia humana, lo detuve.

—Espera —grité y corrí a su lado—. Te quiero así —confesé y llevé mis manos al botón de sus jeans para comenzar a quitárselos. Se quedó quieto dejando que lo desnudara, ayudándome solo cuando tuve que quitarle las botas. Cuando terminé mi trabajo lo estudié, admirada de su belleza. El viento que soplaba fuerte a esa altura despeinó su cabello y sus enormes alas se agitaron, haciendo aquel momento aún más mágico—. Eres tan hermoso que pareces irreal —dije ganándome una abierta sonrisa de satisfacción.

—Ven a comprobar qué soy de verdad —me apremió y así lo hice.

Cuando llegué a su lado, me levantó, haciendo que rodeara su cintura con mis piernas y me penetró con fuerza. Nunca tendría palabras para describir lo que significó aquel momento, pues ni siquiera la magia alcanzaba para explicarlo. Éramos Cam y yo, dos almas que se fundían convirtiéndose en una sola, irrompible, inseparable.

 

***

 

Regresamos al bar entre risas y bromas, aquellas que compartíamos cuando yo era Steven, como si de alguna forma hubiésemos recuperado esa parte de nosotros que perdimos por culpa de mis mentiras. Abrimos la puerta del sótano y en el pasillo comenzamos a besarnos, sus manos fueron debajo de mi camiseta para acariciar mis pechos y estaba a punto de quitármela, cuando un carraspeo nos sacó de la burbuja.

—Perdón por la interrupción —se disculpó Alexy—, pero los estábamos esperando. ¿Podrían, por favor, venir a la sala de televisión?

Ambos reímos por haber sido atrapados en nuestras demostraciones de afecto y lo seguimos hasta el lugar donde se encontraban todos los de la casa, además de Medhan, Nithael, Aidan, Abby y Kevin, que jugaba en un rincón con Gunnar y Winter. En cuanto vi a Nithael, corrí hacia él.

—Gracias —dije abrazándolo.

—No hay nada que agradecer, Dríade, para eso están los amigos.

—Y tú eres el mejor amigo que he tenido —declaré poniéndome de puntillas para besar su mejilla.

—Hermano —saludó Cam sin la menor sombra de rencor.

Ahora en su mirada solo había agradecimiento. Alargó una mano hacia Nithael, este la tomó y ambos se fundieron en un corto pero significativo abrazo.

—Bueno, me alegra que estemos todos juntos de nuevo —comenzó Alexy—, como una gran familia, a la que ahora también se unen Medhan y Nithael, a quienes siempre vamos a considerar nuestros hermanos.

Cam me atrajo a su lado y recosté mi cabeza en su pecho a la espera de lo que se iba a decir.

Medhan hizo un gesto poniéndose la mano en el pecho en el lugar que ocupaba su corazón y Nithael lo imitó.

—El sentimiento será recíproco —afirmó el hermano mayor.

Alexy asintió y continuó hablando.

—Nuestras vidas han cambiado, para bien o para mal, las cosas que sucedieron han hecho que, de ahora en adelante, tengamos que dar un enfoque diferente a nuestras existencias. En breve, Medhan y Nithael partirán hacia su hogar, donde viven sus padres. —Miré a mi amigo y este me hizo un gesto de sentimiento—. Todos sabemos que su partida no será para siempre, que todavía tenemos asuntos pendientes que resolver.

El silencio fue toda la explicación que se necesitaba, nadie había olvidado que seguíamos en peligro, que en cualquier momento la tierra podría cubrirse del mal.

—Pero es momento de vivir de verdad, no con la sombra de lo que puede pasar, sino vivir, por y para nosotros, para nuestras familias, para las mujeres que amamos y que se convirtieron en el centro de nuestras vidas. En mi caso, no solo por mi ángel —dijo, besando a Alana—, sino por el ser que creamos juntos —confesó, poniendo la palma de su mano en el vientre de la chica.

Un grito colectivo se escuchó en el lugar y todas nos lanzamos a abrazar a nuestra hermana.

—Santo cielo, no puedo creerlo —dije, atrayéndola a mis brazos.

—Gunnar tendrá un primo o prima con quien jugar —celebró Ángela uniéndose.

—Voy a ser tía —gritó Abby eufórica.

Emily mostraba una sonrisa radiante cuando se acercó para posar su mano en el vientre de Alana.

