Belle

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Capítulo 4

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Capítulo 4

Un rato después cuando Belle intentó levantarse, le preguntaron si tenía mareos y ella dijo que no, e insistió en irse a su habitación. Lentamente fue caminando con ayuda de un lacayo y de la señora Bishop, hasta que llegó a su cama y la depositaron con cuidado.

—Oh Dios, estaba tan preocupada por ti —Susi su nueva amiga corrió hacia ella. —nos dijeron que él te había empujado por las escaleras.

—Eso no es cierto —intervino el ama de llaves —fue un accidente.

Belle la miró un momento —todavía no sé bien si lo fue.

—Pudo ser un accidente, como dice la señora Bishop —dijo Susi.

—Ese hombre es demasiado violento —dijo Belle, acomodándose en la cama.

—Porque mejor no descansas. Ya tendrás ocasión para pensar en lo que quieras y hablar con Susi. Por ahora, es mejor que sigas las indicaciones del doctor.

—¿Usted cree que me vayan a despedir?

—No seas tonta. ¿Es que no escuchaste lo que dijo, milord?

—Pero la baronesa…

—Ella puede decir muchas cosas, pero es el barón él que tiene la última palabra y al parecer le agradaste. No sé como explicarlo —dijo con sorpresa —después de aquel rapapolvo que le echaste pensé que me diría que te quería fuera de la propiedad, pero al parecer se siente demasiado mal por lo que pasó, o ese carácter tuyo que no conocía, lo ha impresionado.

 

*****

La semana pasó muy rápido y Belle poco a poco se fue recuperando de aquel episodio. Sin embargo no dejaba de pensar en el barón y su actitud tan distinta desde aquel día. Al principio no sabía ni su nombre y ahora cuando la veía saludaba y hasta le sonreía. Pero así como la actitud del barón cambió para bien, la de la baronesa cambió para mal. La mujer no podía ni verla y cuando Belle tenía la mala suerte de encontrársela, le hacía mala cara, o dejaba caer su taza de té, para que ella tuviera que limpiar el desorden. Otras veces ella aseaba la habitación y poco después la baronesa se quejaba de que estaba sucia y el baño olía mal porque ella no lo limpiaba bien. Belle no se explicaba su comportamiento, pero Susi le decía que era porque al verla en la cama de su marido, la mujer estaba celosa. Ella no podía creer que eso fuera cierto. Una mujer como esa; hermosa, educada, rica y con ese título, jamás podría tener celos de ella.

Una de esas muchas ocasiones que recordaba, era la vez que su doncella fue despedida por haberle robado. Para todos fue sorpresivo porque ella decía estar muy feliz con el trabajo de Beryl, pero de un momento a otro la policía llegó a la casa y ella lloraba arrodillada suplicándole a la baronesa que no la enviara a una cárcel, que tenía una familia que dependían de ella y que en esa casa la conocían desde hacía años como para saber que jamás tomaría nada que no fuera suyo. Pero la baronesa le dijo que era una mentirosa y que no se lo perdonaría porque la había tratado con consideración y amabilidad y ella le había pagado muy mal. Beryl incluso se desmayó y la mujer no tuvo un gramo de compasión. Ya después cuando aquel alboroto había pasado y la pobre Beryl había tenido que irse con la policía, se regó por toda la casa que lo que sucedía, era que Beryl le sabía demasiados secretos a la baronesa y ella no podía permitir eso.

Todos se fueron a sus quehaceres, sin embargo el ambiente era triste y cargado de preocupación. Nadie quería que en un ataque de ira de la baronesa, ella simplemente decidiera culparlos de algo indebido y los echaran sin referencias o peor, los llevaran con la policía. En la noche, todos se sentaron en el comedor del servicio a la hora de cenar. Todos hablaban de lo mismo, el destino cruel de la pobre Beryl.

—Pobre de la que ocupe el puesto de Beryl. No será fácil mantener a esa mujer feliz y si por cosas del destino esa persona se entera de los secretos de la baronesa, estará perdida —comentó  Susi.

—¿Qué clase de secretos? —preguntó ella.

—Todos sabemos sobre sus amantes y medio mundo lo comenta. El único que se hace el de la vista gorda es milord —dijo uno de los lacayos.

—Bueno, solo queda esperar y ver que nos trae el día de mañana —Belle añadió con cierta preocupación, pues sabía que la mujer había estado preguntando si había alguien entre las mujeres del personal, que supiera hacer peinados y fuera una persona lo suficientemente educada como para hacer las veces de su doncella mientras conseguía un reemplazo.

El día siguiente la despertó con la mala noticia de que la baronesa había mandado llamarla.

—Tienes que ir, Peggy. Es mejor que lo hagas apenas puedas y no la hagas esperar. Ser doncella no será algo malo.

—¡Dios! Lo que me faltaba. Esa mujer es una bruja, me detesta.

—No exageres.

—No lo hago, no puede verme y ahora resulta que me quiere como su doncella personal.

—Momentáneamente. Así que solo tienes que aguantar un poco mientras llega el reemplazo de Beryl.

