Blockchain

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Introducción

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La criptografía y la ciencia computacional, sugería Satoshi Nakamoto, podían crear ecosistemas en los cuales los participantes no dependieran de los mismos intermediarios que habían permitido la opacidad de la política monetaria y del sistema financiero en un momento histórico proclive al riesgo sistémico, dada la interdependencia entre los principales bancos e instituciones.

El artículo y el software puesto a disposición de todos abrirá la puerta a especulaciones acerca de cómo la tecnología descrita en Bitcoin puede aplicarse en otros supuestos. Pronto, el potencial del nuevo protocolo supera los ecosistemas de criptomonedas y da pie a las primeras descripciones de entornos mutualistas: interesa, por ejemplo, el uso de libros de contabilidad a prueba de falsificación, capaces de generar confianza entre los participantes incluso en entornos de ausencia de confianza. De repente, blockchain se postula para unos como protocolo para crear aplicaciones de intercambio de todo tipo de bienes físicos o digitales; al permitir el anonimato de los participantes y conservar a la vez el histórico de transacciones, el protocolo origina mercados fiables incluso en entornos corruptos y Estados fallidos. Otros verán, en cambio, una oportunidad para facilitar el lavado de dinero y las transacciones ilegales que el crimen organizado no dejará pasar.

La acogida entre expertos en criptografía y ciencia computacional, así como entre medios solventes e inversores, será positiva, pese a la complejidad del protocolo para los no iniciados. Pronto llegan el dinero y el interés del «viejo prestigio»: se suceden las referencias y entusiasmo comedido en publicaciones de peso como el semanario The Economist218; entre inversores de capital riesgo como Andreessen Horowitz (a16z) en Silicon Valley o Fred Wilson (Union Square Ventures) en Nueva York; o incluso entre economistas como el peruano Hernando de Soto Polar219 (autoridad en políticas de desarrollo transformadoras de la economía informal en prosperidad sostenible en contextos de ausencia de instituciones o de confianza en estas, tales como Estados débiles o fallidos).

Aunque por distintas razones y con distintos objetivos, cada uno de estos grupos creerá haber dado con la tecnología adecuada para dejar atrás situaciones escleróticas o dependientes de intermediarios volátiles y/o excesivamente partidistas. El libro blanco de Bitcoin, escueto, coloquial y circunstancial, evita la pompa fundacional de un mundo mágico como el ideado por J.R.R. Tolkien, y en él no leemos ninguna parrafada equiparable a «Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, / un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas / en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras». El efecto buscado por Satoshi Nakamoto, sin embargo, no está muy alejado del texto sobre la búsqueda de los Anillos de Poder a cargo de Celembrimbor, el mítico elfo «puño de plata» de El Silmarillion220.

NO TODO LIBRO BLANCO ESTÁ BAÑADO EN ORO

En 1977, aparecía en Italia un oscuro ensayo, escrito para facilitar la existencia a esos personajes desangelados que maduran —o marchitan— en la ciudad mientras tejen y destejen complejidades y aventuras sin decidirse a empezar —cuanto más a acabar— la tesis que se han propuesto escribir y defender en la universidad. El ensayo aparecía bajo el seco y poco apasionante título de Come si fa una tesi di laurea221. Su autor era un renombrado profesor de semiótica, todavía desconocido fuera de su ámbito académico: Umberto Eco. A excepción de los apartados técnicos dedicados a la investigación académica, totalmente superados debido a la revolución informática y al advenimiento de Internet, el ensayo se lee como una novela y es vigente, útil y a ratos de un humor punzante, desternillante. En la introducción, Umberto Eco establece el tono de la obra y define con seriedad lo que según él es una tesis académica; acto seguido, la máscara del serio profesor se da paso al fatalismo del cómplice; el autor especifica que el ensayo no está indicado para quienes quieren pasar el trago de la tesis con rapidez tras sentirse forzados a escribirla para lograr así los beneficios con que soñaron al inscribirse en la facultad.

Eco es consciente de que su aviso para navegantes sonroja a prácticamente todos los estudiantes de tesis que hayan corrido desde entonces a hojear el ensayo, pues la mayoría de ellos «buscan instrucciones para escribir una tesis en un mes». A estos, Umberto Eco aconseja dos procedimientos ilegales que hay que ejecutar con destreza y requieren, a su vez, preparación y agudeza académica: encargar una tesis a alguien solvente (sic); o inspirarse en un trabajo escrito con antelación, siempre que este sea lo suficientemente oscuro y carezca de una edición impresa todavía en circulación. Eso sí: incluso para plagiar hay que emprender, dice Eco, un trabajo de investigación medianamente serio. Cuando el autor invita con irónica seriedad a los estudiantes más cínicos y «próximos a la cuarentena» a buscar una tesis a medida sin necesidad de escribirla, lo hace desde la perspectiva de un medio dominado por bibliográficos y académicos sin informatizar; hoy, Internet y las aplicaciones de detección de copias se han convertido en arma arrojadiza de partidos políticos y círculos de poder, y la actividad de buscar párrafos plagiados en las tesis de personalidades es la versión contemporánea de la prueba del algodón, a la que cualquier personaje público se somete a su pesar.

Figura 10.4. Acuarela del siglo XVII que representa el preciado tulipán Semper Augustus, cuyos raros bulbos alcanzaron precios astronómicos en los Países Bajos durante el episodio especulativo conocido como tulipomanía. El final de la burbuja fue tan dramático como lo había sido el alza del valor de los bulbos más buscados.

