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TERCERA PARTE - Recuento de victimas » 69

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Amanda abrió y la abracé, cerré la puerta de un puntapié y la estreché con fuerza.

—¿Qué pasa, Ben? ¿Qué ha sucedido? Por favor, cuéntame qué ocurre.

Se zafó de mi abrazo, me cogió por los hombros y me estudió la cara.

—Tienes sangre en el cuello. Estás sangrando, Ben. ¿Te han atracado?

Aseguré la puerta, apoyé la mano en la espalda de Amanda y la conduje a la pequeña sala. La senté en el sillón y yo ocupé la mecedora.

—Habla de una vez, por favor.

No sabía cómo suavizarlo, así que se lo conté sin rodeos.

—Un sujeto se ha acercado a mi puerta con una pistola. Ha dicho que era un asesino a sueldo.

—¿Qué?

—Me ha inducido a creer que él mató a toda esa gente en Hawai. ¿Recuerdas cuando te pedí que me ayudaras a encontrar a Charlie Rollins, de la revista Talk Weekly?

—¿El Charlie Rollins que fue el último en ver a Julia Winkler? ¿Ese hombre ha ido a verte?

Le mencioné los otros nombres y disfraces de Henri, y que no sólo lo había conocido como Rollins, sino también como Marco Benevenuto, el chófer de los McDaniels. Le conté que horas atrás él se había sentado en mi sofá, apuntándome con un arma, contándome que era un asesino profesional a sueldo y que había matado muchas veces.

—Quiere que escriba su autobiografía. Y que Raven-Wofford la publique.

—Eso es increíble —dijo Amanda.

—Lo sé.

—No me entiendes. Digo que es increíble porque creo que nadie confesaría semejantes crímenes. Tienes que llamar a la policía, Ben.

—Me ha advertido que no lo haga.

Le entregué el fajo de fotos y noté que su incredulidad inicial se transformaba en pasmo y después en rabia.

—Vale, ese cabrón tiene un teleobjetivo —dijo—. Tomó algunas fotos. No prueba nada.

Saqué la memoria USB del bolsillo y la columpié con el cordel.

—Me ha dado esto. Dice que es un argumento de venta y que me inspirará.

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