Blockchain

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Introducción

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Volviendo a la saga de Internet que nos ocupa, las etiquetas de cifrado entre bloques de la cadena, hash, evocan la importancia estructural del hilo usado por Penélope, la mujer de Odiseo, para tejer un sudario para el rey Laertes mientras espera al retorno de Odiseo. La intención de Penélope es evitar el fin de la tarea de entrelazado, pues se ha visto obligada a prometer que se volvería a casar cuando haya finalizado; es por este motivo que destejerá de noche lo avanzado de día.

Figura 9.2. Retrato del filósofo José Ortega y Gasset, pintado por Joaquín Sorolla en 1918.

Como Penélope193, cuando es necesario, la cadena de bloques también puede «destejer lo tejido» gracias a la coherencia de las referencias hash concatenadas.

Aproveché para levantarme a preparar un café y, a mi paso por la sala de estar, observé que mi hija hundía sus manos en la caja llena de diminutas piezas LEGO multicolor, a la manera en que Amélie194 hunde las suyas en los sacos de legumbres en la película homónima. Cuando mi cabeza desaparece en dirección a la cocina, mi hija me llama. ¿Querías algo? Mira, papá, estamos haciendo una enorme casa de LEGO y me he puesto a «minar» en esta caja. ¿Sabes qué? He logrado mi recompensa: buscaba unas piezas alargadas, pero nunca pensé que encontraría estas otras piezas, mucho más adecuadas. Nuevamente, mi hija acaba de asociar su rico mundo referencial, todavía dominado por el juego —el descubrimiento de piezas de LEGO más adecuadas de las que ella misma buscaba conscientemente— con la titánica tarea del proceso de «minado» de la cadena de bloques. Mientras preparo el café, reflexiono sobre una nueva certidumbre: estamos preparados para comprender, aprovechar y mejorar la cadena de bloques.

Todas las sagas dignas de iniciar su propio canon a través de la diseminación de relatos apócrifos sobre un mismo acontecimiento, confunden realidad y leyenda. Estas epopeyas requieren arquetipos que garanticen el interés del público y su ayuda para diseminar el interés en torno al propio relato; se trata de historias con héroes y villanos, a menudo personalidades de carne y hueso; son meros individuos anónimos que tratan de ganarse la única inmortalidad a la que tienen acceso los hombres según los filósofos clásicos: esta inmortalidad para mortales consiste en erigirse personajes de hazañas que, con los años, se transforman en leyendas transmitidas de padres a hijos. Los autores de estas obras son más bien compiladores de fábulas colectivas que captan el interés suficiente como para ofrecer la sensación de que lo explicado (las hazañas, calamidades e intrigas, éxitos y fracasos), está en el aire y tarde o temprano alguien deberá destilar su esencia en un canon: una epopeya literaria, un libro sagrado... o un Libro Blanco, como se ha definido el artículo científico sobre Bitcoin escrito por Satoshi Nakamoto.

UNA OBRA COLECTIVA QUE IMAGINAMOS DE UN SOLO AUTOR

El ensayista y anticuario británico Adam Nicolson, quinto barón de Carnock195, ha dedicado un libro196 a exponer una tesis explorada por la literatura comparada desde la Antigüedad: la constatación de que La Ilíada y La Odisea, poemas épicos griegos escritos en torno al año 750 a.C. que describen hazañas a la vez históricas y mitológicas ocurridas en el período prehelénico de la civilización micénica (entre los años 1600 a.C. y el 1100 a.C.), no son obra de un solo autor —en este caso, el Homero que ha pasado a la posteridad—, sino fruto del trabajo colectivo. Esta obra mural se habría beneficiado de la tarea de numerosas generaciones de rapsodas, las cuales habrían contribuido a fijar viejas historias en un formato fácil de transmitir oralmente y capaz de suscitar el interés y la emoción de generaciones de espectadores de una sociedad preliteraria (a excepción de una minoría de escribas, nadie conocía la lengua escrita). La Ilíada y La Odisea son los dos únicos textos íntegros que han sobrevivido del Ciclo troyano, una saga que se componía de infinidad de poemas sobre la guerra de Troya. El Ciclo troyano tiene un carácter fundacional del pueblo griego, que pudo compartir sus historias a través de los poemas que los bardos transmitían oralmente por las polis y pueblos durante el fin de la Época Oscura, justo antes de que floreciera la civilización griega que conquistaría el Mediterráneo (y fundaría el pensamiento occidental).

Ambos poemas épicos han influido sobre toda la literatura posterior hasta tal punto que, gracias al trabajo de «fijación escrita» de ese misterioso autor al que llamamos Homero y a quien atribuimos ciertas cualidades desde la Antigüedad —varón, ya anciano, ciego—, ambas obras se siguen vendiendo y leyendo en todo el mundo. Todas las guerras relatadas desde entonces tienen algo de la guerra troyana narrada en La Ilíada, del mismo modo que todas las peripecias vitales que requieren nuestra astucia y tesón son pequeñas «odiseas». Y el respeto por las obras supervivientes del Ciclo troyano empezó pronto: en el siglo I a.C., en plena culminación de la literatura latina más refinada, Virgilio trató de asociar la grandeza cultural romana a un origen mitológico griego, hasta el punto de remontar la inspiración de sus propios versos en La Eneida (29 a.C. - 19 a.C.) hasta el Ciclo troyano y los propios versos homéricos sobre la guerra de Troya. Con su poema, Virgilio pretendía asegurar un puesto en la posteridad a los guerreros nobles romanos.

