B.I.M.B.O.

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Capítulo 5

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La empresa de Arthur estaba en su mejor momento. Su línea de lencería era una de las más cotizadas y los modelos inspirados en el BDSM, también. Aunque, claro, lo manejaba ligeramente desde la clandestinidad para que la gente no supiera realmente que la mente maestra era él.

Debido a su experiencia como Dominante, sus ideas de trajes y ropas era amplia, creativa, así que tenía mucho para jugar y divertirse. Así que, en términos generales, estaba pasándola bien.

El desfile de su amiga estaba más cerca que nunca, así que estaba haciendo los debidos preparativos para asistir al evento y también para encontrarse con alguien que le tenía inmenso afecto.

—Sí, sí. Claro que iré. Sería incapaz de no hacerlo, querida. Cuenta conmigo… Eh, sí, ya tengo todo listo, ya me conoces. Te adoro, ya lo sabes.

Colgó el teléfono y se quedó pensando en el trabajo que se le venía encima. Un nuevo desfile, más diseños que hacer y la necesidad de encontrar nuevas musas que le sirvieran de recordatorio de que tenía ese aspecto pendiente.

Natalia estaba nerviosa porque se trataba de uno de los trabajos más importantes que iba a enfrentar. Una de las mujeres más enigmáticas del mundo, daría un espectáculo como esos pocos que serían recordados para siempre.

Llegó tras bambalinas y se sentó en una silla para comenzar con el maquillaje. Fue la primera vez en mucho tiempo en que no se la dio de diva ni de mujer difícil, estaba lidiando con alguien de otro calibre.

De fondo, se escuchaba Honey Dijon y el tumulto de la gente que estaba sentándose en las filas. Natalia estaba con una sonrisa amplia, quizás producto de su propia ansiedad.

Arthur llegó entre los flashes y en la alfombra roja. Sabía que esa algarabía era lo menos atractivo para la vida de su amiga y que era probable que ella estuviera atrincherada en algún lugar, fumando un cigarrillo y con esa expresión de desdén que le recordaba la razón por la que casi siempre vivía aislada de la sociedad.

—Venga conmigo, por favor —Le dijo una chica del protocolo del evento. Ella lo guió por un laberinto repleto de pasillos estrechos, cortos y con gente. Él, por supuesto, estaba acostumbrado a esas cosas, sabía muy bien qué hacer en esas circunstancias.

Finalmente lo sentaron en unos de los primeros puestos. Junto a él, estaban otros personajes de gran importancia, así que se sentía que estaba entre la crema y nata de la farándula y el mundo de la moda.

Cruzó las piernas y tomó el programa que le habían dado. Nada de lo que estaba allí le sorprendió demasiado. Era la marca de su amiga y sabía que sería un espectáculo inolvidable.

Luego de un par de fotos con Honey Dijon, Natalia volvió a su silla a esperar su turno para probarse el traje para el desfile. Le hicieron unos cuantos ajustes y ya, después de una larga esperar, se prepararon para salir.

Arthur no esperó ninguna introducción salvo la pasarela de la icónica Grace Jones. Sonrió de inmediato, supo que la situación sería más interesante de lo que imaginaría.

El show estaba comenzando y las modelos iban y venían. Arthur tenía una pequeña libreta en donde anotaba algunas cosas que le llamaban la atención. Era un hábito que tenía desde hacía tiempo.

El resplandor de los reflectores le dio en el rostro a Natalia, pero ella, desde siempre, estuvo habituada a ese primer contacto en las pupilas. Puso el pie para marcar ese paso que era tan característico que tenía.

Justo en ese momento, sus ojos se cruzaron con los de un hombre que la veía desde la distancia. En esa fracción de segundo, sintió cómo su estómago se congelaba de repente, cómo su corazón comenzó a latir. Nunca había experimentado algo remotamente potente.

