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12 – MENSAJE

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12 – MENSAJE

21 de octubre, 2016

La figura de Tomei Belaskes miró fijamente hacia el aparato que hacía de proyector y comenzó su alocución en un español razonablemente comprensible. Esto es lo que dijo:

«Bienvenidos a la Cueva de Leza. Es evidente que no sé cuántas personas están viendo esta holoproyección, por lo que me dirigiré a vosotros en plural. Si mi memoria no me falla, debéis estar en la segunda década del siglo XXI, entre 2015 y 2020. Si estáis viendo y oyendo la holoproyección es porque habéis descubierto el mecanismo de apertura del TaqEn y habéis podido recargar la batería. Os felicito por ello.

»Permitid que me presente. Soy Tomei Belaskes, taquioingeniero de nivel 2 de HRM. Nací en el año 149 de la era HRM, es decir, en el año 2220 de vuestra era, pues la era HRM comenzó en el 2071 d. C. con la fundación de la empresa. Ahora os estaréis preguntando que qué tontería es ésta y cómo es posible que os hable desde un artefacto, el TaqEn, que habéis encontrado en una excavación arqueológica de hace 20000 años o más… Dadme un poco de tiempo para que lo explique todo.

»En mi época ya no existen los países, ni las naciones, ni los estados. No hay presidentes de repúblicas, ni reyes, ni señores. Todo el mundo está controlado por HRM, una empresa. Una empresa enorme, mundial, que lo dirige todo, la vida de todos, que toma las decisiones por todos y no permite ninguna duda o renuencia a acatar sus decisiones, que son órdenes para todos los seres humanos. HRM es el acrónimo de “Human Resources Management”, en anglo antiguo, que todavía estaba en vigor el año de su fundación, 2071. HRM controla todos los recursos del planeta, energía, metales, alimentos, todo, y asigna trabajo a todos los hombres y mujeres en función de una batería de pruebas psicológicas que se realizan a los quince años, sin excepción. Si como resultado de esas pruebas deciden que serás albañil, o cuidador del zoo, o arquitecto, eso serás. Te darán la formación adecuada y te asignarán un puesto de trabajo en cualquier parte del mundo. Tus aficiones, tus inclinaciones o deseos no cuentan. No puedes negarte a ser y hacer lo que la prueba ha decidido, y no puedes tampoco cambiar de profesión u oficio. En el caso de que lo hagas, que siempre hay casos, eres reciclado. Nadie sabe exactamente qué significa eso de “ser reciclado”, pero nunca se ha vuelto a saber nada de nadie que lo haya sido.

»Nadie conoce quién o quiénes son los jefes de HRM. Se habla de un Consejo Director, pero nadie sabe cuántos son ni cuándo ni dónde se reúnen. En una palabra: HRM es una dictadura, la mayor dictadura que el hombre haya jamás conocido, una que hace y deshace a su capricho a lo largo y a lo ancho del mundo. Una dictadura que cercena la individualidad, la imaginación y la ilusión en los 2000 millones de seres humanos que pueblan la Tierra. Una dictadura que, además, ni siquiera se sabe por quién es ejercida.

»Sí, en vuestra época la Tierra tenía unos 8000 millones de habitantes. Ahora son sólo 2000 millones. No voy a entrar en detalles que no debéis conocer de cómo se ha reducido tanto ese número, pero sí que tenéis que saber que HRM también decide cuántos hijos vas a tener y con quién. No puedes negarte tampoco en esto. Si tienes un hijo no autorizado, lo pierdes, se lo llevan… ¡Yo lo sé muy bien!».

La figura de la proyección dijo esto último gritando, un grito de dolor que acongojó a Javier. Tras unos instantes de pausa, más sereno, Tomei continuó su relato desde su lugar virtual en medio del salón.

«HRM impuso un nuevo idioma de uso obligatorio: el neoespront. El nombre se deriva de “esperanto”, el idioma artificial que creó a fines del Siglo XIX el doctor Zamenhoff, idioma que tuvo cierto predicamento pero que nunca llegó a ser hablado por ninguna comunidad importante. El neo-esperanto, o neoespront, sí que se habla en todas partes. Fue creado por HRM y es su idioma oficial, lo que es lo mismo que decir del mundo entero. Toda relación dentro de HRM debe hacerse obligatoriamente en neoespront, todo escrito debe estar en neoespront y toda la formación secundaria o especializada se imparte en neoespront.

