BlackJack

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BlackJack

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Poco después, tenían las bebidas en sus manos. Diana fue la primera en terminarla, le encantaba el sabor de aquel licor de color azul.

Conversaron durante un rato hasta que la música comenzó a sonar con fuerza, indicando que era hora de bailar. Damián agradecía que ni a Dany ni a sus amigos les gustara el reggaetón o la cumbia, ritmos latinos que se bailaban en casi todos lados.

Sonaron temas de estilo pop, rock y electrónico, en distintos idiomas y de todas las épocas. Ni Mosca ni el bajista bailaban. Les resultaba vergonzoso ya que no sabían cómo hacerlo y, por ello, la hibrida fue sola hasta la pista de baile. Allí Dany la invito a bailar con su grupo, en una pequeña ronda. Después de un par de temas, Faru apareció de la nada, entre el humo, tomó su mano y la sacó a bailar en pareja un tema ochentoso. Se estaba divirtiendo mucho.

Mientras tanto, Damián y Mosca seguían en la barra, conversando mientras bebían diversos tragos. El rostro del bajista se había tornado levemente rojo y sentía como todo a su alrededor se movía, pero era bueno disimulándolo.

—Se viene el último tema —anunció por micrófono un chico de piel oscura, con gorra hacia atrás, que cumplía el rol de DJ—, vayan escogiendo a sus parejas porque vamos a cerrar con un lento. Quiero ver a todos en la pista, al que no vaya por su cuenta lo tienen que ir a buscar y sacarlo a bailar.

—Anda a buscar a Damián —le dijo Faru a la rubia le dijo Faru a la rubia—, no va a venir hasta que no se lo pidás. Y creo que solo accedería si fueras vos. Le tiene miedo a las chicas, especialmente cuando no las conoce —bromeó.

Ella no lo dudó ni por un segundo, le parecía divertida la idea. Además, ya habían bailado juntos en el casamiento de la hermana de Dany.

Cuando el bajista la vio acercarse, supo instantáneamente lo que pretendía, y deseó haberlo previsto con tiempo suficiente para encerrarse en el baño.

—Vos venís conmigo —dijo la chica, tomándolo por las m dijo la chica, tomándolo por las muñecas.

—Dale, andá —lo animó Mosca— vas con ella o bailas covas con ella o bailas conmigo —amenazó.

—Está bien, está bien —aceptó resignado— pero solo el últpero solo el último tema. —Miró a su amiga a los ojos y se sonrojó. Ella le sonreía animadamente. Se veía muy bella.

La hibrida lo arrastró a la pista de baile justo cuando la canción lenta comenzaba a sonar. A su alrededor había muchas parejas; algunos eran novios, otros hermanos o amigos. Había hombres como Faru, que sacaban a bailar chicas distintas todo el tiempo intentando conquistar a alguna; también, dado que había más mujeres, muchas muchachas bailaban entre amigas.

Los pies de Damián se movían solos, automáticamente, miemovían solos, automáticamente, mientras sus ojos no dejaban de mirar a la híbrida. Palabras de sus amigos resonaban en su cabeza; comentarios sobre ellos dos juntos.

La chica notó que el bajista actuaba distinto y asumió que era debido al alcohol, y no dijo nada al respecto. Cuando la canción tedijo nada al respecto. Cuando la canción terminó, todos aplaudieron antes de dispersarse por el lugar. Durante el baile, las chicas del bar habían colocado una infinidad de tragos distintos sobre la barra, para que todos pudiesen saciar su sed. Ellos también fueron, pero solo Diana bebió. Lo hizo con rapidez, vaciando casi una decena de vasos distintos con contenido en color azul. Pero estaba bien, no se sentía mareada ni confundida. A diferencia del bajista, tenía gran tolerancia al alcohol. Siempre decía que eso se debía a su ascendencia de Europa occidental.

La fiesta continuó sin demasiadas eventualidades y, casi al amanecer, los dragones se retiraron, ya que no les agradaba el desenlace de aquel festejo donde que muchas parejas, quizás por influencia del alcohol, estaban besándose, en todos lados. Contra los árboles, sobre las sillas, detrás del bar e incluso dentro de la casa. Era una situación desagradable. Se oía a más de una persona vomitando en los baños y algunos gritos apasionados de parejas encerradas en las haberradas en las habitaciones. Un total descontrol.

—¿No van a quedarse a ver los fuegos artificiales a las cinco?—preguntó Dany, confundido, mientras abrazaba a una muchacha pelirroja con el maquillaje corrido.

—No, lo siento. Ya tengo mucho sueño y debo manejaro manejar —se disculpó el bajista antes de retirarse con la hibrida.

—Son unos aburridos anticuados —bromeó el cantantebromeó el cantante— parecen abuelos.

La joven pareja de dragones ignoró el comentario. Se despidieron amablemente y huyeron del lugar.

Damián no le advirtió a su amiga que lo poco que había tadvirtió a su amiga que lo poco que había tomado le estaba afectando bastante.

Confundidos

Damián condujo lentamente por la ciudad. Su visión era borrosa entre cansancio y alcohol. Llevaba puestos sus lentes. Normalmente los usaba solamente cuando tenía los ojos cansados y no podía distinguir lo que había frente a él.

No quería preocupar a Diana así que, haciendo un esfuerzo sobrehumano, la llevó hasta Palermo. A esa hora, las calles estaban llenas de policías haciendo control de alcoholemia y de adolescentes ebrios que manejaban muy por sobre el límite de velocidad, causando accidentes en todas las esquinas. El dragón sentía paranoia. Se asustaba ante cada vehículo que se moviese a mayor velocidad que el suyo. El corazón le latía con fuerza al notar que su visión empeoraba minuto a minuto. Era imposible manejar en ese estado.

Detuvo el auto en Las Heras y Araóz. Ya no podía continuar. Diana lo miró confundida. Ella había notado que su mejor amigo no actuaba como de costumbre, pero nunca sospechó que se encontraba en tal deplorable estado.

