Born

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Capítulo 7. Marzo a septiembre de 1975. Las conexiones internacionales

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el Canca Gullo, un dirigente reconocido de la Juventud Peronista, se unió al grupo. Los tres se dirigieron a una parrilla, punto de encuentro con otros integrantes de la Columna Oeste, donde esperarían la orden precisa de entrar en escena para recoger aquella “encomienda”. Pronto descubrieron, con gran sorpresa, de qué se trataba. Conocían muy poco sobre el secuestro, que había sido responsabilidad de la Columna Norte. Ignoraban, por ejemplo, que esa misma entrega se había frustrado al menos dos veces. Para peor, sería su debut en un cobro. Esperaron hasta que sonó el teléfono público del restaurant.

El dueño de la parrilla, que había advertido movimientos extraños en la mesa, les cobró la cuenta como si nada. Pero la policía, a la que había alertado, ya rodeaba la manzana.

Costa se dirigió al auto que le habían asignado, un Ford Falcon cargado con un fusil FAL escondido la parte trasera y una pistola en la guantera. Lo acompañaba Gullo. Ninguno de los dos alcanzó a tomar las armas: la redada los tomó por sorpresa. Obedecieron resignados la orden de bajar del auto y arrojarse al piso.

En un golpe impensado, la policía apresó a seis cuadros de los Montoneros y frustró el pago acordado con Bunge y Born.

Los militantes estaban instruidos para mentir, pero en la comisaría de San Justo alguno había cedido ante la tortura intolerable y había mencionado el cobro. Lo notaron cuando la policía cambió la orientación del interrogatorio. Al cabo de un rato, les preguntaban y les volvían a preguntar a todos una única cosa: dónde estaban los 7 millones de dólares.

No era solo avaricia: sabían que se terminaban sus oportunidades de interceptar el botín. El 30 de abril de 1975, un cable (el Mensaje N° 1242 del Servicio de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires) había advertido a la Bonaerense:

 

“SE TIENE CONOCIMIENTO QUE LA DIRECCIÓN DE MONTONEROS DIO DIRECTIVAS A LOS RESPONSABLES DE LA ZONAS, A FIN DE QUE HAGAN CONOCER A SUS MILITANTES, NO REALIZAR MÁS ASALTOS NI SECUESTROS PARA CONSEGUIR DINERO, YA QUE HABÍAN LLEGADO A UN ACUERDO CON LA FIRMA ‘BUNGE Y BORN’ CONSISTENTE EN LA ENTREGA A MONTONEROS DE LA SUMA DE PESOS 1.000.000.000 MENSUALES, CANTIDAD QUE CUBRIRÁ LAS NECESIDADES DE LA ORGANIZACIÓN.

AL RESPECTO LA CONDUCCIÓN NACIONAL ESTIMARÍA QUE BORN TENDRÍAN DINERO PARA MANTENER A ESTA ORGANIZACIÓN POR 3 O 4 AÑOS, TIEMPO NECESARIO PARA TRABAJAR SIN PROBLEMAS ECONÓMICOS PARA LA ESTRUCTURACIÓN DE SU RAMA POLÍTICA A NIVEL NACIONAL.

DICHAS NEGOCIACIONES LAS HABRÍA REALIZADO FIRMENICH PERSONALMENTE CON DIRECTIVOS DE LA MENCIONADA EMPRESA, QUIENES EN PRINCIPIO NO HABRÍAN ACEPTADO PAGAR LA CANTIDAD DE DINERO EXPRESADA, PERO ANTE EL ASESINATO DE DOS DE SUS GERENTES, HABRÍAN LOGRADO EL ACUERDO.

ORIGEN: PROPIOS MEDIOS”

 

Al día siguiente el diario

Clarín tituló: “Los presidentes de Argentina y Chile acordaron incrementar el intercambio comercial y acelerar el proceso de integración regional”. Nada informó sobre los detenidos.

Tiempo después el local de la parrilla ardió a causa de un incendio intencional. Muy pocos pudieron desentrañar el misterio.

