Belle

Belle


Capítulo 1

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Capítulo 1

 

Londres, 1860

Belle, caminaba por la acera de la gran mansión en Mayfair. La quinta de esa semana. Había estado buscando empleo en tantas casas de allí, que ya conocía el barrio a la perfección. Era lo mismo de siempre, la veían más que apta para el trabajo de institutriz pero al no tener referencias, le decían que no podían aceptarla por eso. Por más que suplicaba y les decía que podía demostrarle que era una persona honesta y confiable, siempre la miraban como si ya hubieran perdido el interés. Su situación ya era desesperada, no había encontrado nada en semanas de estar buscando y tenía que darles dinero a sus tíos que cuidaban a su hermanita, y debía pasar por la cárcel de deudores para llevarle algo a su padre al menos para que comiera esa noche. La cárcel de deudores no era como las otras cárceles, allí al menos podían tener algo de dignidad y no los tenían en un horrible calabozo con una cama y nada más, alimentándose con comida horrible o en mal estado. Al menos allí, dependiendo del status y de cuanto pagaran los familiares a los encargados, ellos podían tener una celda grande, no tenían rejas, solo una pequeña ventana en la puerta por donde el guardia vigilaba. Algunas tenían chimenea y en una esquina un sitio donde cocinar los alimentos, nada fastuoso, solo un pequeño sitio donde poner carbón o leña y preparar algunas cosas. También tenían una cama decente, y una pequeña mesa con su silla. Ella había podido lograr que su padre tuviera eso, pero le había costado Dios y ayuda. No era un hotel y obviamente les faltaba lo principal; su libertad, pero ella agradecía que no fuera peor. Por un momento su pensamiento voló en dirección a aquella época en la que no tenía que mendigar trabajo y todo en su vida estaba bien. Recordó cuando su padre era llamado a todos lados e invitado por reyes y altos funcionarios, que querían escuchar sus teorías. Él había sido un importante doctor en ciencias y el tipo de vida que llevaba consistía en charlas con sus colegas, viajes de investigación, a los que llevaba a sus hijas, y eventos importantes a los que era invitado y en los que aprovechaba para codearse con la sociedad y hacer que sus hijas también lo hicieran. Su casa base, por así decirlo, era Ripley, en Yorkshire. Allí habían vivido tranquilamente en la hermosa casa que su padre compró a su madre cuando se casaron y en la que ella había pensado que pasaría mucho tiempo, pero desafortunadamente todo cambió. En poco tiempo tuvo que hacerse cargo de su familia y jamás se imaginó buscado un trabajo después de haber tenido muchos sirvientes atendiéndola.

Caminó por un buen rato hasta que sus pies dolían como si tuviera agujas pinchándolos. Sus zapatos no eran los más cómodos y fue a sentarse en una pequeña banca que vio cerca de un local al que iba todos los días para ver los nuevos anuncios de trabajos. Cuando se sentó, el dueño del sitio que la vio a través de la ventana, la saludó sonriendo de oreja a oreja. Era un hombre amable y desde que ella estaba visitando el lugar, siempre se portaba atento con ella y hasta le ayudaba aconsejándole los empleos que le parecían mejores. Lo vio llamarla insistentemente pidiéndole que entrara. Ella casi rueda los ojos ante la idea de tener que levantarse de la banca, sus pies palpitaban y ella solo quería llorar. Pero lo vio tan contento que pensó que tal vez podía ser algo bueno y ella si que necesitaba algo bueno en ese momento. Caminó lentamente hasta llegar allí y lo vio sonreír. —Buenas tardes, señorita.

—Buenas tardes, señor Holland.

— ¿Como le fue hoy en su búsqueda?

—No muy bien, la verdad.

—Lamento mucho escucharlo —le dijo con voz apenada— se lo mucho que ha estado esforzándose por encontrar un trabajo.

—Ni me lo diga. Parece que no tengo la mejor suerte en estos días.

—Oh…mi niña, no se ponga así. Tal vez hoy es su día de suerte. —Le señaló el tablero grande de madera, donde solía poner los anuncios de las casa que buscaban trabajador para algo en especial— mire todos esos anuncios. Son de hoy, así que tiene de donde escoger. Sin embargo conozco una persona que trabaja en la casa del barón Clarence. Tal vez pueda ayudarla, y casualmente están necesitando a alguien para que trabaje allí.

— ¿Necesitan una institutriz? —preguntó emocionada.

—Bueno…tanto como institutriz, no. Pero requieren con urgencia una criada.