Avanzamos hacia una sociedad cada vez más sumergida en el uso de herramientas de rastreo, explotadas tanto por las empresas de Internet más exitosas —por cuyos productos pagamos con nuestra información y atención— como por empresas y organismos de minado y reventa de datos; no solo será cada vez más difícil mentir en una tesis, sino también mantener un —legítimo y necesario— derecho a la privacidad que retrocede en tiempo real y sobre el cual hemos decidido no preocuparnos. De momento. Quizá empecemos a hacerlo cuando sea demasiado tarde. En su ensayo sobre cómo escribir una tesis, Umberto Eco aporta consejos básicos que deberíamos aplicar en cualquier proyecto de calado que queramos afrontar: el tema elegido debería basarse en experiencias, estudios y trabajos acumulados con anterioridad y sobre cuyo conocimiento profundo no debiéramos realizar un esfuerzo descomunal desde la ignorancia; las fuentes que consultar, físicas o digitales, deberían ser fácilmente accesibles; el autor de la futura tesis debería estar en disposición de gestionar y comprender estas fuentes; finalmente, es necesario contar con suficiente experiencia con el marco metodológico usado en la tesis.

Las aplicaciones y usos que hagan realmente brillar la cadena de bloques deberán explotar sus ventajas y solventar sus principales inconvenientes actuales, empezando por un conocimiento profundo del contexto: nuestra sociedad depende del mantenimiento de una contabilidad fiable en todo tipo de ámbitos, desde la gestión de la propiedad al comercio, el ocio, la educación o la empresa (por no hablar de las labores notariales más ancestrales, tales como los certificados del registro civil, asumidos durante siglos por autoridades eclesiásticas). Blockchain puede simplificar y mejorar los sistemas actuales, tan proclives a la pérdida o la alteración partidista.

NO HAY ALQUIMIA: ES SIMPLE CÓDIGO (Y ES, POR TANTO, PERFECCIONABLE)

Para adentrarnos en las particularidades de la cadena de bloques, debemos no solo entender el mito de su creación y la promesa de su puesta en práctica, sino comprender el contexto de nuestro tiempo. De lo contrario, corremos el riesgo de pensar en blockchain en términos de piedra filosofal, y no como una arquitectura viable para ofrecer algo que Internet todavía no ha sido capaz de proporcionar a gran escala. Esta base de datos pública capaz de facilitar las transacciones seguras entre personas que no se conocen o que desconfían las unas de las otras, esboza unos cimientos suficientes para ofrecer tres tipos esenciales de herramienta: un contexto para transferir valor entre participantes (desde criptomoneda a todo tipo de bienes cuantificables); un método creíble y a prueba de falsificación que usa un registro compartido como herramienta notarial intrínseca y a prueba del sesgo partidario de intermediarios tradicionales; y, en tercer lugar, una plataforma para crear todo tipo de servicios (aplicaciones distribuidas, DApp) que ejecutan acciones (pagos, funcionalidades, etc.) únicamente cuando se cumplen las condiciones establecidas en algoritmos personalizados por el creador de la aplicación (smart contract).

Vili Lehdonvirta, investigador del Instituto de Tecnologías de la Información de Helsinki (HIIT), es un experto en videojuegos y programación que algunos que expertos en criptografía como el irlandés Michael Clear222, postularon como candidato a ser la persona que se oculta bajo el pseudónimo de Satoshi. Lehdonvirta confesó en una ocasión al periodista y escritor estadounidense Joshua Davis223 que le gustaría ser la persona tras Bitcoin, pero carece tanto de conocimientos excepcionales en criptografía como en programación C++. El estudio de la nueva arquitectura deja a expertos ajenos al mundo ideológico influido por el tecno-utopismo californiano (como el propio Lehdonvirta, educado y residente en Europa), con una sensación agridulce: la tecnología es sólida y esperanzadora; sin embargo, Lehdonvirta recuerda que quienes demandan en la actualidad métodos para almacenar y mover con libertad grandes cantidades de dinero en efectivo comparten un perfil «criminal». Las criptomonedas tratan de facilitar tanto la gestión como el uso de dinero en efectivo, y servicios sin permisos ni intermediarios, como Bitcoin, se han tomado la privacidad demasiado en serio. El investigador finlandés reconoce la dificultad de parar una tecnología con cimientos teóricos sólidos y una historia tan misteriosa y atractiva como el mito en torno a la identidad de Satoshi y la significación simbólica del «bloque de génesis» en Bitcoin (para bien o para mal, la primera cadena de bloques). Pero hay que estar atentos a su instrumentalización.

Más allá de la nacionalidad de Satoshi Nakamoto, su recorrido biográfico y sus intenciones, su anonimato ha funcionado hasta el momento como una estrategia de relaciones públicas a la que es difícil resistirse. Al fin y al cabo, conformamos una sociedad acostumbrada a relacionar las grandes tradiciones —literarias, empresariales o metafísicas— con mitos fundacionales. El mito, no obstante, es apenas el encendido de una llama. A partir de ahí, el éxito del episodio concreto de una saga dependerá del comportamiento de héroes y personajes anónimos: académicos, empresarios, usuarios destacados y anónimos... todos ellos aportarán una parte del éxito o el fracaso. En el largo recorrido de la cadena de bloques, la identidad e intenciones iniciales de Nakamoto apenas importarán: el sistema propuesto consiste en evitar la autoridad o prestigio de fundadores o intermediarios.

Figura 10.5. Fotografía del activista de Internet Aaron Swartz tomada en el encuentro de voluntarios de Wikipedia celebrado el 18 de agosto de 2009 en Boston, Massachusetts. Su colaboración altruista con numerosos proyectos eleva su contribución en Internet a un puesto solo comparable al de los creadores de los principales protocolos abiertos que han impulsado su expansión.

En la cadena de bloques, la identidad no importa y no es necesario confiar en un personaje mesiánico, una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una institución. Cualquiera puede inspeccionar el código y la referencia de las transacciones compartidas, y la infraestructura es supervisada por un «nadie» que equivale a la supervisión prorrateada de toda la red. A la larga, los servicios de la cadena de bloques deberán demostrar su viabilidad manteniendo lo que todos pueden ver (el histórico de transacciones) y lo que no pueden ver (la identidad real de los participantes). Una propuesta a la vez tan real y esquiva como el misterio en torno a su propio origen y a la identidad de su creador.

