BlackJack

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—Nop. Me quedo en tu pieza escuchando música y revisando tus cosas. —Diana comenzó a bajar por la empinada esDiana comenzó a bajar por la empinada escalera que comunicaba el altillo con el resto de la casa—. De paso, si vas a llevar tantas cosas inútiles, agarrá también tu instrumento. Me gusta escucharte practicar. —Ella lo dijo con sinceridad, pero Damián se sentía aún confundido. El bajista se sonrojó levemente debatiendo si se trjó levemente debatiendo si se trataba de alguna especie de indirecta o, simplemente, un comentario al pasar.

Un par de horas más tarde, emprendieron el regreso al departamento de Diana, con tres mochilas llenas de estupideces innecesarias. Antes de llegar, se detuvieron en un supermercado para comprar “provisiones”. Esa sería una larga noche de trabajo y planeamiento. Decidieron llevar consigo algunos paquetes de galletitas, facturas, pan, chips salados, un trozo de queso, un salamín, gaseosas y todo lo necesario para preparar pastel de papa. En la caja, Diana agregó algesario para preparar pastel de papa. En la caja, Diana agregó algunas golosinas. Tenían comida como para brindar una pequeña fiesta.

En el departamento, se sentaron uno junto al otro con la revista en medio y un mapamundi recién impreso. Sabían que debían concentrarse en paisajes fríos.

Analizaron la nota sobre sitios desolados, reduciendo sus opciones hasta que sólo quedaron tres: el área de la Antártida cercana a Vostok (el punto más frío del planeta); una zona deshabitada al noreuna zona deshabitada al noreste de Rusia, y el extremo norte de Alaska. La pregunta que debían plantearse era ¿Por dónde empezar?

Si Guillermo había sido enviado a la Antártida, las posibilidades de encontrarlo con vida eran casi nulas. Se focalizarían en las otras opciones.

Diana se colocó sus lentes de grueso borde rojo y comenzó a diseñar un plan de viaje, mientras Damián cocinaba. Cenaron a las apuradas, atragantándose. Según Diana, el bajista cocinaba mejor que un chef, pero eso se debía simplemente a su total desconocimiento culinario.

—¿Dónde aprendiste a cocinar tan bien?—Preguntó ella lu Preguntó ella luego de terminar de comer.

—No es nada del otro mundo. Es una comida fácil de prepNo es nada del otro mundo. Es una comida fácil de preparar. Rica y que te llena la panza. Pasa que vos sos un desastre y no podes ni hacerte una hamburguesa sin incendiar la casa.

Diana no pudo responder ante aquella acusación. Pocos días antes había quemado la cortina mientras intentaba freír una milanesa.

Dejaron los platos sucios en un costado y siguieron trabajando. Hicieron varias llamadas a agencias de turismo, buscaron información en internet y trazaron una ruta de viaje que debería tomarles entre dos y tres semanas. Ambos sabían que las posibilidades de encontrar a Guillermo eran mínimas, pero no tenían otra opción.

Alrededor de las cinco de la madrugada, Diana se quedó dormida con la cabeza entre sus brazos, sobre la mesa. Damián pensó en despertarla pero no tuvo el valor. Con cuidado, la llevó a su habitación, le quitó las zapatillas y apagó la luz. Luego, fue al baño para lavarse los dientes y ponerse su pijama azul. Se recostó en el sillón, durmiéndose casi instantáneamente.

Peluquería

Era hora de dar por finalizadas sus vacaciones en Medellín, tenía una misión que cumplir. Ya se había tomado suficiente días libres para recorrer la ciudad y sus principales comercios. No había comprado demasiado, la moda latinoamericana no se ajustaba a su estilo personal.

Svetlana terminó de almorzar en un pequeño restaurant de comida china, pagó la cuenta dejando una buena propina y se marchó en dirección norte.

Caminó un par de cuadras y luego tomó un taxi, las veredas de Medellín estaban bastante deterioradas y dificultaban su andar. Al ingresar, entregó al conductor una dirección que había anotado la noche anterior. Su destino.

La rusa se miró los zapatos rojos. Estaban sucios. Se los quitó para poder limpiarlos con un pañuelo descartable. No quedarían perfectos, pero no tenía suficiente tiempo como para regresar al hotel y cambiarse.

Fue un viaje corto, de no más de diez minutos de duración. Pagó al chofer y descendió del vehículo. Sonrió al observar el edificio que tenía frente a ella. “Peluquería Basile Pelletier”, el centro de estética más importante del país.

Ingresó a la moderna edificación. Por dentro, el decorado era minimalista y, al mismo tiempo, excéntrico. El piso consistía en una alfombra negra, las paredes eran blancas y el cielorraso naranja. En algunos sectores del muro había colgados cuadros en negro, planos, con formas geométricas. La pared lateral del lado izquierdo estaba ocupada totalmente por un espejo que iba desde el suelo hasta el cidesde el suelo hasta el cielorraso; junto a dicho muro, los clientes eran atendidos por un ejército de hombres y mujeres de uniformes negros y naranjas que arreglaban el cabello mientras hacían manicura y pedicura. De fondo sonaba música electrónica.

Una chica joven, de buena figura pero baja estatura, se acercó a Svetlana.

—Buenos días señorita ¿Puedo ayudarla? —preguntó ampreguntó amablemente.

—Llamé ayer —dijo en español— el dueño es amigo mío. Me espera. Soy Svetlana Záitseva.

—Por favor, tome asiento, que enseguida llamo al señor Pda llamo al señor Pelletier. —La empleada se retiró por una pequeña escalera de caracol situada al fondo del recinto. Minutos después, la rubia fue invitada a subir a la oficina del jefe.

Basile era un dragón de tierra francés que aparentaba tener alrededor de cuarenta años humanos. Llevaba el cabello blanco con mechones azules casi por la cintura. Era un ser delgado y desgarbado. Vestía totalmente de negro, con ropa algo ajustada. Visto desde atrás, parecía una mujer.

