Belle

Belle


Capítulo 7

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Capítulo 7

Esa misma tarde Belle estaba de regreso del pueblo. Venía acompañada de Rose, una de las criadas de la casa. Al parecer la chica era la única a la que ella le caía bien. Habían estado comprando miel y algunos frutos para un pastel especial que deseaba hacerle al barón. Sabía que quien pondría el grito en el cielo, sería el cocinero pero a ella poco le importaba. También aprovechó el viaje para  enviar una carta con algo de dinero a sus tíos y que de esa manera ellos le hicieran la vida más fácil a su pequeña hermana Celeste. Por último envió también otra carta, pero esta dirigida a su padre, contándole donde estaba para que no se preocupara sino lo visitaba en esos días. Mientras iba hablando con Rose, se encontró con Gabriel que venía en esa misma dirección.

—Buenas tardes.

Ambas, Rose y ella hicieron una inclinación —buenas tardes, milord.

—Que bueno verte mejor, Peggy. Me dijeron que te sentías mal esta mañana.

—Sí, sí, señor…milord. —se puso nerviosa.  No le gustaba decir tantas mentiras.

—¿Vienen del pueblo?

—Sí, estábamos comprando algunas cosas —omitió el hecho de que también había puesto algunas cartas en el correo.

—Rose, si quieres adelántate, yo me quedaré hablando un momento con Peggy.

—Sí, milord —la chica la miró un momento como si pensara que la iban a regañar y se alejó.

Gabriel entonces hizo algo de lo más sorprendente; le ofreció su brazo.

—Milord, no creo…

Gabriel tomó el brazo de ella y lo entrelazó con el de él —no veo por qué no puedo ofrecerle mi brazo a una dama.

—Yo no soy…

Antes de que ella terminara de decir algo él la interrumpió —vine porque me di cuenta de que estás huyendo de mi.

Belle lo miró con ojos muy abiertos —no…no lo hacía —su zapatilla se enganchó en algo y tropezó. Pero nuevamente allí estaba Gabriel para ayudarla y la sostuvo para que no cayera. Aunque entonces, él la atrajo a sus brazos y acercó sus labios a los de ella. Mientras lo hacía, ella tuvo tiempo para apartar su rostro pero no lo hizo porque en el fondo ella lo había estado deseando también. Los cálidos labios de él, hicieron que un calor extraño pero agradable se abriera paso en ella y sin pensarlo mucho, sus brazos rodearon su cuello en una invitación silenciosa. Gabriel aceptó de buen agrado y deslizó su lengua en la boca de ella. Era una sensación maravillosa, algo que desde hace mucho no experimentaba; los latidos del corazón acelerados, los pensamientos de todo tipo fuera de su cabeza, la calidez y ese deseo acumulandose en su vientre.

Belle había pensado tantas veces en el día en que recibiría su primer beso, pero se dio cuenta pronto que sus expectativas eran las de una niña y eso beso las superaba por mucho. Se aferró más a él, queriendo sentir al máximo todo eso que estaba viviendo y cuando Gabriel la sintió acercarse más a él en ese momento, supo que ella estaba pasando por algo similar a lo que él, ella sentía el deseo, el cuerpo en llamas y las ganas de no separarse nunca. Pero de repente, el pensamiento de estar aprovechándose de ella lo invadió y se apartó rápidamente rompiendo todo vínculo. Con una expresión contrita la observó y tomó sus manos —lo siento, no debería haber hecho algo así. No sé que me sucedió, me disculpo —giró sobre sus talones sin decir nada más, y dejó a Belle completamente desubicada, mirándolo mientras se alejaba.

*****

Gabriel estaba en su habitación, sentado en su sillón tratando de leer un libro para conciliar el sueño. Pero era difícil, todavía se preguntaba porque la había besado y porque ella no lo detuvo cuando pudo. No era tonto, veía que entre ellos dos había algo a lo que no sabía bien, que nombre ponerle. ¿Atracción? ¿Deseo?

Belle era su criada…o bueno su acompañante. No era alguien con quien pudiera jugar al seductor. ¿Por qué diablos la había besado? Apretó los puños y tomó la copa de brandy a su lado. Bebió un trago y sintió el fuerte licor quemar su garganta. Lo necesitaba, pensó. Alejó la copa y se frotó las sienes ¿no aprendiste nada con Eloise?, se preguntó molesto. Las mujeres hermosas y jóvenes, solo traían problemas y traiciones. Eso era lo que había hecho Eloise y seguramente lo que haría Belle si le daba la oportunidad. No podía enamorarse de ella, al menos no sin salir herido otra vez. Pero ¿Cómo diablos la borraría de su mente? Toda la tarde no había hecho más que pensar en ella, en sus labios, en como lo había hechizado y lo había hecho perder la cabeza con ese beso.