Los ojos azules de Arthur leyeron de inmediato la figura esbelta y perfecta de Natalia. Se sintió de una manera que ni siquiera pudo describir de forma inmediata. Quedó aplastado por esa amazona que sabía cómo moverse, pero también tuvo la sensación de un fuego que le estaba comiendo las entrañas como a nada en el mundo.

A pesar de estar allí sentado, en completo silencio, con la expresión entera de concentración, permaneció sumergido en un mundo completamente ajeno al que estaba.

Su mente comenzó a trabajar a toda marcha, y sus deseos estaban calentando su cuerpo con todo. Recordó de inmediato el desfile que tenía que organizar pronto, así que ya tenía la excusa perfecta para encontrarse con ella. Además, no sería demasiado complicado eso de saber su nombre. Lo sabría a la velocidad de un chasquido.

Ella siguió caminando con la misma sensualidad como una palmera meciéndose al ritmo del viento. Él, mientras, se quedó sentado admirándola, como si ella fuera la figura más hermosa del lugar… Y así lo era.

La ronda de Natalia terminó y el show continuaba, sin embargo, su corazón seguía a mil por hora y su vientre estaba en fuego. ¿Quién era ese hombre? ¿Quién era ese tío que le había atravesado el cuerpo a una velocidad sorprendente y sin ningún reparo? Tenía demasiadas preguntas en su cabeza y necesitaba un momento para tomar un respiro.

Buscó la silla más cercana y se quedó allí, como mirando el vacío. Llevó su mano al pecho y se dio cuenta de que su corazón estaba a punto de salir. No pudo evitar sentirse tonta, pero tenía que averiguar quién era ese hombre.

Se levantó como pudo y buscó a una de las productoras, una con la que ya había trabajado anteriormente.

—Tía, ¿quién ese ese que está sentado allá?

—Venga, Nat, es Arthur D. Wickman, uno de los mejores diseñadores de la industria.

—Joder, nunca lo había visto.

—¿En serio? El tío es mediático, pero hey, sabe hacer lo suyo. Tiene unas líneas de lencería que te cagas. Hermosas.

La voz de ella comenzó a perderse entre el ruido, la música y también entre la gente que estaba en el lugar. Solo podía ver el rostro de ese hombre en su cabeza, retumbando una y otra vez. La mirada que la había dejado fría y con ganas de algo más.

Se apartó un momento, excusándose en que ya había terminado de hablar y que necesitaba un momento para tomar un poco de aire. La emoción estaba tomando el control de su cuerpo.

Arthur se quedó hasta el final del desfile, entre los reflectores, las luces y los periodistas que estaban en el revuelo de haberse encontrado a una de las mujeres más prominentes del mundo de la moda.

Tras unos minutos, pudo coincidir con ella y la saludó como en los viejos tiempos. Sintió una enorme emoción porque se percató de que no la había visto en mucho tiempo y que, de verdad, la extrañaba a horrores.

—Gracias por venir, sabía que no me ibas a fallar.

—¿Cuándo lo he hecho?

—Venga, fumemos algo que la algarabía alborota lo peor de mi ansiedad social.

Arthur sonrió un poco, pero aún estaba pendiente de conocer a la mujer que tenía en mente.

Lo cierto fue que se sentaron en un cómodo sofá y se dispusieron a fumar unos cuantos pitillos para relajarse un rato.

—Tío, había olvidado el tiempo en que hacíamos esto en la escuela. ¿En qué momento nos volvimos esclavos de la industria más feroz de la tierra?

—Porque somos esos animales capaces de vivir en un entorno de mierda como este, querida. Lo sabes bien.

Su amiga hizo un largo suspiro y comprendió que Arthur tenía razón. Por más alejada que se pusiera de ese entorno, inevitablemente siempre regresaba a lo mismo y eso formaba parte de un ciclo que no parecía tener fin.

—Te quería comentar que dentro de poco tengo que organizar un desfile, he estado trabajando en un nuevo material y estoy un poco perdido.

—¿Tú? Eso sí que es nuevo. ¿Por qué te sientes así?

Arthur estaba aprovechando la situación lo más que podía para poder saber el nombre de esa mujer que no podía sacarse de la cabeza.