202. Schopenhauer, Arthur: El amor, las mujeres y la muerte. Recopilación de ensayos y aforismos del filósofo alemán, p. 151. Madrid, Biblioteca EDAF, 1993.

203. En su época de estudiante la Costa Oeste, Stewart Brand compartió casa frente a Stanford, en la entonces asequible localidad suburbana de Menlo Park, con varios de los personajes eclécticos que constituirían los Merry Pranksters. Por allí pasarían, varios miembros de la Generación Beat, Ken Kesey, Grateful Dead, el promotor musical Brill Graham y varios pioneros de la informática personal, entre ellos el propio fundador del Homebrew Computer Club, Fred Moore. Más información: Markoff, John: What the Dormouse Said. How the Sixties Counterculture Shaped the Personal Computer Industry. Nueva York, Penguin, 2005.

204. Stewart Brand, miembro de los Merry Pranksters y fundador del fanzine de contenido ecléctico citado por Steve Jobs, Whole Earth Catalog, había sido alumno del sociólogo y antropólogo británico afincado en California Gregory Bateson (autor del influyente libro en la teoría de sistemas y la cibernética Pasos para una ecología de la mente —University of Chicago Press, 1972—). En una conferencia de hackers en San Francisco en 1984, cuando este tipo de eventos apenas suscitaban interés entre un grupo de pioneros que acudían desde el cercano valle de Santa Clara, Jobs habría declarado a Steven Wozniak, cofundador de Apple: «Information wants to be free».

205. McLuhan, Marshall: Understanding Media: The Extensions of Man. Berkeley, Gingko Press, 1964.

206. La RIAA, Recording Industry Association of America (Asociación de Industria Discográfica de Estados Unidos), es una organización patronal de discográficas estadounidenses establecida en 1952, durante la eclosión de la industria de la música popular a través de la distribución de discos de vinilo.

207. Reich, Steve: Music for 18 Musicians. Munich, ECM, 1978. El tema tiene la duración de un LP: 56 minutos y 31 segundos dominados por 11 acordes.

208. Berners-Lee, Tim: Aaron is dead. Mensaje en la lista de correo de W3C, 12 de enero de 2013. lists.w3.org/Archives/Public/www-tag/2013Jan/0017.html.

209. Referente al comunitarismo, que aparece en la segunda mitad del siglo XX como oposición al individualismo surgido de las tesis del liberalismo clásico de la Ilustración.

210. Nakamoto, Satoshi: Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System. Lista de correo sobre criptografía metzdowd.com, octubre de 2008.

211. El abismo de Helm es una profunda garganta al pie del pico Thrihyrne, en el extremo septentrional de las Montañas Blancas. Lugar fantástico del mundo legendario de J.R.R. Tolkien, el autor sitúa allí un episodio crucial de El Señor de los Anillos, la batalla del abismo de Helm.

212. Árbol de Merkle: estructura de datos patentada en 1979 por el experto en criptografía Ralph Merkle, en la que cada nodo de una base de datos descentralizada comparte la misma concatenación de etiquetas de valores (cadenas hash), lo que permite controlar y detectar cualquier intento de modificación o alteración local de los datos presentes en la estructura.

213. Flaws in Bitcoin make a lasting revival unlikely. The Economist, 28 de marzo de 2019. www.economist.com/finance-and-economics/2019/03/28/flaws-in-bitcoin-make-a-lasting-revival-unlikely.

214. La tulipomanía o crisis de los tulipanes describe la euforia especulativa originada en los Países Bajos en el siglo XVII, cuando el precio de los bulbos de tulipán más raros y buscados alvanzó precios desorbitados. Llegó a crearse incluso un mercado de futuros, en el que se comerciaba con bulbos aún no recolectados: el Windhandel, o negocio de aire.

215. London, Jack: Klondike Tales. Nueva York, Penguin Random House, Modern Library Classics, 2001.

216. «The Times 03/Jan/2009 Chancellor on brink of second bailout for banks». El texto hace referencia al periódico liberal conservador londinense The Times, que había publicado un editorial arguyendo que el Gobierno británico había fracasado en su intento de estimular la economía.

217. Seal, Mark: The Madoff Chronicles, Part I. Versión estadounidense de Vanity Fair, Nueva York, abril de 2009. www.vanityfair.com/news/2009/04/bernard-madoff-friends-family-profile.

218. Virtual currency: Bits and bob. The Economist, 13 de junio de 2011. www.economist.com/babbage/2011/06/13/bits-and-bob.

219. El trabajo de Hernando de Soto Polar y su confluencia con blockchain: Tett, Gillian: Bitcoin, blockchain and the fight against poverty. Financial Times, 21 de diciembre de 2017. www.ft.com/content/60f838ea-e514-11e7-8b99-0191e45377ec

220. Tolkien, J.R.R. y Tolkien, Christopher, (ed.): El Silmarillion. trad. Rubén Masera y Luis Domènech. Capellades, Minotauro, 2002.

221. Eco, Umberto: Come si fa una tesi di laurea. Milán, Bompiani, 1977.

222. Michael Clear se ha formado en el Trinity College de Dublín, uno de los centros académicos que han mostrado cierto interés en el potencial de la cadena de bloques.

223. Davis, Joshua: The Crypto-Currency. The New Yorker, 10 de octubre de 2011. www.newyorker.com/magazine/2011/10/10/the-crypto-currency.

 

UNA TERCERA OLEADA DE INNOVACIÓN EN INTERNET (¿CON PIES DE BARRO?)

DIFERENCIANDO ENTRE TECNOLOGÍAS QUE INSPIRAN Y SIMPLES ESTAFAS

Si las sagas se nutren de mitos fundacionales y de un nexo que une sus hazañas en torno a una misión compartida, el componente «mágico» debe aplicarse en su justa medida y en un ámbito más estético que estructural. Una pizca de ilusión en el relato, pues en demasía empacha.