»Oh, sí, estaréis pensando que estoy hablando en español… espero que me podáis entender bien, lo tenía algo olvidado. HRM sí permite, e incluso alienta, el uso de los antiguos idiomas en los entornos familiares de cada Unidad de Producción… Anglo, francés, español, mandarín, etc, son hablados en las respectivas UP. HRM piensa que un cierto sentido de pertenencia nacional debida a tener un lenguaje propio es bueno para el equilibrio general de la empresa, pues eso aumenta la competitividad de los equipos. Si yo hablo español es porque nací en la Unidad de Producción de España, en NovoTeruel, la capital de la UP, y en esta UP se habla español y se imparte la mayor parte de la enseñanza en español hasta los quince años, cuando, tras la prueba psicológica, ya sólo podrás comunicarte en neoespront. Tras la llegada de HRM, las Unidades de Producción han sustituido a países y estados, que ahora son considerados meros centros productivos con sus objetivos anuales perfectamente tasados.

»HRM representa el mayor atentado que jamás se haya hecho a la libertad y al espíritu humanos. Es una abominación».

En este punto del discurso Tomei hizo una nueva pausa mientras aparentemente ordenaba sus ideas. Javier estaba perplejo. Estaba asistiendo a la proyección como si fuera una película, sin poder pensar que lo que estaba viendo y escuchando era real. Debería serlo, pero su mente no podía aceptarlo, al menos no de momento. Tomei prosiguió:

«Ya dije antes que yo era taquioingeniero de nivel 2. En la prueba de los quince años HRM me asignó este cometido y yo, claro, no pude negarme, aunque entonces no tenía ni idea de qué hacía un taquioingeniero.

»Permitidme en este punto que haga un poco de historia. De historia para mí. En el año 114 de la era HRM, vuestro 2185, los físicos Alexei Bondarenko, de la UP ucraniana, y Abdelasis Motabe, de la UP congoleña, pusieron a punto su Teoría de la Relatividad Taquiónica. No me extenderé, es tan complicada que pocos en el mundo la comprenden, pero, en pocas palabras, define el taquión como una nueva partícula elemental que es la mensajera del tiempo y, por tanto, manipulándola, sería posible alterar el tiempo. Viajar por el tiempo. Al pasado o al futuro.

»Una cosa era la teoría y otra la práctica. Diferentes pruebas durante los años siguientes comprobaron la validez de la teoría, pero de ahí a construir una máquina del tiempo iba un abismo. La manipulación taquiónica es muy complicada, pues requiere de una gran energía, y además es peligrosa. Muy peligrosa. Se produjeron bastantes accidentes intentando el viaje temporal, así que HRM creó una nueva rama de la ingeniería, la ingeniería taquiónica, o taquioingeniería, que básicamente se dedica a construir una máquina del tiempo eficaz y fiable.

»El principal laboratorio donde se investiga esta tecnología en todo el mundo está en Novi Sad, en la UP NeoYugoslava, y allí fui destinado en el año 164 eraHRM, es decir, 2235 d. C. para vosotros. Fui formado durante ocho años en el Instituto Politécnico de Vukovar, cerca de Novi Sad, posteriormente en la propia Universidad de Novi Sad y luego integrado en el equipo de Zlatan Basevic, el mejor taquioingeniero del mundo.

»Después de diez años de arduo trabajo siempre “motivado” insistentemente por la gente de HRM, de múltiples pruebas y de intentar todo lo que se nos ocurría, en el año 182 conseguimos por fin un aparato capaz de desplazarse por el tiempo… un máximo de siete minutos. Por más que lo intentamos no logramos ir más allá. Siete minutos y algunos segundos, a pesar de que la teoría de Bondarenko y Motabe no impone límite teórico alguno al desplazamiento.

»Basevic decidió entonces dar un enfoque diferente al proyecto. Dividió a sus colaboradores en varios equipos de dos o tres personas para que cada uno fuera probando por separado diferentes opciones y cambios a la máquina del tiempo. Mi equipo estaba formado por Yordanka Voronova, procedente de la UP búlgara, y yo. Ella era hermosa. Nos enamoramos, sin decir nada a HRM, que con toda seguridad prohibiría nuestro noviazgo y quién sabe cómo acabaríamos. Pero estábamos enamorados. Trabajando juntos éramos muy buenos, pero luego llevábamos nuestro trabajo más allá del laboratorio…».