—Perdoname —murmuró él— no doy más. Si querés esp no doy más. Si querés esperamos un taxi o algo. Me estoy durmiendo al volante y me siento mareado. —Dejó caer su cabeza sobre el hombro de la híbrida. Cerró los ojos—. No sé qué me pasa. Supongo que tomé mucha cerveza.. No sé qué me pasa. Supongo que tomé mucha cerveza. —Se arrepentía de aquellos dos vasos consumidos. No era una gran cantidad, pero él realmente no toleraba el alcohol.

—No seas boludo —contestó Diana, reposando su cabeza s contestó Diana, reposando su cabeza sobre la de él— yo también tomé mucho —ella no lamentaba los más de doce tragos que había bebido. Se sentía bien, simplemente algo adormecida— no estamos tan lejos de mi casa. Me puedo ir volando pero ¿Y vos? —preguntó— en este momento no tengo la fuerza necesaria para cargarte —se disculpó.

—No puedo volver a casa así. Capaz podemos caminar hasta tu departamento, así descanso un poco, y a la tarde vengo a buscar el auto.

Era una buena idea, salvo porque debían atravesar la plaza a pie. El lugar no contaba con demasiada iluminación y era famoso por lo inseguro que se tornaba en las noches. Los dragones sabían que, estando en buen estado, podrían lidiar con cualquier delincuente, mas no era el caso.

—Dale, vamos. —Diana se quitó el cinturón de seguridad y bajó del vehículo. Se oyó un rayo. Pronto comenzaría una feroz tormenta—. Apurémonos.

Damián colocó la alarma del auto. Se alejaron lentamente. Tenían sueño, y el bajista de Jaque Mate se sentía tan mareado que apenas distinguía lo que había frente a él.

Plaza las Heras era un vasto espacio verde desnivelado, ubicado en medio de la ciudad. Durante el día, se llenaba de grupos fami

liares y de amigos, así como también deportistas. Estaba bastante descuidado con sectores donde faltaba vegetación, caminos rotos y árboles caídos. Por las noches, solo se animaban a visitar el lugar algunas parejas en busca de privacidad, prostitutas, borrachos y ladrones. En los bordes, la iluminación era tenue mientras que el interior se encontraba casi en penumbra.

Recién comenzaban a atravesar Plaza Las Heras cuando las primeras gotas cayeron sobre ellos. Maldijeron en sus mentes e intentaron apurarse. Una mala decisión.

Estaban llegando ya a la avenida Coronel Díaz cuando Diana resbaló al pisar descuidadamente un charco en la tierra. Fue repentino. A su zapato derecho se le partió el taco. La chica temía haberse torcido el tobillo que sentía terriblemente adolorido. Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras sostenía con fuerza la parte inferior de su pierna—me duele mucho—murmuró.

Damián se agachó a su lado

—No sabría decirte si es algo grave o no. —Se disculpó toSe disculpó torpemente. Le costaba concentrarse—. No te preocupés. Por esta vez yo te llevo. —La ayudó a levantarse para luego cargarla en bLa ayudó a levantarse para luego cargarla en brazos—. Pesás más de lo que pensé. —Bromeó.

—Gracias por decirme gorda —contestó ella con sarcasmo. Rodeó los hombros del dragón con sus brazos—. ¿Estás seguro que podés llevarme sin problemas? —preguntó preocupada—— no vaya a ser que ambos caigamos.

—¿Qué otra opción tenemos? —El bajista de Jaque Mate cEl bajista de Jaque Mate comenzó a caminar lentamente, moviéndose hacia los lados por el mareo. No podía avanzar en línea recta.

Las calles estaban vacías y casi todas las luces apagadas. Los festejos habían terminado y ya estaba amaneciendo detrás de las neciendo detrás de las nubes oscuras. Los autos que pasaban salpicaban sin piedad a los dragones que avanzaban con cuidado hacia el departamento de Diana.

En el edificio debieron esperar que el ascensor los transportara hasta el hogar de la híbrida. Allí, Damián sentó a su amiga sobre el sofá, acomodándose a su lado.

—Gracias—dijo ella en un susurró. Él no contestó. Se quedó observándola detenidamente. Estaba empapada. El cabello húmedo comenzaba a ondularse levemente. Tenía el maquillaje un poco corrido y los ojos rojos por las lágrimas derramadas al caer. El vestido se le pegaba al cuerpo, marcando suavemente la silueta de la ropa interior de la rubia. Damián nunca había notado lo linda que era la híbrida. Se lo habían dicho muchas veces, pero él solo veía en la chica a una amiga, una hermana. Esa noche, en cambio, sentía su corazón latir con fuerza al tenerla tan cerca suyo. Muchas cosas habían pasado. Fingieron ser pareja, actuaron un falso beso, bailaron un tema lento e incluso la cargó en brazos hasta allí. Se sentía confundido.

Ella también lo miró a los ojos, dedicándole una sincera sonrisa. Notaba el cambio de actitud que Damián había tenido a lo largo del día. No lo entendía, pero tampoco le molestaba. Se sentía a gusto

cuando él no actuaba tímidamente y se animaba a estar cerca de ella. Aquella noche, Damián la había hecho sentir como una verdadera hermana. La híbrida no estaba confundida en lo absoluto, no aún. La negación se lo impedía; esa vieja promesa de no volver a enamorarse.

Damián se mordió el labio inferior suavemente. Quería e el labio inferior suavemente. Quería encontrar palabras para expresar aquella sensación, pero no las halló. No era capaz de definir sus sentimientos. La quería, siempre lo había hecho. Sintió en su corazón el impulso de romper aquel pacto tácito formulado meses antes. El alcohol desinhibía sus miedos y dudas. No le importaba arriesgar su amistad en aquel momento. Suspiró. Su mente y toda la lógica que guiaba sus actos se rindió ante la atracción. Sorpresivamente y, sin decir una palabra, colocó una de sus manos en la nuca de Diana y la atrajo hacia él. Ella no tuvo tiempo para reaccionar antes de sentir los labios del bajista posarse sobre los suyos. Abrió los ojos, sorprendida y asustada. Tenía miedo. Él insistió levemente. No sabía besar, ninguno de ellos tenía demasiada experiencia.