Se cuenta una anécdota sobre Steve Jobs que transita entre los dominios de la especulación y los de la biografía apócrifa, pues no aparece, por ejemplo, en la biografía autorizada del cofundador de Apple, escrita por Walter Isaacson a petición del propio Jobs, ya enfermo224. La historia se sitúa en los años de la travesía en el desierto de Jobs (la referencia bíblica, una exitosa saga ella misma, enriquece el argumento), cuando el consejo de dirección de Apple había forzado su dimisión y partida. Jobs fundó entonces NeXT, una empresa de estaciones de trabajo de gama alta que respondía a sus ideales de calidad y diseño: los postulados minimalistas tomados de Dieter Rams, el diseñador industrial alemán tras los aparatos de Braun; y una metafísica de cuidado de los detalles del producto como sistema de interrelaciones, que parecía surgida de la lectura de Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta225, el ensayo mitad filosófico, mitad relato de experiencia personal, de Robert M. Pirsig.

En el verano de 1994, Tomas Higbey226 —narrador accidental de la anécdota sobre Jobs— trabajó en NeXT. Higbey se encontraba en la cafetería con otros dos colegas cuando Jobs apareció y, sin levantar la mirada, empezó a prepararse un bagel. Los tres subalternos comían el suyo a su vez, cuando Jobs lanzó una pregunta enigmática y fuera de contexto: «¿Quién es la persona más poderosa del mundo?». Los empleados, sorprendidos, trataron de armar una respuesta consistente, y mencionaron con titubeos a los sospechosos habituales de entonces: quizá Mandela, quizá... Steve Jobs interrumpe sus tímidas sugerencias, dejando claro que no pretendía quedarse a conversar, sino formalizar de viva voz alguna conclusión: «¡No! Los dos estáis equivocados… La persona más poderosa del mundo es quien domina la narración del relato (…). El narrador establece la visión, los valores y la agenda de una generación entera que está por llegar... y Disney tiene un monopolio del negocio de cuentacuentos». Es 1994, años previos a Pixar, firma que promovería la convergencia entre el mundo hollywoodiense y la animación por ordenador (Jobs cofundaría la firma, junto al hoy defenestrado John Lasseter).

Mientras se alejaba de la cafetería bagel en mano, Jobs soltaría una última reflexión: «¿Sabéis qué? Estoy cansado de esa mierda, yo voy a ser el próximo narrador».

La prensa tecnológica explotó el magnetismo y la capacidad de Steve Jobs para comprender la importancia de la poética en las relaciones públicas. Jobs sabía condensar la elocuencia, la acción y la catarsis en torno a marcas, proyectos y productos para transmitir a través de intangibles lo que a menudo se escapa del análisis frío y descriptivo de fenómenos. Amigos y antiguos empleados describirían el carácter maquiavélico y la convicción de Jobs para extraer de sus colaboradores y subordinados el mayor esfuerzo y compromiso, incluso cuando este sobrepasaba lo razonable o lo aparentemente posible; esta capacidad, que algunos de sus allegados denominarían «campo de distorsión de la realidad», lograba motivar a un grupo de personas en torno a una idea como solo son capaces de hacerlo los chamanes de un culto.

Sea como fuere, esta dosis de pensamiento ilusorio se combinaba, en el caso de Jobs, con una planificación realista —si bien optimista— del potencial de equipos competentes y bien capacitados en proyectos debidamente definidos: quienes han tratado de emular a Jobs en su pensamiento ilusorio y no han acompañado su «campo de distorsión de la realidad» con un trabajo sólido y anclado en el escrutinio de la realidad, han acabado como Elisabeth Holmes, la joven y prometedora fundadora de Theranos, empresa que iba a revolucionar las pruebas médicas con un sistema de análisis portátil (exacto, económico e instantáneo, decía Holmes) y acabó cerrando la firma, enjuiciada mentir deliberadamente a empleados, público, inversores y reguladores227. El relato en torno al potencial de blockchain pondrá a prueba a equipos y proyectos con la tentación de seguir el modelo mesiánico establecido por Jobs; será tarea de todos —participantes, expertos, inversores, prensa— establecer límites entre el pensamiento ilusorio y el engaño, entre quienes jueguen a Steve Jobs y quienes lo hagan más bien a Elizabeth Holmes o (en el caso de algunos lanzamientos de proyectos con criptomonedas), quizá al estilo de Bernard Madoff228.

Figura 11.1. Robert M. Pirsig con su hijo Chris durante el viaje iniciático por carreteras secundarias de Estados Unidos que inspirarían el ensayo Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta. La hoy considerada de culto, la novela autobiográfica con trasfondo filosófico fue rechazada por 121 editoriales hasta su publicación por William Morrow and Company en 1974.

LA NUEVA CONTABILIDAD DE NUESTROS DATOS

La buena noticia es que blockchain no tiene que aspirar a ser la piedra filosofal para triunfar. En el mundo de las bases de datos y de las instituciones que dependen de intangibles como la seguridad o la confianza, las arquitecturas que demuestren resistencia y flexibilidad suficientes acabarán extendiéndose como repositorios descentralizados para albergar los productos y servicios del mundo, garantizando su correcta contabilidad. Al referirnos a la cadena de bloques y a la ausencia de intermediarios institucionales en su estructura descentralizada, no lo hacemos en un plano teórico: estos intermediarios no existen, pero esta particularidad no convierte a este sistema de almacenamiento de información en una herramienta «sin confianza»: blockchain no es ni el fin, ni la solución para todo (algo así como una navaja suiza de las bases de datos) en el mundo de la confianza a la hora de realizar transacciones entre partes que no se conocen o que desconfían las unas de las otras.

