¡BOOM!

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Defender el honor de la novela.

Hace casi dos años, cuando se creó la revista Antología de novelas, me pidieron que les escribiera algo, y no podía rechazar tal petición, de modo que me atreví a escribir: «La extensión, la densidad y la dificultad son los símbolos de la novela, y también son el honor de esta grandiosa manifestación literaria».

La extensión se refiere a la cantidad de palabras. Si la novela no cuenta con más de veinte mil palabras, no tendrá el honor que debe tener. Como el leopardo, que aunque es muy valiente y despiadado, no puede ser el rey de los animales debido a su cuerpo grácil. Por supuesto, conozco muchas novelas que no tienen la extensión que he mencionado, pero su valor y su elocuencia las hacen mejores que algunas novelas largas e insignificantes. Sé que algunos relatos y novelas cortas se han vuelto clásicos, pero es imposible que tengan la majestuosa belleza que posee el río Yangzi es imposible que la tengan estas obras cortas. La novela debe ser larga, si no es así, ¿cómo puede ser una novela? Elaborar una obra larga es aparentemente muy difícil. Solemos escuchar que debe reducirse el tamaño de la novela, sin embargo, lo que quiero hacer aquí es un llamamiento a todo el mundo: ¡escribamos novelas largas! Evidentemente, escribir una novela larga no significa únicamente acumular una gran cantidad de palabras. Significa que debe ser de una gran magnificencia para el corazón y que debe tener la capacidad de crear un majestuoso ambiente literario. Los arquitectos que diseñaron los bonitos y compactos jardines del sur de China, los que crearon pabellones pequeños con falsas colinas[1], eran excelentes y, sin embargo, no serían capaces de planificar un proyecto como la Ciudad Prohibida o la Gran Pirámide, ni siquiera la Gran Muralla. Al igual que en la guerra, algunas personas pueden dirigir un regimiento y podrán ser excelentes pero si les tocara ser el comandante de un cuerpo de ejército o de una región militar[2] se volverían locas. Los que tengan el talento para ser general podrán ser generales, las personas normales solo serán dirigentes de pequeñas unidades militares. Y estos talentos generalmente no necesitarán recorrer la misma carrera que las personas normales. No podemos comparar simplemente una novela larga con un general del ejército, y tampoco podemos devaluar las novelas cortas y los relatos comparándolos con los dirigentes de pequeñas unidades militares. Estos símiles son, si me lo permiten, estúpidos.

Un escritor que destaca por componer novelas largas no tiene por qué seguir el camino común de empezar a escribir relatos, luego novelas cortas y después novelas para conseguir su fama, aunque muchos escritores, incluido yo, hemos seguido ese camino. Muchos grandes escritores de novelas largas, cuando empezaron, se dedicaron a escribir una obra larga y maravillosa, como Xueqin Cao y Guanzhong Luo. Por lo tanto, yo pienso que lo más importante para escribir una novela larga y hacerlo bien tiene que ser la posesión de «la magnificencia del corazón». La persona que tenga la conciencia de «la magnificencia» en su corazón debe conocer la magnificencia de los grandes cañones, de las grandes montañas y de los grandes cambios del universo. Debe mostrar una elegancia como los paisajes salvajes y también una profundidad como el mar. Las obras largas son manifestaciones de estas grandezas y magnificencias, de las grandes tragedias, grandes misericordias, grandes ambiciones y grandes y creativos espíritus. Todo lo que intento explicar aquí es el significado de «la magnificencia del corazón».

