Brooklyn

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37. Las cosas más bellas no son perfectas, son especiales

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Las cosas más bellas no son perfectas, son especiales

Miércoles, 12 de septiembre de 2001Zona 0 del World Trade Center, Nueva York

—¡Allí! ¡El sonido proviene de allí!

Apolo, un fornido pastor alemán de la Unidad K-9 del Departamento de Policía de Nueva York, no cesaba de ladrar, dominado por la excitación del momento. Por lo visto, el animal había olisqueado algo entre los escombros, aunque aquello era como un enorme cementerio improvisado.

Él y más de trescientos perros llevaban horas allí, de forma incansable, en busca de supervivientes de los atentados, trabajando codo con codo con las unidades civiles, gubernamentales, militares y policiales.

Un tintineo similar a una campanilla fue el detonante para dar la voz de alarma. Bajo los cascotes, entre el polvo y el desastre, en el núcleo de esa hecatombe, se abrió un halo de esperanza.

—¡Aquí, joder! ¡Es aquí! ¡Corred!

El uniformado trepó casi a gatas, ayudándose de las manos, por esa montaña de escombros que iba desestabilizándose a medida que sus recias botas daban un nuevo paso. Parecía que aquel montón rocoso iba a ceder bajo sus pies de un momento a otro. Aun así, consiguió, con gran esfuerzo y pericia, reunirse con el animal.

Apolo, ese astuto perro de venteo, había seguido el olor humano en el aire, y no cesaba de dar saltos, tratando de señalar el lugar exacto del hallazgo.

John Hyan, policía, no tardó en extraer la linterna, arrodillarse en el inestable suelo e introducir la cabeza para observar a través de un pequeño hueco.

—¡Oh, Dios mío...!

El desconcertante hallazgo lo dejó paralizado y también a todos los demás de su unidad, quienes se reunieron con él en cuestión de segundos.

Algunos comentaron que era un verdadero milagro; otros simplemente se limitaron a llamarlo golpe suerte, pues aquel 12 de septiembre de 2001, entre los escombros, quedó atrapado un grupo de personas, trabajadores de la Torre Norte del World Trade Center. A simple vista y contra todo pronóstico, todos los que estaban allí estaban vivos.

Más tarde se constató que lo que los había mantenido con vida había sido el azar, pues habían estado en el lugar adecuado en el momento preciso. Diversos especialistas en la materia afirmaron categóricamente que, de haber estado más abajo o más arriba de la cuarta planta, hubiesen muerto... aplastados en el hipotético caso de haberlos sorprendido más abajo y arrastrados por la energía cinética de haber permanecido más arriba, sin ninguna posibilidad de sobrevivir.

Brooklyn Steinfield

Puedo recordar a la perfección ese momento en el que un agente del Departamento de Policía de Nueva York irrumpió en la habitación 401 del hospital Mount Sinai acompañado de un médico psiquiatra para darme apoyo, pues fue un gran impacto emocional saber que Ryan estaba vivo.

Lo siguiente que recuerdo fue que me dolía mucho el pecho y ver girar el mundo ante mis ojos como una maldita atracción de feria, para, después, desplomarse mi realidad bajo mis pies.

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