Blonde

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Marilyn: 1953 - 1958 » El reino junto al mar

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La verdad es que Norma se había puesto a dar de comer a los gatos sin hogar en el jardín trasero a la semana de instalarse en la casa. A pesar de los sabios consejos del Dramaturgo. Al principio sólo a un gato, un macho flaco y negro con las orejas mordisqueadas; luego se apuntó una hembra manchada, flaca también, pero con un embarazo muy avanzado; pronto hubo media docena de animales que aguardaban pacientes la comida ante la puerta trasera. Todos eran extrañamente silenciosos y se sentaban separados entre sí; mantenían la distancia cuando Norma aparecía con los platitos, luego se abalanzaban sobre ella, veloces como máquinas en miniatura, y en cuanto terminaban se alejaban trotando sin volver la cabeza. Norma, al principio, había querido congeniar con ellos, incluso hacerles mimos, pero retrocedían bufando y enseñándole los dientes. Puesto que se podía entrar en el sótano por fuera, no era ilógico suponer que un gato se hubiera metido y quedado atrapado. Si era así, el animal se había escondido del Dramaturgo, que había ido a rescatarlo.

—Cariño, ¿por qué no dejas de alimentar a esos gatos? —sugirió el Dramaturgo.

—Claro que sí. Pronto.

—Cada vez vienen más. No puedes alimentar a todos los gatos de la costa de Maine.

—Ya lo sé, papá. Tienes razón.

Él sabía, sin embargo, que ella no desistiría, y así fue. No quería saber cuántos animales famélicos y esqueléticos aparecían cada mañana para comer lo que ella les daba. Su extraña tozudez. Su voluntad poderosa. El hombre se sabía eclipsado por ella en lo esencial. Sólo en los asuntos superficiales se alzaba él triunfante.

Estaba arriba, sentado a su mesa, escribiendo estas palabras u otras parecidas cuando oyó un grito. «Lo sabía. Sabía que ocurriría.»

Bajó corriendo y la vio tendida al pie de la escalera del sótano, gimiendo y frotándose.

La linterna se le había caído y su haz cónico perforaba las entrañas del sótano como si fueran las sombras informes e indefinibles del olvido.

Le pidió ayuda, que salvase al niño. Cuando él se inclinó sobre ella, ella se aferró a sus manos, tiró de sus manos. Como si quisiera que la ayudase a parir.

El Dramaturgo llamó a una ambulancia. La llevaron al hospital de Brunswick.

Aborto accidental en la decimoquinta semana de embarazo.

Era el 1 de agosto.

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