¡BOOM!

¡BOOM!


Página 47 de 49

La narración lo es todo.

Mucha gente, consciente o inconscientemente, muchas veces desea no haberse hecho mayor. Este tema literario tan evocador lo exploró hace décadas el novelista alemán Günter Grass en una de sus obras. Y ahí está el problema. Cuando lees algo que ha escrito otra persona y tratas de hacerlo propio, lo tuyo deja de ser original, es una copia. Oskar, el protagonista de El tambor de hojalata, de Günter Grass (1959), que había presenciado demasiada maldad en el mundo, se cae en una bodega a los tres años de edad, lo que le impide crecer. Lo único que se atrofia es su crecimiento físico, mentalmente sigue madurando, pero de una forma casi horrible, creciendo más que el resto del mundo y ganando una gran complejidad. Algo así no puede pasar en la vida real y es por eso que su aparición en forma de ficción no solo resulta muy significativa sino que además invita a la reflexión.

En ¡Boom!, mi única opción era hacer las cosas a la inversa. Cuando mi protagonista Xiaotong Luo está en el templo Wutong contándole la historia de su infancia al Señor Monje, él ha madurado físicamente pero no mentalmente; aunque es un adulto su crecimiento mental se detuvo cuando era un niño. A alguien así se le consideraría un idiota, pero Xiaotong Luo no lo es. Si lo fuera la existencia de esta novela no tendría sentido.

No querer crecer tiene su origen en el miedo al mundo de los adultos, al envejecimiento, a la muerte y al paso del tiempo. Xiaotong Luo intenta recuperar su infancia al contar su historia y escribir esta novela fue mi intento de detener el tiempo. Como una persona que se está ahogando y que se agarra a un clavo ardiendo yo trataba desesperadamente de no hundirme. Aunque sabía que era en vano, la sensación era reconfortante.

A pesar de que parece que el protagonista está contando la historia de su infancia, en realidad, usé esta «narración» para recrear mi propia infancia con el fin de aferrarme a ella. Hacer uso de la voz del protagonista para rememorar los días de mi niñez y hacer frente a las insignificancias de la vida para luchar en vano contra el paso del tiempo es la única fuente de orgullo que tengo como escritor. La narración puede traer satisfacción a todos los aspectos insatisfactorios de la vida real y ese hecho es un gran consuelo. Usar la belleza lingüística y la riqueza narrativa para acabar con la vida anodina y las imperfecciones del carácter es un fenómeno de larga tradición literaria entre los escritores.

Visto así, el argumento de ¡Boom!, no es lo más relevante. El objetivo de esta obra es la narración, el tema es la narración y la narración es la construcción de ideas. El objetivo de la narración es la narración. Pero si me obligaran a contar la historia de esta novela entonces sería la de un chico que no para de contar una historia.

La existencia de un escritor se halla en la narración, que es a su vez el proceso en el que encuentra satisfacción y absolución. Muchos escritores son niños que no han crecido nunca o que tienen miedo a ello. No todos los escritores, por supuesto. El conflicto entre temer hacerse mayor y su inevitabilidad es la levadura que hace crecer la novela y a partir de la cual pueden nacer muchas novelas más.

Xiaotong Luo es un niño que no deja de soltar mentiras, un niño que dice las cosas sin pensar, un niño que encuentra satisfacción a través de la narración. La narración es el objetivo final de su vida. En ese arroyo turbio del lenguaje, la historia es la cinta transportadora del mismo y también su consecuencia. ¿Y respecto a la ideología? Sobre eso no tengo nada que decir. Siempre me he sentido orgulloso de mi falta de ideología, sobre todo cuando escribo.

Al principio existe el elemento de verdad en la historia de Xiaotong Luo, pero eso da paso a una improvisación que oscila entre la imaginación y la realidad. Una vez que la narración establece su inercia se empuja a sí misma hacia delante y durante el proceso el autor se convierte poco a poco en un instrumento de la narración. En lugar de ser él quien está contando una historia se puede decir que es la historia la que le está narrando a él.

El tono afectado de la verborrea del narrador hace posible que lo «irreal» se convierta en «real». Encontrar el modo de mostrar ese «tono afectado» es la clave para abrir la puerta sagrada de la ficción. Lo cierto es que esto es algo de lo que me he dado cuenta hace poco y no me importa decirlo aunque algunos piensen que es superficial o tendencioso. De hecho no puedo afirmar que lo haya descubierto yo. Muchos escritores han pensado lo mismo pero lo han definido a su manera.

Algunas partes de esta novela se publicaron anteriormente como un relato. Sin embargo eso no afecta a la grandeza de esta novela porque aquellas treinta mil palabras solo fueron su levadura. Dado que tuve suficiente harina y agua y dado que la temperatura era la justa pude hacer que ese relato creciera.

Mientras escribía esta novela, Xiaotong Luo era yo. Sin embargo ya ha dejado de serlo.

Mo Yan.

Ir a la siguiente página

Report Page