—¡Sveta! —La recibió con un abrazo—. Hace siglos que no te veía, literalmente. Estás tan hermosa como siempre, muñeca. Toda una joya de mujer. —Besó la mano de la rubia—. No podrías imag. No podrías imaginar que contento estoy desde que me llamaste. No puedo creer que mi hermosa muñequita de porcelana haya venido a Colombia.venido a Colombia. —El hombre no dejaba de hablar—. ¿Qué te gustaría hacerte hoy? Te ves tan bien con ese vestido que me haces acordar a Marilyn Monroe. ¿No te gustaría que te peine como ella? Te verías tan hermosa y combinaría a la perfección con ese estilo marinero tuyo.

Svetlana había permanecido callada. Estaba acostumbrada al peluquero. Llevaban siendo amigos desde que ella era pequeña.

—Lo que digas, Basile, confío plenamente en tu decisión.Lo que digas, Basile, confío plenamente en tu decisión. — Le dedicó una sonrisa—. Pero estoy algo apurada, así quPero estoy algo apurada, así que no hagas nada complicado.

—No te preocupes, preciosa. —La invitó a sentarse en la silla que tenía para atender a clientes especiales, en su oficina—. ¿Vas a una cita? ¿Quién es el afortunado? No, mejor no me digas. La privacidad de una mujer es importante, aunque la curiosidad me está mimportante, aunque la curiosidad me está matando. ¿Lo conozco al menos?

—Solo voy a cumplir una misión. Tengo que entrevistar a tres personas. Nos vamos a encontrar en una cafetería a las cuatro. —Sus respuestas eran siempre cortas. —Oye Basile, me gustaríOye Basile, me gustaría tomar un café.

—Claro, reina, ahora le pido a Camila o a Rocío.Claro, reina, ahora le pido a Camila o a Rocío. —El excéntrico dragón presionó el botón que encendía un altavoz—. Chiquis, tráiganme un café a la oficina, porfa. —Apagó el dispositivoApagó el dispositivo—. En unos minutos te lo traen.— Comenzó a trabajar en el cabello de su amiga—. ¿Ha pasado algo? Es raro que te envíen en una misión a este continente. —Basile era un hombre curioso. Chismoso.

—A veces se me olvida que vives en una nube. Mataron a los últimos dos líderes de la Organización. Si no atrapamos al culpable pronto, va a comenzar una guerra entre aire y tierra. A mí me toca interrogar a un par de híbridos que viven en este país subdesarrollado.

—Ya veo, ya veo. —El dragón trabajaba velozmenteEl dragón trabajaba velozmente— cambiando de tema ¿Ya conseguiste novio?

Una chica se asomó, dejando la taza de café sobre el escritsomó, dejando la taza de café sobre el escritorio.

—Muchas gracias, amor. —Saludó Basile.

—No. —Respondió Svetlana. —¿Te falta mucho?

—Dame un segundo más y… ¡Listo! —Sonrió, satisfecho con su trabajo—. Parecés una modelo de las revistas de los años cuarenta, me encanta.

—Gracias. —La rusa se puso de pie—. Tengo que irme, te llamo en otro momento. —Se despidió amablemente—. Mañana d. Mañana deposito el pago por el peinado.

—Olvídate, mucha suerte. —El dragón la escoltó haEl dragón la escoltó hasta la puerta—. Nos vemos.

Svetlana subió a otro taxi, en dirección al punto de encuentro. Aunque le costaba demostrarlo, sentía un gran aprecio por el francés. Habían vivido juntos en la década del treinta, en París, y a la callada rusa le encantaba oír a su charlatán amigo y sus chismes. Añoraba regresar a aquellos días aunque fuese imposible. El estúpido peluqu. El estúpido peluquero se enamoró de un turista y lo persiguió hasta Medellín; dónde se estableció hasta que su enamorado humano murió. Al parecer, su nAl parecer, su negocio prosperó lo suficiente como para que el dragón decidiese quprosperó lo suficiente como para que el dragón decidiese quedarse allí.

Basile era el primer hombre que no se enamoraba de ella. Al principio, aquello la había desconcertado e incluso obsesionado. Pero, al comprender el motivo, el lazo que los unía se tornó más fuerte.

Discutieron en una sola ocasión: cuando el peluquero se marchó de París. Svetlana se sintió traicionada y reemplazada. Era incapaz de comprender los sentimientos de su amigo. Se escandalizó al enterarse de las preferencias sexuales del dragón, pero con el tie, pero con el tiempo llegó a acostumbrarse.

La enviada de Kisho suspiró, deseando que su peluquero preferido regresara pronto a Europa.

Interrogatorio

Svetlana ingresó a la cafetería unos minutos antes del horario acordado. Se sentó, como había avisado, en la mesa más cercana a la entrada, junto a una ventana. Colocó un cigarrillo en la boquilla negra que llevaba en su cartera y comenzó a fumar. Muchos transeúntes se volteaban a verla, preguntándose si estaban filmando una película o algo por el estilo.

Los tres híbridos llegaron tarde.

La pareja aparentaba tener entre treinta y cuarenta años humanos. Por su apariencia, eran de clase media adinerada. Vestían con ropa de marca y tenían tanto el cabello como la piel en excelente estado. La anciana, en cambio, parecía una granjera. Llevaba puesta ropa vieja y gastada, el cabello totalmente recogido y la piel arrugada sin maquillaje.

Svetlana explicó la situación en pocos minutos y realizó las preguntas pertinentes: dónde habían estado en las fechas que se cometieron los crímenes y si tenían forma alguna de probarlo.

Los tres parecían ser inocentes. Llevaban vidas tranquilas y casi no utilizaban sus habilidades. No habían salido del país (oficialmente) en más de tres años, y pudieron defender a la perfección su

ubicación en la fecha de los homicidios, si bien no tenían ninguna prueba física o testigo confiable que pudiese comprobarlo.