—Eso es lo que dudo que pueda hacer.

 

*****

Belle entró en la habitación de la baronesa.

—Oh Peggy, pasa, pasa, quería hablar contigo.

—Usted dirá, milady.

—Me gustaría que fueras mi doncella provisional. Me he enterado de que peinas muy bien, y eres una joven instruida, que sabe leer y comportarse apropiadamente.

—Sí, milady.

—¿Donde aprendiste?

—Con mi padre. A él le gustaba que yo leyera mucho.

—Pero la educación no ha podido dártela él, si era un pobre campesino.

Belle quiso agarrarle por el cabello y decirle que su padre era mil veces más instruido que ella.

—Había una amiga de la familia que era institutriz en casa de familia noble, y nos visitaba a menudo. Ella le pidió a mi padre que me dejara aprender con ella lo necesario para poder valerme en este mundo. Le dijo que tal vez podría algún día estudiar para ser maestra.

La baronesa se echó a reír —bueno, ya vemos que eso no resultó ¿verdad?

Ahora si la mataría. Estúpida mujer, se creía más que cualquiera.

—Bueno, vayamos al grano —esta noche tengo una cena formal y debo ir perfecta. Ira gente de lo más selecto de la sociedad y quiero deslumbrar.

—Sí, milady.

—Entonces, no se hable más. Te espero más tarde

Desafortunadamente cuando Belle llegó para ayudarla, la mujer no hizo más que quejarse, estaba histérica porque el vestido que deseaba no estaba planchado y cuando se lo dio a Belle ella no lo planchó bien. Luego de eso, se puso furiosa porque le ordenó que le hiciera un peinado alto y ella se lo hizo perfecto, le quedaba hermoso lo adornó con pequeñas perlas, pero a ella no le gustó. Luego de eso le hizo deshacerle y rehacerle el peinado tres veces porque nada le gustaba.

—Oh Dios! Déjalo ya —le dijo molesta mientras la empujaba —eres una inútil. Voy a tener que conformarme con esta cosa horrenda que me has hecho en el cabello porque es demasiado tarde. —la miró como si fuera una cucaracha —al final, no vas a poder hacer nada mejor.

Una semana más tarde, después de estar casi volviéndose loca por los berrinches de esa mujer, le dijo que le hiciera algo para un evento que tenía en la tarde con unas amigas. Pero nuevamente nada le gustó y esta vez fue más agresiva. La humilló y la sacó de la habitación gritando a todo pulmón que era una inútil.

—Milady, yo solo he hecho lo que usted me dijo. Además no soy experta, usted lo sabe.

Eloise no la dejó terminar y le dio una bofetada — ¿te atreves a contestarme? ¿Quién te has  creído que eres?

Gabriel venía subiendo las escaleras cuando escuchó el alboroto y alcanzó a ver cuando su esposa golpeaba a Peggy. Eso le dio tanta rabia que a pasos agigantados llegó hasta donde estaban y antes de que pudiera volver a golpearla —la agarró del brazo — ¿te has vuelto loca?

—Por supuesto que no —dijo con toda la tranquilidad del caso. Actuaba como si no hubiera pasado nada.

—¿Por qué le pegas a Peggy? ¿Crees que es tu esclava o algo parecido?

—Es una sirvienta y de paso una insolente, se lo merecía.

Peggy se tocaba la mejilla con los ojos húmedos, pero Gabriel vio el brillo de ira en sus ojos y como temblaban sus manos de rabia.

—Lo mejor es que te vayas. Estás despedida —le dijo como si fuera una reina.

—El único que tiene derecho a despedir a alguien de la servidumbre soy yo. Permití lo de tu doncella porque dijiste que ella te había robado, pero estoy investigando el asunto y si me entero de que las cosas no han sido de esa forma, tendrás que responder ante mí.

—Eres un idiota. Siempre un blandengue cuando se trata de esta gente, por eso no te respeta.

—Me respetan, Elinor y además me estiman mucho más que a ti.

—¿Es que acaso ella te gusta? ¿Te las estas llevando a la cama?

—Yo jamás haría algo así —gritó Belle —ya me cansé de su falta de respeto.

—Oh vaya, la criada cree que estoy faltándole al respeto.

—Lo haces, así que cállate la maldita boca de una vez. —la haló del brazo y la llevó a rastras al dormitorio de ella.

—¿Qué haces? —le habló temerosa de haber ido más allá de los límites de su esposo. Tal vez la iba a golpear.

—Te quedarás aquí, mientras yo arreglo las cosas con Peggy. No saldrás hoy, porque si lo haces te buscaré allá a dónde vas y te traeré a rastras dejándote en ridículo. Así que estarás encerrada aquí toda la noche, de esa manera no podrás coquetear ni retozar con alguno de tus amantes secretos.

—¡Yo no tengo amantes secretos! —fue lo último que le escuchó vociferar mientras él cerraba la puerta de un golpe que casi la saca de los goznes.

Peggy a pesar del dolor en su mejilla, sentía ganas de reír al ver la cara de la mujer cuando su esposo la trató de esa forma. Ella creyó que el barón estaría toda la vida aguantandole sus humillaciones pero cuando este por fin empezó a tratarla como se merecía, se dio cuenta de que su reinado estaba terminando.