No quiero discutir mucho sobre las grandes tragedias, las grandes ambiciones, los grandes espíritus y las grandes inspiraciones, lo único que me interesa es hablar sobre «la verdadera misericordia». En estos últimos años, «la misericordia del corazón» ya se ha hecho popular, como lo que pasó años atrás cuando «el híper cuidado» se hizo famoso. Como todos los lectores yo también sé que la misericordia es algo bueno, pero la verdadera misericordia que necesitamos no es la hipócrita misericordia con la que una persona va a cuidar una paloma herida de la calle justo después de haberse comido una paloma asada en casa. Tampoco es la misericordia sentimental que se ha diseñado en las películas soviéticas o las de Hollywood, tampoco es la misericordia con la que se convoca a toda la sociedad para compartir su amor y rescatar a un oso panda que está enfermo, pero mientras se está ignorando a mucha gente que está viviendo en la pobreza y no tiene suficiente dinero para sobrevivir. La misericordia no significa que si alguien te pega en la mejilla izquierda tú debas poner la derecha para que te pegue otra vez. La misericordia no se limita a mantener la elegancia y benevolencia en los hechos trágicos de la vida, la verdadera misericordia no es la súplica de «me mareo viendo sangre» cuando uno presencia una situación sangrienta, la verdadera misericordia no significa evitar la suciedad y la maldad. La Santa Biblia es una obra clásica de la misericordia, pero no carece de descripciones de escenas sanguinarias. El budismo es una grandiosa religión misericordiosa, pero en sus leyendas también hay increíbles torturas e infiernos. Si la misericordia fuese ocultar la crueldad y la fealdad del ser humano, podríamos decir que esta misericordia es una falsa benevolencia. El ciruelo en el vaso de oro[3] ha sido considerada tradicionalmente una obra perniciosa, y solo a ojos de los mejores y más expertos críticos, es una obra de gran misericordia. Esta es la misericordia de estilo chino, esta es la misericordia construida en base a la filosofía y religión de China. No es una misericordia basada en la filosofía y la religión occidentales. Una novela es casi una enciclopedia que incluye de todo, en la que habrá pájaros y ovejas, también leones y cocodrilos. No podemos criticarla solo porque el león o el cocodrilo hayan devorado al pájaro o a la oveja. No podemos odiarla solo porque el cocodrilo haya mostrado buenas técnicas de caza y se satisfaga cuando captura un animal. En este mundo no solo hay pájaros y ovejas; en la novela no debe haber únicamente personas buenas. Hasta las ovejas se alimentan de hierba, hasta los pajaritos se alimentan de insectos, hasta las buenas personas albergarán también ideas malvadas. Si miramos con perspectiva, podremos descubrir que debemos compartir nuestra compasión con las personas buenas y malas. Con una misericordia limitada solo nos compadecemos de las buenas personas, pero con la grandiosa y verdadera misericordia también nos compadecemos de las malas.

Crear un relato trágico no es nada difícil para un escritor profesional, pero la misericordia que se basa en un destino desafortunado, inevitable y miserable, que se basa en los inexcusables defectos de la personalidad, es imposible producirla de forma artificial aprovechando el talento que un escritor pueda tener. Describir las tragedias generadas por la política, la guerra, un desastre, un accidente u otras posibles razones externas, o describir a personas débiles y bondadosas que han padecido todo tipo de tragedias, es decir, cargar a la persona más desdichada con todas las tragedias posibles, son las clásicas estrategias de las telenovelas, pero estas tragedias no pueden ser incluidas dentro de la misericordia, ni siquiera de la gran misericordia. Los escritores que solo describen las heridas generadas por el daño que les hicieron otras personas pero no describen el daño que han causado a otras personas son unos sinvergüenzas; los que solo revelan la maldad que alberga el corazón de los demás, y no la que ellos tienen, también son unos sinvergüenzas. Cuando uno se enfrenta directamente a la fealdad y la maldad que tiene el ser humano, las tragedias que se escriben para recordar los inevitables defectos que posee el ser humano, o los desdichados destinos producidos por personalidades enfermas, constituyen las verdaderas tragedias, y tendrán la posibilidad y la profundidad de «interrogar al alma», perteneciendo a la verdadera y grandiosa misericordia.

Debería parar de hablar sobre la misericordia, pero creo que aún hay algo más que explicar. Permítanme escoger y exponer a continuación un artículo escrito por un anciano que fue soldado rojo y que gozaba de un gran prestigio y trabajaba como director de un periódico muy reputado del sur de China. Este artículo fue publicado en ese mismo periódico después de que se jubilara, y quizá nos ayude a entender más sobre la misericordia. El artículo se titula «La imborrable ejecución de los enemigos».