La figura de Tomei tembló un momento. Al cabo prosiguió:

«Yordanka quedó embarazada. No debía suceder, pero ocurrió. Un hijo no autorizado de una unión no autorizada. Nos desesperamos, pero no sabíamos qué hacer. No es posible huir de HRM… ¿adónde podríamos ir? Antes de que el embarazo fuera evidente, Yordanka tomó una decisión por los dos. Ella calibró deliberadamente de forma errónea nuestra máquina y ella misma hizo un viaje en el tiempo en ella. Un viaje a la eternidad».

Ahora Tomei estaba sollozando. Javier estaba expectante, también a punto de echar una lagrimita con la triste historia de Tomei. Éste se repuso al cabo de unos segundos y continuó:

«La máquina explotó. Quedó poco de Yordanka para reconocer. Una prueba fallida más, una víctima más en aras del progreso de la ciencia. Yo estaba destrozado por dentro, y más porque, aunque Yordanka no me dijo nada, sabía perfectamente cómo se había producido el “accidente”. Sin embargo, aparentaba la misma frialdad de siempre. Me asignaron otro colaborador. Yo creo que nunca sospecharon nada. Durante un año más continuamos haciendo nuestras pruebas, intentando todo lo que se nos ocurría. Por fuera era un torbellino de ideas, de acción, de autoexigencia. Por dentro estaba muerto. En el mundo de HRM todo el mundo sabe ocultar bien sus sentimientos.

»Un buen día se me ocurrió esnekar el trasfilador taquiónico con… bueno, es igual, los detalles no importan, de todos modos no entenderíais ni una palabra. El caso es que tras hacerlo el aparato parecía estable. Ese día la casualidad quiso que mi colega estuviera enfermo, y por lo tanto estaba yo solo en el laboratorio. Hice algunas pruebas someras, viajando diez minutos al pasado, luego veinte al futuro… el aparato era estable y había sobrepasado la barrera maldita de los siete minutos. Pensándolo bien, sólo a una mente enfebrecida y fuera de sí como la mía se le hubiera ocurrido esnekar el… hacer lo que hice. Era algo completamente contra las reglas, algo prohibido, porque hacerlo elevaría la energía residual del colector taquiónico más allá de lo permitido, provocando una explosión o algo peor. Y el caso es que a mí no me importaba lo más mínimo. Por eso lo hice. Si se enteraban en HRM me reprobarían por no seguir las reglas, o me destinarían a algún lugar perdido, o… Pero por algún motivo, quizás por la composición de la nueva cubierta o por otra causa de la que no tenía ni idea, en este caso funcionaba bien.

»Decidí que no iba a decir nada a nadie. Eliminé la modificación afortunada del TaqEn, que se convirtió nuevamente en otro Taquionic Enhancer más con capacidad para saltar los siete minutos de siempre, y me dediqué a pensar. A pensar sobre lo que debía hacer. No pensaba entregar el secreto a HRM, sino utilizarlo más bien para luchar contra ellos en la medida de mis fuerzas. Pero ¿cómo? Pensé y pensé continuamente durante mucho tiempo.

»Varias semanas más tarde había concebido mi plan. Un plan estúpido, quizás, producto de mi estúpida mente, pero que iba a llevar a cabo de todos modos. No tenía nada que perder. Comuniqué a mis superiores que mi madre estaba muy enferma, lo que por otro lado era cierto, y que posiblemente acabaría muriendo pronto, lo que afortunadamente no lo era tanto, y rogué, supliqué y me arrastré lo suficiente como para conseguir que me concedieran a regañadientes un permiso de tres días para viajar a ver a mi madre, que vivía en la U.P. Española. Concretamente en Murillo… en Murillo del Río Leza».