Luego de unos segundos ella se rindió y dejó caer sus parpados suavemente, mientras algunas lágrimas empezaban a deslizarse por el rostro. Su cuerpo se mantuvo inmóvil, paralizado.

Cuando él se separó, apartó la vista, avergonzado. Diana se puso de pie y se dirigió lo más rápido que pudo a su habitación; forzando el tobillo herido. Cerró la puerta con fuerza y gritó desde dentro, sollozando:

— ¡Buenas noches!

Tomó el portarretratos en el cual había colocado la foto de Luís obtenida en el Tortoní y se durmió abrazándola, llorando en la oscuridad entre el dolor y la confusión que sentía en su corazón.

Muchos significados para una sola palabra, un solo sentimiento. Nada hay más complejo que el amor.

Lo ocurrido la noche anterior desapareció al igual que un mal sueño. Damián no recordaba cómo había llegado hasta la casa de su mejor amiga. Le dolía la cabeza, como cada vez que tomaba alcohol, lo cual no era frecuente. Líneas rojizas surcaban sus ojos causándole ardor. No sabía si era temprano o tarde. Buscó su celular pero no lo encontró. Se sentó, confundido, intentando recordar. Tenía la vaga sensación de haber bailado con Diana en la fiesta. Eso era lo último que recordaba.

Se frotó los ojos con sus manos y sacó el estuche de lentes que llevaba siempre en el bolsillo del pantalón. Las formas se volvieron nítidas a su alrededor. La híbrida estaba de espaldas a él, en la pequeña cocina. Llevaba un sencillo camisón negro corto y el cabello torpemente recogido en un rodete nuevamente bicolor.

—Buenos días —dijo el bajista en voz baja— ¿Qué hora es? —Casi las dos de la tarde—contestó ella en tono cortante. Damián se preocupó, temía haber discutido con ella en algún

punto de la noche que no lograba recordar.

—Gracias —contestó—. ¿Puedo preguntarte algo? —No —fue su respuesta— me duele la cabeza. Acá te dejo el

desayuno. —Puso un plato lleno de pan con manteca sobre la mesaPuso un plato lleno de pan con manteca sobre la mesa—.

Me voy a seguir durmiendo, avisame cuando te vayas. — —Se dirigía a su habitación cuando él la detuvo, haciéndola retroceder envuelta en magia de viento.

—Escuchame. Sentémonos a desayunar juntos y me contás que pasó anoche —bajó la cabeza, avergonzado— no recuerdo demno recuerdo demasiado pero asumo que habré dicho algo que no debía. Explicame que cagada me mandé así puedo disculparme apropiadamente.

No se acuerda… Notó ella.

Diana enfureció. Lo sucedido la noche anterior había sido demasiado importante. ¿Cómo pudo olvidar el beso?

—No quiero —suspiró—. Ni siquiera sé si voy a poder pe. Ni siquiera sé si voy a poder perdonarte. No quiero hablar del tema.

Damián se puso de pie. Caminó hasta colocarse frente a la rubia y tomó sus manos con fuerza, mirándola a los ojos.

—En serio, Di. No tengo idea de lo que hice. Debe haber sido algo muy feo para que estés tan enojada conmigo. Por favor, contame qué pasó.

Con cada palabra, Diana se enfadaba más.

—¡Dejate de joder! —Diana gritó con fuerza, soltando sus manos violentamente— ¡Sos un pelotudo!—Comenzó a llorar, al principio suavemente, luego con fuerza—. ¿En serio no te acordás lo que hiciste? Sos un forro, un tremendo hijo de puta ——le costaba hablar.

—No, no me acuerdo —repitió él, asustado. Se llevó una mrepitió él, asustado. Se llevó una mano a la cabeza—. Diana, por favor. Sé que estas enojadísima pero no puedo hacer nada si no me contás lo que pasó. —Intentaba mantener la calma.

—Ese es el problema. Que no te acordás —respiró hondo para calmarse—. Me da vergüenza hablar del tema. Mirá, te la hago corta. Anoche volvimos en tu auto pero te sentías mal, así que estacionaste del otro lado de Plaza las Heras y caminamos debajo de la lluvia. — Hizo una pausa. Notaba que el bajista realmente intentaba recordar.

—Tengo algunas imágenes borrosas en la cabeza. Pero nada concreto.

—Cuando llegamos al departamento…—Le costaba contLe costaba continuar. Hablaba ahora en un susurro—. Me besaste —concluyó dejando fluir el llanto.

Damián tragó saliva. No podía creer lo que acababa de oír. Se sonrojó hasta que su rostro tomó el color de un tomate. Era verdad que la noche anterior él había visto a Diana con otros ojos; no como una amiga.

—No tengo forma de disculparme por algo así —admitió.

Le dio la espalda a su amiga y caminó hacia la puerta.

—Creo que no lo había olvidado. Pensé que se trataba de un sueño. —Y uno muy bello. Suspiró. Su amistad estaba en juegoSuspiró. Su amistad estaba en juego—. No sé explicarte el motivo, pero ayer me sentí distinto todo el día.vo, pero ayer me sentí distinto todo el día. —Se mordió el labio con fuerza, casi hasta hacerlo sangrar—. Estabas he. Estabas hermosa. A eso sumale los abrazos, el falso noviazgo e incluso el baile. No pude dejar de pensar en vos —la miró de reojo— pero jamás te hubiera besado si no fuese por la cerveza. No quiero arruinar nuestra amistad. Fue solo la confusión del momento y espero puedas perdonarme. —Deseaba desaparecer, esconderse, cambiar de identidad y nunca más volver a aparecer por Buenos Aires.

