Bhagavad Gita

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Bhagavad Gita » 5

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ARJUNA

1. Alabas, ¡oh Krisna!, el renunciamiento[62], y también el yoga de la acción sagrada[63]. De entre estas dos, dime cuál es verdaderamente la vía más elevada.

KRISNA

2. Tanto el renunciamiento como la acción sagrada constituyen una vía hacia lo Supremo; no obstante, mejor que la entrega de la acción es el yoga de la acción sagrada.

3. Sábete que un hombre que renuncia de verdad es aquel que ni ansía ni odia; pues quien está por encima de los dos contrarios pronto encuentra su liberación.

4. Los hombres ignorantes, mas no así los sabios, afirman que sankhya[64] y yoga son vías diferentes; pero aquel que se entrega con toda su alma a una alcanza el final de las dos.

5. Porque la victoria lograda por el hombre de saber es también ganada por el hombre de acción correcta. Ciertamente ve la verdad el hombre que percibe que la visión y la creación son una misma cosa.

6. Mas el renunciamiento, ¡oh Arjuna!, es difícil de alcanzar sin el yoga de la acción. Cuando el sabio es uno en yoga pronto es uno en Dios.

7. No hay obra alguna que manche al hombre que es puro, que se halla en armonía, que es dueño de su vida, y cuya alma es uno con el alma de todo.

8-9. «No realizo acción alguna», piensa el hombre que se halla en armonía y ve la verdad. Pues al ver u oír, al oler o tocar, al comer o andar, al dormir, al respirar, al hablar, al agarrar o al relajarse, e incluso al abrir o cerrar sus ojos, recuerda: «Son los siervos de mi alma[65] quienes obran».

10. Ofrece todos tus actos a Dios, destierra todas las ataduras egoístas, y lleva a cabo tus actos. Ningún pecado puede mancharte, al igual que las aguas no manchan la hoja del loto.

11. El yogui actúa con vistas a la purificación del alma: destierra el apego egoísta, y así son únicamente su cuerpo o sus sentidos, o su mente o su razón, los que actúan.

12. Este hombre en armonía entrega el fruto de su acción y alcanza así la paz final: el hombre en desarmonía, impelido por el deseo, se halla apegado a los frutos, y permanece atado.

13. Quien gobierna su alma, abandona toda acción a su mente, asentándose en la dicha de quietud del castillo de las nueve puertas de su cuerpo: no realiza acciones egoístas ni es causa de que otros las realicen.

14. El Señor del mundo se halla por encima de los actos y operaciones del mundo, así como del resultado de tales actos; la acción de la naturaleza sigue, empero, su curso.

15. Las malas o buenas acciones de los hombres no son obra suya. La sabiduría se halla oscurecida por la inconsciencia, y ello les conduce a la deriva.

16. Mas para aquellos cuya ignorancia es purificada por la sabiduría del espíritu interior[66], esta actúa como sol y en su resplandor ven al Supremo.

17. Con su pensamiento en Él y siendo uno con Él, moran en Él, y Él es el final de su viaje. Alcanzan la tierra de no retorno, porque su sabiduría los ha purificado del pecado.

18. Contemplan con el mismo espíritu ecuánime y amoroso a un brahmin docto y santo, que a una vaca, a un elefante, a un perro o incluso al hombre que se alimenta de perros.

19. Quienes mantienen su mente siempre serena, alcanzan la victoria de la vida en este mundo. Dios es puro y siempre uno, y ellos son uno en Dios.

20. El hombre que ve a Brahman habita en Brahman: su razón[67] se muestra firme, despejada de toda ilusión. Cuando surge el placer, este no le afecta; ni se agita cuando llega el dolor.

21. No se ve atado por los objetos externos, y halla contento en su interior. Su alma es una en Brahman, y alcanza la dicha eterna.

22. Pues los placeres procedentes del mundo traen consigo futuros pesares. Vienen y van, son transitorios: no es en ellos donde el sabio encuentra su gozo.

23. Mas aquel que en esta tierra, antes de su partida, soporta las tormentas del deseo y la rabia, ese hombre es un yogui, ese hombre se halla en posesión de la dicha.

24. Posee gozo interior, contento interior, y ha encontrado la luz interior. Ese yogui alcanza el nirvana de Brahman: es uno con Dios y a Dios va.

25. Los hombres santos alcanzan el nirvana de Brahman: sus pecados se desvanecen, sus dudas se disipan, su alma se halla en armonía, su gozo está en la bondad de todo.

26. Porque la paz de Dios está con aquellos cuya mente y alma se hallan en armonía, libres de deseo e ira, conocedores de su propia alma.

27-28. Cuando el sabio del silencio, el Muni, cierra las puertas de su alma y, asentando su mirada interior entre las cejas, mantiene en paz y estable el flujo y reflujo de su respiración[68], y así, con la vida, la mente y la razón en armonía, disipados el deseo, el temor y la ira, acalla su alma ante la liberación final, en verdad ha alcanzado la liberación definitiva.

29. Él me conoce, Dios de los mundos que acepta las ofrendas de los hombres; Dios amigo de todo. Él me conoce y alcanza la paz.

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