Javier dio un respingo. ¿Murillo del Río Leza? Ése era el pueblo más cercano a la Gruta. Allí se aprovisionaban de comida, artículos de limpieza, pilas, cosas así. Tomei prosiguió:

«Mi padre, fallecido hacía cuatro años, y a cuyo entierro no pude asistir, pues no me lo permitieron, era uno de los conservadores de la Gran Sala de las Pinturas de la Gruta del Cañón del Río Leza, o simplemente Cueva de Leza. Ese trabajo fue el que HRM le asignó cuando hizo su prueba de los quince años, y allí pasó su vida. Una buena vida, en realidad: a mi padre le encantaban las pinturas del “Louvre del Paleolítico”, como era conocida en todo el mundo. La más fina y mejor conservada colección de pinturas rupestres del mundo, aunque eso no debería deciros nada nuevo a vosotros, que habéis estado allí. Yo nací en NovoTeruel, pero eso fue porque mi madre tuvo complicaciones en el parto y HRM se aseguró de que fuera atendida en un buen hospital y no en la pequeña clínica de Murillo. Sí, yo crecí allí, en Murillo del Río Leza, acompañando a mi padre una y otra vez a la gran Sala de las Pinturas. Las conocía todas de memoria. Los bisontes, los osos, los caballos, los antílopes, las manos, las escenas de caza, todo. Me entretenía copiando aquellas figuras maravillosas de más de 20000 años de antigüedad. Aquello se acabó a los quince años. No había vuelto desde entonces. Nunca me habían dejado.

»Esta vez, además de abrazar a mi madre, muy desmejorada y que apenas me reconoció, también visité la Sala de las Pinturas, acompañado por uno de los compañeros de mi padre, que me hizo ese favor. Una vez dentro le pedí que me dejara solo en la Sala unos minutos, por mi padre. Eso estaba prohibido, pero al fin y al cabo yo no era un turista normal, sino el chico aquel que visitaba la cueva con tanta frecuencia de la mano de mi padre. Y, en cualquier caso, nadie, ni siquiera la omnipresente HRM, se iba a enterar.

»En cuanto me dejó solo, saqué el geolocalizador espaciométrico y tomé las coordenadas exactas de la Sala».

Tomei dudó un momento, pero luego continuó:

«Necesitaréis saber qué es un “geolocalizador espaciométrico”, pero eso lo podréis aprender siguiendo las instrucciones de uso del TaqEn. Luego volveré a ello.

»El caso es que tomé esas coordenadas y me guardé de nuevo el aparato. Al cabo de unos minutos estaba nuevamente fuera, y al día siguiente volvía normalmente a mi trabajo en el laboratorio de Novi Sad.

»Poco a poco fui llevando algún material al laboratorio y dejándolo en mi taquilla, sin levantar sospechas. Al cabo de unas semanas más de trabajo, que ya me ocupaba yo de que fuera infructuoso, mi compañero de equipo volvió a ponerse enfermo. Y entonces decidí aprovechar la ocasión de una vez por todas. Volví a esnekar el… a hacer el mismo cambio que había hecho meses antes, volví a probar la máquina en saltos de quince minutos, luego de treinta, comprobando que era estable, y entonces tomé el poco material que había guardado: ropa de abrigo, algo de comida, alguna herramienta sencilla, una linterna, cosas así, y ajusté el TaqEn para un salto de 20000 años en el pasado, justo a las geocoordenadas que había tomado en la Gran Sala de las Pinturas. Dejé atrás el año 186 de la era HRM para entrar de lleno en el Paleolítico.

»Y aquí estoy, en la Cueva de Leza, en el Paleolítico».

Los ojos de Javier estaban como platos. Ni en la mejor película de ciencia-ficción había visto un guión tan bien hilvanado. Pero ¿de verdad se podían saltar 20000 años hacia el pasado como si tal cosa? ¿Se podría creer algo así? La figura siguió su perorata:

«Llegué sin problema alguno, aunque el salto consumió bastante más de la mitad de la energía del TaqEn. Efectivamente, ¡vaya si era estable! La gruta estaba parcialmente cegada, pero tenía fácil acceso desde el exterior. Puse el TaqEn en modo reposo, en el mismo modo en que lo encontrasteis vosotros, lo dejé allá lo más escondido que pude y salí de la cueva. Era un periodo interglaciar y la temperatura era bastante agradable, aunque no sabía qué estación del año era. El bosque era magnífico. Y justo a la salida de la cueva había un pequeño grupo de humanos, que me recibieron con sorpresa, pero sin ninguna animosidad.