Podría abrir un portal y teleportarme a Malasia o algo así. Pensó.

Ella no paraba de llorar. El bajista quería abrazarla, como solía hacerlo, pero temía que eso pudiese empeorar la situación.

Diana alzó sus brazos gesticulando que necesitaba un minuto.

—No te vayas. —Se cubrió el rostro con las manos y se ecubrió el rostro con las manos y se encerró en el baño en un intento por calmarse. Damián se sentó en el sillón, agarrándose la cabeza con fuerza.

Varios minutos más tarde, la híbrida regresó. No solo se había lavado la cara sino que también intentó cubrir los signos del llanto con algo de maquillaje. Le sonrió dulcemente. Caminó con lentitud hacia su mejor amigo, sentándose también en el sillón.

—Lamento haber reaccionado así —se disculpó.

La muchacha no tenía ciclotimia, sino una fuerte voluntad por arreglar el asunto, por asegurarse que su amistad seguía intacta y todo volvería pronto a la normalidad. El beso despertó en ella sentimientos dormidos, reanimó a las mariposas de su estómago que descansaban entre telarañas desde la muerte de Luis. Y le molestaba. Quería maaba. Quería mantenerse firme a esa antigua promesa que le había hecho a su corazón, el juramento de no enamorarse. Sin embargo, el beso rompió la barre

ra de su negación, abrió los ojos de la híbrida, que venía esforzándose por hacer caso omiso a los comentarios de sus amigos, que trataba de marcar una clara posición de amistad con el bajista.

Todo eso se había ido al carajo. A partir de este momento, le sería enormemente difícil mantener la cordura estando cerca de él, le resultaría complicado apaciguar a las mariposas y redibujar la amilas mariposas y redibujar la amistad.

Más allá del miedo, de la inseguridad y la promesa del pasado. A pesar del llanto y la bronca. Le había gustado lo ocurrido. Lo disfrutó y soñó con ello luego de varias horas de llanto. Al rendirse y caer en el reino de Morfeo, soñó con Damián, con besos largos y abrazos cariñosos bajo la luna.

No podía permitírselo. Esa era la causa de todo su enojo. Estaba enfadada consigo misma, no con él. Se puso la invisible máscara de la calma y suspiró. Ramsés los miraba con curiosidad desde la cocina. Era un testigo mudo que no apartaba la vista de aquella escena.

—No te preocupes. Fue mi culpa —dijo la híbrida, dejando caer su cabeza sobre el hombro del dragón para demostrarle que todo estaba bien. Cerró los ojos y comenzó a hablar lentamente y con suhablar lentamente y con suavidad.

—Damián, te quiero muchísimo. Lo sabés ¿No? Damián, te quiero muchísimo. Lo sabés ¿No? —Sonrió—. Sos mi mejor amigo y no voy a perderte, nunca. Dijiste que siempre serias mi guardaespaldas y confío en esas palabras.

—Lo sé.

—No entiendo que es lo que sentís vos pero, por mi parte, ya

te he dicho que no me puedo volver a enamorar. Solo pienso en Luis y siempre va a ser así —mintió y tomó la mano del chico——, no quiero volver a sufrir de esa forma. El amor no es lo mío.

—También lo sé. Sabrás que tampoco es lo mío. — —Se mantuvo en silencio, sonriendo dulcemente durante algunos segundos—. No te preocupes, fue por el alcohol. Sos mi mejor amiga y eso no va a cambiar. Solo espero que no te sientas incomoda cerca de mío.

Mentiras y más mentiras. El bajista tenía sus sentimientos en claro pero prefería contenerlos y quedarse en el privilegiado lugar de un mejor amigo antes que perderla para siempre.

—Eso nunca. —Diana se arrodilló en el sillón y abrazó al muchacho con fuerza—. Siempre vas a ser mi aburrido preferido.

Damián también la rodeó con sus brazos. Ambos rieron. Ramsés maulló en señal de aprobación y se acercó al sillón. Saltó y se recostó sobre las piernas del chico. Los tres se quedaron inmóviles por varios minutos. Los corazones de aquellos dragones latían con fuerza, soportando la mentira.

—¡Casi me olvido! —exclamó la chica repentinamenteexclamó la chica repentinamente—. Me encontré con alguien de la Organización que me estaba vigilando. Dijo que quiere hablar con vos mañana acá en mi casa. ——Se puso de pié y caminó hasta el balcón, esperando ver a Dahirou vendiendo lentes en la puerta del edificio. No estaba allí.

Damián posó una mano sobre el hombro de la híbrida. —¿Está todo bien?

—Sí, sí. Bueno, en realidad no pero ya te va a explicar él. —Me estás confundiendo. —Observó la ciudadObservó la ciudad desde el

balcón, intentando adivinar qué era lo que su amiga esperaba encontrar allí.

—Aparentemente tengo un don para confundirte Aparentemente tengo un don para confundirte —bromeó con cierta crueldad—. Como sea. Mañana al mediodía te espero. No llegués tarde.

—A sus órdenes. Solo espero que este tipo no sea como el e tipo no sea como el español ese. —Damián bostezó—. Creo que mejor vuelvo a casa así descanso un poco más. Nos vemos mañana.

—No es alguien así.

 

—Perfecto. Nos vemos mañana—se despidió y abandonó el lugar.

Muy lejos de Buenos Aires un dragón agonizaba y clamaba en silencio a un Dios desconocido.

Nada

El frío era insoportable. Una persona común no habría sido capaz de sobrevivir en tales condiciones. Llevaba ya varios meses vagando en aquella interminable planicie de hielo.