Svetlana pagó la cuenta por todos ellos, que de todas formas no habían consumido demasiado, y se marchó para realizar el correspondiente informe. Su misión terminaba ahí, hasta nuevo aviso. Podría seguir de vacaciones un tiempo más.

Gracias

Damián estaba en medio de un concierto cuando las luces se apagaron. Todo se volvió blanco y negro. Nada se movía a su alrededor, como si el tiempo se hubiese detenido.

—¡Bravo! Sos un músico de primera. —Un hombre vestido a la antigua se acercó a él. El bajista creía reconocer su rostro de algún lado, pero no lo recordaba.

—Gracias. —Contestó Damián.

—Perdoname, no sabés quien soy. —Desapareció de la multDesapareció de la multitud para materializarse frente a al bajista. Extendió un brazo para estrechar la mano del confundido joven—. Mi nombre es Luís Carlini, solía ser mesero en el Café Tortoni.

Damián se paralizó. Tenía miedo. El sueño le recordaba a aquel encuentro que había tenido con su abuelo el año anterior.uel encuentro que había tenido con su abuelo el año anterior. —Sé quién sos, el ex novio de Diana —murmuró. Su voz temblabamurmuró. Su voz temblaba—. Andate, por favor perdoname. Lo del beso… yo estaba ebrio, no significó nada, dejame en paz.

Luís no podía parar de reír.

—Sos más cobarde de lo que pensé. No estoy enojado, al cocobarde de lo que pensé. No estoy enojado, al contrario. Quería agradecerte. Desde que apareciste en la vida de Diana

yo me pude acercar un poco más a ella. Ahora voy a poder despedirme como corresponde.

Damián estaba confundido.

—No entiendo.

—Yo tampoco —afirmó Luís— creo que tenés algún poder que facilita mi aparición. No sé mucho sobre dragones. ——El fantasma hizo una leve reverencia con su cabeza—. Muchísimas gracias D. Muchísimas gracias Damián Ima. Gracias por cuidar de Diana, por acercarla a mí, por darme esta oportunidad de despedirme y por quererla tanto— hizo una pahizo una pausa—. Sé lo que sentís por ella —dijo con seriedad.

El bajista tragó saliva.

—Perdón— murmuró.

—No te disculpes. Me alegra saber que Diana ha encontrado a un dragón con sentimientos sinceros y puros. Por eso, el primer favor que quisiera pedirte es que sigas cuidando de ella. Te necesita. Ella inhibe sus sentimientos, los esconde. Pero la conozco bien, sé lo especial que sos para mi princesa. No te rindas ni te arrepientas de lo que pasó entre ustedes. Demostrale que no vas a abandonarla, ese es su mayor miedo, perderte. Sé que podés hacerla feliz. —Le palmeó un hombro, en señal de amistad.

Damián entendía cada vez menos. El ex novio muerto de Diana lo visitaba en sueños para decirle que comience una relación con la híbrida, no tenía sentido.

—Tengo un último regalo para ella. Necesito que lo vayas a buscar mañana. —Le extendió un pedazo de papel—. En esa dire. En esa dirección vive la última persona que queda de mi familia, una mujer llamada Nora. Decile que necesitas la foto del tío abuelo con la mucha foto del tío abuelo con la muchacha desconocida, que era tu bisabuela o algo así.

—¿Una foto?

—Sí, la única foto que nos sacamos juntos con Diana. Fue un regalo que ella me hizo para mi cumpleaños. Quiero que ella la guarde. Es una cajita forrada en terciopelo rojo, un daguerrotipo pequeño.

El bajista no tenía ni idea del significado de aquella palabra, pero asintió en silencio.

—Gracias. Ahora tengo que irme antes de que Diana despieGracias. Ahora tengo que irme antes de que Diana despierte, quiero despedirme de ella.— Se sacó el sombrero—. Muchísimas gracias, Damián. Cuidá de mi princesa, hacela sonreír.

El color regresó al sueño. El recital continuaba, pero el bajista no podía acertar ninguna nota. Se despertó. Sentía tristeza y felicidad al mismo tiempo. Tenía que contarle a Diana lo ocurrido.

.

Buenas noches. Cerrá tus ojos, niña, que yo velaré tus sueños. Dormí y soñá. Mi recuerdo será tu refugio.

Un visitante nocturno

Estaba rodeada por oscuridad en un sitio cuyos límites no podía divisar. Se encontraba sola, tenía frío. Se sentó en el piso, abrazando sus rodillas.

Una luz se encendió frente a ella. Era un viejo farol porteño cuyo foco encandilaba. Le costó varios segundos poder distinguir una figura humana de pie bajo el haz de luz. Se trataba de un hombre, junto a una pequeña tarima.

—Me alegra verte. —Dijo el misterioso personaje.

No, ya no era misterioso. La híbrida reconocía esa voz; la recordaba perfectamente como si la hubiese oído el día anterior. Se mordió el labio inferior y parpadeó con fuerza, esperando que la figura desapareciera.

Seguía allí.

—¿Te sentís bien? —El hombre se acercó a Diana. Le exteEl hombre se acercó a Diana. Le extendió una mano para ayudarla a levantarse—. Me gustaría que habl. Me gustaría que hablemos.

La hibrida no pudo soportarlo más. Se abalanzó sobre el hombre, abrazándolo con fuerza. Permitió que pequeñas lágrimas recorrieran sus mejillas y sonrió, clavando su mirada en los bellos ojos del fantasma.

—No quiero despertar —murmuró, entendiendo velozmente que todo aquello sucedía en un sueño—. Me quiero quedar acá, con vos. —Le robó un suave beso al muchacho—. Luís.— Lo llamó en un susurro. Se sentía extraño, llevaba demasiado tiempo sin llamarlo con esa familiaridad. Creyó que al nombrarlo le pertenecía, era suyo.