»Hice gestos de amistad y entoné algunas palabras conciliadoras. Ellos hicieron lo que yo supuse que eran gestos de amistad y dijeron algunas palabras conciliadoras. Me adoptaron de forma natural, sin preguntas, sin sospechas, y pusieron todo lo que tenían a mi disposición. En aquellos años sólo la unión más férrea, la colaboración entre todos los humanos podía asegurar la supervivencia del clan, de la especie. Eran años duros. Aunque con mis 37 años yo era con toda seguridad mayor que todos ellos, casi parecía el más joven. La vida en el paleolítico nunca da una segunda oportunidad…

»Me enseñaron a cazar, a distinguir las bayas comestibles de las que no lo son, a hacer fuego con dos piedras de sílex y hierba seca y muchas más cosas. Yo también les enseñé a ellos. A comunicarse con señales, a mejorar su lenguaje, a tallar figurillas de piedra o hueso. De modo natural me convertí en su chamán, en su protector. Algunos de los artilugios que traje conmigo ayudaron, como un pequeño scanner manual de rayos X que me permitía comprobar las frecuentes roturas de huesos y entablillarlas de la mejor manera posible para que el afectado se recuperara del accidente y tuviera posibilidades de sobrevivir.

»Me asignaron a una hembra. Encantadora, atenta, servicial, trabajadora. No es Yordanka, nunca habrá nadie igual. Ya tengo tres hijos de ella, hijos fuertes como su madre. Y quizás listos como su padre, quien sabe.

»Nunca he usado el TaqEn desde entonces. En ocasiones he venido a la Gran Sala por el simple hecho de meditar, de aislarme del grupo. Ellos no entran nunca. No tienen nada que hacer aquí dentro. Yo sí. Yo sí debo hacer algo.

»Debo pintar los caballos, los bisontes, las escenas de caza y las manos. Las ciento y pico figuras que una vez conocí de memoria, que convertirán a esta gruta en el culmen del arte paleolítico, en el “Louvre del Arte Rupestre”. Figuras que nadie ha pintado hasta ahora.

»Tengo que pintarlas. No tengo más remedio. Pronto, pues siento que mi tiempo se acaba. Si no las pinto, nadie las descubrirá en el Siglo XXI, no habrá necesidad de guardias en la cueva, mi padre nunca sería asignado a ese trabajo, nunca conocería a mi madre y yo no existiría. El simple hecho de pensar en qué podría ocurrir si no las pinto me pone enfermo. Las malditas paradojas del viaje en el tiempo…

»Cuando las termine traeré algunos huesos de animales o de personas y cegaré la entrada de la gruta. He traído algo de explosivo para hacerlo. Debo dejar la cueva en el mismo estado en que fue descubierta… en que será descubierta, en realidad. Pero antes dejaré el TaqEn sobre la piedra rectangular del centro y dejaré a su lado esta preciosa venus, que es la posesión más apreciada de todo el clan, y que me han confiado a mí por ser su chamán. Eso haré».

Tomei hizo una pausa, aparentemente para ordenar sus ideas. Al cabo, siguió:

«Es posible que os estéis preguntando, espectadores desconocidos, por qué elegí la cueva de Leza para viajar al pasado. Podía haber elegido muchos más lugares mucho más cercanos en los que no sería un absoluto extraño, lugares en vuestro Siglo XX, o el XXI quizás. O podía haber elegido viajar a algún otro yacimiento famoso. Altamira, la Tumba de Tutankhamon, el gran Palacio de Jade de Xin Tian… Tres son las razones que me impulsaron a viajar al valle de Leza 20000 años atrás.

»Una, por pura oportunidad. Conocía el lugar, conocía cómo llegar y cuándo fue descubierto el yacimiento. Me era relativamente fácil venir, con la excusa de la enfermedad de mi madre, y entrar en la gruta para tomar sus coordenadas exactas. Sabía qué tipo de vida llevaban los humanos de la época. Conocimiento que no tenía de Altamira, ni del gran Palacio de Jade, ni del antiguo Egipto ni de tantos otros lugares.