¿Dónde estaba? No lo sabía. Podría tratarse de Alaska, Rusia, Islandia, Groenlandia o incluso cerca de algún polo. No había visto humanos hasta el momento y los animales que merodeaban la zona eran escasos. La mínima esperanza de hallar vegetación había desaparecido ya varias semanas atrás.

Su único alimento constaba de animales muertos que hallaba en el suelo y, de vez en cuando, peces que capturaba, congelando sus manos en pequeños agujeros del hielo. No tenía un refugio, dormía a la intemperie. ¿Dormía? Cerraba sus ojos y se desmayaba de cansaos y se desmayaba de cansancio y hambre, no dormía realmente. Pero, al menos, sus ojos se cerraban de vez en cuando.

Llevaba el cabello ya casi por la cintura, enrulado y enmarañado por la falta de higiene. La barba le había crecido. Su tez se había tornado pálida y estaba cubierto de nieve. Con su altura, parecía un Yeti. Aún vestía la ropa veraniega que llevaba cuando lo arrojaron al frío. Sus pantalones tenían ya varios agujeros y las zapatillas se estaban quedando sin suela. El frío era insoportable.

Caminaba sin rumbo. No sabía siquiera si avanzaba en línea recta o en círculos. Era imposible saberlo. El paisaje era completamente igual en todas partes, plano. Sin elevaciones ni desniveles. Hielo, nieve y más hielo.

La monotonía del paisaje, sumada a la inmensa soledad, lo e la inmensa soledad, lo estaban volviendo loco. Hablaba y gritaba solo, para asegurarse que no había olvidado como hacerlo, que seguía recordando su lengua. Todas sus esperanzas, sueños y ambiciones se habían convertido en fantasmas. El odio desbordante que sentía al comienzo también se desvansentía al comienzo también se desvaneció paulatinamente. No le quedaba nada, salvo un corazón que aún latía y un par de pies que se movían, casi por inercia.

Guillermo se encontraba al borde de la muerte cuando, finalmente, llego a la orilla de lo que parecía ser el mar. No sabía que mar, tampoco le importaba. Un pequeño rayo de esperanza brilló en su semblante. Sonrió por primera vez en mucho tiempo.

Marionetas

A Rashîd no le importaban demasiado las advertencias de Kisho. Él trabajaría a su manera de todas formas. Seguía siempre una misma estrategia y nadie, ni siquiera su jefe, podría evitarlo.

El enviado de Kisho se especializaba en crear ilusiones prácticamente perfectas que engañaban tanto a humanos como a dragones. Era famoso por la crueldad con la que atrapaba a sus objetivos y los manipulaba para cometer suicidio. Le temían. Nadie quería convertirse en su enemigo y lo consideraban por encima de la ley de la OSP, luego de haber escapado en tres ocasiones de prisión.

Como primera medida, utilizó un hechizo de creación propia, desconocido para el resto; sincronizó su vista con la de Shaitan, su halcón, para poder así ver en simultáneo lo que el ave observaba.

El árabe, que había estado sentado en el suelo del departamento por días, permitió que su mascota actuara como guía. Uno por uno, el ave visitó a los híbridos. Un par de ellos eran hermanos, de piel oscura y apariencia humilde. Tres eran mujeres, todas de bastante altura. El último era hijo de un líder del narcotráfico. Sus hogares no estaban alejados por más de un par de kilómetros, lo que le permitiría completar la misión velozmente.

Memorizó sus rostros, cada uno de los rasgos de sus víctimas. Analizó cuidadosamente las habitaciones donde dormían, con quienes vivían y detalles varios que consideraba importantes. Parecía tratarse de un trabajo fácil.

Ya era 26 de diciembre por la noche cuando Rashid finalmente rompió el lazo visual y se puso de pie para dar inicio a la segunda fase de su estrategia. Su boca se torció hacia un lado, dibujando una tosca sonrisa triunfal. Llevaba tiempo sin divertirse, sin sentir la adrenalina recorrerle el cuerpo mientras guiaba a cada una de las víctimas a un horrible destino. El dragón bebió un sorbo de agua y se marchó rumbo al hogar de su primera presa, que vivía a tan solo unas cuadras de allí. Era una joven llamada Wenda. No le tomó demasiado tiempo hallar la construcción que acababa de ver a través de Shaitan. El edificio era extremadamente angosto, pero poseía tres niveles. Parecía tratarse de un hogar promedio de clase media. Las paredes eran de ladrillo con detalles en madera y se parecía mucho a las casas aledañas. La única diferencia era el color: celeste. El atacante se paró bajo la ventana de la joven y llevó una mano a su barba, decidiendo la escena que crearía a continuación.

Una vez se hubo decidido, cerró los ojos para poder ingresar en la mente de su víctima y crear allí la falsa ilusión. En esta ocasión escogió un hecho casual, sin peculiaridades.

Entonces, la híbrida se levantó, preocupada y observó la hora en su celular que marcaba casi el mediodía. Se le hacía tarde para ir a trabajar. Segundos después, la luz de la habitación estaba encendida, se oían puertas abriéndose y cerrándose. Wenda tenía prisa e incluso, si miraba por la ventana, la imagen plantada en su mente le mostraría un brillante sol.

Pasados varios minutos, las luces se apagaron y fueron reemplazadas por el sonido de pisadas corriendo escaleras abajo. Salió a la calle. Una víctima fácil.

Wenda medía aproximadamente 1,75m. Su cabello teñido de rubio era extremadamente corto y las escasas curvas en su silueta podrían confundirla fácilmente con un hombre. Se había colocado un pantalón azul petróleo combinado con una larga musculosa blanca. Nada fuera de lo común. De hecho, a simple vista parecía totalmente humana.

—Buenos días —saludó el dragón a quien ella veía como la mujer que vivía en la casa de al lado— ¿Se te hizo tarde? Si querés puedo llevarte en mi auto. Lo estacioné acá cerca.