La noticia menos buena es que, más allá del éxito relativo de Bitcoin —todavía alejado del gran público y del mercado global del pago de transacciones en el mundo cotidiano— y de las promesas fundadas en torno a la plataforma de contratos inteligentes y aplicaciones Ethereum, el nuevo sector que promete propulsar la tercera oleada de innovación en Internet tiene poco que mostrar al gran público229. Solo inversores y expertos en gestión de la cadena de suministros, trazabilidad de productos, y servicios financieros, muestran un apoyo incondicional del que carecen incluso los usuarios pioneros que no se hayan acercado a alguno de los servicios con tokens (derechos sobre futuras criptomonedas vendidos por proyectos en búsqueda de financiación a especuladores e inversores) y criptomonedas. La efeméride de los diez años de la publicación del artículo de Satoshi Nakamoto ha servido a periodistas apresurados y a expertos de distinto pelaje para proclamar, una vez más, el supuesto fracaso de la cadena de bloques. Alegan la presunta inadecuación e inoperancia del protocolo para, por ejemplo, generar servicios más allá de criptomonedas; regular los malos actores que han convertido el financiamiento de empresas con criptomoneda —ofertas iniciales de monedas, o ICO— en poco menos que una estafa propia del Wild West; moderar el derroche energético de los algoritmos para actualizar los registros centralizados («minado»); o impedir su instrumentalización por el crimen organizado.

Proyectos piloto cuyo diseño sobre el papel había entusiasmado a sus promotores («blockchain ha sido diseñada para resolver problemas desde la base», hemos leído repetidamente y a través de distintas formulaciones), no han cumplido con las expectativas. Por ejemplo, la creación —con proyectos en Honduras, la república caucásica de Georgia y Ruanda— de un catastro confiable por partes que deben acordar transacciones y que no pueden fiarse de unas instituciones incapaces de salvaguardar el derecho a la propiedad, apenas han funcionado como reclamo de un futuro posible230, pero no como herramienta del presente.

Figura 11.2. La libertad guiando al pueblo, lienzo de gran formato pintado por Eugène Delacroix en 1830. La Libertad, sensual y de carne y hueso, guía a un pueblo donde todavía de modo transversal, con burgueses (representados por el burgués con sombrero) se unen desposeídos y heridos.

Kevin Werbach, divulgador y académico experto en temas jurídicos de la Escuela de Negocios Wharton en la Universidad de Pensilvania, dedica su último ensayo231 a explorar la viabilidad e implicaciones jurídicas de un mundo con servicios exitosos que funcionan en infinidad de cadenas de bloques. Werbach considera que quienes ven en blockchain un sueño libertario para hacer obsoleta toda forma de cohesión, en el que colectivos auto-organizados orgánicamente acuerdan cuestiones básicas a través de la cadena de bloques, se equivocan de todas todas. No hay que esperar, dice Werbach, que una tecnología radical derribe ella sola un supuesto Antiguo Régimen a la manera de la Revolución Francesa o de la Declaración de Independencia estadounidense; un sueño libertario de tal calado que renunciara a una mínima alfabetización, bienestar, estabilidad política y funcionamiento del Estado de Derecho, sería inoperante. Los proyectos de la cadena de bloques con mayores perspectivas de éxito partirán de un estado de cosas posibilitado por sociedades funcionales donde prevalece una estabilidad política y económica y se garantizan las libertades.

La regulación y la innovación, reitera Werbach, no son dos principios mutuamente excluyentes y necesariamente opuestos: por ejemplo, una buena regulación puede promover la adopción de nuevas tecnologías y eliminar barreras a la libre competición en mercados con monopolios de facto, como ocurre actualmente en los principales servicios de Internet, un medio cuyos fundamentos se diseñaron para promover la descentralización... precisamente como la cadena de bloques; un regulador atento y responsable puede también promover la confianza entre los consumidores, que se sentirán protegidos ante cualquier abuso, y enviar de paso un mensaje de responsabilidad entre los proveedores de productos y servicios. El rechazo meridiano a cualquier regulación en sectores como blockchain dejaría a actores legítimos a expensas de otros que actúen con impunidad y mala fe; por ejemplo, los inversores han perdido miles de millones de dólares debido al abuso, a la opacidad y a la ausencia de marco legal en el mecanismo de financiación de proyectos de la cadena de bloques mediante ofertas iniciales de monedas, ICO en sus siglas en inglés, consistentes en financiar una idea a través de un mecanismo de micromecenazgo que otorga un valor económico a derechos sobre futuras criptomonedas. Estos derechos, conocidos como tokens, se canjean por dinero tradicional o por criptomonedas ya consolidadas, como bitcoins o ethers. Nada impide a estafadores sofisticados seguir el ejemplo de quienes han prometido proyectos financiados con tokens que han quedado en nada, dejando a los inversores sin recurso legal ni posibilidad técnica de recuperar el dinero invertido.

LAS ICO: ¿UNA REMINISCENCIA DE LA BURBUJA PUNTOCOM?

El primer proyecto financiado con una ICO fue Mastercoin, un sistema para crear application coins (tokens que permiten comprar funciones dentro de aplicaciones o juegos) sobre la red Bitcoin. Pese a lo novedoso del esquema, Mastercoin logró apenas 5 millones de dólares con la oferta inicial de monedas en 2014. Un año después, Ethereum repetía el proceso y recaudaba 18 millones de dólares sin haber siquiera creado el primer bloque de su cadena. Una vez los actores responsables habían demostrado la valía de un nuevo tipo de financiación descentralizada, llegaron todo tipo de ofertas, muchas de ellas desprovistas de más objetivos que la recolecta de dinero. En 2017, Brave, proyecto para crear un navegador web, ofreció Basic Attention Tokens (BAT) que sirven como sustitutivos de pago a sistemas publicitarios tradicionales; la idea logró captar 35 millones de dólares en un día. Poco después, otros proyectos captaban todavía más dinero por propuestas tecnológicas cada vez menos realistas. Filecoin, la red de almacenamiento distribuido de datos, logró captar 250 millones de dólares entre tokens adquiridos por usuarios interesados y por inversores.