Ella estuvo tentada a decirle que no era lo que buscaba, pero sabía que tenía dos chelines en su bolsillo. Era conseguir ese trabajo de criada o morir de hambre. Le dio las gracias al hombre y se fue con sus pies adoloridos rogando a Dios que esta vez le dijeran que si la aceptaban.

 

*****

 

Al llegar a la casa, quedó impresionada. La casa era un sitio enorme y estaba rodeada de una enorme cerca hecha en ladrillos. No se parecía a las demás casas del barrio que aunque eran todas ostentosas, no eran tan grandes como esa. Tenía tres plantas pero se veía mucho más grande; los marcos amplios en color blanco le daban un aspecto elegante y arriba podía ver ventanas más pequeñas, que seguramente serían las de los sirvientes. Las chimeneas estaban prendidas en ese momento, pues notó humo saliendo de ellas y también le pareció ver que por una de las ventanas pequeñas un rostro la observaba. Belle trató de sonreír pero en ese momento la persona se alejó de la ventana.

Tocó la puerta y le abrieron  enseguida. —Buenas tardes —saludó el mayordomo.

—Buenas tardes —el hombre la miraba de pies a cabeza, seguramente sacando conclusiones de que no era precisamente una persona de la aristocracia o alguien importante.

—He venido por el trabajo de criada.

—Esta no es la entrada para los sirvientes. Vaya a la parte de atrás y allí la atenderán.

—Muchas gracias —ella quiso mandarlo al diablo pero se mordió la lengua. Después de todo si venía para el puesto de criada, no iban a atenderla en la puerta por donde pasaban los invitados o los familiares del barón y su esposa. Se dirigió a la parte trasera de la casa y allí encontró una modesta entrada con una puerta de madera de diseño antiguo y sobrio. Cuando estaba a puto de golpearla una muchacha abrió, sorprendiéndola.

—Oh, me ha asustado —le dijo la chica.

—Lo siento mucho. Estoy buscando al ama de llaves.

—¿La señora Bishop?

—Sí, ella debe ser. No decía en el anuncio por quien preguntar, solo que me dirigiera al ama de llaves.

—¿Para qué puesto decía en el anuncio? —sonrió avergonzada —Bueno… si me permite preguntar.

—Me he enterado de que buscan una criada.

—Oh si, si. Es urgente —abrió la puerta un poco más —pase adelante. Le avisaré que usted ha venido por lo del puesto.

—Muchas gracias —pasó adelante y enseguida sintió el confortable calor que hacía a allí dentro, a comparación con aquel frío que acababa de pasar.

—Tome asiento. ¿Le gustaría una taza de té mientras espera? Ella está arriba y no sé si se demore.

—Muchas gracias, aceptaré esa taza de té —le sonrió a la muchacha, que enseguida fue a servírsela.

Los minutos pasaron y solo hasta media hora después, el ama de llaves, la señora Bishop, llegó a hablar con ella y la hizo pasar a una pequeña salita cerca de la cocina. Mientras caminaban hacia aquel lugar, ella detalló a la mujer, que llevaba un traje negro amplio, y su único accesorio era una cofia que sostenía en su cabeza. Su peinado era un moño apretado y en su rostro no había el más mínimo asomo de alegría o al menos jovialidad.

—Pase, señorita…

—Peggy, Peggy Doyle —respondió ella nerviosa. No quería darle su nombre real a nadie. No deseaba darle el gusto a nadie de saber que le había tocado trabajar como criada.

—Muy bien señorita Doyle, me han informado que está usted interesada en el puesto de criada. Pero debo decirle que no es algo fácil. Ser criada en esta casa requiere de excelentes habilidades, y sobre todo de que sea alguien a quien le guste levantarse al alba, pues lo primero que debe hacer es avivar el fuego de las chimeneas, limpiar, saber planchar y ser muy paciente. La señora es bastante exigente y no le gusta el desorden, ni la suciedad, como tampoco los problemas.

—Sí señora, la entiendo. Yo…soy buena levantándome temprano y se limpiar y planchar, pues me hecho cargo de mi familia por algún tiempo.

—Pero en su familia deben ser pocas personas, aquí estamos hablando de una mansión que debe permanecer impecable. Obviamente no será usted la única que haga este trabajo. Contamos con la ayuda de tres jóvenes mas que también son criadas, pero cada una tiene definido sus deberes y los cumplen a cabalidad —le dijo con una mirada de advertencia.

—No se preocupe, señora Bishop. No tendrá queja de mí, si me da el trabajo.

—Todavía no podemos decir eso. Aquí se necesitan las respectivas recomendaciones sino de todos sus trabajos, al menos la del último.

—Yo…bueno…es que yo no tengo recomendaciones.

