BEGIN

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52 – EL DILEMA

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52 – EL DILEMA

11 de mayo, 2043

Tras un fin de semana en el que por primera vez desde que formaba parte de BEGIN no tenía nada que leer ni nada que estudiar, y que había dedicado a descansar y a limpiar a fondo el polvo de su casa, Silvia se presentó el lunes siguiente en su despacho a su hora habitual, sólo para encontrarse con Francis esperándola en la recepción del Edificio Barrash.

—Buenos días, Silvia.

—Buenos días, Francis.

—¿Has disfrutado del fin de semana? O mejor, si me lo permites —dijo Barrash mirándola inquisitivamente—, ¿has podido dormir bien?

—Pueeeeessss…

Silvia no sabía qué contestar, porque en realidad no sabía qué pensar. Por un lado estaba horrorizada tras las revelaciones de Fahir, pero por otro sabía que el mundo que les había tocado vivir era duro, complejo y lleno de trampas. Sólo con el buenismo, la actuación bienintencionada y siempre con transparencia y buena fe no podrían luchar contra mafias, lobbies y grupos de presión de todo tipo que usarían cualesquiera métodos para mantener su preponderancia. Ella era socióloga y lo sabía perfectamente. Por lo tanto, era lógico que BEGIN no sólo tuviera una cara amable, la conocida, admirada y respetada, representada por su logo del árbol y el sol, sino que tuviera otra oculta, mucho más dura y despiadada, que velaba porque nadie atacara por medios violentos o ilegales a sus empleados o propiedades. Esa cara oculta era «el reverso tenebroso de la fuerza», expresión que popularizó la saga de Star Wars, de George Lucas, a finales del siglo XX.

Desde la época del Imperio Romano, o incluso antes, en las guerras médicas, todos los estados habían gastado cantidades considerables de dinero y recursos en mejorar su inteligencia, en conocer los planes del enemigo mientras ocultaban a su vez los suyos, es decir, en espiar y no ser espiados. La tecnología de los siglos XX y XXI había incrementado los medios a disposición de las divisiones de espionaje, contraespionaje y contracontraespionaje de estados, empresas, conglomerados y grupos de todo tipo. La existencia de Lucy era necesaria, la consecuencia inevitable de la lógica económica y humana del siglo. Debía defenderse de sus enemigos, que los tenía, y muchos, por muy admirada que fuese entre la población del mundo. Y en ocasiones especiales no quedaba duda de que la mejor defensa era un buen ataque.

Hasta aquí, de acuerdo. Alguien debía limpiar las cloacas. Pero vivía más tranquila cuando no conocía los detalles de cómo se limpiaban las cloacas. Ahora que lo sabía…

Francis la dejó dudar unos segundos y a continuación la tomó del brazo y la condujo hacia los ascensores, hablando sin parar del repentino cambio de tiempo que había habido los días pasados y de cómo habían pasado de espléndidos días primaverales, casi veraniegos, al pleno invierno otra vez, con frío, viento y lluvia… todo muy típico de la loca primavera madrileña.

Silvia oía sin escuchar, mientras seguía sumida en sus pensamientos, uno de los cuales era que Francis parecía más avejentado que hacía unas semanas. Sus hombros estaban más hundidos y su tez más pálida, por más que los ojos siguieran siendo los mismos y su conversación, animada como siempre.

Llegaron al despacho de Barrash, donde éste cedió el paso a Silvia y la condujo a la mesita del rincón donde habían comido el día que se conocieron hacía tres semanas, que para ella parecían tres siglos. Allí esperaba una cafetera con café express recién hecho, leche, pastas y cruasanes. Se sentaron y se prepararon sendos cafés. Cuando estaban degustando el desayuno, Francis preguntó de pronto a Silvia:

—Bien, Silvia, después de estas dos intensas semanas… ¿qué te parece?