»La segunda, que modificar el curso temporal es muy difícil. Si hubiera viajado al Egipto de Tutankhamon quién sabe qué cambios hubiera provocado en la sociedad faraónica del 1300 a. C., cambios que afectarían seguramente al Principio de Causalidad… el que afirma que para cada posible evento hay siempre una causa o un conjunto de ellas. Si modificaba algo con mi presencia que impidiera, por ejemplo, que el sacerdote Ay y el general Horemheb subieran sucesivamente al trono egipcio tras la muerte de Tutankhamon, nadie sabe cómo hubiera evolucionado la historia egipcia desde ahí. Alejandro lo conquistaría o no, hubiera habido una Cleopatra o no, las guerras púnicas hubieran tenido lugar como cuenta la historia o no… las consecuencias para el futuro hubieran sido impredecibles y el continuo del espaciotiempo simplemente no permite este tipo de alteraciones. Lo más probable es que sencillamente hubiera muerto por cualquier causa nada más llegar, no llegando a alterar nada en absoluto. Desde este punto de vista, es mucho más seguro cambiar algunas pocas cosas de sólo un clan humano de hace miles de años. Las consecuencias para el curso general de la historia de aterrizar 20000 años atrás son mínimas, lo más pequeñas que pueden ser.

»Y la tercera razón es que el descubrimiento de la Cueva de Leza se produce en un momento clave para mis deseos. La Gran Sala se descubre hacia 2015, si no recuerdo mal, y por tanto cuando HRM no ha sido fundada aún, pero faltan relativamente pocos años para ello. Hay una ventana temporal suficiente para poder evitar su creación, impedir esta abominación sin que el Principio de Causalidad se vea comprometido e impida cualquier modificación relevante.

»Ésas son mis razones para estar aquí, en la Gruta de Leza, y ahora, 18000 años antes de Cristo, grabando este mensaje para unos espectadores a los que no conozco que lo escucharán dentro de 20000 años. Si lo escuchan…».

Esto último lo dijo Tomei para sí, una brevísima muestra de desconfianza que le hizo algo más humano. La figura se removió, se acercó hacia el aparato mirando algo y volvió inmediatamente a su lugar. Prosiguió:

«Se está acabando la batería del TaqEn y es obvio que no me es posible recargarla. No puedo grabar mucho más. Ya habrán descubierto que el botón marcado con los dos círculos es el que da energía al TaqEn. Pulsando la interrogación llevará a esta grabación o la que ya he grabado en neoespront, mucho más corta por razones evidentes. Pulsando el botón con el cuadrado aparecerá el menú de funciones. Si en ese momento se pulsa la interrogación, tendréis acceso a todo el manual de instrucciones del TaqEn. Es bastante detallado, aunque no es del todo completo. Estudiarlo bien antes de intentar usarlo o…

»Bien, ya sólo me queda despedirme y apagar».

La figura se acercó de nuevo al aparato, pero entonces volvió de nuevo a la posición que había mantenido en medio del salón para decir:

«Una última cosa: debo repetir de nuevo mi petición. Ahora que sabéis lo que os espera, lo que espera a vuestros hijos y vuestros nietos, ¡no dejéis que HRM exista!

»Si mis cuentas no fallan, faltan unos 50 años para su fundación. Evitadla por todos los medios, os lo ruego. Vivir bajo la tiranía de HRM es peor que un campo de concentración, que una cárcel, porque lo que ellos tienen prisionera es tu mente. Llevas la cárcel contigo, hagas lo que hagas y vayas donde quiera que vayas. Por favor, no dejéis que HRM exista. He viajado 20000 años en el tiempo sólo para deciros esto: ¡No dejéis que exista HRM! ¡Nunca!

»¡Por favor!».

Tomei medio gritó medio sollozó su petición. Tras unos segundos de mirar fijamente a la cámara entre hipos y convulsiones, la fantasmal figura se tranquilizó por fin lo suficiente como para despedirse de una forma digna:

«Bien. Ahora voy a comenzar a pintar la Sala. Adiós».

La figura de Tomei se acercó por última vez al aparato, al TaqEn, como lo había llamado, y la imagen se esfumó.

Más de una hora estuvo Javier mirando el punto donde había desaparecido la imagen de Tomei. No sabía qué pensar, ni qué hacer, ni si contar a alguien su descubrimiento. Pero sobre todo, sobre todas las cosas, tenía una duda enorme, y cuanto más pensaba en ella, más grande se hacía:

¿Viajes en el tiempo?

¿De verdad se pueden hacer viajes en el tiempo? ¿O quizás el TaqEn, de algún modo que no entendía, no era más que una impostura, una monumental impostura?

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