—No sé, quizás tenga una especie de bloqueo mental y tengo que resolverlo de alguna manera.

—Ay, Arthur, de todos los diseñadores que conozco eres de los pocos que sé que podría resolver un tema como ese. Pero, te cuento algo, a mí funcionó el ver las modelos. Antes de organizar el desfile, me dediqué a estudiarlas una a una por un largo tiempo. Eso me sirvió también como inspiración, quizás te ayude en algo.

Él no pudo evitar sonreír por dentro. Había logrado su cometido de manera maravillosa y sólo le restaba dejar que las cosas siguieran fluyendo de esa manera.

—A ver, veamos a las chicas con las que trabajé —aspiró un poco del cigarro que estaba fumando y luego volvió a la selección de fotos que tenía en sus manos.

Arthur no tardó demasiado en encontrar la imagen que estaba buscando: la fotografía de esa mujer que le había movido tanto por dentro.

Se trataba de una polaroid que hacía ver su imagen un poco vieja, pero que resaltaba la belleza natural de esa mujer. Tenía el cabello rubio hacia los lados, los ojos azules, grandes que estaban enmarcados en sus cejas pobladas de un rubio muy claro.

Pero, por supuesto, su mirada se paseó por el resto de la imagen casi como si deseara lamerla suavemente. Tuvo que respirar profundo para no dejarse llevar por la sensación de ese momento, así que retomó la conversación como si no hubiera pasado nada.

—Esa chica la tenía en la mira desde hacía mucho tiempo. Es preciosa, ¿cierto?

—Sí, es muy maja.

—Pues, pensé que se comportaría como una diva porque es de las chicas más cotizadas del momento, pero la verdad fue que me sorprendió. Quizás fue porque la intimidé de alguna manera.

—¿Cómo se llama? —preguntó Arthur ocultando ligeramente el interés que realmente sentía por ella.

—Ah, Natalia D. Ahora forma parte de esa realeza de modelos que se ha vuelto popular. Pero es obvio, ni siquiera hace falta decir la razón. Tiene la figura ideal y un rostro perfecto. Pero, en fin, toma las fotos que quieras, detrás de ellas están los contactos de todas así que no te resultará difícil contactarte con alguna.

—Vale, gracias. Pero, ¿estás segura de que no lo necesitarás para después?

—Ay, cariño, después del evento de hoy, recordé una vez más por qué ya no me dedico a esto con la misma devoción que antes. Este jaleo de los periodistas y la plasticidad de la gente que asiste me aburre a morir, así que no. Ya creo que tuve suficiente de eso.

Arthur miró a su amiga y se dio cuenta que ella era una especie de cometa que aparece de vez en cuando y eso le funcionaba bastante bien. Ella, después de eso, seguramente se perdería por unos cuantos años y nada, quizás volvería para reencontrarse con la superficialidad que le hacía sentir ligeramente validada.

La tomó entre sus brazos y le dio un beso en la frente, ella le devolvió el abrazo y los dos se quedaron en silencio hasta que él se fue de la habitación.

Tras cerrar la puerta, se sintió más victorioso que nunca. Por fin encontró el contacto de esa mujer y ahora haría lo que fuera necesario para encontrarse con ella y para atraerla hacia sí.

Natalia estaba sentada en la mesa, con la mirada perdida y con la confusión a flor de piel. Miraba hacia los lados, se daba cuenta que el resto estaba en modo de celebración, menos ella. Ella no podía por más que lo intentara.

Se levantó de la mesa y se acomodó el vestido que tenía puesto. Se peinó el cabello con los dedos y comenzó a dar tumbos por ahí hasta que encontró la salida. Sacó su móvil y comenzó a teclear para llamar un Uber.

Mientras esperaba, su instinto le dijo que no sería la última vez en que vería a ese tío. Estaba emocionada y también con un poco de miedo. Él tenía una especie de oscuridad que le resultaba muy atractiva… Y quería probar un poco de eso.

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