Belle

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Capítulo 2

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Capítulo 2

A la mañana siguiente Belle estaba lista a las cinco en punto de la mañana. No quería empezar mal su trabajo y necesitaba dar todo de sí para poder permanecer allí. Le habían dado el día anterior un uniforme, con su respectivo delantal y cofia para que siempre llevara el cabello recogido. Cuando Susi, una de las criadas que al parecer tenía más tiempo allí, pasó por ella, Belle enseguida la siguió escuchando con atención cada cosa que decía o viendo cada cosa que hacía para imitarla.

—Toma el cubo, Peggy —le dijo Susi mientras iba caminando y dándole indicaciones.

Belle lo hizo aunque pesaba horrores y escuchó atentamente.

—Allí está todo lo que vas a necesitar para este día. Trapos, cepillos gruesos para el piso y los más delegados para el polvo. También las pinzas y estopas con las que tienes que limpiar la chimenea  y agregar el carbón. Cuando termines con ese cubo, irás por la ropa de cama, pero primero debes decirme, para pedirle a la señora Bishop que nos abra el cuarto de aseo, donde esta la ropa limpia de cama y los demás utensilios de aseo. Si ves que hay necesidad de cambiar el jabón de milady o milord, también allí encontrarás esas cosas.

—¿Tengo que asear el cuarto de baño?

Por supuesto, por eso debes turnarte con otras de las criadas. Unos días serás tú y otros les tocará a ellas o a mí, pero antes de que lo hagas por primera vez, yo te diré como. Milady es muy exigente con esas cosas y tiene su forma en la que le gusta ver su cuarto y su baño.

Belle se sentía angustiada. Allí esperaban que ella supiera hacer todas esas cosas y solo podía dar la impresión de que así era, o estaría en la calle ese mismo día.  Fue con Susi a todos lados, y cuando ella le decía que hiciera algo, Belle salía del aprieto diciéndole que era mejor que le enseñara como lo hacía allí porque si lady Clarence era tan estricta en todo, lo mejor sería que ella supiera hacerlo todo a su gusto. Un rato después bajaron al comedor de la servidumbre, donde ella por fin pudo comer algo, y sin importarle si los demás pensaban que era una muerta de hambre o mal educada, se sirvió hasta quedar llena. Afortunadamente no podía decirse que los barones fueran tacaños, pues la mesa estaba llena de comida, todo era de manera abundante; los panecillos, el té, la leche, el tocino, y todo lo demás. Belle comió con gusto y en silencio como la mayoría de ellos y luego de eso todos se presentaron uno a uno con ella. Conoció al mayordomo que la había atendido a su llegada, el señor Whitlock y al primer lacayo Edward. También conoció a Noelle, la asistente de cocina y a otra de las criadas cuyo nombre no recordaba bien, pero que la miraba como si fuera un gusano. Después de un rato todos regresaron a sus deberes y ella hizo lo mismo, sintiéndose un poco mejor al tener el estómago lleno.

Cuando iban caminando hacia una de las estancias comunes, ella le preguntó a Susi por la muchacha que la había mirado mal.

—Su nombre es Mary, y es agria como el limón. Te aconsejo que no te metas con ella porque tiene una lengua larga y ya varias de las criadas hemos tenido problemas con ella. No sé porque la señora Bishop no la despide, pero al parecer es porque a pesar de no ser muy buena persona, si es muy buena trabajadora. Parece un mulo  de carga, es muy fuerte y sube baldes de agua como un hombre más. Ella se encarga de las cosas como el agua del baño de milady, los orinales de las recamaras y la limpieza de algunas de las habitaciones. Oh si…y cuando se trata de limpiar las ventanas, no hay  quien le gane.

—Ya veo…

—No la determines. Tú haz tu trabajo y deja que ella haga el de ella. Sí no te cruzas en su camino no tendrás problemas.

Belle decidió seguir su consejo porque lo que menos quería era tener enfrentamientos con sus compañeros de trabajo.

—Ahora vamos al recibidor necesitamos limpiar bien el piso y luego me acompañaras al dormitorio de milady para que veas bien como se hace todo. Ya mañana podrás hacer las cosas tu sola.

Belle la miró con un gesto confiado mientras por dentro temblaba pensando en el día siguiente.