—Pues no me gusta, irremediablemente Lucy no me gusta, pero…

—No, Silvia —interrumpió abruptamente Francis—, no me estoy refiriendo a la existencia de Lucy. Sé perfectamente cómo te sientes, y sé perfectamente que sabes que, por más que no nos guste, y aquí a nadie le gusta, Lucy es absolutamente necesario. No perdamos el tiempo con ello. Te volveré a hacer la pregunta… ¿qué te parece?

Silvia se revolvió en su silla, un poco incómoda por la pequeña regañina que le había dado Barrash, pero se la tenía bien ganada, reconoció. Uno no se plantea si le gusta que salga el sol por el este. Sale, y punto. Pues lo mismo con Lucy. Gustara o no, era necesario. Y punto. Entonces se centró en lo importante, lo que quería saber Francis.

—BEGIN es una organización casi perfecta. Hay puntos evidentes de mejora, o al menos los he detectado yo desde un punto de vista profesional, de mi profesión, aunque debería debatirlos con los responsables de cada área. Salvando estos puntos, me parece un… una… ¡una obra de arte! Perdón por la analogía, pero no encontraba las palabras.

—Bien —Barrash contempló ora a Silvia, ora el cruasán que tenía en la mano—. Una visión desde fuera debería por fuerza encontrar cosas que hacemos mal o no hacemos lo suficientemente bien, o procedimientos que son mejorables. Cuando tengas un bosquejo de todos esos puntos de mejora, reúnete por favor con los responsables de cada área para exponerlos. Si son adecuados los aceptarán inmediatamente, sin rencores ni malos rollos debidos a que no hayan sido ellos quienes se dieran cuenta. Y si no lo son, te lo dirán, te dirán por qué y lo aceptarás sin rencores ni malos rollos. Aquí buscamos el talento, no lo olvides —Francis hizo una pausa para acabar de comerse el cruasán, y cuando lo hizo, dirigió de nuevo una penetrante mirada a Silvia y continuó—: Pero todo esto, con ser importante, no es lo que yo quiero saber, Silvia. Sé que sabes a qué me refiero cuando te pregunto por tercera vez… ¿qué te parece?

Silvia sí sabía a qué se refería Francis. Lo sabía desde el principio, desde el primer momento, pero quería esquivar en lo posible la respuesta. Quería saber qué le parecía a Silvia Ruiz la propia existencia de BEGIN. Francis le había proporcionado una montaña de datos confidenciales sobre la empresa, más allá de la información pública de una empresa pionera en transparencia, información confidencial completa al alcance de no más de cuatro personas. Y ahora que tenía toda la información, la buena y la mala, Barrash quería saber su opinión. La opinión de la gran socióloga alma mater del prestigioso Instituto de Ciencias Sociológicas de Madrid, de la creadora de la revolucionaria teoría del «hombre satisfecho». La opinión de Silvia Ruiz Castro.

Tras una pausa quizá más larga de lo conveniente, al final Silvia contestó. De corazón.

«BEGIN es hoy por hoy como un caleidoscopio. Las piezas son siempre las mismas, pero según cómo muevas el caleidoscopio a un lado u otro la figura que se ve es completamente distinta. Lo mismo ocurre con BEGIN. A veces parece una institución angelical que sólo quiere el bien de la Humanidad. Pero a veces parece una multinacional despiadada más que recurre a cualquier método para conseguir sus objetivos…

»¿Qué diferencia hay entre, digamos, la Compañía de las Indias Orientales del siglo XVII y BEGIN? La Compañía de las Indias Orientales quería mejorar el acceso de los británicos a mercancías valiosas: especias y seda, sobre todo, hacerles ganar montañas de dinero con el comercio, hacerse ricos y con ello convertir a los británicos en el Imperio dominante en el mundo durante doscientos años. Un objetivo muy loable… a costa de robar, matar, esquilmar y esclavizar a pueblos enteros en la otra punta del mundo. Desde el punto de vista de los dueños, ingleses casi todos ellos, el resultado fue perfecto. Pero habría que preguntar a los nativos de la India, o de Singapur, o de Hong Kong, por ejemplo, su opinión al respecto.