No es su condición de heredero de la baronía de Carnock, en el concejo escocés de Fife, lo que ha despertado la pasión de Adam Nicolson por la obra de Homero, el origen y la auténtica identidad del autor, sino la vigencia de lo que allí se narra: la condición humana (los principales motivos que mueven nuestra existencia) no ha cambiado en lo esencial desde hace 3000 años, cuando Homero se sentó a escribir el texto que había evolucionado gracias al proceso de boca a oreja entre bardos y oyentes: nos siguen atrayendo e hiriendo la violencia y el repertorio completo con el resto de las pasiones humanas descarnadas que se describen sin moralina en ambas epopeyas. Las historias surgieron de la combinación de hechos y leyendas, hasta conformar una nueva mitología, y el propio «autor» que decidió escribir las obras se convirtió él mismo en leyenda misteriosa: se discute desde la Antigüedad el lugar de nacimiento del poeta, con siete lugares disputándose el honor. En cuanto a su condición de hombre ciego, hay autores que dedicaron libros enteros a exponer otras teorías. Samuel Butler, satirista británico del siglo XIX, escribió un ensayo en el que Homero es una mujer; otros consideran que Homero es en realidad un grupo de autores de finales de la Época Oscura en busca de la gloria de la posteridad, cuya maldición —el hecho de no ser una única persona— los habría condenado a compartir la gloria personificados para siempre en un poeta viejo y ciego; para otros, como el propio Nicolson, es un error hablar de un autor «él», «ella» o «ellos», sino que se trata de un «ello»: un complejo proceso de transmisión oral, confluencia y mutación de varias historias, que habrían evolucionado en una forma próxima a la que prevaleció en forma escrita. El subproducto, en definitiva, de un complejo proceso de valores e historias que se comparten entre distintas personas y pueblos, hasta inspirar una forma estable197.

Figura 9.3. Penélope (1912), estatua en bronce del escultor francés Antoine Bourdelle y nexo de unión entre Auguste Rodin y la generación de Alberto Giacometti y Henri Matisse: fue alumno del primero y maestro de los dos últimos.

Y de las sagas del Ciclo troyano a las de Internet, que elaboramos hoy entre todos y sobre las cuales conocemos infinidad de fragmentos apócrifos que luchan por su supervivencia y popularidad orgánica en las redes: si La Ilíada y La Odisea son —al igual que otros grandes relatos creadores de una tradición mitológica y literaria, desde las sagas nórdicas al Cantar de mio Cid—, un conjunto de historias que confluyen en una gran metahistoria, Bitcoin surgió en 2008 para explicar una metatecnología, o nueva tecnología surgida a partir de la combinación de varias tecnologías, metodologías y arquitecturas ya existentes.

Bitcoin apareció como una compilación matemáticamente viable de conceptos que servían para crear un «ecosistema» donde residiera un nuevo tipo de dinero. En este ecosistema, equivalente al contexto del Ciclo troyano o las sagas nórdicas (el «universo» de tradiciones que permite el caldo de cultivo donde puede surgir algo nuevo, sea una obra literaria o una criptomoneda), unidades monetarias llamadas bitcoin (BTC) sirven para almacenar y transmitir valor entre participantes de la red Bitcoin. Pero, del mismo modo que las unidades surgidas del Ciclo troyano (los libros de Homero) crearían mucho más valor del que retienen, al permitir toda una tradición posterior, el «ecosistema» de Bitcoin tiene mayor potencial que el planeado inicialmente, y la propia infraestructura, blockchain, puede servir de base para plataformas de «contratos inteligentes» que creen aplicaciones de todo tipo, lo cual relativiza su uso inicial exclusivo como criptomoneda. Y, si las monedas bitcoin son las unidades de la saga blockchain, o los libros individuales de la Biblioteca de Babel, ese repositorio bibliográfico con un número incalculable de habitaciones, estantes y libros concebida por Jorge Luis Borges, ¿quién es el Homero de la cadena de bloques? A estas alturas, no debería extrañarnos el hecho de saber tan poco del creador de Bitcoin y postulador de la arquitectura blockchain, un individuo o colectivo que responde al nombre de Satoshi Nakamoto, como lo que conocemos de Homero. Nos encontramos, casi con toda seguridad, con un personaje oculto bajo pseudónimo y protegido no ya por la posteridad, sino por el propio sistema de criptografía asimétrica que, combinando una clave pública y otra privada, permite a los participantes de cualquier blockchain transferir unidades de valor sin necesidad de desvelar su identidad real, personal o jurídica, ni ante el receptor de la transacción ni ante ningún intermediario.

LA DIFICULTAD DE PERSEGUIR A UN ESPECTRO

Sobre blockchain (un equivalente contemporáneo de la expresión «sobre el papel»), poco importa si Satoshi es un hombre, una mujer o se declara, por el contrario, integrante de un supuesto género neutral (por otro lado, una de las reivindicaciones de nuestro tiempo); si es de nacionalidad japonesa, uruguaya o apátrida; si usa su cuenta en calidad de persona física o lo hace como persona jurídica representando a un colectivo de personas; etc.

Con independencia de la persona oculta tras el pseudónimo, Satoshi Nakamoto es rico y, casi con toda seguridad, ha decidido no desvelar su identidad como estrategia para evitar su persecución jurídica desde cualquier jurisdicción que considere que Bitcoin vulnera la ley. Se estima que Nakamoto, que ha permanecido en silencio desde 2011, posee en torno a 1,1 millones de bitcoin, o alrededor del 5 % del total que existirá jamás debido al diseño expreso del protocolo, que permite solo la creación de 21 millones de unidades198. El algoritmo diseñado por Nakamoto ofrecía incentivos para promover su adopción inicial, y la recompensa relacionada con el proceso de actualización de bloques (para alcanzar un consenso sobre la última versión de la cadena a través del minado) disminuye con cada actualización, lo que ha conducido a especulaciones sobre la abundancia de amigos de Nakamoto entre los autores de las primeras transacciones y propietarios de los primeros nodos de la plataforma Bitcoin.