 

Tras la caída de los hombres de la Columna Oeste, los Montoneros aceleraron su trato con Graiver. El banquero ya había puesto un pie en el sistema financiero de Nueva York con la compra del

Century National Bank, que figuraba a nombre de su padre. Había alquilado un piso amplio en la Quinta Avenida y tramitaba la adquisición de la mayoría del paquete accionario del

American Bank and Trust (ABT), valuado en 60 millones de dólares. Del ABT había obtenido el crédito para adquirir una parte del CNB: sin el capital necesario para crecer tan del golpe,

Dudi practicaba maniobras financieras arriesgadas, como tomar un crédito de una institución a la que pensaba comprar: una suerte de autopréstamo a futuro. La Superintendencia de Bancos de la Reserva Federal debía autorizar la operación, pero antes Graiver necesitaba asegurarse la plata de los Montoneros: con el botín de los Born pagaría el resto de las acciones que necesitaba para conseguir el control del ABT.

Quieto se reunió dos veces con el banquero en una quinta de San Isidro, en el norte de la provincia de Buenos Aires. Urgidos como estaban ambos, no demoraron en ponerse de acuerdo.

En nombre de la conducción, Raúl Yäger informó a Magario que la entrega siguiente se concretaría en Suiza. El 12 de junio de 1975 debía marchar hacia allí. Partió con su verdadera identidad a España y en Madrid asumió una identidad falsa para seguir rumbo a Ginebra. De parte de Bunge y Born viajó Carlos Jacoby, un directivo del grupo, quien se encargaría de conseguir un camión de caudales que recorriera los 280 kilómetros desde Zürich, donde se encontraba la financiera del grupo, hasta Ginebra.

En uno de los mejores hoteles de la ciudad, el jefe de Finanzas esperó durante algunos días la señal de que la operación estaba en marcha. Como en una película, recibió los dólares de los Born en un intercambio de valijas en el estacionamiento del hotel, ubicado en el subsuelo. Con el baúl de su Volvo cargado, Magario se dirigió a un departamento que habían alquilado para contar los billetes en la tranquilidad de un ámbito privado.

Por sugerencia del secuestrado Jorge Born había solicitado billetes de muy baja denominación, partiendo de los de cinco dólares que ya no circulaban en cantidad en casi ninguna parte del mundo, salvo en África. Los depósitos quedaban protegidos por el secreto bancario suizo y no se sometían a ninguna regulación antilavado.

Las normas, tan laxas, permitían que se aceptaran depósitos sin exigir copias de los documentos de los titulares de las cuentas o de las sociedades que las movían. Pero la caída de Saigón en el mes de abril había disparado una fuga de capitales de Vietnam del Sur que había colocado a Suiza bajo presión internacional para que ejerciera algún tipo de control. Era ya un número clásico que el dinero corriese a buscar refugio dentro de sus fronteras.

Desde Nueva York, Graiver puso a Magario en contacto con un matrimonio de judíos húngaros —cuyo nombre nunca le fue revelado— que corroboró la autenticidad de los billetes. La pareja, que hablaba un castellano fluido, acompañó a Magario a la

Union de Banques Suisses (UBS), una oficina distinguida sin ventanillas ni atención al público. Alquiló una caja de seguridad para dejar las valijas y abrió una cuenta a nombre de Empresas Catalanas Asociadas S.A., una sociedad que Graiver había creado el 3 de junio de 1975 en Panamá, según Juan Gasparini, sucesor de Magario como jefe de Finanzas de Montoneros, quien conservó los papeles probatorios.16

El financista de los Montoneros ordenó desde Nueva York que hicieran una prueba con un depósito y una primera transferencia hacia la entidad

Banque pour L’Amérique Du Sud, en Bélgica, que era de su propiedad. El depósito del 6 de junio pasó la prueba: el número de serie de los billetes no figuraba en ningún listado de dólares sospechados de circular entre traficantes necesitados de lavado. Sin embargo, UBS no autorizó el giro a Bélgica: entrar los fondos a Suiza era más fácil que sacarlos. Para mover dinero de la cuenta en tan poco tiempo, el banco exigió una serie de avales.

Magario mandó a los Montoneros un mensaje en clave por télex para informar sobre el inconveniente. Graiver lo supo; urgido por sus propias ambiciones, le dijo a Quieto que tomaría un avión desde Nueva York para supervisar en persona que la operación concluyera con éxito. Si los bancos suizos no le tomaban la plata a los Montoneros no había de qué preocuparse: él la ingresaría en los Estados Unidos en la bodega de su avión privado.