 

*****

Ese día, había un baile en la casa y todos estaban corriendo para que saliera perfecto cada detalle. No sabía como podían hacer tantos eventos todo el tiempo cuando en ese lugar siempre habían peleas, discusiones y siempre se sentía un ambiente tenso. Pero sabía que era Eloise la que insistía con sus invitaciones a todo el mundo, porque el barón las detestaba. Su rostro cuando tenía que atender a los invitados, era de pocos amigos, mientras que el de ella era de felicidad extrema porque amaba mostrase. En la noche cuando la mayoría de los invitados había llegado, ella estuvo asomándose varias veces a los salones vacíos y al jardín, para estar pendiente de cualquier cosa que pudiera presentarse y para limpiar cada desorden que los invitados hacían. ¿Acaso había sido ella tan desconsiderada en las reuniones como lo eran ellos?, se preguntó. No recordaba haber sido grosera o humillante con los sirvientes de su casa, pero tal vez era su punto de vista y ellos pensaban otra cosa.

Vio al barón hablando con algunas personas y luego vio a Eloise bailar con varios hombres coqueteando de manera descarada mientras su esposo la veía con ojos asesinos. Era una lástima porque el baile en general, estaba siendo un éxito y ella casi podía soñar, recordando el tiempo en el que también asistió a varios. Miraba las lámparas enormes brillando a la luz de las velas, los vestidos elegantes de última moda, con telas exquisitas y los peinados acompañados de joyas hechas solo para impresionar, unas más hermosas que otras.

—¿Belle? —una voz femenina la llamó y ella sintió que su corazón se detenía en ese momento.

Ella ni siquiera quiso voltear.

—Belle ¿eres tú? —la persona insistió y ella no tuvo más remedio que salir corriendo de allí. No quiso saber quién era, ni mostrar su rostro para confirmar que era ella. Fue hasta uno de los salones más alejados y allí se sintió a salvo de miradas y de que pudiera encontrase con alguien más. Estaba tan agitada que pensó que se desmayaría allí mismo. Dios, todo el tiempo evitando un momento así… ¡que vergüenza! La gente hablaría, diría que había caído tan bajo que ahora era una criada después de… ¡Ya basta! , se reprendió a sí misma. Belle Dwan, eres una egoísta ¿Qué diablos  importa lo que digan los demás? Tu padre está en una cárcel de deudores y más bajo no podría haber caído. Todo el mundo lo sabe y si a ninguna de esas personas le importó tanto como para darles la mano, o al menos preguntar como estaba él ¿Por qué debe importante a ti lo que ellos digan de tu forma de salir adelante y tratar de sacar a tu familia de apuros?

De repente escuchó un ruido y parecían unas voces hablando muy bajo. Ella se acercó un poco más y con sigilo. Parecía que era alguna pareja que se había ido a esconder allí para tener un encuentro secreto, pero ella no pudo evitar acercarse más porque cuando la mujer rió por algo que dijo su acompañante, ella podría haber jurado que conocía bien esa risa. Trató de hacer el menor ruido posible y se agachó detrás de un mueble grande  desde donde podía ver bien a la pareja que ahora se abrazaba y se acariciaba Belle no podía creer lo que veía pero ciertamente sus ojos no la engañaban y la mujer que se acariciaba de manera atrevida con aquel hombre, era nada más y nada menos que la baronesa de Clarence.

Belle se tapó la boca para que no escucharan su jadeo de sorpresa y muy lentamente fue retrocediendo para marcharse de allí. Le molestaba porque a pesar de que el barón era un hombre tosco y grosero a veces, con ella nunca se había portado mal y le daba una vida de reina. Cualquier que no viviera en esa casa podía decir que él era el culpable por su temperamento pero ella veía que era ella Eloise quien lo incitaba a pelear, era ella con sus coqueteos, la que había destruido su matrimonio y ahora esto, ver la forma en la que  faltaba el respeto a su esposo, estando con otro bajo  mismo techo en el que estaba él…le daba asco. Sin embargo, las sorpresas esa noche no habían acabado, pues en algún momento de esa noche, la baronesa decidió escaparse con aquel hombre dejando a su esposo solo y sumido en la vergüenza.

Todo el mundo se enteró a la mañana siguiente cuando Cossett, la doncella de la baronesa se dio cuenta de que ella no estaba en su habitación y vio que faltaban algunos vestidos y todas sus joyas. Buscó a su señora por todo lado y al no encontrarla no tuvo más remedio que decirle al barón lo que ocurría. Pero al mismo tiempo que se lo dijo fue corriendo al comedor de sirvientes donde todos desayunaban para contarles todo con pelos y señales. La servidumbre en general comenzó a especular, otros se reían y hacían bromas crueles con respecto a ella y a lo aburrida que debió estar del barón, y unos pocos como el ama de llaves, Susi, el mayordomo y Belle, sentían pena por todo lo que tendría que afrontar el barón a causa de esa mala mujer.

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