Los «mineros» más activos en los inicios del protocolo, lanzado en el 3 de enero de 2009, tenían la oportunidad de lograr más bitcoins que quienes resuelvan el acertijo matemático de la prueba de trabajo (PoW) a medida que se acerque la fecha límite en el protocolo, diseñado para operar con la arquitectura descrita hasta aproximadamente el año 2140 (la recompensa por bloque confirmado se mantendrá en 12,5 bitcoin hasta 2020, y se reducirá después a 6,25 bitcoins durante los siguientes cuatro años de minado). Pero la persona —o colectivo— tras el nombre Satoshi Nakamoto no ha mantenido siempre su secretismo, ofreciendo en los inicios de Bitcoin varias pistas diseñadas más para mantener un aura propia de los relatos épicos que para asistir a la legión que trata de desenmascarar su identidad. Mientras desarrollaba el protocolo que lo catapultaría y haría rico, Nakamoto aseguró que era un hombre en la treintena avanzada y con residencia en Japón. Al ser preguntado por la P2P Foundation, organización sin ánimo de lucro fundada en Ámsterdam para estudiar el impacto de la tecnología peer-to-peer, Nakamoto aseguró, asimismo, haber nacido en Japón el 5 de abril de 1975.

Un estudio meticuloso de sus escasas comunicaciones ofrece algunas pistas adicionales que contradicen, al menos en parte, estas afirmaciones: su trabajo parece haberse desarrollado en un huso horario americano, si bien su inglés incluye expresiones más propias del inglés británico o de los ciudadanos de países pertenecientes a la Commonwealth que del hablado en América del Norte. Nakamoto usa la acepción inglesa de las palabras favour, colour, grey, modernised, así como expresiones inexistentes en Estados Unidos, tales como bloody hard, flat para designar un apartamento, o maths —y no math— para hablar de matemáticas, entre otros giros británicos extensibles a algunos territorios angloparlantes, pero no a América del Norte. Entre 2009 y 2010, Nakamoto escribió centenares de entradas en las que mostraba un nivel de inglés nativo (si bien con un número negligible de faltas ortográficas y gramaticales). La combinación de estos textos, en torno a 80000 palabras199, no solo muestra su competencia lingüística, sino una cierta uniformidad estilística y conocimientos económicos; allí se citan las tesis de distintas escuelas económicas y se exponen la evolución, principales ventajas e inconvenientes de los mercados financieros de materias primas y de productos manufacturados.

Existen las mismas lagunas en cuanto a su ideario y orientaciones políticas, si bien su trabajo criptográfico, el artículo que lo ha catapultado y enriquecido y un puñado de comentarios críticos con la actuación de autoridades centrales que «degradan la moneda», denotan unas tendencias libertarias transversales, reivindicadas tanto por entusiastas estadounidenses del libre mercado y la ausencia de impuestos, como por socialistas utópicos próximos a ideas cooperativistas.

El anonimato de Satoshi Nakamoto no es únicamente una estrategia que impediría una hipotética persecución judicial del creador de una moneda diseñada para eludir a intermediarios y reguladores, además de evitar la necesidad de revelar la identidad durante el registro o las transacciones de criptomoneda. Su decisión de escudarse tras un pseudónimo es un mensaje dirigido a entusiastas y a incrédulos, a reguladores y periodistas de investigación, que demuestra la efectividad del protocolo para salvaguardar la privacidad no solo de los participantes, sino del propio creador de Bitcoin. Para no ofrecer más pistas de las necesarias, Nakamoto registró el dominio Bitcoin.org sirviéndose de Tor, un software de comunicaciones encriptadas que oculta tanto el origen de una comunicación telemática (la dirección IP concreta, los nodos de red próximos, etc.) como el mensaje difundido.

Tor, que surgió como proyecto de comunicaciones del Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos y es patrocinado desde 2004 por la EFF200 (fundación de apoyo y salvaguarda de las libertades civiles en Internet), ha dejado de ser infalible, según documentos filtrados en 2013 por Edward Snowden, pues la NSA, agencia estadounidense de espionaje cibernético, habría logrado la manera de conocer la identidad de los usuarios de la aplicación. La ausencia de pistas adicionales sobre Nakamoto contradice, de momento, las tesis de la documentación filtrada por el ex empleado de la CIA y la NSA. El anonimato voluntario de Nakamoto es una declaración de principios en un momento en que la mitad de la población mundial tiene acceso a Internet (datos de 2018) y las empresas más populares hasta el momento usan el rastreo de la información y la actividad de los usuarios con fines comerciales y, cada vez más, con fines potencialmente sociales, políticos o propagandísticos, como demuestra el uso de técnicas de cruzado de datos a cargo de firmas de análisis de mercado como Cambridge Analytica o Palantir para influir sobre el voto, recaudar impuestos o detectar a ciudadanos en situación irregular.

Figura 9.4. Por distintos motivos, a menudo festivos y/o ceremoniales, el ser humano ha tratado de suplantar simbólicamente su identidad con el uso de una máscara. En la imagen, máscara de piedra del neolítico datada en el año 7000 a.C. Actualmente en el Musée Bible et Terre Sainte de París, es la máscara más antigua que se conoce.

