Blonde

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Marilyn: 1953 - 1958 » «Mi bonita hija perdida»

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«Mi bonita hija perdida»

La tuvo un rato en la temblorosa mano antes de abrirla. Una postal de felicitación, con una rosa roja en relieve en la cubierta y las palabras FELIZ CUMPLEAÑOS, HIJA. Dentro, un papel mecanografiado.

1 de junio de 1955

Mi querida hija Norma Jeane:

Te escribo para tu cumpleaños, para desearte un feliz cumpleaños y contarte que he estado enfermo, pero que pienso mucho en ti.

¡Cumples veintinueve años! Ya eres una mujer adulta y has dejado definitivamente de ser una niña. Supongo que el trabajo de Marilyn Monroe se acabará después de los treinta, ¿no?

No he visto tu «última película»; la vulgaridad del título y la publicidad que la ha rodeado, los carteles gigantes y las marquesinas de los cines, y tu crudo retrato posando con el vestido levantado para que todo el mundo vea tus partes no me incitan a comprar una entrada.

Pero no voy a criticarte, Norma Jeane, porque tienes tu propia vida. Es la Generación de Posguerra. Has vencido la maldición de tu enferma madre y te has abierto camino, por este hecho hay que elogiarte.

¿Sabes?, me habría gustado conocer a tu marido. He sido admirador suyo muchos años. Aunque no un fanático del béisbol como otros. Norma Jeane, me desilusionó mucho (pero no me sorprendió) que tu matrimonio con este famoso jugador terminara en divorcio y toda esa publicidad indiscreta y desagradable. Por lo menos no ha habido hijos que cosecharan la vergüenza.

Pese a todo, espero tener un nieto. ¡Algún día! Antes de que sea tarde.

Circula un rumor que dice que Marilyn Monroe es sospechosa de tratar con comunistas y compañeros de viaje. En Dios confío y espero que no haya, querida hija, nada incriminador en tu pasado. Tu vida en Hollywood debe de tener muchos rincones a los que no llega la luz del sol. El «derrocamiento del gobierno de Estados Unidos» es un peligro real. Si los rojos comunistas nos asestan un golpe nuclear antes de que empuñemos las armas, ¿qué será de nuestra civilización? Los espías judíos como los Rosenberg nos venden al enemigo y merecen morir electrocutados. Es erróneo defender la «libertad de expresión» como tú has hecho sin saber nada de las duras realidades de la vida. Todos han visto cómo se comportan esos traidores que antaño se tuvieron por «grandes» (Charlie Chaplin y el negro Paul Robeson, por ejemplo) cuando se los acorrala. ¡Pero basta ya de esto! Hija mía, cuando hablemos cara a cara, espero convencerte de tu insensatez.

Nos veremos pronto, te lo prometo. Han pasado demasiados años. Hasta tu madre comienza a aparecérseme en la memoria más como enferma que como mala. Durante mi reciente indisposición empecé a comprender que debo perdonarla. Y debo verte, mi bonita hija perdida, Norma. Antes de que «emprenda un largo viaje» a ultramar.

Tu afligido padre

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