Belle

Belle


Capítulo 8

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Capítulo 8

Gabriel le abrió los labios con la lengua, y se adentró en el interior de su boca una y otra vez, hasta que ella sintió que sus rodillas se convirtieron en papilla. Se dejó llevar y sus brazos se enroscaron alrededor de su cuello. Gabriel aumento la profundidad de su beso, explorándola más. A ella, él le olía tan bien, su sabor con un ligero toque a brandy, le resultaba tan atractivo. Sus manos recorrieron su cintura, haciéndola querer más, y de un momento a otro se vio cargada en sus brazos y llevada hasta la cama, donde él la deposito con mucho cuidado.

Belle dándose cuenta de lo que iba a pasar, tuvo un momento de arrepentimiento y trató de incorporarse, pero Gabriel fue más rápido y se colocó sobre ella poniendo una de sus piernas sobre las suyas. Sin embargo todo lo hizo con delicadeza, mientras la distraía con sus besos y sus manos iban hasta los botones de su camisón. Poco a poco fue descubriendo la parte superior de este, hasta que pudo ver sus pechos hinchados. Quedó sin aliento al ver la belleza de sus senos llenos, con pezones rosados, ya duros por la necesidad de ser acariciados. Sin poder evitarlo, Gabriel tomó uno de ellos con la mano y vio como ella aguantaba la respiración. Luego de eso bajó la cabeza para saborearlo, succionándolo  fuerte y luego pasando su lengua sobre él en una caricia. Belle suspiró y gimió de placer. Mientras él la distraía con sus caricias, su otra mano se deslizaba por debajo de la parte baja del camisón, tocando su delicada piel de sus piernas y subiendo por sus pantorrillas.

—Quiero darte placer, cariño —acarició la sedosa piel — ¿sabes como haré eso?

Ella negó con los ojos muy abiertos, mirándolo expectante.

Gabriel subió un poco más sintiéndose feliz de que ella no llevara calzones en ese momento, y llegó hasta su sexo donde tocó sus carnosos labios íntimos y deslizó un dedo entre sus rizos. La sintió húmeda, lista para él, y notó cómo sus ojos se abrían alarmados.

—Tranquila…te prometo que te va a gustar —le dijo que aunque estaba a punto de explotar, debía calmarse, pues ella era virgen. Eso se notaba; la inocencia de su mirada, su actitud inexperta descubriendo todo por primera vez, se lo decían. Belle sabía que debía hacer algo, sin embargo fue incapaz de mover un dedo. Estaba hipnotizada por él. Inclinó la cabeza para volver a tomar un pecho con su boca y allí estuvo un buen rato mientras sus dedos jugaban al tiempo con su sexo preparándola para él. Sabía que era grande y que podía lastimarla esa primera vez, así que se lo tomó con calma hasta que notó como ella gemía y su cuerpo por instinto, se movía contra su mano. Entonces se separó un poco — ¿Te has preguntado alguna vez cómo sería yacer con un hombre? ¿Sentir su carne penetrándote?

Belle se sonrojó al recordar que sí se lo había preguntado e incluso había tenido conversaciones con su doncella en la india, sobre eso. Ella le había dicho que lo importante era dar con un hombre que supiera despertar la pasión en ella y que lo demás se daría fácilmente. Pero ella no fue capaz de decirle aquello —No. Una dama nunca piensa esas cosas —fue lo que contestó.

—No querida…lo piensa, pero no lo dice que es distinto. —Acarició su mejilla —sin embargo quiero decirte que si tienes curiosidad, ahora es el momento de satisfacerla. En segundos se había quitado botas, camisa y todo lo demás y quedó completamente desnudo mirándola con lujuria, sin una gota de vergüenza.

Belle en cambio desviaba la mirada, pues jamás en su vida había visto a un hombre desnudo —mírame —le dijo con voz ronca. Ella lo hizo muy despacio y notó aquel gran apéndice entre sus piernas. Gabriel tomó una de las manos de ella y la llevó a su miembro —tócalo, siente como es. No te va a morder. Por lo menos no de la forma que piensas, se dijo internamente.