POR QUÉ LA IDENTIDAD DE SATOSHI SE CONFIRMARÁ SOLO DE MANERA PÓSTUMA

Sin la colaboración del interesado o interesados, investigar sobre la identidad de Satoshi Nakamoto parece tan lejos como descubrir la identidad de Homero. Hasta ahora, ha habido varios desenmascaramientos fallidos. El primer gran falso positivo llegó en 2014, cuando el semanario de negocios estadounidense Newsweek creyó haber dado con la identidad del creador de Bitcoin201. La revista explicó entonces que se trataba de Dorian Prentice Satoshi Nakamoto, ingeniero informático de nacionalidad estadounidense; al día siguiente, la cuenta de un foro usada por Nakamoto publicó su primer mensaje tras cinco años de silencio, negando la exclusiva. En el mensaje se leía un escueto: «No soy Dorian Nakamoto». Los sabuesos tras la pista del autor y fundador de Bitcoin se centraron entonces en la información que pudiera proporcionar la propia cadena de bloques. En el bloque inicial, o «génesis» en la jerga de blockchain, la primera transacción de Nakamoto había acabado en la cuenta de un usuario anónimo que confirmaría su identidad, Hal Finney; se creyó que Finney podía ser el propio Nakamoto, si bien el periodista Andy Greenberg ha estudiado correos electrónicos privados entre el creador de Bitcoin y Finney, y ha concluido que se trata de dos personas distintas. Para añadir más misterio al asunto, Finney murió en 2014. Pasaron dos años hasta el siguiente gran revuelo, suscitado esta vez por Craig Wright, un científico computacional australiano con hambre de notoriedad. Wright convocó a varios medios internacionales para «demostrar» que él era Satoshi Nakamoto, y ofrecía en el anuncio su proof-of-work, PoW, particular: las claves del creador de Bitcoin. Ante las dudas suscitadas, Wright anunció que despejaría cualquier duda moviendo una criptomoneda de la cuenta de Nakamoto; sin embargo, en lo que se reveló posteriormente como un montaje, Wright aseguró haber cambiado de opinión en el último momento. En lo que pareció un montaje, el australiano aseveró dar crédito a un rumor según el cual podría ser detenido por «habilitar el terrorismo» si confirmaba ser Nakamoto.

La tesis actual sobre el autor de Bitcoin se decanta por una identidad compartida: Nakamoto sería el avatar creado por un grupo de entusiastas de la idea de una moneda virtual, segura, alérgica a los intermediarios, capaz de evitar el problema del doble gasto, inmutable, neutral por naturaleza, sometida a la autorización criptográfica de los participantes en una transacción, auditable, de contabilidad compartida, sin caducidad, íntegra, a prueba de falsificaciones, predecible. El individuo o individuos tras Nakamoto quizá desconociera/n, al publicar el Libro Blanco fundacional de Bitcoin, que el protocolo serviría para mucho más que para intercambiar criptomonedas. Si Homero abre la puerta a todas las epopeyas bélicas y odiseas personales escritas desde La Ilíada y La Odisea, la aportación de Satoshi Nakamoto debería permitir la evolución de una Internet que hoy muestra síntomas de concentración y conservadurismo esclerótico, a una nueva era de servicios descentralizados en que los usuarios recuperen la autoridad sobre sus datos y actividad, a la vez que el mutualismo tecnológico abre la puerta a modelos de negocio de naturaleza mutualista.

La persona (o personas) tras el pseudónimo ha acumulado una experiencia en criptografía a un nivel solo adquirido por quienes han trabajado en entornos académicos, empresariales e institucionales de primer nivel: el diseño ha sido tildado de «elegante», y demuestra tanto concisión como meticulosidad en la programación del ecosistema, si bien se han criticado limitaciones como la lentitud del protocolo usado por Bitcoin para verificar las transacciones en la red (10 minutos, mientras Ethereum logra el mismo cometido en 12 segundos), o el hecho de que los usuarios deban contar con conocimientos suficientes como para descargar un software de encriptación que proteja sus monederos virtuales. ¿Por qué no proporcionar total seguridad desde los cimientos, incorporando un método de encriptación al que deban someterse los monederos antes de que se active en ellos la cuenta de un usuario?

190. Ortega y Gasset, José: La rebelión de las masas (parte IV: El crecimiento de la vida). El ensayo se publicó primero en forma de artículos en el diario El Sol en 1929. Su cuarta parte abre con la siguiente reflexión: «El imperio de las masas y el ascenso de nivel, la altitud del tiempo que él anuncia, no son a su vez más que síntomas de un hecho más completo y general. Este hecho es casi grotesco e increíble en su misma y simple evidencia. Es, sencillamente, que el mundo, de pronto, ha crecido, y con él y en él, la vida. Por lo pronto, ésta se ha mundializado efectivamente; quiero decir que el contenido de la vida en el hombre de tipo medio es hoy todo el planeta; que cada individuo vive habitualmente en todo el mundo».

191. Takao Aoki (nacido en 1961) es un «mangaka» japonés. Se ha hecho célebre con la serie Beyblade, convertida en una franquicia que ha revivido el interés de los niños —y no tan niños— en las competiciones con peonzas.

192. Merkle, R.C.: A Digital Signature Based on a Conventional Encryption Function. Advances in Cryptology, CRYPTO '87. Lecture Notes in Computer Science, número 293. p. 369. doi:10.1007/3-540-48184-2_32.

193. Homero: Odisea (traducción de José Luis Calvo). Madrid, Cátedra, 1987.

194. Jeunet, Jean-Pierre: Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain, 25 de abril de 2001.

195. Adam Nicolson es descendiente del diplomático británico Sir Arthur Nicolson, primer barón de Carnock, embajador británico en España entre 1904 y 1905.

196. Nicolson, Adam: Why Homer Matters: A History. Nueva York, Henry Holt & Co. (Macmillan), 2014.

197. Ya en el siglo XX, la filosofía fenomenológica se referirá a este proceso de construcción de «universales subjetivos» como «intersubjetividad» (Edmund Husserl).

198. A una conversión, en enero de 2019, de cada bitcoin por 3 769 dólares, o 3 306 euros, la fortuna de Nakamoto andaría en torno a los 4 146 millones de dólares, o 3 635 millones de euros.

199. Para situar esta cifra en perspectiva, la edición en inglés en el original de 1984, la novela de George Orwell, tiene 88 942 palabras.

200. Electronic Frontier Foundation, EFF, es una organización sin ánimo de lucro fundada el 6 de julio de 1990 en San Francisco.