La tesis de Kevin Werbach quizá no gane un concurso de popularidad entre los entusiastas de blockchain (esta hipótesis se podría comprobar usando, obviamente, un sistema de participación programado como aplicación distribuida sobre una cadena de bloques). El profesor de Wharton y experto en ética y derecho digital subraya una paradoja: el nuevo protocolo distribuido para almacenar información y realizar transacciones seguras sin necesidad de intermediarios tendrá muchas más opciones de prosperar, y de hacerlo rápidamente, si reguladores responsables de democracias avanzadas con mercados prósperos y estables —Unión Europea, América del Norte, Japón— protegen los nuevos proyectos contra hipotéticos intentos (a cargo de monopolios tecnológicos de facto, por ejemplo) de poner palos en las ruedas. Será difícil convencer a los negocios dominantes de la Red, que gestionan su ventaja competitiva mediante el control centralizado de repositorios y algoritmos, de que deben abrir paso a servicios distribuidos cuyo objetivo final es acelerar la obsolescencia de su ventaja competitiva y, en última instancia, permitir a los usuarios prescindir de ellos.

Jack Dorsey, consejero delegado de Twitter y el sistema de pago Square, ha confirmado232 públicamente que ambas compañías experimentan con blockchain y pretenden integrar la tecnología233; el optimismo de Dorsey contrasta con los problemas que otra firma de soluciones de pago para la Red, Stripe, halló en la tecnología descentralizada durante varios experimentos descartados por sus fundadores234, los hermanos Patrick y John Collison, en 2018. Facebook trabaja en su propio sistema de pago integrado y estaría experimentando con el diseño de una criptomoneda. El seguimiento de estas firmas a la tecnología combina interés y preocupación por ante la llegada de negocios que transformen los modelos que dominan.

La protección que las iniciativas sobre blockchain necesitan para prosperar no partiría tanto de leyes específicas y marcos restrictivos como de una función de vigilancia de fenómenos especulativos —desestabilizadores para la tecnología o flagrantemente contraproducentes por su opacidad—, sospechas de infiltración de esquemas de crimen organizado a gran escala que atenten contra la seguridad de países y personas, etc. El académico de Wharton y ensayista destaca el papel de la Comisaria europea de Competencia, la política liberal danesa Margrethe Vestager, como un ejemplo esperanzador de un tipo de regulador concienciado en facilitar el buen funcionamiento de un marco regulativo, y no en un intervencionismo que decida lo que debe triunfar y lo que debe fracasar en función de intereses e ideas preconcebidas. La argumentación contextualizada de expertos en los marcos legales que hacen funcionar el mundo, incluso en situaciones de mediocridad sin precedentes en el poder ejecutivo de Estados Unidos, refuerza las tesis sobre una Internet del futuro donde convivan sistemas centralizados y con intermediación tradicional, con alternativas distribuidas a gran escala que popularizarán contratos inteligentes (smart contract, cuyo equivalente en software son las interfaces de programación de aplicaciones, API) y aplicaciones distribuidas (DApp: la aplicación de fachada con la que interactúa el usuario, que en software equivaldría a las aplicaciones web).

BLOCKCHAIN Y LAS CUCARACHAS

Kevin Werbach argumenta que «Bitcoin es una cucaracha. Y lo que quiero decir con ello es un halago». La principal criptomoneda y la arquitectura que simboliza ha demostrado su capacidad de resistencia conceptual, jurídica y técnica: ni errores de programación; ni infinidad de intentos de dejar inoperativa una mayoría de nodos —para así lograr el control sobre el consenso, con más del 50 % de nodos activos tratando de originar un «ataque de doble gasto»—; ni disputas de negocio y conflictos personales; ni siquiera la especulación con el valor de la criptomoneda —con escaladas y colapsos de su valor relativo con respecto a las principales monedas corrientes—; nada ha logrado poner en riesgo el proyecto. Más importante, nadie ha logrado tomar el control de la infraestructura distribuida, ni tampoco obtener los fondos, revelar la identidad de los participantes o hacer inoperativo el propio registro de transacciones.

Más que sustituir a las viejas instituciones, la cadena de bloques dará pie, argumenta Kevin Werbach, a un nuevo tipo de instituciones que manen de la propia credibilidad distribuida de la infraestructura, una gobernanza mutualista que podría revelarse útil en diversos contextos y aplicaciones. En su ensayo235 sobre lo que él considera «la nueva arquitectura de la confianza», el académico describe el que según él es un problema de percepción pública y de punto de vista de la tecnología: «La relación entre la Ley y la cadena de bloques es ampliamente malinterpretada tanto por sus promotores como por sus críticos. Blockchain no es una tecnología de la ilegalidad radical, ni tampoco de la falta de confianza radical. Tampoco representa una alternativa en toda regla que reduzca de manera decisiva la aplicación de la Ley en el mundo. (...) Esta no será una respuesta universal. Y en muchos casos, la tecnología de la cadena de bloques completará o complementará los regímenes jurídicos convencionales, no los reemplazará».

