Billie
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Me pareció haberla encontrado.
Creo que era esa de ahí, a lo lejos… Esa que estaba en la punta de mi dedo y a la vez a miles de años de mí…
Esa tan pequeñita, esa tan minúscula, ese cristalito de Swarovski tan requetecutre, esa que estaba un poco apartada de las demás.
Un poco apartada del resto del rebaño…
Sí, era ella. De talla XXS, solitaria y desconfiada, pero daba todo lo que tenía. Brillaba con todas sus fuerzas. Se sentía feliz de estar ahí. Le encantaba la canción y se sabía la letra entera de memoria.
Resplandecía a lo grande en la noche…
Sería la última en acostarse y la primera en levantarse. Salía todas las noches. Llevaba miles de millones de años yéndose de juerga, y aun así seguía brillando con la misma fuerza.
¿A que no me equivocaba?
¿A que eras tú, eh?
Perdón, ¿a que era usted?
Oiga… ¿Puedo hablar un momento con usted?
¿Puedo repetirle quiénes somos, Franck y yo, para que vuelva a querernos?
Interpreté su silencio como un suspiro de resignación, en plan ya me estáis tocando las narices con vuestro miedito; pero bueno…, tenéis suerte, están poniendo una lenta, y resulta que no tengo novio. Así que hablad, que os escucho. Vendedme vuestra historia rapidito, que quiero ir a comerme mi Milky Way.
Busqué la mano de Franck, la apreté con todas mis fuerzas y dediqué un momento a adecentarnos.
Sí, nos puse a los dos bien limpios, bien guapos y bien peinaditos para presentarnos hechos unos pimpollos, y después nos lancé al aire.
Como Buzz Lightyear.
Hasta el infinito y más allá…