—Felicidades —le dijo antes de besar su mejilla.

Por su parte, los hombres se repartieron abrazos y felicitaciones. El momento fue de total felicidad gracias a la criatura que, sin saberlo, alegraba el corazón de todos.

—Agradecemos a todos su emoción —dijo Alexy recuperando a su mujer, que en medio de la celebración había sido alejada de su lado—. Estoy tan feliz que temo que todo sea producto de un sueño.

—Si es un sueño, que nadie nos despierte —comentó Cam riendo.

—Ahora vas a tener un hermanito, Cam —le dijo, mirándolo con afecto.

—Y no sabes lo emocionado que estoy por eso —respondió mi chico—. Tú más que nadie se merece esta alegría, estoy convencido que serás un gran padre. Yo tuve la fortuna de saber lo que es ser criado por ti y le auguro a ese niño o niña el mejor de los futuros.

—Gracias, hijo —expresó Alexy sin poder esconder la emoción en su voz.

—Creo que es hora de anunciar la otra parte —intervino Tarek.

—¿Hay más? —pregunté—¿Ángela también está embarazada? —grité, mirando a mi prima.

—¿Qué? No, yo no…

—Dulce no está embarazada, aunque me encargaré de que eso no sea así por mucho tiempo —prometió el vikingo.

Mi prima se sonrojó, pero no se dejó amilanar por la broma.

—Más te vale que te pongas a trabajar entonces —dijo ganándose una mirada ardiente por parte de su marido, que la acercó a su lado dándole un beso apasionado.

—Alexy, apúrate a terminar la reunión, que tengo trabajo que hacer —lo apremió el rubio. Todos reímos de los comentarios.

—Bien, volviendo al tema que nos interesa, quería comentarles que Tarek, Marcus y yo llevábamos un tiempo considerándolo y finalmente decidimos que lo mejor será vender el bar. Gunnar está creciendo y este no es el mejor ambiente para él; Alana y yo traeremos una nueva vida al mundo y queremos lo mejor para la criatura. Y Marcus y Emily tal vez lo hagan en el futuro.

—¿Vender el bar? —preguntó Cam—. ¿Cuándo decidieron eso y por qué no me lo dijeron?

—Lamentamos no habértelo dicho, pero últimamente tú tenías tus prioridades y ninguna de ellas estaba ligada a este lugar, por lo que decidimos que era mejor que te enfocaras en ellas.

—Entiendo.

—Ya hablamos con Aidan, y su compañía de bienes raíces se encargará de la compra-venta.

—¿Y dónde vamos a vivir entonces? —pregunté mirándolos a todos.

—La casa que fue destruida por los esbirros de Razvan está terminando de reconstruirse, Alana y yo iremos a vivir allí. Tarek y Ángela se mudarán a la cabaña, y Marcus y Emily adquirieron un terreno cerca, por lo que se quedaran con mi mujer y conmigo hasta que su casa se construya. También invité a Nayleen, para que ella y su madre vinieran, pero se negó. Cam, Aidan me contó sobre su ofrecimiento de irte a vivir a su edificio, aunque está de más decirte que tú y Skye son bienvenidos con nosotros también.

Mi chico negó y me miró sonriendo.

—Les gradezco mucho su ofrecimiento, tanto a ti como a Aidan, pero Skye y yo tenemos otros planes.

—¿Otros planes? —tronó la voz del escocés—. Craig, hijo, sabes que yo puedo ayudarte a conseguir el lugar que desees si es que tú y Skye prefieren su intimidad.

—Gracias, papá —dijo Cam, tomándonos por sorpresa a todos cuando por primera vez reconoció a Aidan como su padre. El aludido brilló de emoción al escucharlo—. Pero lo cierto es que no estamos buscando un hogar, al menos no por ahora, acabamos de decidir que queremos viajar y conocer el mundo.

—¿Conocer el mundo? —fue la exclamación colectiva.

—Así es —agregué emocionada—. Vamos a vivir nuestra propia aventura.

—Cierto —terminó Cam, inclinándose para besarme.

—Entonces que así sea —se escuchó la voz de Alexy

El resto de la noche se convirtió en una celebración, por la vida, por los sueños cumplidos, por las aventuras por vivir y las guerras que se avecinaban a las cuales nos enfrentaríamos con la fortaleza que nos otorgaba la felicidad de saber que, sin importar nada, seríamos siempre un frente unido.

 

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