—Pero muchacha ¿Qué haces buscando trabajo sin una recomendación? En ningún lugar la van a emplear.

—Por favor, señora Bishop. Solo le pido una oportunidad. Sí mi trabajo no le gusta, si le doy algún motivo de queja, me despide y me iré sin decir una palabra.

La mujer la miró con lastima —lo siento mucho, Peggy. Se ve que eres una buena muchacha, pero mi obligación es pedir recomendaciones a todo sirviente que llega a trabajar. Imagínate donde no lo hiciera, en una casa como esta. Podría entrar cualquiera, podrían robar o algo peor.

Belle suspiró cansada y con la cabeza gacha asintió —lo entiendo —Sin embargo en ese mismo instante escucharon un estruendo de platos y vidrios rotos.

Belle solo escuchó después de eso, el lamento del ama de llaves.

—Oh por Dios, no de nuevo.

Un lacayo llegó en ese momento —Bethany ha roto los platos, señora Bishop.

—A este ritmo, nos quedaremos sin vajillas donde servir —miró a Belle con ojos entrecerrados — ¿Estás segura de que podrías hacer el trabajo como se debe?

—Sí señora —sacudió la cabeza en un gesto afirmativo —solo deme la oportunidad y se lo demostraré.

—Muy bien, lo haré por el bien de la casa y por mi paz mental. No sé si pueda resistir a esa chica torpe quebrando algo más de la casa. Sí la señora se entera, a la que van a despedir será a mi por contratarla. ¡Gideon! el muchacho que todavía estaba en la puerta esperando órdenes del ama de llaves, se enderezó —dígame señora Bishop.

—Ve a decirle a Bethany, que la espero aquí cuando regrese de llevar a Belle a su dormitorio.

—Como diga, señora Bishop —el muchacho se fue dándole un guiño a Belle.

—¿No tienes equipaje? —preguntó el ama de llaves.

—Oh sí, lo tengo en la posada del señor Holland.

—Sé donde es. Te llevaré a tu habitación y luego podrás ir por tus cosas. Le diré a uno de los lacayos que te acompañe, casualmente uno de ellos va para Bow Street en la carreta donde se recogen los víveres. Él podrá hacerte el favor.

Luego de eso, Belle siguió a la mujer que subió unas escaleras y luego otras más hasta que llegaron a un tramo donde había varias puertas. Entraron por una de esas, y llegaron a otras escaleras que iban hacia el altillo de la casa, donde al parecer estaba su habitación.

—Son muchas escaleras ¿verdad?

La señora Bishop la miró extrañada — ¿no estás acostumbrada a esto? Si no lo estás, tendrás que acostumbrarte rápidamente. Aquí debes ser invisible y solo podrás recorrer la casa por su parte trasera, es decir por esta parte. Lord y lady Clarence, jamás deben verte. Beryl, la doncella de milady, y yo, somos las únicas a las que se nos permite ser un poco mas visibles.

—Sí, señora Bishop.

Cuando ella abrió la puerta, Belle pudo ver que era un sitio muy pequeño. No era que su habitación fuera enorme, pero era mucho más grande que esa. La cama de hierro a un lado, totalmente desnuda, con un colchón polvoriento, la hizo sentir algo deprimida. Las paredes blancas como las de un hospital y una ventana como la de un preso, fue todavía más deprimente.

—Espero que te sientas a gusto aquí. No es el dormitorio más acogedor que tenemos, pero es el único privado. Los demás son compartidos, así que tuviste suerte. En aquella cómoda encontrarás ropa de cama limpia y toallas. Y como ves allí está la jofaina —le señaló la pequeña mesa de madera donde había una pequeña jarra de cerámica.

—Bueno, ahora me voy. Recuerda que en 10 minutos se va la carreta. Sí no quieres caminar de nuevo hasta el Bow Street, es mejor que bajes pronto. Luego de eso, cerró la puerta y la dejó sola.

Belle se quedó allí un momento tratando de asimilar todo lo que había sucedido, sin poder creer su buena suerte. Ya no tenía dinero suficiente para otra noche más en la posada, mucho menos para comprar algo de comida. Apenas había probado un panecillo esa mañana y ahora tenía un hambre terrible. Pero ese era el menor de sus problemas. Ella no tenía idea de cómo ser criada en una casa, toda la vida la habían atendido. Aunque en los últimos meses cuando su padre ya no estaba y todavía tenían la casa, ella fue la que hizo todo; el aseo, la comida y los demás quehaceres porque tocó despedir a los sirvientes. Supuso que no sería tan diferente de lo que había hecho antes.

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