Con la cadena de bloques, habrá que acostumbrarse a la incomodidad de sostener ideas y tesis a simple vista contradictorias; sin embargo, el análisis profundo de los sistemas que se armen y entren en funcionamiento deberá estar familiarizado, cree Kevin Werbach, con lo que el pionero de la criptografía y las criptomonedas Nicholas Szabo ha definido irónicamente como el «pensamiento cuántico»236, en referencia a la legendaria ambivalencia del entrelazamiento cuántico, fenómeno según el cual un conjunto de partículas entrelazadas no tiene estados autónomos definidos, sino que conforma junto al resto de partículas una «probabilidad» que incluye todos los estados posibles: son en realidad un sistema con una función de onda única. La paradoja fue expuesta por el físico austríaco Erwin Schrödinger de la siguiente manera: una caja cerrada y opaca que incluye en su interior un gato, un gas venenoso y un dispositivo que contiene una partícula con el 50 % de posibilidades de desintegrarse y accionar el dispositivo (matando al gato). El comportamiento de longitud de onda de este sistema nos dice que el gato está a la vez vivo y muerto. Szabo, a quien se atribuye el diseño conceptual de los smart contract (por la necesidad de contar con algoritmos que actúen de intermediarios entre la cadena de bloques y aplicaciones personalizadas, DApp), aboga por la apertura de miras, flexibilidad y ausencia de dogmatismo de quienes se interesen por la nueva arquitectura: una actitud mental abierta sería crucial, expone, cuando se experimenta con tecnologías en ciernes. Y la cadena de bloques se compone de criptografía, ciencia computacional, ciencias económicas, ciencias políticas y sociales...

Figura 11.3. Funcionamiento de la arquitectura blockchain con permisos (y, por tanto, con intermediación) promovida por IBM y The Linux Foundation, el protocolo de código abierto Hyperledger.

Hasta el momento, la gran cadena diseñada para ganar confianza sobre cualquier asunto pasa por una fase intermedia de escasa autoconfianza, más allá del agotamiento de la excitación inicial y la controversia en torno a los pelotazos de las ICO más especulativas (diseñadas para atraer inversores y ocultar las promesas tras una cortina de humo); el presente estado de cosas pone a prueba la paciencia de expertos e inversores con buen olfato.

LOS CONTENDIENTES DE ETHEREUM AL TRONO DE «ORDENADOR UNIVERSAL»

Las esperanzas en torno a las aplicaciones con contratos inteligentes sobre la plataforma Ethereum se encuentran con el obstáculo inmediato de la coyuntura. Como apunta el inversor de capital riesgo neoyorquino —y uno de los pioneros en el apoyo a proyectos blockchain— Fred Wilson237, cofundador de Union Square Ventures, cuando aumentan las dificultades de financiación en los mercados, los proyectos marginales pierden opciones: tipos de interés al alza, volatilidad, indecisión en el Gobierno estadounidense y tensiones entre el Reino Unido y la Unión Europea implican menor margen de maniobra y menor tolerancia al riesgo, lo que añade más viento en contra del esperado a algunos de los proyectos que combinan con mayor potencial contratos inteligentes y aplicaciones distribuidas en la plataforma Ethereum. Es el caso de Filecoin, de Protocol Labs, una red de almacenamiento descentralizada que promete «convertir el almacenamiento en la nube en un mercado de algoritmos» para su uso por terceros a cambio de una compensación marginal238. Y, mientras no aparezcan proyectos capaces de llegar al gran público creados sobre la plataforma Ethereum, persiste el riesgo de que el proyecto concebido por Vitalik Buterin se tope con un contendiente de peso en plataformas de contratos inteligentes, que supere a Ethereum en facilidad de adopción y ejecución.

Dos alternativas se perfilan como plataformas de aplicaciones sobre blockchain: EOS y Tron. EOS.IO usa un lenguaje de programación con mayores privilegios sobre el hardware informático, que puede eventualmente acelerar la transmisión a gran escala de volúmenes de datos (Ethereum requiere conocimientos de un lenguaje de programación menos conocido y apenas estudiado a escala de compilación binaria, Solidity). De momento, EOS carece del efecto de red logrado tanto por Ethereum y —gracias al apoyo del gigante chino Baidu— como también por Tron. Por sus limitaciones técnicas y uso en torno a su criptomoneda, Bitcoin no aparece en la contienda de plataformas de blockchain creadas para albergar «cripto-proyectos» mediante contratos inteligentes y, sobre estos, aplicaciones distribuidas.

Cardano se une a EOS y Tron como plataformas sin permisos (abiertas a todo el público y de uso anónimo) que tratan de abrirse paso en calidad de «infraestructura del futuro» para diseñar, publicar y gestionar smart contract. Este ecosistema cuenta asimismo con la competición de dos plataformas con permisos (y, por tanto, más orientadas al uso B2B entre partes no anónimas): Ripple —plataforma con software propietario— y Hyperledger Fabric —alternativa con permisos y de código abierto respaldada por IBM y Digital Asset—. Los postulados del evolucionismo239, tan presentes en Internet, reducirán el número de contendientes reales a medio plazo. Surgirán plataformas ganadoras por su rendimiento y seguridad, pero también por su apertura y flexibilidad, tanto para crear aplicaciones B2C como B2B. Y, debido al interés de entidades financieras, aseguradoras e instituciones por desarrollar smart contract en cadenas de bloques con permisos y participantes con identidad reconocible, la principal plataforma abierta y eminentemente B2C tendrá uno o dos equivalentes B2B en el entorno de cadenas de bloques con permisos.

Tron es —por ahora— la principal plataforma contendiente a la que se enfrenta Ethereum; antes de que su infraestructura y gobernanza orgánica logren la credibilidad necesaria, Tron deberá demostrar que sus principales inversores (las empresas chinas Alibaba, Tencent y Baidu, entre otras), carecen de un acceso privilegiado a la plataforma descentralizada, que implicaría la supervisión del Partido «Comunista» de China sobre una infraestructura diseñada para, precisamente, eludir la vigilancia panóptica de un Estado dictatorial que experimenta con un sistema de vigilancia por puntos que clasificará a sus ciudadanos en función de la «reputación»240.