—Ya temía que no te acordaras de mí. —El joven sonrióEl joven sonrió—. Tenemos que hablar.

Repentinamente la oscuridad se desvaneció. Estaban en Pcuridad se desvaneció. Estaban en Palermo, en otra época familiar para ambos.

Innumerables parejas paseaban, tomados de los brazos. Sonreían y charlaban animadamente. Se divertían. Las mujeres llevaban largos vestidos, algunos caros, otros sencillos. Los hombres vestían con trajes, la mayoría usaba sombrero y portaba algún bastón.

—Yo sé que esto es un sueño y todo eso pero, creo que necYo sé que esto es un sueño y todo eso pero, creo que necesitaría ropa más adecuada para la ocasión. —Diana bromeó. Nunca había soñado con Luís de forma tan vívida.

—Lo que desee, princesa. —En un segundo un delicado veEn un segundo un delicado vestido azul, estilo imperio, apareció sobre Diana y en su mano se dibujó una bella sombrilla. —Te ves espléndida, como siempre. Recuerdo que tenías un par de vestidos parecidos a ese —sonriósonrió— vamos, hablemos un rato. —Luís la tomó del brazo y comenzaron a caminar. —No sé cómo explicarte las cosas o por dónde empezar. Sabés que no soy un buen conversador.— Poco a poco se alejaban de la multitudPoco a poco se alejaban de la multitud—. Esto es un sueño y, a la vez, no lo es. Estoy acá. No sé como funciona, pero desde que ese músico está cerca tuyo, me ha sido cada vez más fácil aproximarme a vos y hoy, finalmente, puedo acercarme en tus sueños. Creo que tiene que ver con su magia.

Diana estaba confundida.

—¿Damián? Pero el no usa magia espiritual, que yo se¿Damián? Pero el no usa magia espiritual, que yo sepa.

—Es más poderoso de lo que pensás. Creo que tiene mucha fuerza dormida y por eso puedo aparecer en tus sueños cuando están en la misma casa. —Frenaron. Luís tomó las manos de la híbridaFrenaron. Luís tomó las manos de la híbrida— hay muchas cosas que quiero decirte. Muchísimas. —Se acercó a ellSe acercó a ella, robándole un dulce beso— Diana, mi Diana, te amo y no estoy enojDiana, mi Diana, te amo y no estoy enojado con vos. Entiendo lo que sucedió y te perdono. Quiero que dejes de vivir con culpa.

Un torrente de lágrimas comenzó a correr por las mejillas de la híbrida. Estaba muda, no podía hablar.

—El único culpable soy yo. Me deprimí, hice estupideces sin medir las consecuencias. No te culpo por nada. Quiero que entiendas eso —acarició el cabello de la chica con una mano— Diana, todo está bien. Esperé mucho tiempo hasta que pude decírtelo, perdón. —Besó la frente de la chica— ¿Me perdonarías por no haberte esperado?

Diana asintió con un movimiento de su cabeza—— Luís —su voz era un tenue susurro—, quedate acá, conmigo —rogó.rogó. —Te extraño.

De repente se encontraban dentro de una glorieta blanca en medio de lo que parecía ser Barrancas de Belgrano. No había nadie

más allí. Se sentaron en el banco de mármol que había frente a ellos. Diana apoyó su cabeza sobre el hombro de Luís, quien la abrazaba con fuerza.

—No sé cuánto tiempo nos queda hasta que te despiertes. espiertes. — El joven suspiró— y lo que voy a decirte es importante. No te va a gustar en este momento, pero confío en que prontamente lo entenderás.

Diana se incorporó. Lo miró a los ojos, preocupada. —Yo ya me fui y no puedo regresar. Me fui hace más deYo ya me fui y no puedo regresar. Me fui hace más de cien años—. Bajó la mirada—. Diana, tenés que superarlo. Sos una chica hermosa, de gran corazón y con gran futuro.

La hibrida abrió la boca, pero Luís no le permitió interrumpirlo.

—Diana, te queda mucho tiempo en este mundo y tenés a tu lado a una persona que daría su vida por vos, alguien que realmente te merece —sonrió—, si no creyera que se trata de la persona indicada, no te lo estaría diciendo. Quiero que entierres el pasado, sin olvidarte de lo que pasó. Quiero que, de ahora en más, mirés siempre hacia delante. Diana, quiero verte plenamente feliz. Deseo descansar en paz, sabiendo que te dejo en buenas manos.

—¿Estás hablando de Damián? Es mi mejor amigo.¿Estás hablando de Damián? Es mi mejor amigo. —Se defendió ella como si acabaran de insultarla.

Luís puso una mano sobre el corazón de la chica.

—En el fondo de este gran y hermoso corazón que tenés, sabés perfectamente que tengo razón. Siempre tengo razón — bromeó—. Ese chico te ama y vos a él también, aunque quieras nega. Ese chico te ama y vos a él también, aunque quieras negarlo. Diana, no seas testaruda por favor. Quiero que seas feliz, sin olvidarme, pero sin sentirte atada a un recuerdo.

—No —dijo ella— no quiero dejarte. Te amo. ——Comenzó a llorar con más intensidad.

—Y yo te amo a vos, lo sabés. Pero lo nuestro ya pasó. Fue hermoso, aunque haya durado poco. Los meses que pasaron desde que te conocí hasta mi partida fueron los mejores de mi vida. Pero todo eso ya pasó, estás en una nueva etapa de tu vida y tenés la posibilidad de ser feliz con alguien como vos, alguien que no va a desaparecer en un par de años. El paisaje se tornó borroso.

—Diana, te estás despertando. Escuchame. Te amo pero no sé si pueda volver a visitarte. Agradecele a Damián por prestarme su poder. Siempre voy a estar cuidándote. Te amo. —Luís comenzó a desvanecerse.

