Bikini
CUARTA PARTE - Caza mayor » 104
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La miré boquiabierto: treinta y un años y apariencia de veinticinco, con un cárdigan celeste con cuello y puños alechugados y una perfecta sonrisa de Mona Lisa. Estaba asombrosamente bella, como nunca.
—Por favor, dime que eres feliz —dijo.
Le quité la cuchara de la mano y la dejé en su plato. Me levanté de la silla, le apoyé una mano en cada mejilla y la besé. Luego la besé de nuevo.
—Eres la chica más loca que he conocido,
trèsétonnante.
—Tú también eres asombroso —dijo ella, radiante.
—Cuánto te amo.
—
Moi aussi. Je t'aime muchísimo. Pero ¿estás feliz o no?
Me volví hacia la camarera.
—Esta encantadora dama y yo vamos a tener un hijo —le dije.
—¿Es el primero?
—Sí. Y amo tanto a esta mujer, y estoy tan feliz por el bebé, que podría volar en círculos alrededor de la luna.
La camarera sonrió afablemente, nos besó a ambos en las mejillas e hizo un anuncio general que no entendí del todo. Pero ella aleteó con los brazos y la gente de la mesa contigua se echó a reír y aplaudió, y luego otros se sumaron con enhorabuenas y hurras.
Les sonreí a aquellos desconocidos, me incliné ante la beatífica Amanda, y sentí el torrente de una alegría inesperada y plena. Un mes atrás le agradecía a Dios no tener hijos. Ahora, resplandecía más que la pirámide de cristal de I. M. Pei, frente al Louvre.
No podía creerlo.
Amanda iba a tener nuestro hijo.