Born

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Capítulo 12. 1984. Firmenich: de Ipanema a la cárcel

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La casa pertenecía a Nelson Romero y a su mujer Laura Iche. La pareja y el cuñado de Romero, Rodolfo Silchinger, trabajaban para la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y formaban parte de una banda delictiva con un ex jefe de la policía de Tucumán llamado Guillermo Correa y otros integrantes de las fuerzas de seguridad.

Polosecki quedó aturdido.

Bisordi y Romero Victorica querían que el dato se conociera: los Montoneros habían brindado una conferencia de prensa clandestina en una casa que era propiedad de agentes de la SIDE.

Y, más aún, agentes de la SIDE que de paso se dedicaban a secuestros extorsivos que terminaban de la peor manera. Como el caso del joven Polisecki.

Todas las preguntas que surgían a partir de esa coincidencia resultaban inquietantes.

¿Se podía atribuir a una casualidad y nada más? ¿O la coincidencia sugería la existencia de una conexión entre guerrilleros y espías al servicio de una violencia desenfrenada que solo benefició al ala dura de los militares?

La versión oficial de Montoneros sonaba muy cándida. El poeta Paco Urondo y el periodista Luis Guagnini, los responsables de prensa de la organización a cargo de los preparativos, habían recogido un volante en un café de la avenida Maipú, que la promocionaba como un salón de fiestas de alquiler. Ninguno de los dos sobrevivió a la dictadura para dar testimonio, pero tampoco surgieron versiones encontradas de sus familiares, que años más tarde reconstruyeron los hechos siguiendo el rastro de los ausentes.42

La identidad de los propietarios de la casa fue uno de los elementos que utilizó el periodista estadounidense Martin Andersen para acusar a Firmenich de haber sido un agente infiltrado en Montoneros del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército. Andersen sostuvo que los dueños de la casa, Romero e Iche, y el cuñado Silchinger también habían estado escondidos en la casa de Libertad 244 mientras se desarrolló la conferencia el 20 de junio de 1975.43

Según Horacio Verbitsky, las especulaciones se desmoronan con solo saber quiénes fueron los encargados del alquiler, porque de haber existido alguna conexión entre los servicios y algún integrante de Montoneros, jamás habría sido por medio de Urondo y Guagnini, dos militantes con una integridad por encima de cualquier sospecha.44

Fue una perra casualidad, que ensucia todo —agregó Perdía en una entrevista para este libro.

¿Cómo se explica una casualidad que mezcla Montoneros con agentes de inteligencia en un momento clave?

Es lo más difícil de explicar para nosotros. Pero ¿cuál sería el sentido de convivencia con los servicios?

La sospecha que plantó Andersen al publicar el libro

Dossier Secreto, en base al testimonio de un agente de inteligencia del Batallón 601, Alfredo Valín, nunca se comprobó.

En 2010, Cristina Fernández de Kirchner ordenó al Ejército desclasificar el listado completo de los agentes que habían integrado el Batallón 601 durante la dictadura. Firmenich no figuraba entre los 4.300 nombres que se difundieron.

 

El juez Luft consideró probado que Firmenich había ordenado que se llevara a cabo la

Operación Mellizas, que había conducido interrogatorios a los hermanos en cautiverio, que había liderado la negociación con el padre, Jorge Born II, y que había ordenado la liberación de los secuestrados tras haber cobrado el rescate. También lo consideró autor intelectual de las muertes de Pérez y de Bosch, porque entendió que, si bien no había participado en persona de la emboscada, la planificación del secuestro comprendió la orden de acribillar a quienes viajaran en los asientos delanteros del auto de los Born.

El 19 de mayo de 1987, el juez Luft impuso a Firmenich la pena de prisión perpetua con reclusión por tiempo indeterminado. Se lo condenaba como co-instigador del delito de doble homicidio agravado por alevosía y con el propósito de facilitar otro delito, el doble secuestro extorsivo.

Por las condiciones en las que había sido concedida la extradición, la pena se limitaba a treinta años de prisión. El plazo corría desde el momento en que había sido detenido en Brasil.

De haber completado los treinta años, no habría salido en libertad hasta el 13 de febrero de 2014 a las 12 horas.

Firmenich fue liberado mucho antes, gracias a otro servicio que le prestó el botín de los Born.

Notas:

41 Tan inseparable resultó que en septiembre de 2011 debió renunciar a su cargo de fiscal en la Cámara Nacional de Casación Penal para evitar el

jury que el Procurador General de la Nación, Esteban Righi, había ordenado para evaluar si había sido cómplice de un apropiador de menores durante la dictadura. La denuncia había partido de la joven Victoria Montenegro, quien dijo que Romero Victorica le pasaba a su apropiador, el coronel de Inteligencia del Ejército Herman Tetzlaff (de quien, además, se sospechaba que podía haber matado a los padres de la muchacha) datos sobre su situación judicial, y le brindó abogados para que lo asesoraran. Una jubilación antes de un

jury fue una salida acaso poco ilustre, pero al menos segura en un año que, sin dudas, fue de los peores. Un tribunal lo convocó como testigo por el asesinato de María Marta García Belsunce, una mujer de la alta sociedad que había aparecido muerta en el baño de su casa en un barrio privado de la zona norte del conurbano, y luego velada y enterrada como víctima de un accidente doméstico, cuando en realidad había sido asesinada. Romero Victorica debió declarar que el 27 de octubre de 2002 había recibido un llamado de su amigo Horacio García Belsunce, quien con voz acongojada le había dicho que su hermana había muerto. Al llegar a la escena en el barrio privado, los pequeños plomos que se habían encontrado y tirado le resultaron sospechosos. Al fiscal no le cerró la teoría del accidente, pero se guardó sus dudas y no las compartió con la justicia, hasta que estalló el escándalo. Al juez Alberto Ortolani no le gustó el asunto: “Mal puede traerse como testigo a quien pudo haber sido autor del delito de encubrimiento”, dijo. Si

El Potro no hubiera sido fiscal de Casación, lo habría procesado, advirtió.

42 Ni Lucas Guagnini, hijo de Luis, periodista como el padre, ni los familiares de Urondo encontraron motivos para sospechar de la versión oficial de los Montoneros.

43 Romero Victorica quiso perseguir la misma pista en el expediente y se tomó del testimonio de la vecina Kuzuchian. El 20 de junio de 1975 la vecina creyó ver que dos hombres —y no uno, que podría haber sido Jorge Born— habían bajado del auto ingresado de culata en el garaje de Libertad 244, sostenidos de los hombros como si no pudieran caminar por sus propios medios. En base a ese relato, el fiscal sostuvo que los dueños de casa podrían haber estado en la planta alta, encerrados contra su voluntad. Sin embargo, los periodistas fueron los últimos en salir y ninguno escuchó algo raro. Ninguna versión cuajó del todo: también habría sido extraño que los dueños de la casa hubieran entregado las llaves a unos desconocidos sin dejar al menos alguien de su confianza para que supervisara la presunta fiesta.

44 Entrevista con la autora.

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