—No te vayas así. Prometeme que vas a volver algún día, que vamos a vernos en el futuro. —Hablaba con desesperación.

—Voy a hacer todo lo posible. —Luís tomó el rostro de Diana entre sus manos y la besó con pasión, hasta desaparecer completamente.

La híbrida abrió los ojos y lloró por casi una hora antes de levantarse.

El plan

Cuando Diana salió de su habitación se encontró con un paisaje inesperado. Damián estaba sentado en el piso, tocando el bajo y tarareando algo en un susurro mientras que Dahirou preparaba el desayuno. Ambos estaban demasiado concentrados como para percatarse de su presencia. Su gato, Ramsés, perseguía una mosca por todos lados.

La híbrida estiró su brazo y acercó una bolsa del supermercado, vacía, hacia ella. Una vez la tuvo en sus manos, la infló y reventó con fuerza para asustar a sus amigos.

—Buenos días —los saludó con falsa alegría cuando ellos voltearon, sorprendidos.

—La bella durmiente ha despertado por el beso de su príncipe azul. —Bromeó Damián. El bajista asumía que el fantasma había aparecido también ante su mejor amiga. Desde que había visto a Dide que había visto a Diana desplegar sus alas por primera vez, podía creer en absolutamente cualquier cosa que le contaran.

—Desayuno listo. —Los interrumpió el enviado de Kisho, sirviendo distintos platos con comida tradicional de su tierra.

—¿Qué es todo esto? —Preguntó Damián, lleno de curiosPreguntó Damián, lleno de curiosidad. Tenía miedo de probar algo y encontrarse con su mayor enemigo,

el dulce de leche, una aberración de la naturaleza que muchos amuna aberración de la naturaleza que muchos amaban.

Dahirou comenzó a explicar. Aún no dominaba perfectamente el español, por lo que sus descripciones eran simples —Kimbasha, es pan endulzado. Kelewele, banana frita. Mandazi, es pan frito.

Diana tomó un poco de cada opción, todos le resultaban interesantes. Damián, en cambio, omitió la banana.

—Empecemos— dijo el bajista, entregándole varios papeles a Dahirou— creemos que el culpable podría estar en tres lugares, de los cuales únicamente visitaremos dos —hizo una pausa—. Cruzaremos a Chile volando y tomaremos un avión desde Santiago hasta Alaska, con escala en Canadá. Preguntaremos en el área rural cercano a donde creemos haberlo enviado. En dos semanas, si no lo encontramos, volaremos a Rusia para buscar allí. Vamos a tardar poco más de un mes. Ya tenemos los pasaportes falsos y todo lo que necesitamos para salir en dos días. Diana es impresionantemente veloz para conseguir dDiana es impresionantemente veloz para conseguir documentación falsa.

—No pueden. —Dahirou parecía preocupado. Había coDahirou parecía preocupado. Había comprendido el trayecto pero temía por la seguridad de los chicos—. No hay tiempo. Si se enteran que no están en Buenos Aires intentarán matarlos. Serán fugitivos.

—Eso no va a ser un problema porque vos nos vas a estar cEso no va a ser un problema porque vos nos vas a estar cubriendo, diciendo que nos vigilás constantemente y que tenés algunas

dudas sobre nuestra inocencia —Diana insistió— es la única manera de encontrar al verdadero asesino.

En el fondo, la híbrida esperaba a que Guillermo se arrepinti el fondo, la híbrida esperaba a que Guillermo se arrepintiera y no fuese condenado a muerte. Lo quería casi como a un hermano, a pesar de lo ocurrido. Lo consideraba un hombre resentido pero de buen corazón.

El enviado de Kisho asintió, con miedo. No sabía si sería capaz de mantener la mentira por tanto tiempo. —De acuerdo. Iré a mandar informe pidiendo tiempo —se puso de pie. —Confío en ustConfío en ustedes. Llamen a este número para decirme novedades. Buen provecho —dejó un papel sobre la mesa y se marchó.

—Yo también me voy —anunció Damián—. Tengo que pr . Tengo que prepararme para el viaje. Vuelvo mañana a la tarde. —Dejó sus cosas en el departamento y se marchó apurado. Tenía varios planes en mente. Necesitaba recuperar la fotografía de Diana, avisar a sus padres que se iría de vacaciones con su novia a la costa y encontrar una excusa para explicar el repentino viaje a sus amigos.

Buenas amigas

Tamara despertó de mal humor cuando oyó su celular. Iba a ignorarlo pero, por si acaso se tratase de algo importante, observó la pantalla con los ojos entrecerrados. Suspiró, era Diana.

—Hola —susurró en tono somnoliento.

—Perdoná que te despierte, es importante. ¿Podrías llamar a Aldana y nos juntamos en una hora en “El gato negro”? ——pidió amablemente.

“El gato negro” era un pequeño café cercano a la universidad, considerado como uno de los bares notables de Buenos Aires. Se trataba de un antiguo establecimiento, famoso por sus variedades de té. Por las tardes, se llenaba de ancianos de clase media y alta que se juntaban a charlar sobre chismes y enfermedades. A Diana le encantaba aquel café porque, en cierta forma, le recordaba al Tortoni y a aquella antigua Buenos Aires de la que se había enamorado.

—Seguro —Tamara se sentó en el borde de la cama y buscó, a tientas, sus lentes—. ¿Está todo bien? —Le preocupaba el tono de su amiga.

—Sí, no te preocupes, te quería contar algo nomás. Nos v, te quería contar algo nomás. Nos vemos. —Diana dejó el celular sobre la cama y se alistó para salir. Eran casi las cuatro de la tarde cuando las tres amigas se ecuando las tres amigas se encontraron alrededor de una mesita al fondo del café. Tamara no se había arreglado demasiado. Llevaba una camisa negra encima del pijama y se había puesto una boina para no tener que peinarse. Alde había puesto una boina para no tener que peinarse. Aldana, en cambio, había tenido tiempo suficiente para arreglarse. Llevaba zapatos con estampado de cebra y un vestido rojo que combinaba con el gran moño que adornaba su cabello. Diana era el punto medio entre ambas. Llevaba una sencilla pollera de jean oscuro con sandalias bajas y una musculosa negra de los Beatles.