»BEGIN es algo muy parecido, pero de alcance global. Sus objetivos son mejorar el nivel de vida general de toda la Humanidad. Eliminar corrupción, premiar el talento, imponer precios justos y eliminar la especulación. Todo eso está muy bien, Francis, y la gran mayoría de los seres humanos están de acuerdo con estos objetivos y admiran a BEGIN. Pero, como me decía John McFarland hace unos días, los mercados son de suma cero. Si alguien gana, alguien debe perder».

Francis miraba muy seriamente a Silvia mientras seguía su razonamiento. Ella tomó un sorbo de café y prosiguió:

«Y ¿quiénes son los que pierden? Los corruptos, los ventajistas, los tiburones de las finanzas, los especuladores, los ladrones de guante blanco y los de guantes de todos los colores… Son una lacra para la Humanidad y además son una minoría, pero, no lo olvidemos, nos guste o no, ellos también forman parte de esa misma Humanidad. Normalmente son gente poderosa, con recursos, con personal a su disposición y el hábito de utilizarlos para conseguir sus fines. Unos fines que son una desgracia para el género humano en sí: robar a ancianitas, timar a invidentes y apedrear a los hijos del vecino. ¡Pero llevan haciéndolo toda su vida! Antes ellos obtenían cantidades obscenas de dinero, muchas veces por las vías más sucias y violentas posibles, mientras que a cambio muchos ganaban muy poco dinero, o nada. Ahora BEGIN ha cambiado la ecuación. Los que antes no ganaban casi nada ahora tienen ingresos dignos, a cambio de que los que antes acaparaban casi todas las ganancias del sistema ahora no consiguen ingresar nada o casi nada.

»¿Se va a acostumbrar toda esa banda de facinerosos a esta nueva situación? Lo dudo, Francis, lo dudo mucho. Ése es su medio de vida y no van a permanecer impasibles cuando de repente aparece un nuevo tipo duro del barrio con un bello logo con un arbolito y un sol muy monos que les dice de muy malas maneras que o dejan de robar a ancianitas, timar a invidentes y apedrear niños o les darán una paliza que les llevará directamente al hospital.

»En una palabra, no pueden desaparecer del mapa, no se van a esconder bajo las piedras ni van a abandonar fácilmente sus medios de vida, por repugnantes que sean. No saben hacer otra cosa, están acostumbrados al poder y a ejercerlo y protegerlo de los demás con uñas y dientes, e intentarán por todos los medios recuperarlo».

Francis seguía muy atento la exposición de Silvia, sin decir una palabra.

«Lucy es necesario. ¡Claro que es necesario! Incluso me sorprende que actúe con relativamente poca frecuencia, como dijo Fahir. Pero algo me dice que esto va a cambiar en un futuro no muy lejano».

—¿Por qué, Silvia? —intervino por fin Barrash.

—No estoy segura, Francis, nadie podría estarlo, pero toda mi intuición, toda mi formación y mi conocimiento me dice que sí, que va a ocurrir. Y pronto. Me explico… —un nuevo sorbo de café y Silvia continuó su razonamiento.

«Tras 21 años de existencia, BEGIN se ha posicionado claramente en una serie de sectores estratégicos para la Humanidad en pleno. Energía, Alimentación, Salud, Finanzas, Telecomunicaciones, Industria… son las llaves que controlan el mundo. Pero hay más. Hay áreas de actividad donde aún no ha entrado: Infraestructuras, Construcción, Transporte, Comercio minorista, Ocio… por no hablar de prostitución, drogas, tráfico de personas, apuestas, juego… ¿o es que BEGIN va a acabar con los apostadores, los consumidores de droga o los de prostitución de todo el mundo de la noche a la mañana? Ya se sabe: si hay demanda, la oferta aparece. Todo depende del precio. Muchos de los personajes a que me refería antes están ahora atrincherados en estos sectores legales o ilegales. Haciendo lo que llevan haciendo toda su vida. Robar.