Belle lo hizo mientras contenía el aliento ante su tamaño. Notó la piel lisa como terciopelo y al mismo tiempo su dureza, la punta en una forma extraña para ella, aunque él le aseguró que los hombres normales tenían esa forma: el vello  rizado y las bolsas debajo del miembro, que al tocarlas se sentían pesadas, eran diferencias sorprendentes entre los hombres y mujeres, sin embargo se sentía normal. Gabriel sonrió y buscó su boca besándola durante por un rato, usando sus labios para excitarla. Luego de eso, se inclinó sobre ella y quito el camisón por completa dejándola tan desnuda como él. Ella se tapo con sus brazos, y Gabriel la detalló queriendo grabarse cada parte que podía ver —no te escondas de mi. Eres muy hermosa —acarició los senos de ella, pasando las palmas por los pezones erectos, provocando que temblara de placer. Tomó entonces un pezón y luego otro, mordisqueando y después chupando, hasta que ella se arqueó por aquel fuego de su boca que la quemaba y sus dedos se enterraron en el cabello de Gabriel.

—Oh Dios…Gabriel… —ella gimió y sintió su miembro contra su vientre.

—Déjame mostrarte lo mucho que puedes disfrutar en la intimidad —sus dedos volvieron a sumergirse entre sus húmedos muslos. La sintió húmeda y abrió un poco más sus piernas para luego cubrirla con su cuerpo completamente. Belle estaba en otro lugar y no se daba cuenta de lo que iba a pasar hasta que sintió que introducía su miembro y se tensó. Pero Gabriel no se detuvo, por el contrario siguió lo que hacía al tiempo que la besaba y lentamente, la fue penetrando cada vez más profundo. Ella cerró los ojos sintiendo la fuerte presión dentro de ella y notando como su cuerpo cedía ante su dureza.

—No creo que pueda resistir —le dijo empujándolo, pero él se quedó donde estaba

—Solo mírame, cariño —sus ojos la miraban con dulzura —esto solo dolerá un momento, y solo por hoy. Luego solo sentirás placer. —lo prometo.

Belle le creyó y sintió como el daba un último y potente empujón, destrozando la barrera virginal. Ella jadeó y una lágrima se deslizó por su mejilla. Gabriel no se movió, esperando a que se acostumbrara y ya no sintiera dolor. Luego de un momento, ella notó que en efecto el dolor se iba.

—¿Como te sientes? ¿Te duele todavía?

—Ya no

Gabriel la besó de nuevo y comenzó a moverse. Lo hizo lentamente primero, dándole todo el tiempo del mundo y Belle sintió como su interior se calentaba y se iba convirtiendo a medida que él la embestía, en una sensación ardiente que la hacía desear más. Comenzó a imitar sus movimientos y cerró los ojos.

—Dime tu verdadero nombre —le exigió cuando la penetraba una y otra vez.

—Peggy…

Gabriel mordió el lóbulo de so oreja —dímelo.

—Peggy, es mi nombre —dijo entre gemidos.

Gabriel aumentó la intensidad de sus embestidas —dímelo —volvió a exigirle, y esta vez ella no pudo guardárselo.

—Belle…es Belle —casi lo gritó cuando sus poderosos empujes se intensificaron y ella comenzó a ver borroso, sintiendo que un calor extremo, la invadía, llevándose su voluntad y haciéndola casi perder la cordura.

Gabriel la besó tomando sus gemidos y siguió empujando hasta que sintió que su cuerpo se estremecía y se sacudía por la intensidad de las sensaciones. De su garganta salió un rugido intenso y derramó su semilla dentro de ella. Fue mucho después que se conmocionó por el hecho de que no se había podido controlar y no se había salido a tiempo, por lo que podría haber concebido un hijo esa misma noche. En ese momento sintió que Belle temblaba y se colocó de lado para poder abrazarla. Pasado un rato él se levantó para avivar el fuego de la chimenea y que ella no sintiera frío, enseguida volvió a la cama y la abrazó sumiéndose en un tranquilo sueño.

 

*****

Belle se despertó con la sensación de que era besada en su abdomen. 

—Por supuesto que te llamas Belle, no podía ser de otra forma. Eres una mujer muy bella —le dijo Gabriel mientras pequeños besos la marcaban por todas partes.