Graiver encontró a Magario en el lobby del hotel en Ginebra. El guerrillero se sintió un poco inhibido por la cantidad de gente de aspecto importante a la que el banquero saludaba con familiaridad. Conoció entonces los planes nuevos.

Hay que sacar los billetes de la caja y entregárselos al húngaro.

¿Y qué pasa entonces, Dudi? —preguntó Magario.

De ahí en más, no te preocupes: yo me encargo del resto.

 

Jorge Born se enteraba de los progresos, pero ninguna noticia le compensaba la desmejora de sus condiciones. Desde la liberación de su hermano lo movían de un lado a otro con una frecuencia notable. Para cada traslado lo obligaban a tomar una cantidad de ansiolíticos que lo aplastaban.

—¿Para qué me tienen que dejar boleado? No hace falta tanto.

Sus quejas no cambiaron la dieta: unas cuantas pastillas de cinco miligramos a la mañana y otras a la tarde, que nunca lograba contar porque todavía le duraba el mareo de la primera dosis. La llegada del Valium le anticipaba que lo esperaba otra mudanza.

Born III caía en un estado de semi inconciencia del cual solo se terminaba de recuperar al cabo de tres días. Lo cargaban entre varios y lo arrojaban, acostado, en la parte trasera de una camioneta, debajo de una lona. Sentía su cuerpo, con los músculos relajados por efecto del diazepam, en contacto con la chapa fría; escuchaba el ruido del motor, que arrancaba en seguida para evitar que algún vecino inoportuno observara esos movimientos extraños. Algunos viajes le resultaban cortos, otros demasiado extensos. En todo caso, casi no confiaba en su percepción: perdía la idea del tiempo en seguida.

En algunos traslados le tocaba el privilegio de viajar sentado en el asiento trasero. En esos casos volvían a colocarle algodones sobre los ojos, que sostenían unos anteojos con los vidrios pintados de negro.

—¿Por qué se toman tanto trabajo para que no vea, si el Valium me deja grogui?

El efecto de las pastillas lo afectaba más allá del momento: había calculado que su cuerpo tardaba tres días en desintoxicarse. Y apenas recuperaba la lucidez plena y empezaba a reconocer su nuevo espacio de clausura aparecía el riesgo de un nuevo traslado... Le temía a la acumulación de la droga en su sistema: sentía la necesidad de estar despierto.

Cuando creía que ya habían terminado con las discusiones estériles, los Montoneros lo sorprendieron con una de las

chiquilanadas que tanto lo impacientaban.

—Bunge y Born debe colocar bustos de Perón y de Evita, uno de cada uno, en el hall central de su cada fábrica del grupo, en diez plantas por lo menos.

—¿Qué?

—Lo que oyó. Nada nuevo: en la sentencia de su juicio político se estableció que, además de pagar el rescate, la compañía debía cumplir con otras condiciones.

Había llegado el momento de discutirlas.

En su cabeza Born repitió el reclamo inverosímil. Estatuas de Perón y Evita a modo de reparación histórica por el daño que el grupo le había causado al peronismo al apoyar la llamada Revolución Libertadora. Pero no conseguía aceptar la seriedad de la demanda.

Se burló de esta prueba adicional de la ignorancia que los Montoneros adolecían, desde su perspectiva, en materia de realidad. Ni siquiera sabían cuánto demoraba la producción de los bustos que pedían como condición para su libertad.

¿De dónde los vamos a sacar? ¿Cuántos escultores vamos a necesitar? Ustedes no saben de qué hablan.

—Bunge y Born debe colocar bustos de Perón y de Evita, uno de cada uno, en el hall central de cada fábrica del grupo, en diez plantas por lo menos —le repitieron, como un disco rayado.

—A ver, analicemos. ¿Qué material habría que utilizar? ¿Madera para tallar, cerámica para moldear, piedra para esculpir? Un busto no se hace en media hora: hay que calcular no menos de una semana por cada uno, quince días por par. ¡No vamos a terminar nunca!

Los Montoneros advirtieron que los bustos sumaban un tiempo descomunal al cumplimiento de sus exigencias, un tiempo del cual ya no disponían. Moderaron sus peticiones y cerraron trato: dos pares de bustos, a colocar en el ingreso a la planta principal de Molinos Río de la Plata, en Puerto Madero, y en el lugar equivalente de la fábrica de pinturas Alba. El resto de las instalaciones se podría arreglar con una fotografía de Perón y Evita y un manifiesto que los jefes de cada planta debían colocar en la cartelera principal.

