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SEGUNDA PARTE - Vuelo nocturno » 39

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Llamé a mi jefe de redacción para decirle que Doug Cahill se prestaría al circo mediático y por qué: un testigo misterioso le había visto hostigar a Kim, y Cahill estaba representado por Amos Brock, un peso pesado.

—Acabo de enviarte una nueva versión de mi nota —le dije a Aronstein—. No seré bueno, pero soy rápido.

Luego llamé al jefe de la sección deportiva, Sam Paulson.

Paulson me tiene simpatía, pero no confía en nadie.

—Mira, Sam —le dije—, necesito saber qué clase de persona es Doug Cahill. Mi nota no afectará la tuya.

El regateo duró quince minutos. Sam Paulson protegía su posición como figura suprema de la crónica deportiva, yo trataba de sonsacarle algo que me indicara si Cahill era peligroso fuera del campo de juego.

Al fin Sam me dio una pista.

—Hay una chica de relaciones públicas. Yo le conseguí un puesto de trabajo en los Bears. Hawkins, no bromeo. Esto es extraoficial. Esa chica es amiga mía.

—Entiendo.

—Cahill la dejó encinta hace un par de meses. Ella habló con su madre al respecto. También nos lo contó a Cahill y a mí. Piensa darle a Cahill la oportunidad de hacer lo correcto, sea esto lo que sea.

—¿Salía con Kim cuando dejó preñada a esa otra mujer? ¿Estás seguro?

—Sí.

—¿Sabes si él tiene un historial de violencia?

—Todos lo tienen, por supuesto. Riñas en bares. Una bastante peliaguda cuando jugó en Notre Dame. Esas tonterías.

—Gracias, Sam.

—No hay de qué. Literalmente. Yo no te he dicho nada.

Me senté sobre esa bomba unos minutos, pensando qué significaba. Si Kim sabía que Cahill la había engañado, era motivo suficiente para plantarlo. Si él quería recuperarla, si estaba desesperado, una confrontación pudo haber derivado en una pelea de consecuencias imprevisibles.

Llamé a Levon y su reacción me dejó azorado.

—Doug es una máquina de testosterona —dijo—. Kim decía que era tozudo y todos sabemos cuán arrollador se mostraba en los partidos. ¿Cómo saber de qué es capaz? Barbara aún cree en él, pero yo empiezo a pensar que quizá Jackson tenga razón. Quizás hayan pillado al culpable, a fin de cuentas.

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