 

*****

Los días fueron pasando y a pesar de que el miedo inicial hizo que Belle cometiera algunas torpezas, al final pudo acostumbrarse al ritmo de sus quehaceres. Pero todavía podía recordar aquellos primeros días donde al terminar, solo quería subir a su habitación, darse un masaje y dormir. Sus brazos dolían, sus piernas y rodillas dolían por limpiar el piso, y le parecía que las horas de descanso no era suficientes para tanto trabajo. Sin embargo todo fue cambiando y ahora que llevaba el mes de estar allí trabajando, se había ganado el respeto de sus compañeros, que ahora incluso, la ayudaban algunas veces, cuando veían que había demasiado trabajo. El ama de llaves la había felicitado pero no había dicho nada de si se quedaba o no, después del tiempo de prueba. Ese día cumplía el mes y la señora Bishop la había mandado llamar. Belle sabía de lo que hablarían y eso la ponía terriblemente nerviosa. Al entrar a la sala del ama de llaves, la encontró leyendo algo y cuando alzo la vista, le sonrió y la invitó a sentarse.

—Veo que estás amañada aquí.

—Sí señora. Al principio ha sido algo duro, pero todos han sido muy amables y pacientes conmigo.

—Bueno…te puedo decir que cuando comenzaste tenía serias dudas sobre tu desempeño, pero has ido demostrando tus capacidades hasta convertirte en una buena trabajadora. No muchas se adaptan al duro trabajo de esta mansión, sin embargo iras dándote cuenta de que el patrón es muy generoso y se preocupa por todos.

Belle no se perdió el hecho de que solo dijera que el barón era así, más no la baronesa. —He hablado con milord, le he comentado sobre tu trabajo y él ha estado de acuerdo conmigo en que si lo deseas, puedes quedarte.

Belle sintió felicidad y alivio sobre todo, porque ahora podría tener un techo y comida asegurados. Era algo increíble que hasta hace poco tiempo no había tenido que preocuparse por eso, ni por nada referente al dinero y ahora, si no hubiera sido por esa mujer, no habría tenido con que comer y tal vez estaría mendigando —gracias, señora Bishop —le dijo feliz —podría abrazarla en este momento.

La mujer sonrió pero mantuvo su puesto —no creo que haya necesidad de exagerar. Me alegro mucho de que te quedes aquí. Ahora, es mejor que vayas a tus quehaceres que yo iré a los míos.

Gracias de nuevo señora Bishop —se levantó de la silla sintiéndose liviana y salió casi corriendo de allí para contarle a Susi. Cuando llegó donde ella estaba Susi la miró molesta — ¿Dónde estabas Peggy? Tenemos demasiado trabajo que hacer, sabes que hoy milady tiene una reunión importante.

—Lo sé, lo sé, pero la señora Bishop me llamó y tuve que ir.

—¿Que quería? ¿Te  regañó?

—No, para nada. Por el contrario —su sonrisa la delataba —me dijo que podía quedarme.

Susi dio un gritito de felicidad —que bueno, me alegro tanto por ti.

—Ni te imaginas lo aliviada que estoy. Sí no me hubieran dado ese puesto, habría tenido que dormir en la calle.

Afortunadamente nada de eso pasó, pero si no nos damos prisa con el trabajo por hacer, puede que ambas durmamos en la calle. — Hay que limpiar todavía algunas estancias y los cubiertos de plata deben estar impecables.

Belle estaba algo preocupada por esa fiesta. Había logrado escabullirse la mayoría de las veces para no tener que servir, pero otra de las criadas estaba indispuesta y ya le habían dicho que si seguía así, tendría que ir ella a servir las bandejas. Eso la aterraba, pues en una ocasión alcanzó a ver a un par de amigos de su padre, que habían sido invitados por la baronesa. Casi se le sale el corazón cuando los vio allí hablando con el resto de invitados. Tuvo que decir que estaba muy mal y que casi se desmaya sirviendo, para que la dejaran estar ayudando adentro. Pero ese día no sabía que iba a hacer y eso la asustaba terriblemente.

 

 

Todo el mundo estaba allí a las siete de la noche. Belle estaba uniformada para la ocasión y había estado sirviendo junto con dos lacayos, copas de vino y aperitivos de todo tipo. Hasta ahora no había visto a nadie conocido pero sabía que era solo cuestión de tiempo. Media hora después vio llegar a una pareja; eran los Hollister. Buenos amigos de su padre y asiduos visitantes en su casa hasta que estalló aquel escándalo donde su padre fue apresado, y entonces se cruzaron con ella más de una vez pero ni le contestaban el saludo. Quien sabe que dirían si la vieran allí, sirviendo, después de que ella había sido su anfitriona tiempo atrás. Su corazón dolió al recordar todo aquello y no pudo evitar sentir pena por ella misma.

—¿Que sucede? —una voz la sacó de sus cavilaciones.