201. Goodman, Leah McGrath: The Face Behind Bitcoin. Newsweek, 3 de junio de 2014. www.newsweek.com/2014/03/14/face-behind-bitcoin-247957.html.

 

EL ARTE DE INTERPRETAR (Y APLICAR) UN ARTÍCULO ACADÉMICO

ENTRE SHAWN FANNING Y AARON SWARTZ

Como las partículas elementales que constituyen la materia o las moléculas que, organizadas en proteínas, conforman la estructura replicable que le ha permitido a la vida emerger en nuestro astro, hay estructuras de datos y sistemas de información cuyo cometido es desafiar la tendencia al desorden y la desintegración en el universo. A contracorriente de la entropía y armado de un idealismo ya puesto a prueba con éxito en los propios protocolos de Internet, un adolescente californiano compiló una aplicación de software que pretendía facilitar una vieja actividad humana: compartir con otros lo que nuestra especie percibe como lo más auténtico, sugestivo y universal. La música. O, explicado por Arthur Schopenhauer202: «Lo que hay de íntimo e inexpresable en toda música, lo que nos da la visión rápida y pasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, que comprendemos y no obstante no podríamos explicar, es que presta voz a las profundas y sordas agitaciones de nuestro ser, fuera de toda realidad, y por consiguiente, sin sufrimiento».

Como cualquier adolescente, Shawn Fanning trataba de optimizar el intercambio de música entre usuarios, P2P, si bien la red de intercambio concebida no se circunscribía al instituto donde estudiaba o al suburbio californiano donde residía. Su red de intercambio global hizo saltar las alertas del derecho mercantil mundial, al demostrar que, como había proclamado el hippy tecnófilo avant la lettre203 Stewart Brand, «la información quiere ser libre»204. Una vez digitalizada, la información imitaba el comportamiento equívoco de las partículas elementales, presente en un lado u otro y escurridiza a la más mínima oportunidad, pues siempre parecía haber alguien dispuesto a dedicar su tiempo libre para compartir, remezclar, modificar, promover, atacar cualquier unidad mínima de significado con carácter memorable: noticias, canciones, fotografías y, cuando el ancho de banda lo permitiera, películas y videojuegos. Todo era susceptible de ser replicado, modificado y difundido. Bibliotecas y mediatecas enteras. La existencia de Napster era un ataque sistémico al propio modelo jurídico que sostenía a una economía cada vez más desmaterializada, algo así como la transición del arte desde las paredes de exposiciones permanentes con fondos heredados del despotismo ilustrado, como el Prado y el Louvre, a las sorpresas grafiteras efímeras de Bansky, el artista callejero que tomaba la aldea global205 como ámbito de acción.

Napster debía desaparecer como servicio, y la posición de defensa adoptada por la industria discográfica a través de su asociación en Estados Unidos, la RIAA206, sería la avanzadilla de una defensa jurídica de las viejas estructuras estatales contra la amenaza sistémica de un medio descentralizado, distribuido y alérgico a unas normas diseñadas para la distribución de conocimiento en formato analógico. Los formatos digitales concedían una rapidez, flexibilidad y eficiencia solo equiparable a la propia organización de los bloques esenciales de la naturaleza: desde las series de proteínas que constituyen la base de la vida, a la replicación celular... o a la expansión de un virus.

Figura 10.1. Portada de la primera edición del disco Music for 18 Musicians del compositor minimalista estadounidense Steve Reich (1978). El LP contiene un tema de 56 minutos 31 segundos de duración, con una sencilla progresión armónica de únicamente 11 acordes. La sencillez de la pieza evoca los diseños melódicos y a la vez repetitivos de la naturaleza (desde las formas fractales al ADN o la propia replicación celular).

Era posible atacar jurídicamente a Napster, arrinconar su servicio y modelo de negocio hasta asfixiarlo, infiltrarse en la propia red de intercambio, instalar troyanos en el ordenador de algunos de los equipos participantes, e incluso perseguir legalmente tanto a su creador como a algunos de sus usuarios más activos. Sin embargo, una vez demostrada la eficacia y radicalidad de las bases de datos distribuidas, pronto quedó claro que los servicios P2P emularían la capacidad regeneradora de algunos organismos biológicos, no solo capaces de recuperar la estructura celular y la función de órganos y miembros dañados o amputados, sino de adaptarse a las características de un ecosistema cambiante. Una década después del ostracismo de Napster, la mutación camaleónica de los vástagos del servicio tomó viejas ideas y sueños del mundo de la criptografía y, gracias a la estimulación de los nuevos anticuerpos, gestó la cadena de bloques.

La exigencia técnica de la nueva estructura de datos, así como su lentitud, la mantienen alejada del gran público, algo que Napster había sorteado ya en su nacimiento; no obstante, la coherencia replicadora de un esquema en forma de árbol fractal presenta un esquema de diseminación potencialmente imparable. El mundo de las bases de datos distribuidas se asemeja cada vez más a una de esas melodías minimalistas que repiten su estructura con ligeras modificaciones, mientras logran expandirse en la conciencia del oyente como lo hace en un estanque una onda generada por el lanzamiento de una piedra. Algo así como la progresión armónica de las melodías del compositor minimalista Steve Reich, capaces de envolver una sala con un tintineo repetitivo cuya belleza surge de la coherencia entre los elementos. Un ejemplo célebre es Music for 18 Musicians207, tema compuesto por la progresión armónica de tan solo 11 acordes que logran envolver al espectador, fenómeno psicoacústico que retraza la misma referencia melódica a medida que más instrumentos se van uniendo con sutileza. Cuando finaliza el tema, uno podría sentirse sobrevolando la biblioteca de Babel soñada por Borges, o contemplando la representación gráfica de una cadena de bloques.

