BEGIN

BEGIN


56 – TRASPASO DE PODERES

Página 66 de 73

56 – TRASPASO DE PODERES

19 de noviembre, 2043

Un avejentado Francis Barrash había convocado el consejo de BEGIN, el Sanedrín, para ese día. Su deterioro físico en los últimos meses era evidente. Había envejecido quince años en unos pocos meses; ahora aparentaba setenta años o más, y además cada día estaba peor. Había perdido peso, bastantes kilos que le estaban dando el aspecto de un esqueleto. Sus otrora enérgicos andares habían sido sustituidos por los titubeantes pasos de un anciano encorvado. Y lo peor de todo era que su agudo intelecto y su prodigiosa memoria se estaban atrofiando, leve pero innegablemente.

Barrash se estaba muriendo. Todos los que le conocían lo estaban viendo claramente, y nadie mejor que Silvia, que había compartido con él la mayor parte de los pocos meses que habían transcurrido desde su nombramiento como subdirectora de BEGIN. Durante las primeras semanas, Silvia había simplemente acompañado a Barrash en su trabajo cotidiano, empapándose de las técnicas y métodos de dirección del gran hombre. Eran alucinantes. Pero conforme el estado físico de Francis se fue deteriorando, cada vez más era ella quien actuaba y Francis quien acompañaba, modificando levemente alguna decisión suya o informándola de algún aspecto que desconociera o no hubiera evaluado correctamente. El último mes no había habido ni una sola de estas correcciones.

Al principio habían viajado a diferentes ciudades del mundo en los veloces helijets de la compañía, pero en los últimos tres meses Barrash apenas se movía de Madrid. Había lugares más agradables, donde la temperatura no se aproximaba a los 40 grados a la sombra con que Madrid obsequiaba a sus visitantes en verano, o los cinco bajo cero del invierno, pero él prefería quedarse en la capital de España por alguna causa. Él siempre decía que le encantaban los espectaculares atardeceres madrileños, pero si eso era causa suficiente para elegir Madrid como su residencia permanente, sólo él lo sabía.

A pesar de sus achaques, fue puntual. Podía estar enfermo, pero mientras se mantuviera en pie sería serio y meticuloso como siempre. A la hora designada Francis entró en el salón del Consejo del Edificio Barrash de la Nueva Castellana, donde ya esperaban los otros nueve componentes, los ocho que formaban el Sanedrín hasta hacía unos meses, más la propia Silvia.

Como había anticipado Barrash, todos ellos habían aceptado su nombramiento como vicepresidenta de BEGIN sin ningún tipo de reproche, enfado o siquiera decepción. Cuando Francis les explicó brevemente los motivos por los que la había elegido, todos la felicitaron cariñosamente, incluido el turco Fahir, siempre tan serio y circunspecto, y se pusieron inmediatamente a su disposición.

Una vez todos en la sala, Francis hizo un breve discurso, con voz débil, pero firme.

«Bienvenidos todos a Madrid. Os doy las gracias por haber venido tan prestamente desde el otro extremo del mundo…

»No me andaré por las ramas, ya sabéis que eso aquí se estila poco. Estoy enfermo. No, eso ya lo sabéis perfectamente. En realidad me estoy muriendo. De forma irremediable. No hay nada que podamos hacer nadie. No, por favor, que no os cause conmoción ni tristeza. Algún día tenía que ser. Quizás ese día haya llegado antes de tiempo, pero hay que aceptarlo…

»No, Petra, no. Se trata de algún tipo de degeneración del ADN que hasta ahora no está registrada en ninguna parte del mundo. Nadie la conoce. No hay remedio conocido, ni saben realmente cómo combatirla… No os preocupéis por mí. Ahora hay que preocuparse por el futuro de BEGIN, de esta criatura nuestra que hemos creado entre todos. No, dejadme hablar, amigos míos, luego intervendréis vosotros.

»Estamos en una encrucijada. BEGIN está en una encrucijada. Quizás no lo veáis, enfrascados como estáis cada uno de vosotros en defender, ensanchar y mejorar vuestras respectivas áreas, pero BEGIN afrontará en los próximos años un momento de cruce de caminos en el que habrá que decidir cuál de los posibles elegir. Será una decisión complicada, amigos, y es imposible saber ahora qué es lo mejor. Y no, no tenemos a ningún Hari Seldon que nos diga qué hacer o que nos infunda ánimos para seguir en nuestro empeño. No hay ninguna Segunda Fundación que vele por nosotros, así que tenemos que tomar la decisión por nosotros mismos. No, perdón, tendréis que tomar la decisión por vosotros mismos.

»Sí, John, lo sé. Sé que no hemos comentado nada de esto y que no tenéis idea de qué estoy hablando. Pero sí hay una persona en el Consejo que ha visto lo que yo veía, que entiende a qué retos os tendréis que enfrentar más adelante. Lo sé porque ella misma me explicó el dilema que me atormenta mejor de lo que yo lo hubiera hecho. Esa persona es Silvia Ruiz. Que no os extrañe, queridos amigos. Es lógico. El dilema de que os hablo tiene que ver mucho más con el papel último de BEGIN en la sociedad humana, y eso es precisamente lo que estudia la sociología. Silvia es socióloga… bueno y matemática y estadística, pero fundamentalmente es socióloga. La mejor del mundo. Por eso la busqué y por eso le di grandes responsabilidades inmediatamente tras su llegada.