El secuestrado no se debía preocupar por las solicitadas que Bunge y Born debía publicar en medios extranjeros de prestigio: ya le habían hecho llegar al padre el texto (que le mostraron a él en ese momento) y negociaban una introducción para que la compañía deslindara toda responsabilidad sobre su contenido.

¿Qué sentido tiene? Eso no lo lee nadie… ¡Además ustedes escriben tan largo que hay que usar una letra diminuta, no se entiende nada! A ver, un poco de sentido común: nada de esto importa en Francia, en los Estados Unidos o en Italia. ¿Y quiénes se van a encargar de las traducciones?

Los Montoneros le explicaron que nunca un grupo guerrillero, en ninguna parte del mundo, había obtenido tanto dinero de una multinacional a partir de un secuestro. Eso era una noticia, una noticia tremenda que mucha gente iba a valorar. Y ellos se querían garantizar la repercusión internacional para multiplicar ese interés.

Born III calculó que a su padre esas publicaciones le costarían poco y archivó el tema en su cajón mental de sandeces de los Montoneros. Decidió concentrar sus energías en otra discusión. La exigencia de repartir mercadería por un valor total de un millón de dólares en barrios carenciados de todo el país le parecía más difícil de cumplir.

La estrategia de los Montoneros para congraciarse con los obreros de las fábricas planteaba un desafío de logística importante: involucraba camiones dispersos por todo el país, el acopio de la mercadería y el reparto con un plan que evitara la interferencia de la policía.

Desde el cautiverio Born había enviado cartas a los gerentes de las empresas de alimentos y de textiles del grupo, para que comenzaran a organizar qué variedad de mercadería colocarían en los camiones y cómo se las ingeniarían para coordinar la distribución simultánea en distintos puntos del país. Bunge y Born había puesto como condición que el reparto se hiciera a través de su fundación: la empresa no quería sentar un antecedente para que otros grupos guerrilleros presionaran sobre sus empresas.

La primera sugerencia de los Montoneros había sido que la distribución se hiciera en la Villa de Retiro, donde había misionado el padre Carlos Mujica.

No creo que ahí quieran recibir nada de nuestra compañía. Cuando mandamos donaciones, Mujica nos dijo que no quería nada de Bunge y Born y nos mandó a mudar.

Los Montoneros elaboraron un listado con cien ubicaciones estratégicas en distintos puntos del país (barrios marginales, los cordones industriales en las afueras de los grandes centros urbanos y las fábricas en las que tenían algún grado de influencia sobre las comisiones internas) y la hicieron llegar a la Fundación Bunge y Born. Así comenzó la coordinación del operativo.

En la madrugada del 21 de junio de 1975, antes de que saliera el sol, los camiones que la compañía había alquilado y que manejaban militantes montoneros vestidos con overol ingresaron en el Barrio Colonia Lola (en las afueras de Córdoba) y en muchas villas y zonas aledañas a las fábricas de todo el país. Despertaron a los vecinos para repartir botellas de aceite, cajas de arroz, conservas de frutas y verduras, mermeladas, cuadernos, delantales y frazadas.

Sonaban las bocinas y mientras arengaban con sus megáfonos:

—¡Compañeros! ¡¡Vengan!! ¡¡Tomen!! Aquí se les devuelve lo que el gran capital le ha robado al pueblo.

 

El 20 de junio de 1975, el mismo día en que Jorge Born recuperó su libertad, algunos de los diarios más prestigiosos del mundo publicaron la solicitada que pagó Bunge y Born.

Le Monde en París,

The Washington Post en los Estados Unidos, el

Corriere della Sera en Italia y

The Guardian en el Reino Unido difundieron el texto que constituía la última exigencia de los Montoneros en la

Operación Mellizas.

La organización guerrillera revisó las traducciones y aprobó el descargo de la multinacional en la introducción al texto.

Como Bunge y Born debió gestionar la publicación de la solicitada en cada lugar, el abogado José María Videla Aranguren había viajado a Europa con el texto y en Estados Unidos se contrató a un estudio para que se encargara de la delicada misión.

Como había anticipado Born III, la solicitada era un escrito inmoderado que, aun en tipografía pequeña, cubría una página entera en los diarios de formato sábana.