 

 

Belle no sabía como se sentía. No había visto al barón en todo el día porque cuando bajó a desayunar, le dijeron que había salido muy temprano, y que dejó dicho que volvería tarde. Ella no se atrevió  a decir una palabra pues no era nadie en aquel lugar. Él era su patrón y podía hacer en su casa lo que viniera en gana. Sin embargo, no dejaba de pensar en que estaba alejándose para no darle la cara por lo sucedido el día anterior.

En ese momento, ella estaba cosiendo algunos de sus trajes, y eso la había tenido distraída. No sabía a qué horas llegaría pero quería esperarlo para dejar las cosas claras y decirle que ella no esperaba que algo cambiara por lo sucedido. Él era un barón y ella su criada y nada más. Aunque por dentro sintiera su corazón como un caballo desbocado cuando lo veía y aunque anoche hubiera soñado que estaba en sus brazos, sintiendo sus caricias por todo su cuerpo, ella dejaría en claro las cosas para no tener problemas.

Sin embargo, él no llegó para la cena y al día siguiente volvió a salir muy temprano y ella temió lo peor. ¿Qué tal que estuviera bebiendo en alguna taberna hasta emborracharse? ¿Qué tal si todo lo que había avanzado, se echó a perder por ese beso? Tal vez le recordó su relación fallida con la baronesa…o tal vez esté pensando la forma en la que va a despedirla… ¡NO! No pienses así, Belle. Todo se arreglará, solo tienes que hablar con él. —fue a su estudio y tomó papel y una pluma. Sabía que era un atrevimiento de su parte tocar las cosas de él, pero la única forma que veía de poder encontrarselo para aclarar las cosas, era dejándole una nota.

Después de hacerla, buscó entre los sellos, uno que no tuviera el emblema del barón, sino que fuera meramente decorativo hasta que lo encontró y selló la nota. No quería que si se la daba a alguien del personal, estos fueran a leerla porque sabía que ganas no les faltaban. Después de eso, fue hasta el mayordomo y le dijo que por favor, le entregara esa nota al barón cuando lo viera, y cruzó los dedos para tener buena suerte.

Las horas pasaron y así también pasó la hora de la cena, sin indicios de que Gabriel fuera a llegar. Belle con ánimo decaído, se fue a su habitación, se alistó para dormir y se quedó en la cama tratando de conciliar el sueño.

Mucho más tarde, algo la despertó. No sabía bien que era, pero se dio la vuelta para mirar en su habitación y todo estaba oscuro. Las  brazas de la chimenea ya estaban débiles y quedaba una tenue, casi inexistente luz debido a los restos de carbón encendido que estaba por acabarse. Aun así, se podía ver algo, una sombre junto a la chimenea. Era como si alguien estuviera asentado en la silla, y desde allí la mirara.

—¿Hola? ¿Hay alguien allí? —preguntó  temerosa. ¿Y si era un fantasma?

Nadie le respondió y ella intentó levantarse tomando una de sus pantuflas en la mano. Sabía que no le daría un golpe mortal con ella, pero no tenía nada más para defenderse. Aunque en el momento en que ella estuvo cerca de aquella sombra, escuchó una voz.

—No te inquietes, soy yo.

Belle casi grita del susto pero se contuvo —Milord… ¿pero qué hace usted aquí?

—Solo te veía dormir —le dijo tranquilamente. Sin embargo, cuando ella se había levantado de su cama, y se puso frente a él, no se percató de que aunque no hubiera mucha luz, su camisón alcanzaba a transparentarse un poco y el pudo tener un vistazo de su hermoso cuerpo. No había duda de que era una mujer creada para ser amada a cabalidad. Tenía curvas generosas y pechos plenos que lo incitaban a tocarlos. No supo cuando, ni como, solo se levantó y se acercó a ella —recibí tu nota.

—¿Sí?

—Decía que necesitabas hablar conmigo con suma urgencia.

—Yo…si eso escribí pero… estas no son horas de hablar. —dijo algo nerviosa.

—Peggy… —su nombre salió de él como un susurro —lo que menos quiero hacer es hablar —se acercó más —eres tan hermosa que es difícil no sentirse tentado contigo.

Ahora que estaba tan cerca de su rostro, ella pudo percibir que había bebido.

—Milord, por favor. Usted ha estado bebiendo, creo que lo mejor es que vaya a su habitación.

—No más, milord. Tutéame y llámame por mi nombre, Gabriel.

—Pero milord…eso no sería correcto.

—Gabriel, me llamó Gabriel —sus manos acariciaron sus hombros con suavidad y ella por un segundo lo dejó sintiendo que su piel despertaba a la vida.

—Está bien Gabriel, has bebido. Si no nos detenemos, mañana nos vamos a arrepentir.

—Jamás me arrepentiría, porque estoy consciente de lo que hago. He bebido, es cierto —tomó su cuello en una sutil caricia —pero no estoy borracho, sé lo que hago y necesito volver a sentir tus labios —acarició con su boca la de ella y luego tomó plena posesión de esta en un beso abrasador. Este no fue como el beso delicado de unos días atrás. Este era uno que hablaba de pasión.

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