Agradecida, la brasilera aceptó aquella oferta y siguió a Ra ta y siguió a Rashid hasta su departamento, donde se vio finalizada la ilusión. Ya era demasiado tarde para la joven. No podría escapar de las garras de su captor. Asustada y confundida, Wenda corrió hacia la puerta e intentó abrirla, pero el mago la habría cerrado después de su ingreso. Estaba atrapada allí. No comprendía la situación, aunque claramente se trataba de un ataque por parte de otro dragón.

El árabe se había mantenido de pie en un rincón, con la espalda apoyada contra la pared. Tranquilo. Al menos, hasta que la joven abrió su boca para gritar. Si lo permitía, corría el riesgo de ser descubierto y verse en la obligación de matar a cualquier involucrado.

En realidad, no le molestaba demasiado que la escena terminase en una gran masacre, le divertía esa idea, aunque Kisho no le perdonaría el accionar.

Tenía dos opciones para evitar el derrame masivo de sangre. Podría dormirla y esperar que no reaccionara nuevamente de esa forma al despertar, o quizás debería simplemente matarla.

Sin dudarlo, escogió la última opción. Estiró un brazo hacia ella para tomar control sobre su mente. Rashîd odiaba ensuciarse las manos por lo que guió a la muchacha hacia la cocina del pequeño departamento. Allí, la forzó a tomar un cuchillo y atravesar su propia garganta. Fue una lenta muerte para Wenda quién padeció por varios minutos, ahogándose en su propia sangre hasta desplomarse, inerte.

Al enviado de Kisho no le importaba si ella era culpable o no, ya que consideraba que todos los híbridos deberían desaparecer, le repugnaba ver a un dragón que mezclara el cielo con la tierra. No existía un solo criminal. Todos y cada uno de los descendientes impuros merecía morir y él acababa de aportar un grano de arena a la causa. Se sentía levemente decepcionado al no obtener información alginformación alguna sobre los asesinatos, pero en el fondo, había disfrutado de aquella morbosa escena. Quería repetirlo con todos los sospechosos, no solo en Brasil sino en el continente entero.

Dejó el cadáver allí tirado y clausuró la cocina con un hechizo de barrera para evitar la propagación del nauseabundo olor a descomposición. Sin pensarlo dos veces, el árabe se propuso completar su misión aquella misma noche. Abandonó el departamento, escabulléndose entre las pequeñas callejuelas en dirección sur, al hogar de su siguiente víctima.

En todos los casos, repitió el procedimiento que había utilizado con Wenda, salvo por el hecho de que no los llevó a su hogar, eso era una pérdida de tiempo. Los despertó y dominó sin problemas, obligándolos a cometer suicidio.

Los hermanos se mataron entre ellos con dos armas pertenecientes a su padre, un policía. Una de las mujeres saltó desde la terraza del edificio donde vivía con su novio. La chica de menor edad ingresó a la bañera con su computadora portátil enchufada. Finalmente, el último joven se ahorcó, colgándose de una viga que recorría su habitación.

Rashid había concluido con su misión en tiempo record. Enviaría a Shaitan el informe al día siguiente. Posiblemente le esperaran algunos años de prisión por lo que había hecho, pero no le importaba; el mundo era mejor, ya que tenía ahora varios híbridos menos.

Además, las condenas no lo afectaban. Podía huir cuando quisiera.

Orientales

Era un día extremadamente caluroso en Sucre. No había en el cielo ni una sola nube que pudiese brindar sombra a los transeúntes. Solo los más valientes se animaban a salir en aquellas horas del mlos más valientes se animaban a salir en aquellas horas del mediodía.

Lan-Fen no quería esperar más. Deseaba regresar a lo que ella llamaba “mundo civilizado” lo más pronto posible. Salió de la gran casa que Kisho había conseguido para ella en los límites de la ciudad, donde ya no quedaban edificios y el paisaje urbano comenzaba a mezclarse con el rural.

La construcción tenía ya casi medio siglo. El exterior parecía abandonado, con altos pastos y enredaderas que trepaban casi hasta el segundo piso. Sin embargo, el interior había sido remodelado recientemente, añadiéndose servicios de calefacción e internet que el sitio no poseía originalmente.

La enviada de Kisho observó el cielo, esperando que mágicamente se nublara, pero no ocurrió. Subió a la camioneta que su jefe había dejado en la casa para ella. Encendió el GPS y el aire acondicionado. Comenzó la búsqueda.

La información que poseía no era exacta, pero le ayudó a encontrar a la híbrida casi sin problemas. Se creía que la mujer vivía sola en la ladera de una montaña. Lan-Fen tuvo que manejar por vFen tuvo que manejar por varias horas a través de angostos caminos de tierra que, muchas veces no llevaban a ningún lado. El relieve de la zona era disparejo, con pendientes y cumbres, subida y bajadas. Caminos serpenteantes.

Casi al anochecer, vio luces provenientes de una pequeña casa ubicada varios metros por encima de donde ella se encontraba. Aprovechando que se trataba de una zona aislada, desplegó sus alas y se dirigió velozmente a la construcción iluminada; dejando atrás su vehelozmente a la construcción iluminada; dejando atrás su vehículo, estacionado entre los árboles.

La asiática no se caracterizaba por su delicadeza. Arrancó la puerta con fuerza y clavó la mirada en la anciana que se encontraba arrodillada junto a un kotatsu rojo, tomando té.

La pequeña cabaña de una sola habitación poseía escaso mobiliario, todo en estilo oriental. En un rincón se hallaba un viejo y gastado tatami negro, bajo la única ventana sin cortinas. La cocina ocupaba otro rincón y estaba constituida por un anafe y una canilla de pared bajo la cual descansaba un balde a punto de rebalsar en agua sucia. Sobre el kotatsu, una lámpara colgaba del techo con sus cables claramente a la vista.

—Han pasado siglos desde la última vez que vi a otro dragón. —Murmuró la anciana en japonés—. Bienvenida ¿Querrías un poco de té? —Ofreció amablemente.

