Bikini

Bikini


TERCERA PARTE - Recuento de victimas » 66

Página 72 de 133

66

El teléfono sonó en el dormitorio. Quizá fuera Amanda. Henri me indicó que no contestara con un gesto, así que dejé que la voz de mi amada enviara sus saludos al contestador automático.

—Tengo mucho que contarte, Ben —dijo él—. Ponte cómodo. Concéntrate sólo en el presente. Podríamos estar aquí largo rato.

—¿Te molesta que traiga la grabadora? Está en mi dormitorio.

—Ahora no. Sólo cuando hayamos llegado a un acuerdo.

—Vale, cuéntame —le dije, preguntándome si hablaba en serio, si un asesino quería hacer un trato conmigo. Pero la pistola estaba al alcance de su mano. Yo sólo podía seguirle el juego hasta que pudiera hacer algo.

Las peores autobiografías de aficionados empiezan con «Nací…», así que me recliné en el sillón y me preparé para una saga.

Y Henri no me defraudó. Inició su historia incluso antes de haber nacido.

Me dio una pequeña lección de historia, diciendo que en 1937 había un judío francés que poseía una imprenta en París, que era un especialista en viejos documentos y tintas. Contó que ese hombre había comprendido desde el principio el auténtico peligro del Tercer Reich y que él y otros huyeron antes de que los nazis tomaran París. Ese hombre, ese impresor, había huido a Beirut.

—Este joven judío se casó con una libanesa —dijo—. Beirut es una ciudad grande, el París de Oriente Medio, y él se adaptó muy bien. Abrió otra imprenta, tuvo cuatro hijos, vivió una buena vida. Nadie lo cuestionaba. Otros refugiados, amigos de amigos de amigos, acudían a él. Necesitaban papeles, documentos falsos, y este hombre los ayudaba para que pudieran iniciar una nueva vida. Su trabajo es excelente.

—¿Es? ¿En presente?

—Todavía vive, aunque no en Beirut. Estaba trabajando para el Mossad, y ellos lo trasladaron para protegerlo. No hay manera de encontrarlo. Concéntrate en el presente, amigo, no divagues.

»Te hablo de este falsificador porque trabaja para mí. Yo le llevo comida a la mesa. Guardo sus secretos. Y él me ha dado a Marco, Charlie, Henri y otros personajes. Puedo transformarme en otro nada más salir de esta habitación.

El relato continuó durante horas.

Encendí las luces y regresé a mi sillón, tan enfrascado en la historia de Henri que me había olvidado del miedo.

Henri me contó que había sobrevivido a un brutal encarcelamiento en Iraq y que había decidido que ya no se dejaría restringir por la ley ni la moralidad.

—¿Y sabes cómo es mi vida ahora, Ben? No me privo de ningún placer, y hay muchos placeres que ni siquiera imaginas. Pero para eso necesito mucho dinero. Ahí es donde entran en escena los Mirones. Y también tú.

Ir a la siguiente página

Report Page