»En cuanto a BEGIN… ahora mismo controla porcentajes importantes de toda la actividad mundial en áreas críticas. Su estrategia, ahora que la conozco en detalle, consiste fundamentalmente en seguir creciendo ordenadamente. Cada vez más compañías adquiridas, en cada vez más sectores. Su comportamiento hasta ahora es modélico. Eso me han dicho todos y cada uno de los integrantes del Sanedrín, y yo lo creo. Cada vez más grande, cada vez en más sectores. Desplazando a los corruptos cada vez a nichos más pequeños. Seguramente Lucy deberá volverse paulatinamente más activo para mantenerlo todo bajo control.

»Esta estrategia de crecimiento tranquilo podría parecer una estrategia que, al fin y a la postre, acabará por solucionar los problemas de corrupción de forma natural, diríamos que por aburrimiento. Se extinguirán los facinerosos como se apaga un incendio cuando no tiene nada que quemar: por falta de combustible. Si no hay de dónde robar, no hay ladrones. Todo muy bonito. Pero yo veo un problema en toda esta estrategia, Francis. Uno muy gordo, que me da la sensación de que nadie ha identificado hasta ahora, porque nadie lo ha comentado ni aparece en la documentación que me habéis entregado…».

Francis estaba ahora, más que atento, expectante. No quitaba ojo de Silvia, que hizo una breve pausa para tomar otro sorbo de café.

«Ese problema es, Francis… ¿cuándo parar?

»Es decir, en qué momento se deben parar las adquisiciones de empresas, las entradas en nuevos sectores, el crecimiento para cubrir cada vez un mayor porcentaje de actividad mundial… ¿cuándo parar? Porque en algún momento habrá que parar, ¿no?».

Francis hizo un gesto con las manos, que podría significar desde «dímelo tú» hasta «yo qué sé», pero sus ojos incandescentes seguían clavados en Silvia.

«Sí… en algún momento habría que parar, porque de no hacerlo el resultado sería que BEGIN sería la responsable final de toda la producción mundial de bienes y servicios… la empresa total, la empresa absoluta. Entonces debería cambiar su acrónimo a “END”. Todavía no he pensado en cómo rellenar ese acrónimo, pero si me dejas unos días seguro que encuentro algo…

»No, eso no puede ser. Va contra la propia naturaleza de BEGIN, ¿verdad? La existencia de empresas eficientes y transparentes que compitan en buena lid con BEGIN y entre sí es una salvaguarda para la salud del sistema. Es así como se promueve la innovación, la sana competición por ser el mejor, por hacer las cosas de forma más eficiente y barata que nadie. Es así como progresa la Humanidad: cuando los innovadores tienen acicates para innovar, cuando los emprendedores tienen recompensa por su esfuerzo emprendedor, por arriesgarse. Si en el mundo hubiera una única empresa, una empresa global que cubra todas las necesidades de todos los habitantes del planeta, eso quiere decir que todos trabajarían para la misma empresa. ¿Quién innovaría entonces? ¿Quién se la jugaría…?».

Silvia dejó ahí la elipsis de su pregunta retórica. Le había costado, pero había expresado su pensamiento de la forma más cruda y precisa que pudo. Necesitaba un feedback de Barrash antes de terminar su razonamiento. Y Francis intervino para dárselo.

—Tienes razón, Silvia, claro que tienes razón. Ésa es una reflexión que me lleva atormentando desde hace mucho tiempo y que hasta ahora no he podido compartir con nadie, ni siquiera con Kevin, que lleva conmigo tantos años y me conoce mejor que nadie. Sí, ése es el problema capital. Hay que parar, pero parar significa dejar huecos donde se refugiarán los indeseables de todo tiempo y todo lugar… la lucha contra la corrupción no tendrá fin… ¿O sí, Silvia?

—¿Sí…? ¿A qué te refieres? —respondió Silvia, confusa.

—Tu teoría. El «hombre satisfecho» —Francis intentó imitar la voz de Silvia, con escaso éxito—. «Una vez cubiertas las necesidades razonables del individuo, la actitud predominante de los seres humanos es el altruismo, no el egoísmo»… ¿lo he dicho bien, Silvia?