La mujer, también de aspecto oriental, llevaba su largo cabello blanco recogido en un modesto rodete y vestía con una sencilla bata de seda roja.

—Soy la princesa Lan-Fen Han de China Imperial Fen Han de China Imperial —se presentó la recién llegada, agachando levemente la cabeza. La enviada de Kisho tenía conocimientos básicos de japonés—. Con permiso. Con permiso —se sentó frente a la híbrida y esbozó una leve sonrisa—, perdón por haber destruido la puerta.

En silencio, la anciana le ofreció un poco de té que su invitada aceptó.

—Me han enviado de la Organización Para la Supervivencia. El líder ha sido asesinado por un dragón híbrido y se supone que debo interrogarla, pero veo claramente que usted no pudo haber perpetrado dicho crimen. —Hablaba con excesiva formalidad.

La anciana de frágil apariencia cerró los ojos por varios segundos, ensimismándose en recuerdos.

—Lo lamento, pero no me he alejado de esta cabaña desde que mi esposo murió en 1847. A veces bajo al bosque en busca de frutas y hierbas. En invierno me acerco para pedir leña a una granja que se encuentra al sur de aquí. En contadas ocasiones voy a la ciudad en búsqueda de gas para cocinar —sonrió amablemente—— ya casi no puedo volar y me agoto fácilmente si intento usar magia.

Han bebió el último sorbo de té, haciendo ruido.

—Comprendo. Disculpe las molestias ocasionadas.Comprendo. Disculpe las molestias ocasionadas. —Se puso de pie, lista para marcharse—. Entonces no tiene de qué preocuparse, enviaré mañana un reporte que la eximirá de cualquier sospecha. Ha sido un placer conocerla. —Acomodó la puerta como pudo.

—Adiós querida, ven a visitarme cuando lo desees. Por cierto, me llamo Rikka. —Su voz era un murmullo.

—No creo que regrese. —Lan-Fen se encontraba ya en medio del umbral—, le deseo lo mejor. —Se fue, dejando un pequeño monSe fue, dejando un pequeño monedero con dinero para que Rikka pudiese reparar la puerta.

Peligro

Bantu fue el primero en llegar. El hombre de piel oscura y gran estatura se había colocado ropa occidental; jeans y una camiseta amarillo pastel. Estaba preocupado. Era el único que comprendía la gravedad de lo ocurrido y las posibles consecuencias. No podía permitir que ningún inocente saliese herido. Caminaba en círculos altir que ningún inocente saliese herido. Caminaba en círculos alrededor de la mesa en el departamento de Diana, en silencio, repasando mentalmente las palabras. Quería ser lo más claro posible en su explicación, pero aún no dominaba el español.

El portero sonó, anunciando la llegada de Damián quien, segundos después, se encontraba ya en aquella habitación. Estrechó amablemente la mano que le ofrecía el moreno. En esta ocasión, el bajista llevaba sus lentes rectangulares puestos. Lucía bermudas verde musgo y una camisa negra.

Los tres se sentaron alrededor de la mesa. El ambiente era tenso. —Soy Dahirou Bantu. Llamame Dah.—se presentóse presentó—, me envían de la organización.

—Diana me comentó algo al respecto. —Damián tenía poca paciencia.

—Perfecto. Dos líderes fueron asesinados. El culpable parece ser un híbrido. Creen que vino a Sudamérica —explicó. Sus oraciones

eran cortas y concisas, fáciles de entender aunque con pronunciación extraña.

—Ambas razas culpan a la otra y una guerra está Ambas razas culpan a la otra y una guerra está por empezar. No van a parar hasta que no se encuentre al culpable. Podría ser el fin de todo. —Bebió un sorbo de agua. Diana había preparado la mesa con tres vasos y algunas tostadas con manteca. —Hace varios años existía un grupo anarquista que quiso destruir la organización, pero fallaron. Los mataron a todos, salvo a uno que escapó. Diana y todos los híbridos de Sudamérica están en peligro. Si no encontramos al culpable, los van a matar. Es injusto, pero no puedo hacer nada.

—¡Diana no tiene nada que ver con esto! —Damián se e Damián se enfadó, golpeando la mesa con fuerza—. Ella es totalmente inocente. Seguro fue ese hijo de puta de Guillermo.

—Calmate —pidió la hibrida—. Todos sabemos que fue él. Lo que necesitamos es que nos cuentes lo que sabés y nos expliques a dónde carajo lo mandaste. —Ella también estaba perdiendo la calma.

—Ese forro apareció de la nada. Intentó poner a Diana en mi contra y, como no funcionó, quiso secuestrarla. Me dijo que su padre había sido expulsado de la organización y el buscaba venganza y el reconocimiento de los híbridos como la raza más fuerte, o algo así. — Dudaba, no recordaba la historia con precisión—. La cuestión es que mencionó algo de una ideología y que sus amigos habían muerto y que una guerra se avecinaba. Pero no me acuerdo los detallesrdo los detalles — suspiró—. Cuando intentó secuestrar a Diana, hice un hechizo de espacio y lo transporté a algún lugar con nieve, pero no sé exactamente a dónde. Esa mañana había visto una revista con los paisajes más desolados del mundo y abrí varios portales. Él cayó por uno lleno de nieve, es todo lo que sé. No me acuerdo que revista era.

Bantu asintió, pensativo.

—Entiendo. Voy a reportar eso. Sin pruebas no puedo hacer mucho. Confío en ustedes, pero si el culpable no aparece, tengo ordenes de llevarlos a China para un interrogatorio formal. —Se mordió el labio inferior—. Si nadie admite ser culpable, todos los híbridos del continente serán asesinados y comenzará la guerra.

Damián tomó con fuerza la mano de su mejor amiga, no podía permitir que eso sucediera.

—¿Cuánto tiempo tenemos?

—Poco. Unas semanas.

El bajista miró a Diana. Ambos tenían una misma idea.