La hibrida comenzó a hablar luego de pedir al mesero algo para merendar. Sus amigas estaban asustadas, temían que hubiese pasado algo y conjeturaban teorías realmente variadas.

—Hora de hablar.

—¿Estás embarazada? —Preguntó Aldana. Esa era siempre su primera opción cuando una mujer decía “Te tengo que contar algo.”

La cara de Diana se tornó totalmente roja.

— ¡NO! —Dijo casi en un grito. —No seas boluda.

—Mmm… entonces… ¿Se murió tu gato? ¿Te vas a mudar? ¿Reprobaste un examen? ¿Te vas a casar? —Aldana hizo una pausa para tomar aire—, no, pará, ya sé, el chico este de la banda de música te pidió ser su novia y necesitas que te aconsejemos.

—Callate. —Ordenó Tamara, al borde de perder la pacieOrdenó Tamara, al borde de perder la paciencia—dejá que ella nos cuente. —La curiosidad la estaba matando aunque se esforzara por ocultarlo.

—Me voy de viaje con Damián, en secreto —suspiró mientras sus amigas hablaban velozmente, superponiendo sus palabras y prs palabras y preguntas sobre una posible relación y escape secreto al estilo de Romeo y Julieta. —¿Pueden parar? —Les pidió amablemente—. No es nada como eso. Les voy a contar, pero no se asusten.

Le tomó casi dos horas el explicar la situación. Claramente, sus amigas aún no le creían pero asentían con la cabeza para escuchar la historia completa.

—Entonces, suponiendo que todo lo que les dije fuera cierto ¿Seguirían siendo mis amigas? —Se mordió el labio inferior con tSe mordió el labio inferior con temor.

Aldana fue la primera en hablar.

—Suponiendo que eso fuera cierto —hizo una pausahizo una pausa— seguiría siendo tu amiga, siempre y cuando me lleves a volar por la ciudad de vez en cuando —bromeó. Seguía sin creer en las palabras de Diana.

—Claro, y tendrías que hacer algún que otro show de magia para el cumpleaños de mi sobrino —agregó Tamara, sonriendoagregó Tamara, sonriendo—. Ahora, hablemos enserio ¿A dónde te vas de viaje?

La híbrida suspiró.

—No entiendo por qué nadie me cree hasta que salgo volando. —Hizo una seña a la camarera y pidió la cuenta——. Les voy a mostrar algo.

Luego de pagar, salieron del establecimiento. Diana les dijo que entraran en la universidad. Desconcertadas, sus amigas la siguieron. Subieron hasta el último piso bajo la mirada curiosa de los guardias. En esta época del año solo se veían alumnos que iban a sacar fotocopias para los exámenes de febrero y los interesados en inscribirse para el año siguiente.

Una vez en la terraza, Diana se puso de pie en medio de sus amigas.

 

—Agárrense de mí; tengan cuidado y no se sueltenAgárrense de mí; tengan cuidado y no se suelten —les advirtió.

Antes que ninguna pudiese contestar, la rubia desplegó sus alas y se elevó por los aires mientras las nubes comenzaban a amontonarse a su alrededor. Aldana y Tamara se sujetaron con fuerza. No parecían estar asustadas sino, más bien, fascinadas. Gritaban alegremente como si estuvieran disfrutando de alguna atracción en el Parque de la Costa.

Sobrevolaron un trayecto corto; desde la universidad hasta Palermo, donde aterrizaron sobre el hogar de la híbrida.

—¡Otra vez! —insistió Aldana. La morocha aplaudía como si fuese una niña pequeña.

—Capaz más tarde te lleve a tu casa —prometió la híbrida sonriendo—. Entremos a casa, acá hace mucho calor. ——Sus amigas no discutieron.

Pasaron toda la tarde en el departamento, ayudando a Diana a redecorar el lugar, cambiando los colores de todo lo que allí había, una y otra vez. Era increíble que dos humanas se sintieran tan cómodas ante una demostración de magia real. Lo disfrutaban y le decían que era algo maravilloso que no debería esconder.

Hablaron nuevamente sobre el viaje y la búsqueda de Gu búsqueda de Guillermo. Diana no hizo mención alguna sobre la guerra y omitió deliberadamente que podrían matarla si no hallaban al español.

— Solo tenemos que atraparlo para llevarlo a un juicio. Solo tenemos que atraparlo para llevarlo a un juicio. — Mintió.

Sus amigas parecían haber comprendido la situación, pero esituación, pero estaban preocupadas por la seguridad de la híbrida. Le desearon suerte en reiteradas ocasiones y prometieron hacer lo posible por ayudarla, aunque fuese prestándole dinero o buscando información en las noticias. También anotaron el teléfono de Dahirou por si acaso y promde Dahirou por si acaso y prometieron turnarse para ir a alimentar a Ramsés diariamente y asegurarse de que el departamento estuviese en orden.

Como había prometido, Diana las llevó a ambas de regreso a sus hogares poco antes de la hora de la cena. Al regresar, solo debería empacar sus cosas y comprar algo para comer en el viaje.

Aire

—Ha llegado el señor Tophz, dice que usted lo está esperando —anunció la joven secretaria por teléfono.

—Hágalo pasar, por favor —contestó el ejecutivo, bajando los pies de su escritorio. Era una mala costumbre suya el quitarse los zapatos y trabajar con la computadora portátil sobre el regazo mientras descansaba sus pies cómodamente sobre la mesa. Antes deAntes de que el invitado llegara, se sacó el chicle de la boca y lo pegó en la parte infpegó en la parte inferior del escritorio. Otro de sus malos hábitos.

