Blonde

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La mujer: 1949 - 1953 » El nacimiento

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El nacimiento

Ella nacería el día de Año Nuevo de 1950.

En una época de explosiones radiactivas secretas. Fuertes vientos cálidos soplaban sobre las salinas de Nevada. Sobre los desiertos del oeste de Utah. Las aves alcanzadas en pleno vuelo caían en picado a la tierra como pájaros de dibujos animados. Antílopes, pumas, coyotes moribundos. Los ojos de las liebres reflejaban terror. En los ranchos de Utah que rodeaban los restringidos campos de pruebas del desierto de Great Salt Lake, morían vacas, caballos, ovejas. Era un tiempo de «pruebas nucleares defensivas». Un tiempo de tragedias y alerta constante. Aunque la guerra había terminado en agosto de 1945 y ya había empezado el año 1950, una nueva década.

También era la época de los platillos volantes: «objetos voladores no identificados» detectados sobre todo en el cielo del oeste de Estados Unidos. Aunque algunos verían estos artefactos planos y veloces también en el noroeste. Millares de luces parpadeantes, apariciones y desapariciones casi instantáneas. A cualquier hora del día o de la noche, aunque más a menudo de la noche, uno podía divisar alguno al alzar la vista. Los fogonazos podían cegarte y los feroces vientos calientes dejarte sin respiración. Una atmósfera de peligro y al mismo tiempo de profunda trascendencia. Como si el cielo se abriera y revelara lo que estaba detrás, oculto hasta el momento.

En el otro extremo del mundo, lejano como la luna, los misteriosos soviéticos hacían detonar sus bombas nucleares. Eran demonios comunistas empeñados en la aniquilación de los cristianos. Era imposible hacer una tregua con ellos, igual que con cualquier demonio. Sólo era cuestión de tiempo —¿meses?, ¿semanas?, ¿días?—; tarde o temprano atacarían.

Son días de venganza, entonaba el amante de Norma Jeane con su aterciopelada voz de tenor. Sin embargo: mía es la venganza, dijo el Señor.

Insistió en que Norma Jeane reflexionara con él sobre las fotografías. Eran almas gemelas, hermanos además de amantes. Eran mellizos nacidos en el mismo año, 1926, y bajo el mismo signo, Géminis. Otto Öse le había pasado unas copias borrosas de fotografías secretas de las fuerzas armadas tomadas en Hiroshima y Nagasaki después de los bombardeos atómicos del 6 y el 9 de agosto de 1945. Eran fotos prohibidas que no se entregarían a la prensa hasta 1952, y Cass ignoraba cómo habían llegado a manos de Otto Öse. Lo último en pornografía, había dicho Otto Öse de estos documentos.

La devastación de ciudades. Armazones de edificios y coches quemados. Un brumoso territorio de escombros en el que los seres humanos todavía conseguían andar erguidos pese a su paso tambaleante. Había primeros planos en colores curiosamente refulgentes e intensos de algunos de estos individuos de cara demacrada y ausente; de las manecillas de un reloj, paradas en las 8.16 de un día lejano, y de siluetas humanas grabadas a fuego en las paredes.

—En su momento no nos enteramos de nada —dijo Cass Chaplin en voz baja—. Fue el nacimiento de una nueva era. Esto y los campos de concentración.

Cass bebía, despatarrado desnudo en su cama, que de hecho era la cama de un extraño, pues en sus meses de amor él y Norma Jeane vivieron mayormente entre las posesiones de desconocidos, y rozaba con la punta de sus sensibles dedos las fotografías (que no eran más que copias) como un ciego que lee braille. Su voz temblaba con una mezcla de satisfacción y pena. Sus hermosos ojos castaño oscuro brillaban de emoción.

—A partir de ahora, Norma Jeane, las fantasías de las películas no serán convincentes. Ni las Iglesias. Dios.

Norma Jeane, abstraída en las horribles fotos, no lo contradijo. Rara vez contradecía en voz alta a su amante, que para ella era mágico, un alma gemela más profunda y valiosa de lo que ella llegaría a ser jamás. ¡El hijo de Charlie Chaplin! Y el espíritu de Chaplin asomando a sus brillantes ojos como mucho tiempo antes había asomado a los ojos del héroe de Luces de la ciudad. Sin embargo, pensaba No. Ahora la gente necesitará más que nunca sitios donde refugiarse.

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