Todas las batallas, chinas o extranjeras, actuales o históricas, son crueles. En una batalla feroz hablar de humanitarismo es una tontería. En una situación de enfrentamiento contra el enemigo lo es aún más. A continuación, quería contarles la imborrable ejecución de unos enemigos que, posiblemente, producirá horror a los jóvenes que están viviendo esta época de paz. Sin embargo, en aquella época de guerra nada me extrañaba pero esta experiencia se grabó eternamente en mi cabeza.

En julio de 1945, en la víspera de la rendición de los japoneses, una brigada de la división militar 152 del Guomindang[4] aprovechó esta buena oportunidad para desencadenar unos feroces ataques contra unos campamentos de los distritos del norte de China. Nosotros no tuvimos más remedio que retroceder hasta una colina que estaba cerca de nuestro campamento. Antes de retroceder, cogimos a los cuatro agentes secretos (espías de Guomindang) que habíamos capturado en la capital del distrito cuando estaban escondidos allí y esperamos las órdenes para hacer algo con ellos. Uno de ellos se había disfrazado de médico local. Cuando los llevamos, les pusimos una tela negra en la cabeza para taparles los ojos (para que no se enteraran de la trayectoria de nuestra retirada), les atamos las manos y usamos asimismo un cordel para atarlos entre ellos. Sin embargo, debido a la prisa que teníamos, estábamos en peligro de ser descubiertos en cualquier momento, y si abríamos fuego para defendernos, los cuatro espías escaparían sin duda alguna. El director del distrito de Beijing avisó a Weiling Zheng, el general de nuestra brigada, para ejecutarlos.

Weiling Zheng pensó que si les fusilábamos no solo malgastaríamos munición, sino que el ruido llamaría la atención de nuestros enemigos, por lo que decidió matarles con un cuchillo. Pero ello costaba mucho trabajo, y era también muy cruel. No obstante, para Weiling Zheng era pan comido. Cuando nos marchamos por la colina situada al suroeste de la avenida Tongle del pueblo Yingde Dongxiang, Weiling Zheng ordenó al primer espía que se tumbara en el suelo, y enseguida le mató usando la azada y su cuchillo de combate.

Pensando en obtener más información sobre nuestros enemigos, interrogué severamente a uno de los otros tres agentes secretos, esperando que me dijera algo. Mientras duró la ejecución de su compañero, al haber escuchado el espantoso grito del «pionero», el que estaba interrogando ahora se quedó temblando sin saber qué decir. Perdí mi paciencia y le di una bofetada en la cara con todas mis fuerzas. Enloqueció y se puso a correr por todas partes gritando, hasta que por fin se desplomó en el suelo. Weiling Zheng continuó ejecutando del mismo modo a los últimos espías. Aunque era la primera vez que presenciaba una escena tan sangrienta, no me sentí horrorizado. Entonces pudimos ver que durante esa guerra atroz nuestros sentimientos también habían cambiado.

Un día, varias décadas después, pregunté a Weiling Zheng cuántos enemigos había matado en toda su vida. Me contestó que unos centenares. Más tarde me contó que antes de la guerra civil había matado a seis agentes secretos enemigos usando un cuchillo de combate de los japoneses.

Después de leer este artículo, me di cuenta de que las películas y novelas que había hecho en el pasado sobre la guerra fueron absolutamente falsas e irreales. Al autor de este artículo le conocen muchos de mis amigos relacionados con el mundo literario del sur de China. Cuando llegó a la vejez se convirtió en un abuelo muy simpático, y también fue un jefe que se preocupaba mucho de sus empleados, era una persona con muy buena fama. Supongo que el Señor Weiling Zheng no tendrá un aspecto diabólico, y sin embargo, bajo una excepcional situación de guerra, los dos pudieron matar a una persona sin vacilar. Pero ¿debemos criticarle por ello? El Señor Weiling Zheng, que mató a un centenar de personas, seguramente fue un héroe y cosechó muchas medallas por méritos en combate. ¿Podemos decir que no tenía misericordia? La misericordia es, en apariencia, condicional. Es una cuestión muy complicada y no puede ser explicada de la forma tan sencilla en que lo hacen algunos estudiantes.