HACKERS EN BUSCA DE LO CORRECTO

Por el camino de esta expansión tecnológica con la capacidad replicadora de una melodía de Steve Reich se quedaron, eso sí, las esperanzas y buenas intenciones de algunos entusiastas del altruismo en la Red. En 1999, año de fundación de Napster, un activista hacker todavía más joven que Shawn Fanning —y más preocupado por la ética hacker que por la música—, creaba su primer sitio web, Theinfo.org. Aaron Swartz, oriundo de un suburbio de Chicago, apenas tenía trece años. En Theinfo.org aparecían los principales rasgos de los documentos abiertos y colaborativos, o wikis, que inspirarían Wikipedia. Swartz se ganó pronto el respeto de los pesos pesados de la Red, entre ellos, Paul Graham, fundador de la incubadora de negocios Y Combinator, a cuyo primer curso, en 2005, acudiría Swartz. Durante su estancia en la incubadora, Swartz contribuyó al desarrollo de Reddit, entonces en ciernes. Pero la intención de Swartz no se detenía en la riqueza material o la notoriedad, sino en el impacto social de sus contribuciones. Le interesaban ante todo los protocolos que aceleraran lo que, ya en 1984, Stewart Brand había considerado inevitable: el acceso libre a datos imprescindibles para la ciudadanía que, sin embargo, permanecían sin digitalizar u ocultos tras un acceso de pago.

En 2008, Swartz creó sin permiso una herramienta para permitir el acceso libre de documentos electrónicos de los casos gestionados por la Justicia federal de Estados Unidos. El ataque judicial y posterior ostracismo de Shawn Fanning contrastó con el acoso encarnizado a Aaron Swartz, quien había soñado con una Internet al servicio de democracias más vibrantes y participativas, en las que la ciudadanía tuviera acceso libre a servicios administrativos y nadie tratara de poner coto a avances transversales bajo la excusa de la seguridad nacional o la propiedad intelectual. El FBI siguió de cerca las acciones de Swartz y, con el beneplácito de la Administración de Barack Obama, decidió detener al activista en 2011, después de que Swartz hubiera facilitado acceso a documentos científicos del archivo de publicaciones científicas JSTOR (protegidos con derechos de autor). Amenazado con pena de cárcel, Swartz se quitó la vida el 11 de enero de 2013, a la edad de 26 años. A modo de despedida, Tim Berners-Lee escribía208 en una lista de correo del consorcio de W3C:

«Aaron ha muerto.

Nómadas de este loco mundo,

hemos perdido a un mentor, un viejo sabio.

Hackers en busca de lo correcto, hoy somos uno menos,

hemos perdido a uno de los nuestros.

Criadores, educadores, confidentes, alimentadores,

padres todos,

hemos perdido un hijo.

Lloremos todos.

timbl».

En perspectiva, la persecución de Shawn Fanning constituye una anécdota en el desarrollo de servicios P2P. La persecución, anulación y pérdida de Aaron Swartz difícilmente bloqueará la evolución de servicios de intercambio de información descentralizados, seguros, anónimos y resistentes a intentos de control. El propio Swartz había contribuido decisivamente —como voluntario, sin remuneración ni más crédito que sus mensajes y confirmaciones de código, o commits— en el desarrollo del estándar abierto de sindicación de contenido RSS, el formato de publicación Markdown y la licencia de difusión de contenido Creative Commons.

Quizá blockchain dé pie a servicios como los soñados por Fanning y Swartz. Quizá esta vez sea más difícil atacar y derribar, tanto a la persona como a los servidores. Nakamoto y los nodos de una cadena de bloques son tan etéreos como la moneda que rige el funcionamiento de la plataforma Ethereum.

REVANCHA P2P

En cuanto a blockchain, primero llegó la explicación. En ocasiones, las declaraciones de principios en la Red no son meros brindis al sol y se benefician del espíritu comunitarista209 que explica fenómenos como el movimiento del software libre y la colaboración en encuentros abiertos al público, desde hackatones más o menos improvisados a la colaboración telemática en torno a repositorios de software alojados en plataformas de desarrollo web como GitHub.

Todo empezó, pues, con un texto frío, preciso y descriptivo que seguía la metodología canónica propia de artículos científicos y «libros blancos». En este documento no había concesión alguna que se apartara de las características técnicas esenciales del «ecosistema» de dinero digital allí descrito por primera vez210. Los conceptos integrantes eran ya familiares. Estaban presentes: la arquitectura distribuida de una base de datos entre participantes, peer-to-peer; la doble clave usada por estos para garantizar la seguridad del sistema y el anonimato de emisores y receptores de transacciones; y el esfuerzo de crear un estándar electrónico —un protocolo— para transmitir unidades de una moneda intangible exclusivamente digital (tras los intentos fallidos de los años noventa a cargo del informático David Chaum, con su empresa y moneda DigiCash; y de Nick Szabo, Wai Dai y Hal Finney, con el concepto de moneda digital descentralizada, b-money, concepto precursor de la criptomoneda). La combinación de estos elementos, sin embargo, crearía un entorno único, capaz -explicaba el artículo— de evitar intermediarios y solventar el fraude (desde el doble gasto a la falsificación contable) con una arquitectura ingeniosa que tomaba la revancha de Napster.

Figura 10.2. Un escueto mensaje del creador del protocolo WWW, Tim Berners-Lee, despedía a Swartz tras su muerte: «Criadores, educadores, confidentes, alimentadores, padres todos, hemos perdido un hijo. Lloremos todos».