—Desde luego que sí, Francis —Silvia sonreía—. Pero en el escenario que pintaba antes esta teoría no sería de aplicación, o no lo sería con suficiente potencia… Porque en los nichos no cubiertos por BEGIN siempre quedarían individuos que no estarían satisfechos en absoluto y no cooperarían de ningún modo con sus semejantes. Tratarían de arrebatarles todo lo que pudieran. Se comportarían como siempre lo han hecho, y nuestra lucha contra ellos no tendría límite…

—Y entonces… —no era una pregunta, sino el preámbulo de la conclusión final que inevitablemente debería exponer Silvia, aunque no le hacía la menor gracia.

—Pues entonces sólo hay una alternativa posible. Desagradable, llena de incertidumbres y de incógnitas. La única forma de alcanzar una situación de cooperación total entre los seres humanos es mediante el acaparamiento por parte de BEGIN de todos los recursos del planeta, de todas las industrias del planeta, de ofrecer trabajo a todos los habitantes del planeta y hacer las funciones de todos los gobiernos del planeta. Como en las novelas de ciencia-ficción futuristas, BEGIN llegaría a ser el «Gobierno Mundial», un gobierno que no sólo gobernaría todo el orbe, sino que regiría todas y cada una de las actividades humanas. Una especie de supercomunismo donde una superélite pequeña y bienintencionada provee por las necesidades de todos sus congéneres. Les guste o no. No sería una «dictadura del proletariado», sino una «dictadura de BEGIN», o peor aun, una «dictadura de los directores de BEGIN» —el tono de voz de Silvia fue bajando hasta convertirse en un susurro—. Todo sería BEGIN. Todo. Absolutamente todo. Se habría convertido finalmente en… «END» —y Silvia calló por fin.

Francis quedó pensativo. Por fin dejó de acuchillar con su mirada a Silvia y contempló con detenimiento una de las reproducciones del Museo del Prado que adornaban su despacho: Saturno devorando a sus hijos, de Goya. Una pintura negra, como negro era el escenario pintado por Silvia. Un buen rato después volvió de nuevo su mirada a Silvia, esta vez una mirada entre apesadumbrada y apreciativa, y concluyó:

—Efectivamente. Ése es el dilema. Vengo pensando en él hace tiempo, pero ésta es la primera vez que alguien lo expone con la crudeza que requiere. Te lo agradezco, Silvia. Desgraciadamente no estamos en condiciones de resolverlo hasta dentro de algunos años, ¡espero que muchos!, pero debemos tenerlo siempre en cuenta a la hora de planificar nuevas acciones. Debemos ser muy cuidadosos a partir de ahora…

Francis se levantó y, muy serio, espetó a Silvia:

—Desde este momento, Silvia, eres la subdirectora de BEGIN. Sólo yo tendré más jerarquía que tú en nuestra empresa, aunque dudo mucho que necesite utilizarla —Silvia miraba a Francis con ojos desorbitados—. Mañana mismo se lo comunicaré a los integrantes del Consejo, enviaré un mensaje a todos los que no están en Madrid ahora para que vuelvan tan rápido como puedan. Ya les conoces a todos, son trabajadores, talentosos y disciplinados. Ninguno de ellos pondrá inconvenientes, sobre todo cuando les explique lo importante que es la visión de un sociólogo para tomar las mejores decisiones de aquí en adelante. Yo no lo soy, ninguno de ellos lo es. Todos tienen formaciones técnicas y directivas de altísimo nivel, pero ninguno está capacitado para entender de verdad el mundo que estamos creando. Te necesitamos, Silvia, el mundo te necesita. Sólo tú puedes mostrarnos el camino correcto entre tanta agua turbulenta, Silvia. Sólo tú.

Francis se acercó lentamente a la ventana del despacho sin esperar respuesta. Silvia le vio andar, algo titubeante, y de pronto se dio cuenta de que el gran hombre estaba más viejo que nunca, más encorvado que nunca, más cansado que nunca. Temió por él.

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