La puerta se abrió y un muchacho joven, de escasa estatura, ingresó en el despacho.

—Buenos días, Señor Griffman —saludó amablemente, quitándose el gorro militar que llevaba puesto. El recién llegado aprecién llegado aparentaba tener alrededor de veinticinco años, era de tez oscura y mirada penetrante. El único rasgo sobresaliente en su rostro era una cicatriz que nacía de la comisura de sus labios y se extendía hacia la mejilla derecha simulando, en ocasiones, una amplia sonrisa irónicasiones, una amplia sonrisa irónica—. Disculpe la demora, estaba en una reunión con el resto de los delegados para decidir el orden de acción.

Douglas Griffman sonrió.

—Me gustaría que me pongas al tanto de la situación. DeMe gustaría que me pongas al tanto de la situación. Después de todo, yo les proporcioné la lista con los datos que necesitaban y los medios para llevar a cabo los ataques mientras yo preparo los suministros que utilizaremos para el bombardeo—. El australiano era un hombre egocéntrico que no conocía la palabra “humildad”. Sus allegados creían que había una necesidad psicológica del dragón que lo hacía decir “yo” en casi todas sus frases.

Julián Tophz asintió con un movimiento de su cabeza y se acercó al líder de los dragones de aire. Se sentó frente al escritorio, colocando varios papeles sobre la mesa.

—Ya hemos terminado con la eliminación de quienes estaban relacionados con la organización. Ahora comenzaremos a rastrear a los ancianos que, en general, pasan desapercibidos ante la comunidad. Nuestra prioridad en este momento es acabar con los magos de Eurmagos de Europa Oriental y Asia mientras seguimos reclutando hijos del cielo en los demás continentes —hizo una pausa—, esta es la lista de bajas en, esta es la lista de bajas enemigas —señaló un listado de nombres.

—Entiendo. Me gustaría saber si ha habido caídos en nuestro bando —preguntó el jefe.

Tophz tragó saliva, nervioso.

—Casi el doble. No ha sido por ataques enemigos. Muchos de ellos murieron al no saber manejar las armas humanas correctamente.

La ira de Griffman era incontenible. Se puso de pie y sacó un revólver de su cinturón.

—Yo les voy a enseñar a esos inútiles anticuados como se usa una de estas. —Apuntó a la cabeza de Julián que, para ese entonces, temblaba de miedo.

—Lo siento señor, soy solo un mensajero —se disculpó en una humillante suplica—, los delegados y el señor Dimitri se reunirán de nuevo en dos días. Usted debería hablar con ellos directamente — sugirió. Su voz temblaba.

Griffman bajó el arma y encendió un cigarrillo.

—Es una buena idea. Yo voy a contratar a los mejores generEs una buena idea. Yo voy a contratar a los mejores generales humanos para que entrenen a esos inútiles —suspiró en signo de resignación—. ¿Algo más que deba contarme?

—No, señor.

—Entonces, yo quiero que se comunique con sus superiores. Dígales que en tres días yo quiero a todos los dragones de aire reunidos en la sala de conferencias de este edificio. —El australiano estaba preocupado. Le resultaba difícil manejar su empresa y ser líder una raza. Era imposible estar en ambos lugares al mismo tiempo y no confiaba plenamente en su mano derecha, Dimitri Rovsky, un dragón ruso que haría lo que fuera por poder. Douglas y Rovsky tenían una clara relación de intereses. Dimitri era el mejor estratega del aire. Había sido piloto militar desde la invención de los aviones, mientras que Douglas poseía el dinero y el poder que al ruso le faltaban para llevar a cabo sus ataques. Juntos habían decidido acabar con todos los descendientes de la tierra, pero el australiano sabía que, ante el menor descuido, Rovsky intentaría matarlo para obtener el control total.

Tophz, por su parte, era egipcio; el más joven de los dragones de aire enlistados para los ataques clandestinos. No poseía gran fuerza física como el resto de sus compañeros. Sin embargo, su velocidad era envidiada por los soldados.

—Iré a transmitir el mensaje —se despidió educadamente y salió por la ventana del despacho.

Mochilas

Eran alrededor de las diez de la noche cuando Damián llamó por teléfono a su mejor amiga para decirle que estaba en la puerta del edificio; pasaba a recogerla para ir a cenar juntos en un intento de cábala para su viaje. Aparentemente, era una costumbre de su familia el ir a comer pizza antes de algún evento importante.

Diana tomó su cartera en forma de calavera y salió corriendo. Bajó las escaleras a gran velocidad y abrió la puerta. Se sorprendió de ver a Dahirou en la esquina, recogiendo su mercancía. No dudó en saludarlo.

Desde el auto, Damián no había notado la presencia del enviado de Kisho. Abrió la ventanilla del conductor y saludó.

—¡Hola, Dah! —gritó desde su asiento—. ¿Querés venir a cenar con nosotros? Yo invito. —El bajista quería ganarse el aprecio y la confianza de Bantu para asegurarse de que no intentara lastimar a Diana, si fallaban en encontrar a Guillermo.

La híbrida ayudó al vendedor ambulante y subieron juntos al auto. No viajaron demasiado, se detuvieron cerca de la casa del bajista en una sucursal de Kentucky.

El lugar era pequeño en cuanto a dimensiones pero estaba lleno de gente. Era difícil charlar con el incesante murmullo que parecía ir en aumento conforme avanzaba el tiempo. Diana les prohibió beber alcohol dado que temía alguno de ellos se emborrachara y tuvieran que retrasar el viaje.

No tomaron cerveza, pero comieron. Comieron casi tres pizzas enteras. Dahirou devoraba cada porción de un solo bocado, a lo sumo dos. Damián atacaba las aceitunas, no dejó ni siquiera una para sus amigos. Diana abandonaba en el plato los bordes de cada porción. Para quienes observaban desde otras mesas se trataba de un trio algo extravagante.