El protocolo Bitcoin se reforzaba allí donde el sistema de intercambio musical había fallado estrepitosamente: el proyecto de intercambio musical había fallado por, según la RIAA, fomentar la piratería a gran escala; los denunciantes jurídicos habían aprovechado la existencia de un registro compartido de canciones y transacciones en el sistema de intercambio para reivindicar sus derechos de distribución sobre los títulos. Al evitar el error de base de servicios P2P pretéritos como Napster (cuya arquitectura cliente-servidor obligaba al tenedor de la infraestructura a validar todas las transacciones, y a responsabilizarse técnicamente de esta), el nuevo «ecosistema» para el intercambio seguro de valor a través de unidades de moneda garantizaría la integridad de monedas y transacciones a través de un fichero histórico compartido y validado entre participantes. Serían los propios participantes, además, quienes consensuaran la validez del valor intercambiado. La figura del intermediario caía al vacío; las sagas de Internet estrenaban su abismo de Helm211 particular.

En el nuevo esquema, el fichero compartido de transacciones se actualizaría con la ayuda de los usuarios o «nodos» activos gracias a la instauración de un concurso público abierto a todos (una «prueba de trabajo», PoW, por sus siglas en inglés) para validar por consenso los últimos registros de transacciones de la base de datos, a cambio del pago en moneda digital segura (pronto se popularizaría el hasta entonces oscuro término «criptomoneda») como contraprestación por contribuir al avance consensuado del registro. Este concurso para actualizar la «cadena de bloques» (el registro compartido) con la versión más reciente posible de transacciones legítimas —definidas como la versión de transacciones sin actualizar con mayor número de copias idénticas entre los participantes activos—, combatía el fraude y, a la vez, evitaba la necesidad de intermediarios. Nacía, rodeado de misterio, el servicio Bitcoin, aunque lo hacía con una definición clara y técnicamente viable bajo el brazo, Bitcoin: un sistema de dinero en efectivo y electrónico peer-to-peer.

Bajo el título del escueto y conciso artículo, con apenas nueve páginas desde el encabezado al listado de referencias bibliográficas, aparecía el nombre del autor, Satoshi Nakamoto, seguido de su dirección de correo electrónico, satoshin@gmx.com, y una nueva dirección web, www.bitcoin.org, usando un dominio registrado de manera anónima el 18 de agosto de 2008. El artículo, publicado el 18 de agosto de 2008, precedía en poco más de cuatro meses al lanzamiento del ecosistema descrito a inicios de 2009, y condensaba en su escueto resumen (201 palabras en la traducción al castellano del artículo) y en su conclusión (196 palabras en la misma traducción) la declaración de principios de una nueva economía. Sus postulados describían un funcionamiento y posibilidades capaces de contentar a entusiastas del cooperativismo y de las tesis de Pierre-Joseph Proudhon. Las nueve páginas esbozaban, a la vez, una nueva era de florecimiento empresarial en Internet más justa y menos dependiente de repositorios centralizados de información.

¿LA TRANSUBSTANCIACIÓN DE LA «CONFIANZA» EN CÓDIGO FUENTE?

En el resumen del libro blanco de Bitcoin, leemos que una forma de dinero electrónico puramente entre usuarios, debería servir para enviar pagos entre las partes sin necesidad de una institución financiera; Nakamoto no excluye por completo el papel de intermediarios digitales, siempre y cuando se trate de prestadores de servicios sin voluntad de erigirse en mediador imprescindible entre el emisor y el receptor de una transacción. Será la propia infraestructura la que permitirá a los participantes garantizar que no existe el doble gasto, sirviéndose de técnicas de protocolos de solvencia informática, comprobada gracias a una novedad: un histórico compartido entre participantes con todas sus transacciones ordenadas cronológicamente (timestamp) en una cadena continua comprobada (proof-of-work) y con referencias a cada transacción ordenadas de manera cronológica (encabezados o función hash en una estructura de datos en árbol212). El resumen destaca también la voluntad de que la infraestructura mantenga una cierta frugalidad (prioridad a las transmisiones más directas para ahorrar cálculo) y flexibilidad (los participantes pueden entrar y salir de la red activa a voluntad).

Quizá no estemos ante un resumen ejecutivo equiparable a los que incluían los tres artículos científicos presentados por Albert Einstein en la revista Annalen der Physik en 1905, su Annus Mirabilis, y que transformaron para siempre nuestra percepción de la realidad y del universo, y de paso los conceptos físicos de espacio, tiempo, masa y energía. El texto tampoco destacará por su calidad literaria y, en cuanto a su impacto y utilidad, comprobaremos en los próximos años si estamos ante una gran promesa incapaz de materializarse, o ante una descripción técnica que mejoró nuestra manera de comunicarnos y transmitir valor de manera segura.

La conclusión del libro blanco de Bitcoin deja la puerta abierta al uso extensivo de la arquitectura, al sugerir al lector que ha asistido a la explicación de un ecosistema con inventario compartido que, debido a la ausencia de instituciones de «confianza», garantiza su funcionamiento sin recurrir a este concepto, tan unido a la gobernanza de sistemas complejos. Pero esta gran cadena permite asegurarse de las cosas y, confiando en la arquitectura del sistema —como lo haría el residente de un edificio panóptico al creer que existe un ojo sobre él en la torre central de observación—, convierte a la «confianza» en parte del contexto, y no en un mecanismo concreto que refuerce un funcionamiento diseñado para su uso anónimo y sin necesidad de conocer o creer en la buena fe del interlocutor: poco importa la ética del transmisor o el receptor, pues cualquier acción entre ambos será registrada en la cadena de bloques.

La nota final del artículo de Satoshi recuerda que el mecanismo de consenso hace inviable cualquier ataque, pues ninguna actualización ilegítima puede imponerse si el autor del ataque no controla más del 50 % de todos los nodos activos de la infraestructura; a diferencia de los sistemas humanos, dependientes de la costumbre y de la habilidad de acceso incluso cuando se declaran puramente meritocráticos, el rango de influencia de los nodos en una cadena de bloques depende únicamente de su capacidad de proceso en la infraestructura, y su comportamiento se define en su intención de trabajar en extender los bloques válidos, así como descartar los inválidos (que cuentan con menos apoyo en la red de nodos activos). Poco importa si estos nodos procesan la información en un sótano del Pentágono estadounidense, en la habitación poco ventilada de un estudiante de tesis que supera la cuarentena en un apartamento del centro de Madrid, o en una granja que ha sustituido la cría de gallinas y la extracción de leche por la extracción de criptomonedas.

