Blitz

Blitz


Junio

Página 13 de 19

J

U

N

I

O

Desde aquel enero en Múnich tuve alguna breve relación con chicas que siempre se resentían de mi actitud reservada. Mi desapego era absoluto y pronto les mentía para no prolongar algo que no iba a ningún lado. Prefería irme solo al cine o me quedaba en casa pese a que no era raro oír a mi compañera de piso hacer el amor con alguna de sus jóvenes conquistas y un rato después gruñir desencantada.

Había establecido alguna rutina con un par de chicas, nada serio, que ellas tampoco tomaban con trascendencia salvo cuando se sentían heridas por mi falta de compromiso. Una de ellas utilizó esa expresión, falta de compromiso. Se llamaba Noemí y no quise contradecirla. Puede que fuera falta de compromiso, sí, tenía razón. También yo podría haberle echado en cara a ella un exceso de compromiso. Defecto tan incómodo como el mío.

Noemí se había operado los pechos. Según ella fue un empeño de su marido tras los partos de sus dos hijos. Tenía mi edad pero había cumplido un ciclo de vida más completo que el mío, sometida a un marido con el que había roto un año antes. Nos veíamos sólo los fines de semana en que sus niños estaban con el marido y creo que mi relación con ella se asentaba sobre un cierto despecho contra su suerte matrimonial. Sus tetas eran duras y rotundas a toda hora. Un día pensé que prefería con mucho recoger en mis manos los pechos caídos de Helga y devolverlos al lugar original y sentir al hacerlo el tacto verdadero de la carne. El recuerdo de Helga duró un instante y luego lo olvidé. Como estaba condenado al olvido lo poco que hubo entre Noemí y yo.

La segunda chica con quien me relacionaba se llamaba Mònica. Me comportaba con ella con tal frialdad que después de hacer el amor podríamos haber puesto a enfriar las cervezas en mi corazón. Era más joven que yo. Una de esas noches furtivas en que hicimos el amor le pregunté por qué no se buscaba un novio. Mònica, le dije, ¿por qué no te buscas un novio? Ya lo tengo, me respondió, desde hace casi un año. Estamos pensando en mudarnos a vivir juntos. ¿Y esto?, le pregunté. Esto es distinto. Nunca volví a aspirar a más con ella que a perfeccionar mi naciente catalán en las conversaciones breves que manteníamos entre las sábanas húmedas, a falta del cigarrillo de después o, mejor dicho,

el cigarret de després.

Ir a la siguiente página

Report Page