Si seguimos enfatizando la importancia de la extensión de una novela, recibiremos críticas contraponiéndonos escritores de éxito tales como Xun Lu, Shen Congwen, Ailing Zhang, Zengqi Wang[5], Antón Chejov o Jorge Luis Borges, entre otros buenos ejemplos. No puedo negar el éxito y la excelencia que tienen estos escritores célebres, porque son grandes y sobresalientes escritores de este mundo, pero no son Liev Tolstói, Dostoievski, Thomas Mann, James Joyce ni Marcel Proust, y por lo tanto en sus obras no se puede descubrir la magnificencia que poseen las formidables novelas de estos escritores posteriores, y esto es una verdad que no merece la pena discutir.

Las razones de que en esta época en la que vivimos escaseen las obras extensas se deben a la moda, el diseño y la publicidad, a los beneficios y también al estado psíquico que tenemos ahora, y la piratería de las novelas y las películas es asimismo otro motivo. En una vida trágica (y por vida trágica me refiero no solo a la pobreza material sino también a la pobreza espiritual) y en las tragedias causadas por los defectos de la personalidad, se pueden explorar y obtener muchos recursos para la elaboración de una obra larga. De las películas pirateadas y las telenovelas quizá se puedan obtener también recursos para crear una obra, y muy probablemente el resultado serán obras breves y bonitas aunque serán falsas e irreales en lo referente a la descripción de las experiencias vividas en China y los sentimientos de los chinos. Acaso hay alguna persona que se haya preguntado: ¿en esta época, a quién le interesan las obras muy largas? En realidad, a la persona que tenga interés en leer extensas novelas le interesará cualquier obra aunque no sea larga, mientras que la persona que no tenga interés en nada no leerá ninguna obra, por muy corta que sea. La extensión no es una traba para los buenos lectores. Por supuesto, la calidad de una novela debe priorizar sobre la extensión, ya que si solo posee extensión, como la tela que nuestras abuelas usaban para vendarse los pies, no tendría sentido. Pero si fuese una tela de seda con el bordado de la pintura de El Festival Qingming junto al río[6], extensión equivaldría a magnificencia.

Tener longitud no significa alargar el contenido como estirar los tallarines, ni diluirlo con agua, ni inflarlo como un globo o unas burbujas. La extensión no debe ser un tigre de papel[7]; la longitud debe ser verdadera, como las patas de la grulla, que no tienen más remedio que ser tan largas. La longitud debe ser necesaria y significativa. ¿Por qué la Gran Muralla es tan larga? Porque la sociedad y la nación que se encontraban detrás de ella necesitaban su protección.

La densidad de la novela tiene que ver con la densidad de los capítulos, de los personajes y de las ideas. Las incesantes olas de ideas entretienen a los lectores con los diferentes pasajes y personajes. No serán novelas fáciles como para adivinar su final con unas pocas palabras.

Que los capítulos tengan densidad no significa enumerarlos uno a uno, no necesitamos una lista de los acontecimientos. La teoría del iceberg[8] de Hemingway sigue siendo válida para este tipo de novelas.

La densidad de los personajes no equivale a una lata de sardinas, cada personaje debe ser vívido y diferente. Una buena novela debe tener un buen desarrollo de los personajes, hasta los personajes secundarios tienen que derivarse de una persona real y no pueden ser una herramienta para solucionar el problema de no contar con suficiente cantidad de palabras.