Belle sacudió la cabeza para negarse, no pensaba bien en ese momento, y vio cuando él  dobló las rodillas y se las levantó.

—Estoy muy cansada… —gimió —. Espera, Gabriel.

—¿Estás adolorida?

—No, no es eso.

Él fue bajando su cabeza y llegó a su sexo. Abrió sus piernas y ella levantó inmediatamente la cabeza — ¿Qué haces?

—Solo déjame, lo vas a disfrutar —con lametazos insistió hasta que ella dejó de protestar sus caricias la fueron tranquilizando. Un rato después, él empezó a chupar y mordisquear el clítoris hinchado de Belle, que suspiró y gimió nuevamente. No podía negar que aunque era algo escandaloso, Gabriel sabía como satisfacer a una mujer y esa lengua suya era buena en lo que hacía. Él sujetó bien sus muslos y se dedicó a chupar y lamer su sexo de una forma enloquecedora. Un momento después ella no era dueña de si, y el aumentó el ritmo de sus caricias hasta que ella llegó un clímax tan fuerte, que pensó que moriría. Su cuerpo era de gelatina y ella le rogó porque se detuviera, solo entonces él lo hizo, pero únicamente para entrar en su dulce cuerpo con embestidas certeras que la enviaron a otro clímax devastador.

 

Después de ese día, Belle y Gabriel, no podían quitarse las manos de encima. Hacían el amor, en el estudio, en el jardín cuidando de que nadie los viera, incluso un día salieron a cabalgar y se sentaron debajo de un árbol a descansar, cuando de repente Gabriel le dijo que la deseaba en ese mismo instante y la tomó allí. Belle no se opuso, no era capaz de hacerlo. Él hacía que su sangre hirviera y con sus caricias evitaba que ella pudiera pensar con claridad. Se había vuelto una desvergonzada con él, pero no se arrepentía. Era amante atento, considerado y apasionado. Siempre se mostraba cariñoso y risueño con ella. Belle era consciente de que no tenía un futuro con nadie, y prefería pasar estos momentos tan hermosos con él. Luego cuando ya no estuvieran juntos los recordaría, porque prefería eso, a pasar su vida sin saber lo que era el amor y la pasión.

Sus días consistían en salir a diferentes partes, dentro o fuera del pueblo, mostrándose muy correctos para no levantar chismorreos. Pero en la noche, era otra la historia y daban rienda suelta a todo lo que estaban sintiendo.

Belle se fue enamorando locamente de él, sin siquiera saber en qué momento y se lo hizo saber un día, sin la más mínima vergüenza. Ambos estaban en la habitación de él, después de haber hecho el amor por segunda vez. Yacían allí cansados y sudorosos, abrazados piel con piel.

—Belle, mi amor. No sabes lo feliz que me haces. A veces temo que esto no sea más que un sueño y que todavía estoy en Londres, encerrado en esa habitación llenando mi cuerpo de licor hasta casi morir.

—No mi amor, esto es real. Este amor es lo más real que he tenido en mi vida.

—Tal vez te parezca muy apresurado pero siento que te amo —le dijo Gabriel sorprendiéndola.

—Y yo te amo a ti, Gabriel. Te amo más que a mi vida —recostó su cabeza en el pecho de él —no sé cuánto durará, no sé si algún día ya no me querrás a tu lado, pero quiero que sepas que te amo tanto, que estoy dispuesta a tomar lo que tú me quieras dar.

Gabriel se sintió conmovido por esas palabras tan desinteresadas —Te prometo que siempre estaré a tu lado. Eres demasiado valiosa para mí —buscó su boca y derramó en aquel beso todo lo que sentía por ella. Cuando se separó de ella, sus ojos se encontraron con los suyos —jamás pensé que alguien despertara en mi, esos sentimientos, ni que yo pudiera despertarlos en alguien, después de lo sucedido con…esa mujer. Gabriel no quería ni pronunciar su nombre, para él, ella era como un mal augurio y no quería dañar ese hermoso momento diciendo el nombre de aquella bruja.

Pero solo unas semanas después sus miedos más profundos se hicieron realidad, cuando Eloise llegó a Primrose Manor con la plena intención de echar por la borda su felicidad.

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