Terminaron de cenar alrededor de la medianoche. Estaban llenos. Sentían sus estómagos a punto de explotar pero, sonreían. La comida y el buen humor habían relajado sus nervios y temores.

Amablemente, el bajista llevó a Dahirou hasta donde se hospedaba, la casa de unos amigos. Luego, regresaron al departamento de Diana.

—Ayudame a bajar mis cosas. —Pidió Damián apenas habían estacionado.

Descendieron del auto y se dirigieron al baúl.

—¿A dónde carajo te pensás que vamos? —Diana estaba soDiana estaba sorprendida y, un poco enfadada al observar cuatro grandes valijas apiladas en la parte posterior del auto.

—Pará, no te enojés. Son cosas útiles. —Damián colocó los pesados bolsos en la vereda— ya vas a ver cuando te muestre.ya vas a ver cuando te muestre. —Con gran esfuerzo, pusieron la carga en uno de los ascensores.

Las valijas apenas entraban en el living del departamento. Damián observó con curiosidad cómo todos los colores del departamento estaban invertidos, pero no dijo nada al respecto; ya estaba acostumbrado a esa manía de su mejor amiga por cambiar la decoración cada dos o tres semanas.

—A ver, contame qué trajiste. —Diana se sentó en el borde del sillón, cruzada de brazos.

El bajista abrió los cuatro bolsos y comenzó a sacar el contenido.

—Primero que nada tengo un pijama para esta noche. No me lo voy a llevar. Después, traje mis pantuflas que son sólo para usar esta noche. Tengo mi pasta de dientes, cepillo, peine, desodorante, alcohol en gel, shampoo para ducharme en la mañana, un toallón de River, cinco bóxers, la ropa que me voy a llevar puesta cuando salgamos...

—Pará —Diana lo interrumpió, riendo a carcajadascarcajadas— mostrame esa ropa —se acercó a su amigo y observó el conjunto color caqui que parecía de explorador del siglo pasado, mezclado con Indiana Jones. —Es una broma ¿No? —preguntó. La seriedad de Dpreguntó. La seriedad de Damián demostraba que hablaba enserio—. Dejate de joder, no podés tener algo así. —La chica se cubría la boca para no reír demasiado fuerte—. Sos un ridículo.

Damián arqueó una ceja y puso la ropa a un lado.

—De acuerdo, me pondré algo más casual —murmuró avemurmuró avergonzado—. Siguiendo con lo que te estaba diciendo, acá también tengo un costurero, por si se rompe algo, una linterna, algunas curitas, aspirinas, cámara de fotos, pilas, el cargador del celular, mi instrumento, un cuaderno, mi cartuchera, una frazada, cuatro cajas de pañuelos de papel, pegamento, tres pares de zapatillas, cinco jeans, siete camisas, varios cambios de medias y ropa interior, doce pares de guantes, tres bufandas, un libro para leer en el camino, mi mp4, la compu con el mouse y el teclado aparte y, finalmente, mis seis pares de lentes.

—Me estás jodiendo. —Diana no podía creer que su mejor amigo hablara enserio— ¿Querés ver lo que yo llevo? ——Sin esperar una respuesta, fue a su habitación.

Regresó rápidamente con una mochila negra con estrellas blancas. —Dos remeras, mi campera más abrigada, un par de guantes, una bufanda, un jean, dos pares de medias, un conjunto de ropa interior, un mapa, el celular con su cargador y mi billetera. Fin. Eso es todo. —Le enorgullecía ser una de las pocas mujeres que podían salir de casa sólo con lo indispensable.

—Si necesito algo más, lo compro después, cuando pasemos por alguna ciudad o pueblo. Ah, y tengo las tarjetas de crédito y los pasaportes falsos en el bolsillo.

Damián se sintió avergonzado. Bajó su cabeza y se mordió el labio.

—¿Tendrás otra mochila como esa? —preguntó.

La chica asintió.

—Por cierto, tengo algo que posiblemente quieras tener encPor cierto, tengo algo que posiblemente quieras tener encima. Pero es una sorpresa, así que necesito que cierres los ojos.

Diana obedeció.

—Sea lo que sea, no puedo llevar más cosas.

—Callate y esperá. —Sacó un pequeño paquete de la valija más grande y lo puso en manos de su mejor amiga— no es un regalo. Es algo tuyo —le advirtió.

La híbrida abrió los ojos y destruyó el pequeño envoltorio de papel, llena de curiosidad. Repentinamente, se quedó quieta. Dura como una piedra, observando la cajita de madera que tenía entre sus manos.

—No puede ser —dijo en un susurro. Sus ojos se llenaron de lágrimas— ¿De dónde sacaste esto?—Preguntó. Abrió el daguerrotipo y esbozó una sonrisa al observar la fotografía. La habían tomado en un local muy caro que se había puesto de moda. No recordaba el nombre del taller que solía estar sobre la calle Florida. La imagen mostraba a Diana, solo unos años más joven, sentada. Llevaba puesto

un largo vestido de algún color claro. Junto a ella se encontraba Luís, de pie, con un traje oscuro. Posaba una mano sobre el hombro de su chica.

Diana pasó un dedo suavemente sobre el vidrio que protegía la imagen y sonrió al recordar el día que la habían tomado. Ella moría de ganas por tener una foto con su amado, pero él no tenía el dinero para pagarla. Luego de varias horas de insistencia, había convencido a Luís de tomar la fotografía. Hicieron una sola copia que la híbrida regaló al humano. Ahora, esa única imagen que tenían juntos estaba nuevamente en sus manos.

—Gracias —susurró—. ¿Cómo supiste que esto existía? ¿Dónde la conseguiste? —preguntó en voz baja.

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