La densidad de las ideas se refiere a las pugnas y las luchas entre diferentes pensamientos. Si en la novela solo existe una idea predominante, si solo hay las típicas benevolencias, o el único enfrentamiento es entre la simple bondad y la maldad, tendremos que dudar del valor de esa novela. Las novelas con sentido progresivo posiblemente han sido escritas por escritores rebeldes. Las novelas filosóficas posiblemente no fueron escritas por filósofos. Las buenas novelas tienen que hacernos gritar a todos de asombro, tienen que ser interpretables, ya que muchas veces la comprensión de la novela de los lectores no tiene por qué coincidir con lo que piensa el autor. Entre la bondad y la maldad, entre la belleza y la fealdad, entre el amor y el odio, debe haber un espacio indefinible que será la mejor fuente de inspiración de los escritores.

Es decir, una novela densa debe ser malinterpretada por los lectores de distintas generaciones. El malentendido del que estamos hablando se refiere a la discrepancia respecto a las ideas que tenía el autor cuando estaba escribiendo. La belleza de la literatura reside en los malentendidos. Cuando los lectores son capaces de descifrar las ideas iniciales del autor, esta novela podrá ser muy popular, pero no será una novela extraordinaria.

La dificultad de escribir novelas se encuentra en la originalidad artística. La originalidad produce incomprensión, y exige la dedicación de los lectores. Leer este tipo de novelas es más difícil y doloroso que leer obras cortitas y facilitas. La dificultad también se encuentra en la estructura, el lenguaje y la ideología.

Respecto a la estructura de la novela, se puede optar por la narración cronológica, pero suelen ser novelas de realismo crítico. Construir esta estructura no cuesta mucho trabajo. Pero digamos que la estructura de una novela nunca es una organización sencilla, algunas veces se entiende como el contenido de esta novela. La estructura de la novela es una parte muy importante de este arte, es una manifestación de las numerosas y variadas creaciones artísticas de los escritores. Una buena estructura puede otorgar más significados al contenido, puede enriquecer la narración. Una buena estructura puede superar el contenido, puede explicar el contenido. Hace varios años, también dije que la estructura era política. Si se quiere entender por qué la estructura es política, hay que leer La República del vino y Las baladas del ajo. La razón por la que podemos seguir escribiendo novelas es porque todavía tenemos muchas posibilidades de dedicar nuestro talento en crear nuevas estructuras.

La dificultad del lenguaje de la novela se refiere aparentemente al uso de un lenguaje desconocido y especial. Pero este tipo de lenguaje debe ser bien formulado. Un escritor no puede dificultar a propósito la lectura con el dialecto o la jerga que tenga. Los diferentes dialectos son la buena minería de la riqueza lingüística, pero si un escritor solo los usa en los diálogos de la novela, queriendo de esta manera enriquecer e individualizar a los personajes, será un error. La verdadera contribución al desarrollo lingüístico consiste en utilizar e incorporar el lenguaje local en la narración.

La extensión, la densidad y la dificultad han contribuido a la solemnidad de la novela, así que no acepta la astucia, es torpe y generosa, incluye todas las posibilidades, no es caprichosa, no es hipócrita, no tiene por qué acaramelar a los lectores.

En esta época, la mayoría de los lectores persigue la moda y lo popular, y no quieren pensar. No se les puede culpar por ello. La verdadera novela también sabe elegir a su lector, pero un lector que estudie y entienda la novela es muy difícil de encontrar. Las grandes novelas no necesitan encariñarse con sus lectores como con una mascota, y tampoco necesitan agruparse como una manada. Tienen que hacer lo mismo que hace la ballena en el profundo océano, nada sola pero libre, respira hondo pero con fuerza, se aparea con el macho entre las olas y engendra a sus descendientes pero bañada en sangre, avanza junto a tiburones pero se mantiene a suficiente distancia de ellos.

La novela no puede sacrificar el honor que debe tener para satisfacer esta época que estamos viviendo. Tampoco debe reducir su tamaño para satisfacer a un cierto grupo de lectores, ni perder la densidad ni reducir la dificultad. Necesita que sea larga, densa y difícil. Las personas que quieran leerla la leerán; las que no tengan interés la dejarán en su sitio. Solo basta tener un lector interesado en tu larga novela para seguir escribiendo de esta manera.

Mo Yan.

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