—Nada, lo siento, solo estaba…

—Estabas quieta como una figura de mármol de las que hay en el jardín. Sí te ve la señora Bishop así, mañana estarás empacando. —le dijo Susi que intentaba limpiar una mancha de vino en la alfombra.

—Es que creí ver a alguien…

—¿Conocido? —se echó a reír. Por Dios, mujer. Aquí no hay nadie de nuestro selecto circulo social —le dijo irónicamente. —deja de soñar y ponte a servir antes de que nos regañen a las dos.

—No creo que pueda seguir sirviendo —habló nerviosa.

—¿Otra vez? ¿Pero qué es lo que te pasa que cada vez que hay una fiesta te pones mal?

—Perdóname, de verdad no creo que pueda.

—Tendrás que hacerlo, si la señora…

—Ya lo sé, pero no puedo, créeme.

Susi la vio tan angustiada que se apiadó de ella —muy bien, ve a la cocina y escóndete en la despensa, nos vemos allí en dos minutos. Me darás tu uniforme y yo seguiré.

—Gracias, Susi. Te debo este favor.

—¿Este? —la miró indignada —yo llevo mejor la cuenta que tu. Son varios.

Belle se echó a reír —muy bien, entonces te debo varios. Intentaré pagártelos pronto porque esa cuenta va a salir cara —le dijo en tono de broma.

 

*****

El día amaneció frio y con una espesa neblina que casi no dejaba ver nada afuera. Belle que ahora estaba desayunando después de los primeros deberes de la mañana, vio como corría uno de los lacayos y le avisaba algo a la señora Bishop. La mujer se levanto rápidamente y comenzó a dar órdenes a todos. Los sirvientes empezaron a dar vueltas de un lado a otro, limpiando, ordenando, y las criadas subieron con cubos a limpiar los sitios que ese día todavía no habían aseado.

—Muévete, Peggy —le dijo una de las criadas. Después comes algo, ahora hay que dejar la casa más impecable de que costumbre.

—¡Pero si casi brilla! —le respondió ella.

—Milord ha llegado de su viaje y no solo hay que tener todo perfecto, sino que además hay que salir a saludarlo.

La señora Ingram estaba gritando, dando órdenes a dos de las ayudantes de cocina, diciendo como de espesa debía estar la crema, mientras se acercaba a la señora Bishop y le decía en tono quejumbrosos que ahora tendría que hacer otro tipo de comida además de la que ya había planeado y comenzado a preparar para ese día, pues al barón no le gustaba el pato.

De un momento a otro llegó el mayordomo —deben subir inmediatamente a darle la bienvenida a milord. Por favor, asegúrense de que sus uniformes están impecables. Todos empezaron a mirarse de arriba abajo y comenzaron a subir las escaleras. Al llegar a la puerta de entrada se colocaron en dos hileras una a cada lado de la entrada. Vio entonces a un carruaje negro elegante llevado por cuatro caballos, que se detenía frente a la casa. Un hombre alto, de contextura atlética, se bajó en ese momento, mientras un lacayo mantenía su puerta abierta. El hombre miró a todos los sirvientes y por último al mayordomo y a la señora Bishop que estaba adelante sonriendo.

—Buenas tardes, milord. Bienvenido a casa.

—Gracias Whitlock.

—Que bueno tenerlo de nuevo con nosotros, milord —el ama de llaves dijo emocionada.

—Muchas gracias, señora Bishop. Es bueno verlos a ustedes también.

—¿Que tal ha estado el viaje?

—Pesado, aburrido. Esos compartimientos de los trenes, a pesar de que son más cómodos que ir en carruaje, son estrechos —siguió caminando mientras cada uno de los sirvientes hacía una reverencia, que ella también imitó.

—¿Y mi esposa? —le preguntó al mayordomo.

—Ella está indispuesta, milord.

El hombre hizo mala cara —cuando no —masculló entre dientes.

Belle notó que miraba a todos de manera cordial, pero su gesto era siempre altivo, de superioridad y hasta aburrimiento se podría decir. Pasó muy cerca de ella cuando estaba a punto de entrar a la casa y ella pudo darle un rostro por fin, al tan temido y al mismo tiempo apreciado barón de Clarence. Era de tez blanca, mentón fuerte y llevaba una barba poblada, aunque no descuidada. Sus ojos azules aunque de un tono claro, se veían tormentosos. Hubo un momento en el que su mirada se dirigió a la parte de la fila donde ella estaba y medio detuvo el paso para verla solo un segundo. Sus miradas se encontraron y ella sintió un estremecimiento de pies a cabeza. Se veía como un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido, y solo por encima podía decir también que tenía un genio de los mil demonios.

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