»Los retos a los que nos enfrentamos son enormes y determinarán cuál es el futuro de BEGIN… y quién sabe si de la Humanidad entera. Luego os contará Silvia con más detalle de qué estamos hablando, aunque ya os anticipo que igual muchos de vosotros ni siquiera comprenderéis en su justa medida la importancia del dilema».

Barrash paró un momento. Estaba agotado por el breve parlamento, así que hizo una pausa para tomar agua y descansar un poco, antes de proseguir dificultosamente con su explicación.

«A mí me queda poco, amigos. Alguna semana, algún mes… no más. Y debo dejar resuelta mi sucesión. Quién se hará cargo de BEGIN para hacerlo mejor que yo, para llevarla a cumplir sus objetivos, que ya sabéis que no son ganar más y más dinero, sino conseguir que vivir en este santo planeta sea agradable para todos los seres humanos sin excepción.

»He de tomar una decisión… decisión que está ya tomada y que muchos de vosotros anticipáis ya. Esta mañana he transferido la propiedad de las acciones de BEGIN que poseía a Silvia Ruiz Castro. Ahora ella es la dueña del 99,99% de las acciones de BEGIN. Asimismo he traspasado a su nombre el apoderamiento general para poder disponer de todos los fondos propiedad de la compañía. También la he nombrado Directora del Consejo de Administración y Directora General de la Compañía. Yo he dimitido de todos mis cargos y ella me sustituye a todos los efectos y con carácter inmediato.

»Silvia es la nueva directora de BEGIN. Yo ya he acabado. Gracias por vuestra ayuda y vuestra lealtad durante tantos años, amigos. Os ruego que seáis con Silvia tan leales y grandes colaboradores como lo habéis sido conmigo. El futuro es complicado, muy complicado, y necesitamos a Silvia para navegar por sus aguas. Creedme: necesitáis a Silvia. Toda la Humanidad la necesita».

Muchos de los presentes lloraban. Hombres y mujeres recios, acostumbrados a las situaciones más tensas, lloraban como niños. Hasta Fahir Urhdugan, el duro responsable de seguridad al que no le temblaba el pulso para eliminar cualquier amenaza para la compañía, hasta él tenía los ojos brillantes por las lágrimas. Nadie dijo nada, poco más había que decir.

Francis Pendelton Barrash, el hombre más rico del universo, el admirado creador y director de BEGIN, se levantó trabajosamente de su sillón y se acercó a dar un abrazo uno por uno a cada miembro del Consejo. Para todos tuvo una palabra de agradecimiento, de recuerdo de aventuras pasadas, de tiempos más convulsos y alegres, de emoción. La última de todos era Silvia, la recién llegada, que esperaba nerviosa en su silla. Francis, con voz más débil que nunca, se dirigió mirando a los ojos a la nueva directora general de BEGIN.

«Perdóname, Silvia. Perdóname por hacer recaer este peso sobre tus hombros. No hay nadie en el mundo que lo pueda hacer mejor. Es una auténtica faena, lo sé, pero alguien tiene que hacerlo. Y tú eres la mejor preparada. La única».

Y acercándose a Silvia, le dio dos besos antes de terminar:

«Mucha suerte. La necesitarás».

Se fundió con Silvia en un intenso abrazo que resumía los sentimientos de las diez personas presentes en la sala, un abrazo que escenificó el traspaso de poderes mejor que ningún discurso. Cuando se separaron, Silvia estaba definitivamente investida del cargo. Ahora sí era la directora de BEGIN.

Terminada su ronda de despedidas, y sin aceptar la ayuda de nadie, Barrash se dirigió trastabillando hacia la puerta de salida, la abrió y salió, inaugurando así una nueva y excitante etapa en la historia de la empresa más grande jamás creada.

Silvia se levantó de su silla y, muy lentamente, dió unos pasos hasta situarse en el centro de la sala. Allí pronunció unas breves e inútiles palabras acerca de lo confundida que estaba por el anuncio de Francis, pues ella no sabía nada, de lo emocionada que estaba por asumir reto tan gigantesco y de la suerte que tenía de contar con la ayuda de los presentes, simplemente los mejores del mundo en sus respectivas áreas.

Después hizo un cortísimo resumen del dilema al que se refería Barrash. Un dilema que podía condicionar fuertemente el futuro de BEGIN. Se resumía de forma muy sencilla:

Conforme BEGIN siguiera creciendo más y más, entrando en sectores en los que aún no estaba presente, y llegados a cierto punto en el que BEGIN controlaría una parte importante de la actividad planetaria en todos estos sectores… ¿Cómo parar? ¿Cómo detenerse, cómo dejar de crecer? ¿Dónde estaba el límite, cómo reconocerlo? Es más, ¿había siquiera un límite?

William Shakespeare lo hubiera resumido de forma admirable. Con sólo cuatro palabras, o seis en el inglés en el que lo escribió originalmente. El bardo hubiera situado a Silvia sola en medio de la sala, con una tétrica luz de fondo y una calavera en la mano y, mirando fijamente a sus vacías órbitas, preguntaría simplemente:

¿To stop… or not to stop?

¿Parar… o no parar?

Ir a la siguiente página

Report Page