Decía:

La empresa Bunge y Born hace saber que se ve obligada a publicar este artículo, forzada por la organización que tiene en su poder a sus directivos, Jorge y Juan Born. En ninguna circunstancia podrá ser interpretado como una aprobación del texto por nuestra parte. En lo que concierne a los juicios vertidos por esta organización sobre la empresa, debemos señalar que:

Desde hace veinte años que los salarios en Argentina se fijan mediante convenios colectivos celebrados con los sindicatos a nivel nacional.

La empresa siempre ha respetado estos acuerdos, y sostuvo una política permanente de mantener los salarios por encima de lo acordado en los convenios.

La empresa ofrece las mejores remuneraciones en las distintas ramas por actividad y las mejores condiciones de trabajo en todo el país. Esto puede ser verificado con los sindicatos.

Sin querer emitir juicio sobre el uso de la expresión “monopolio multinacional”, la empresa declara que ningún argentino tiene derecho a negarle a otro argentino el ejercicio de sus derechos ciudadanos.

El hecho de la que empresa desarrolle actividades en distintos países no implica que sus directivos renieguen de su propio país.

La empresa es la más importante de la República Argentina y tiene sus principales inversiones en el país. Esto alcanza para poner en duda la validez del argumento relativo a las transferencias de capitales al exterior.

Por el contrario, la empresa es la única del país que exporta tecnología y reingresa los derechos correspondientes.

La política de la empresa siempre ha sido la de evitar financiar inversiones de un país con recursos provenientes de otro país. El Banco Central prohíbe ese tipo de transferencias y la empresa respeta la ley.

Perón fue derrocado en 1955 por un golpe del cual la empresa no participó ni directa ni indirectamente.

La empresa rechaza todo intento por imponer ideas con métodos violentos.

La empresa guarda en sus archivos correspondencia con el general Perón que atestigua el alto respeto y estima que el general tenía por la misma.

 

En septiembre de 1974 los Montoneros decidieron ejecutar la sentencia revolucionaria dictada contra Bunge y Born. Se había realizado un estudio de antecedentes de dicha empresa desde su creación hasta la fecha, en el país y en el extranjero. Como resultado, Bunge y Born fue encontrada culpable de los siguientes cargos de la acusación:

Explotación de la clase obrera: durante años, la empresa se desarrolló gracias a la explotación que ejerció sobre los obreros, pagando salarios bajos y apelando a la represión policial cuando los trabajadores se movilizaban para exigir justicia en la distribución de los ingresos.

Prácticas monopólicas: no contenta con explotar a sus trabajadores, la empresa practicó, en muchas ocasiones y con métodos diversos, maniobras para aniquilar a las pequeñas y medianas empresas nacionales.

Ataque a los intereses nacionales: la empresa Bunge y Born es culpable, de manera sostenida, de agresión contra los intereses nacionales, en particular, de usar las ganancias que obtiene en el país para financiar su expansión en el extranjero. Bunge y Born ha dejado de ser una empresa nacional para convertirse en un monopolio multinacional por la vía de la evasión de capitales, lo que demuestra que cuida únicamente de sus intereses en contra de los intereses nacionales. Además, su participación en el golpe reaccionario y proimperialista que depuso en 1955 el gobierno peronista y su permanente alianza con los gobiernos ilegítimos que lo sucedieron convirtieron a la empresa en un enemigo del pueblo argentino en el terreno político. Ello se ha podido observar claramente al momento de tomar el poder el gobierno peronista el 11 de marzo de 1973. La empresa practicó restricciones al abastecimiento con el fin de crear el caos y hacer fracasar la voluntad del pueblo que había triunfado en las elecciones.

 

Para ejecutar la sentencia, los Montoneros llevaron adelante una operación militar que consistió en el arresto de Jorge y Juan Born, dos propietarios y directivos de la empresa. Luego de extensos interrogatorios y de un análisis de las responsabilidades de la empresa relativas a las acusaciones mencionadas más arriba, los Montoneros impusieron a la empresa las siguientes penalidades:

un año de prisión para Jorge y Juan Born. Esta pena fue reducida a nueve meses luego de que la empresa cumpliera con el resto de la sentencia.

