Bikini

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SEGUNDA PARTE - Vuelo nocturno » 15

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Los McDaniels bajaron del jet por una escalerilla tambaleante hasta la pista. El calor era sofocante después del aire acondicionado del avión.

Levon echó una ojeada al paisaje volcánico, un asombroso contraste con la negra noche de Michigan y la nieve que le rozaba la nuca mientras se despedía de sus hijos con un abrazo. Se quitó la americana y palmeó el bolsillo interior para cerciorarse de que sus billetes de regreso estaban seguros, incluido el que había comprado para Kim.

La terminal estaba atestada de gente, con la sala de espera en el mismo sector al aire libre que el reclamo de equipajes. Levon y Barbara mostraron sus documentos a un funcionario vestido de azul y declararon que no traían ninguna fruta. Luego buscaron un taxi.

Levon echó a caminar deprisa, ansioso por llegar al hotel, y casi tropezó con una niña de trenzas rubias. Ella aferraba un osito de peluche, de pie en medio del recinto, observándolo todo. Parecía una niña tan aplomada que Levon volvió a recordar a Kim y sintió una oleada de pánico que le provocó un retortijón de estómago.

Levon siguió andando, preguntándose si Kim no habría agotado su cupo de milagros. ¿Su tiempo prestado se había terminado? ¿La familia había cometido un tremendo error al creerse los titulares redactados por un reportero de Chicago, que les habían hecho pensar que Kim era tan milagrosa que nada podía lastimarla? Volvió a rogarle a Dios en silencio. Que por favor Kim estuviera a salvo en el hotel, que se alegrara de ver a sus padres, que dijera: «Lo lamento, no quería preocuparos».

Rodeó a Barbara con el brazo y los dos salieron de la terminal, pero antes de llegar a la fila de taxis vieron que se acercaba un hombre, un chófer que alzaba un letrero con el nombre de ellos. Era más alto que Levon, de pelo y bigote oscuros, y usaba gorra de conductor, traje oscuro y botas de vaquero que parecían de piel de caimán, con tacos de casi ocho centímetros.

—¿Los McDaniels? —preguntó—. Soy Marco. El hotel me contrató para que los llevara. ¿Tienen que recoger el equipaje?

—No hemos traído ninguna maleta.

—Vale. El coche está fuera.

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