—Lo vamos a encontrar, aunque tardemos más tiempo que el debido. —Estaban decididos.

—Haremos una lista de posibles lugares y recorreremos uno por uno. No le digas a tu jefe que nos marchamos o lo que estamos haciendo. Vamos a resolver el asunto. Confiá en nosotros. —Diana dedicó una sonrisa a Dah—. Los próximos tres días organizaremos el viaje. Volveremos, a más tardar, en un mes. —Se puso de pieSe puso de pie—. Me gustaría que nos ayudes con esto, Dah.

—Claro —asintió el morocho, con un movimiento de la cabasintió el morocho, con un movimiento de la cabeza—. Haré lo que pueda. Pero hay poco tiempo. —Se sentía aliviado. Temía por la seguridad de aquellos jóvenes, pero agradecía enormemente su ayuda.

—Yo voy a escribir el informe. Vuelvo mañana, misma hora. —También se puso de pie—. Trabajen duro. Nos vemos.. Trabajen duro. Nos vemos. —Saludó a ambos con un apretón de manos y se fue.

Damián y Diana se quedaron en silencio un rato. La hibrida limpió los vasos y ordenó la cocina mientras su amigo acariciaba al gato.

—Che —el bajista fue el primero en romper el silencioel bajista fue el primero en romper el silencio—, sé que quizá no sea una buena idea, pero acompañame a mi casa. Vamos a ver si encuentro la revista, compramos comida, agarro la compu y volvemos. Me voy a quedar en tu casa esta noche así podemos planear nuestra búsqueda.

—De hecho, me parece una buena idea. —Fue la respuesta de la chica.

—No voy a dejar que nadie te lastime. Es una promesa de tu guardaespaldas.

—Lo sé. Gracias. —Diana se sentó junto a su mejor amigo y lo abrazó. —No podría hacer algo así sola. Sos un amigo de diez, el mejor que podría pedir.

Se alistaron y abandonaron el departamento. Tenían mucho trabajo que hacer.

La revista

Encontrar la revista había sido más sencillo de lo que esperaban. Diana temía que la hubiesen tirado a la basura, pero Damián sabía que posiblemente estuviese guardada. Sus padres odiaban deshacerse de las cosas que ya no utilizaban. Almacenaban basura en el altillo. Muebles viejos, sillas con tres patas, ropa que nadie usaba, fotos viejas, electrodomésticos rotos y viejos diarios y revistas.

Con una linterna y la luz del celular, los dragones revisaron una docena de cajas llenas de papeles. Cada tanto, algún pequeño insecto hacia saltar a Damián. Los odiaba, se sentía asqueado cada vez que algo se movía a su alrededor. Se había puesto guantes de látex descartables, como los que utilizan los médicos y, aun así, soltaba algún que otro pequeño grito agudo cuando diminutas patas caminaban sobre sus dedos.

Diana no podía evitar reírse de él. Era patético y sonaba como una niña pequeña frente a una rata. Se burló del bajista por horas. Al principio, Damián se enfadaba, pero luego, reía con ella. Ambos comenzaban a sentirse cómodos, a pesar de estar a solas. La tensión que había reinado entre ellos desde el accidentado beso estaba desaparre ellos desde el accidentado beso estaba desapareciendo casi por completo.

—¡Acá está! —Damián alzó la revista en una de sus manos, como si sostuviera un trofeo.

—Y tiene una araña tamaño aceituna caminando por la tapa. —Agregó Diana.

El bajista arrojó la revista contra la cara de su amiga. Él grito. Ella también gritó, alejándose. La araña, mareada por la caída, salió caminando por debajo de los papeles y se marchó, posiblemente en busca de una nueva guarida. Los dragones la siguieron con la vista, y luego se miraron entre ellos. Por un par de segundos reinó el silencio, hasta que, como si lo hubiesen cronometrado, ambos comenzaron a reír por lo sucedido. Podían volar, crear portales, manejar los elemePodían volar, crear portales, manejar los elementos, pero le temían a las arañas; como si estas fuesen aterradoras ben aterradoras bestias de tamaño descomunal, capaces de asesinar a un dragón con solo caminarle por encima de la mano.

—Sos un pelotudo —Comentó Diana, entre carcajadasComentó Diana, entre carcajadas—. No era para tanto.

—Casi me das un infarto. —Se llevó la mano al estómago, que comenzaba a dolerle por tanto reír—. Pero valió la pena. Enco. Pero valió la pena. Encontramos la revista y, al fin, pude verte temblando de miedo. Tu cara fue genial. —Al bajista le costaba hablar, tenía la respiración agitada.

Diana se recostó sobre el piso de madera, intentando calmarse.

—¡Callate! —murmuró.—sentía sus ojos llenos de lágrimas por tanto reír. Una vez su respiración se hubo normalizado, se incorporó y tomó la revista. —Agarrá tus cosas y volvamos a casa, tenAgarrá tus cosas y volvamos a casa, tenemos que solucionar todo este quilombo.

Damián asintió y se puso de pie.

—Dame diez minutos para agarrar ropa limpia, mi pijama, ropa para mañana, la compu, el cargador del celular, mi cepillo de dientes, mi cuaderno y un par de boludeces más.

—Pará un segundo. —Diana lo observaba, confundidaDiana lo observaba, confundida—. ¿Te vas de vacaciones a algún lado? ¿Para qué carajo querés tantas cosas? Vamos a mi casa nomás.

—Por eso mismo, necesito algunas cosas básicas…Por eso mismo, necesito algunas cosas básicas…—Intentó explicarse.

—Sos peor que Aldana, y eso es difícil. Ella parece que se muda cada vez que viene a casa —bromeó—. No olvides tu p. No olvides tu planchita de pelo, maquillaje, un par de aritos, el antifaz para dormir y tu peluche preferido —agregó.

—No jodas. Andá a la cocina y esperame.

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