Pago de una suma muy importante de dólares por la liberación de Jorge y de Juan Born, en concepto de multa por el delito de haber organizado la evasión de capitales. La suma fue entregada a los Montoneros en tanto representantes del interés nacional, para ser utilizada según su criterio.

Distribución en barrios, fábricas, escuelas y hospitales de mercaderías por un valor de un millón de dólares, como multa por las restricciones al abastecimiento practicadas por la empresa.

Obligación de solucionar los conflictos sindicales que tuvieron lugar durante el período de detención de los directivos de la firma, aceptando las exigencias de los trabajadores.

Como penalidad por los males infligidos al pueblo argentino, en razón de la participación de la empresa en el golpe de 1955, los bustos del general Perón y de Eva Perón serán instalados en todas las empresas dependientes de Bunge y Born en la Argentina. Los trabajadores serán autorizados a participar en las ceremonias de inauguración.

El texto del presente artículo será colocado en los tableros de las empresas, y permanecerán exhibidos por un plazo de quince días.

Esta operación de Montoneros constituye un hecho de extrema importancia para la Argentina. Se produce en un momento realmente dramático para el pueblo argentino.

 

TREINTA AÑOS DE LUCHA ANTIIMPERIALISTA

Durante los últimos treinta años nuestro pueblo llevó adelante una lucha heroica contra el imperialismo y sus aliados en el país. Los ejes de las principales fuerzas antagónicas se han expresado en el marco de esta lucha: los intereses nacionales opuestos a los del imperialismo, fuerzas que luchan por la LIBERACIÓN mientras aquellos sostienen la DEPENDENCIA. Imperialismo o Nación, Dependencia o Liberación son las opciones actuales. Uno de los elementos más importantes de esa larga lucha es la permanencia del Movimiento Peronista, que es la verdadera bandera política de la clase obrera y de los pequeños y medianos productores rurales, bajo la cual el pueblo combate contra los intereses de los monopolios.

La oposición a los golpistas proimperialistas que habían derrocado a Perón en 1955, la resistencia que el pueblo desarrolló a lo largo de dieciocho años contra las diversas tentativas del sistema de engañar la voluntad del pueblo, el rutilante triunfo popular que puso fin a la dictadura de Lanusse el 11 de marzo de 1973, todo ello tuvo como principal protagonista al Movimiento Peronista, dirigido desde el exilio por el general Perón, quien supo reunir a su alrededor a todas las fuerzas nacionales.

Nacidasen estos dieciocho años de resistencia, maduradas en innumerables luchas populares, expresión sublime de las fuerzas en la lucha, una verdadera síntesis de esta larga experiencia, surgen las organizaciones armadas del peronismo y convergen en la actual organización político-militar de los Montoneros.

Todos los métodos para destruir al peronismo en tanto movimiento de liberación nacional fueron ensayados por el imperialismo: persecución, prisión, torturas, fusilamientos, proscripciones. Todo ello se estrelló contra el movimiento unido alrededor del general Perón, intransigente en la defensa de los intereses populares. Habiendo fracasado las tentativas de destruir al movimiento, el imperialismo trata de incorporarlo al régimen al intentar transformarlo en una organización liberal aceptable para el sistema, de vaciarlo de su contenido de masas, de sacarle su esencia revolucionaria y de destruirlo como Movimiento de Liberación Nacional. El imperialismo elabora y favorece una estrategia doble: por la corrupción, la infiltración ideológica y la incorporación de monopolios en la economía nacional, el imperialismo logra formar una clase de dirigentes sindicales y políticos que dejan de lado la defensa del pueblo peronista y se convierten en instrumentos de la estrategia imperialista de destrucción del Movimiento Peronista, en tanto movimiento de liberación nacional. Traidores de la Patria y del Movimiento, sostenedores de los intereses monopolistas, estos sectores elegirán entre la oposición, el partido de la dependencia. Al mismo tiempo se reprime de manera salvaje a todos los dirigentes, militares y grupos que permanecen fieles a los intereses de la clase obrera y quienes no han abandonado la lucha por la liberación.

Inventan un peronismo “institucional”, alejado de las masas y lleno de traidores, aquel que acepta fácilmente las reglas del juego del sistema, mientras que se está tratando de aniquilar al peronismo auténtico.

 

LA TRAICIÓN DEL TRIUNFO POPULAR DEL 11 DE MARZO DE 1973

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