LA FIEBRE DEL ORO DEL KLONDIKE Y BLOCKCHAIN

Muchos interpretaron este libro blanco como la llamada a un nuevo eldorado especulativo: crear valor en una moneda fiduciaria sin versión física y cuyo valor está garantizado no ya por un Estado (dólar, yen, yuán) o una entidad supranacional (euro), sino por los mineros que participan en el nuevo «ecosistema» de Bitcoin o de cualquier criptomoneda alternativa. Los entusiastas sostienen que este nuevo dinero fíat es el único diseñado para evitar injerencias forzosas y, con él, Internet podría volver a sus orígenes. Para otros, la volatilidad y especulación en torno a criptomonedas y a las operaciones de financiación de proyectos usando criptomonedas (ICO), se parece demasiado a las viejas fiebres especulativas213, lo más parecido en nuestro tiempo a una nueva tulipomanía214 o una nueva fiebre del oro en la Frontera.

En esta ocasión, la fiebre no estaría originada por el golpe de fortuna de alguien junto a un riachuelo, como en la explotación minera en el Oeste, aquellos eldorados de mediados del siglo XIX en San Francisco y finales del mismo siglo más al norte, en Alaska y el Yukón canadiense. La extracción no sería física ni dañaría el territorio, sino que el nuevo «minado» prometía limitarse al territorio cibernético inexplorado. A falta de más Oeste imaginario, la Frontera se había movido —como las colonias libertarias en alta mar imaginadas por el utopismo tecnológico—, más allá de la jurisdicción de un país concreto, con su moneda y su banco central. El minado de criptomonedas pretendía eludir intermediarios y crear una nueva capa de prosperidad cibernética con extensiones en el mundo real.

Eso sí, el nuevo esquema no pretendía sustituir la autoridad y jurisdicción de los Estados y sus instituciones por un equivalente surgido de una misma tradición jurídica. Asimismo, los nuevos buscavidas y esbirros interesados en el mercado de las criptomonedas no se moverían con la impunidad de los pícaros y sinvergüenzas descritos por Jack London en la fiebre del oro del Klondike (Yukón, noroeste de Canadá) adonde él mismo había acudido en 1897 en busca de fortuna material —oro contante y sonante—, y de donde volvió poco después desilusionado y con deudas215. Gracias a su sistema criptográfico y a su historial compartido, blockchain impedía, por diseño, fechorías como la suplantación de identidad, la falsificación de transacciones o el doble gasto. En la prospección de oro de finales del siglo XIX, habría sido necesario conocer el oro total que minar en el Klondike, registrar a todos los prospectores por cuenta propia y a cargo de terceros, y anotar tanto los hallazgos como su conversión pecuniaria, para lograr un resultado equiparable en seguridad contable al minado de Bitcoin.

Figura 10.3. Un grupo de buscadores de oro posa en un campamento del territorio del Yukón, en la frontera de Canadá con Alaska, durante la fiebre del oro de Klondike (1897). El joven algo avanzado entre el grupo de la derecha de la imagen (segundo empezando por la izquierda) es un buscavidas llamado Jack London. Sobre la imagen, un compañero de London en el campamento, Fred Thompson, escribiría: «Sheep Camp es un agujero muy duro».

Jack London no volvió rico de su aventura en el Yukón, pero retornó a Oakland, localidad de la bahía de San Francisco donde habitaba, con lo más parecido a la clave criptográfica privada de una fortuna todavía intangible, pronto convertida en riqueza real: su experiencia, recuerdos y notas inspirarían las novelas y relatos que le catapultarían a la fama.

LA LLAMADA DEL DINERO CONTANTE (Y NO SONANTE)

Abandonamos La llamada de lo salvaje y Colmillo Blanco y volvemos a los orígenes de blockchain, que son los de Bitcoin: el nuevo sitio www.bitcoin.org ponía el software de Bitcoin (escrito en C++, el lenguaje de programación orientada a objetos más usado del mundo, por delante de Python, C#, Visual Basic, PHP o Ruby), con licencia de código abierto, a disposición de cualquiera interesado en crear su propio protocolo y criptomoneda basado en la tecnología descrita. El primer día de existencia de Bitcoin, se gestaba el primer eslabón de un nuevo tipo de estructura de datos en árbol, cuando el enigmático creador, Satoshi Nakamoto, minó el primer bloque, o «bloque de génesis», de la primera blockchain, mediante la primera operación de consenso o «prueba de trabajo», PoW. Este primer bloque, asociado con la recompensa de 50 bitcoin por la prueba de trabajo adjudicada al creador del ecosistema, incluía un enigmático texto asociado a los encabezados hash216.

Sabedor de que tomaba una insípida efeméride económica y consciente de que lo peor estaba por llegar si se confirmaban los signos de estrés procedentes de los mercados inmobiliario y financiero de Estados Unidos, Nakamoto sugería que había llegado el momento de probar algo nuevo. Algo radical. Algo ajeno a las instituciones que, fabricando derivados de derivados, habían incurrido en todas las fechorías imaginables en un ecosistema pecuniario: alteración contable y de las reglas del juego, doble gasto (y, a través de los productos financieros derivados, gasto triple, y cuádruple...), falsificación, acceso a información privilegiada, bloqueo de cualquier intento de crear un histórico creíble y compartido de transacciones, uso ilegítimo de la identidad de los participantes en transacciones, apropiación ilegal de fondos, creación de mecanismos de inversión basados en esquemas Ponzi como el tristemente célebre pelotazo de Bernard Madoff217...

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