¿Existe un riesgo de convergencia entre el esquema distribuido y con registro centralizado propuesto por la cadena de bloques y el diseño de nuevas herramientas de espionaje ciudadano, capaces de combinar reconocimiento facial, rastreo de datos, aprendizaje de máquinas y redes descentralizadas para armar un Gran Hermano digno de las peores pesadillas de ciencia ficción241? A medida que nos adentramos en el siglo XXI, queda claro que los pilares de la vieja ontología surgida durante la Ilustración, que creíamos tan sólidos e infranqueables por populismo y tendencias totalitarias, empiezan a ceder en el mismo terreno apuntado por Aldous Huxley y George Orwell en sus clásicos distópicos, Un mundo feliz y 1984, respectivamente. Huxley fantaseó con la idea de una sociedad narcotizada por el acceso sin fondo a entretenimiento gratuito que seguía a la ciudadanía durante toda la jornada; Orwell creyó que el derrumbe de las libertades llegaría cuando la ciudadanía hubiera dejado de distinguir con perspicacia la diferencia entre los hechos y la fabulación oficialista, entre el pensamiento crítico y la obediencia al credo colectivo242. Pero esa es, de momento, otra historia.

Figura 11.4. La plataforma blockchain sin permisos Tron pretende competir con Ethereum como «ordenador universal» para smart contract y DApp; su protocolo divide los procesos en una arquitectura en tres capas para acelerar las operaciones. Tron deberá aclarar su relación con los gigantes de Internet chinos que apoyan la plataforma.

IBM trata de erigirse en principal contendiente de Ethereum y Tron, orientando su supuesta percepción pública (servicios empresariales, tradición, supervivencia tecnológica a través de las décadas, capacidad evolutiva, seriedad) no solo creando Hyperledger Fabric243, su propia plataforma blockchain abierta para smart contract, sino declarándola de código abierto. La versión de código abierto de la plataforma de IBM está asociada a una institución sin ánimo de lucro que cuenta con otros cometidos, The Linux Foundation, si bien el proyecto emula los pasos jurídicos y técnicos de Ethereum. Hyperledger emplea Go y Java como lenguajes de programación y una arquitectura de contenedores para sus contratos inteligentes, que son «empaquetados» y pueden integrarse en Hyperledger «en caliente» (siguiendo la metáfora de los dispositivos de hardware plug-and-play). A diferencia de Ethereum y Tron, Hyperledger Fabric es una plataforma con permisos, en la cual es necesario conocer la identidad de los participantes, estrategia que confirma la orientación B2B de la plataforma, como contraste al objetivo universalista y B2C proclamado por Ethereum.

LA CENTRIFUGADORA DE RELACIONES PÚBLICAS EN TORNO A BLOCKCHAIN

Siguiendo la tradición de poner el carro ante los bueyes practicada por el entorno mediático especializado en blockchain, ya se habla de una «próxima generación» de plataformas de smart contract cuando todavía no existen proyectos que hayan llegado al gran público en la «primera generación». La atomización de proyectos de criptomonedas e incluso de plataformas de smart contract genera confusión y agotamiento tanto entre el público, apenas incapaz de comprender el funcionamiento y las ventajas de la tecnología, como entre los propios inversores y desarrolladores: surge un inesperado cuello de botella, el de la incapacidad de atraer a un número suficiente de trabajadores técnicos, quienes usan las ofertas llegadas desde prometedores —pero arriesgados— proyectos de blockchain para, legítimamente, mejorar sus condiciones en sus empresas actuales, un fenómeno que afecta sobre todo a Silicon Valley.

No hay que descartar las estafas sonadas entre las ICO que prometan superar a Ethereum con mejoras cósmicas de la cadena de bloques. Los vendedores de humo y de jarabe de serpiente se confundirán en el mercado de la cadena de bloques con los candidatos legítimos que se esfuerzan en lograr las mejoras necesarias para crear la primera gran aplicación distribuida sobre Ethereum: ¿serán estos pioneros portadores dignos del fuego que el titán Prometeo había sustraído a los dioses para facilitárselo a los hombres, otorgándoles así la chispa del pensamiento crítico (y, con esta, la posibilidad del progreso tecnológico exponencial)?

Visitando la dirección blockchain.info, podemos constatar el estado en tiempo real de las dos cadenas de bloques de mayor tamaño hasta la fecha: Bitcoin y Ethereum. A inicios de 2019, se producen en Bitcoin una media de 327 338 transacciones por día (por una media de 120000 en octubre de 2015), mientras el número de tera-hashes por segundo (operaciones de confirmación en toda la red activa en un momento dado) ha pasado de apenas 1000 millones de TH/s durante los momentos de mayor concurrencia durante enero de 2016 a 40000 millones de TH/s en enero de 2019, tras mantenerse por encima de 50000 millones de operaciones por segundo durante el otoño de 2018. El volumen de dinero transferido en una jornada corriente se sitúa en 170 millones de dólares, por 75 millones a finales de octubre de 2015. El crecimiento es indudable, pero proclive a una volatilidad propia de las montañas rusas de la especulación a corto plazo; asimismo, los críticos advierten de que ni siquiera la principal criptomoneda experimenta una trayectoria de crecimiento exponencial (olvidando que no es necesario replicarse con la implacabilidad de un virus para garantizar la viabilidad). Por contraste, el comportamiento técnico de Ethereum con respecto a Bitcoin resalta más sus ventajas que sus limitaciones hasta la fecha: su criptomoneda, el ether, mantiene una trayectoria más regular y, de momento, menos proclive a la especulación, pues la cadena de bloques de Ethereum ha sido concebida como plataforma para desarrollar servicios personalizados usando smart contract y DApp, y no exclusivamente como ecosistema de transacciones en criptomoneda. Además, Ethereum es capaz de confirmar más transacciones por jornada a inicios de 2019, con 576 236 operaciones (por las mencionadas 327 338 de Bitcoin), y de hacerlo más rápido: la velocidad de validación de la plataforma (entre unos 12 segundos y un minuto en condiciones normales), evita la frustrante lentitud de la red Bitcoin (10 minutos en condiciones ideales, que se convierten a menudo en períodos de entre media hora y más de una hora).

CUANDO LOS USUARIOS CREAN COOPERATIVAS AUTOGESTIONADAS

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