BEGIN

BEGIN


13 – SANEDRÍN

Página 19 de 82

1

3

S

A

N

E

D

R

Í

N

27 de abril, 2043

Esta vez el propio Barrash estaba en el vestíbulo esperando la llegada de Silvia al Edificio Barrash, lo que se produjo exactamente a las 8:30. Estaba claro que Juan era eficaz, como lo era la mayor parte del personal de BEGIN. Claro, es la consecuencia lógica de la «búsqueda del talento», se recordó Silvia. ¿Estaría ella a la altura?

Barrash interrumpió sus pensamientos con un cordial saludo.

—Buenos días, Silvia, bienvenida de nuevo a BEGIN —tomó a Silvia por el brazo y la condujo hacia el ascensor—. Espero que hayas dejado atados los asuntos del Instituto, aunque reconozco que no te hemos dado mucho tiempo para hacerlo.

—He hecho lo que he podido, Francis. Me hubiera venido bien algo más de tiempo, pero no es eso lo que me preocupa. No sé lo que va a pasar ahora allí. Aún queda mucho por hacer y no sé si las personas que allí quedan podrán hacerlo correctamente y en el tiempo previsto sin mi supervisión. Ten en cuenta que llevo más de diez años dirigiendo el proyecto y lo tengo todo, por así decirlo, archivado en mi mente…

—No debes preocuparte por eso ahora. Pondremos a los mejores en su campo, estén donde estén. Ya estamos hablando con Yaacob Boltzman, de la Universidad de Tel Aviv, y con Päavo Feribor, del Instituto de Ciencias Avanzadas de Helsinki… me han dicho que son los mejores, después de ti misma, desde luego.

—Sí, son unas eminencias consagradas, aunque ya no son jóvenes precisamente, y mi trabajo precisa de un cierto «pensamiento lateral» que suele darse más en la juventud…

—Les dotaremos de los medios que necesiten —interrumpió Barrash—. Rastrearemos las universidades y los institutos en busca de jóvenes talentos. Haremos lo necesario para que tu proyecto llegue a buen puerto. Pero, Silvia, esto es importante: Ése ya no es tu trabajo. Te necesitamos aquí para hacer algo de mucha mayor importancia. Te lo repetiré para que quede claro: YA NO ES TU TRABAJO. ¿Entendido?

Barrash la miraba con gesto adusto, esperando su respuesta. Silvia suspiró. Vaya si lo entendía, pero en el fondo le molestaba bastante dejar la obra de su vida cuando faltaba ya poco para su término. No dijo nada, pero asintió enérgicamente, expresando así su aceptación incondicional.

Barrash desfrunció el entrecejo y, tomándola del brazo, la dirigió hacia los ascensores.

—Vayamos, pues, a conocer al resto de personas que forman el Consejo de Alto Nivel de BEGIN. Están reunidos en cónclave en la Sala de la planta 20, esperando conocerte.

—Muy bien —contestó Silvia—. Francis… una pregunta. ¿Es Madrid la sede central de BEGIN?

—No, no lo es. En realidad BEGIN no tiene una sede central al uso. ¿Por qué lo preguntas?

—No sé, como dices que el Consejo de Alto Nivel está reunido aquí…

—Aunque estamos permanentemente en contacto, nos gusta reunirnos más o menos una vez al mes, unas veces en una ciudad y otras veces en otra. Esta vez toca en Madrid, pero el mes pasado fue en Kuala Lumpur y el que viene, ya veremos. Somos una compañía global, no estamos atados a ningún lugar concreto.

—Esta vez os reunís precisamente en Madrid… ¿por mí? —preguntó Silvia, algo amedrentada.

—En parte sí, Silvia, en parte sí. Pero no sólo. No sólo…

Entraron en el ascensor y subieron hasta la planta 20, en la que se encontraba la gran Sala de Reuniones, decorada también en el estilo funcional y minimalista típico de todas las instalaciones de BEGIN, donde ocho personas sentadas rodeaban en su mayor parte una gran mesa redonda. Silvia, al ver esa imagen, no pudo por menos que recordar al Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, bueno, para ser exactos, Caballeros y Damas, porque eran seis hombres y dos mujeres los que se sentaban a la Tabla Redonda. Le llamó la atención que todos ellos, los ocho, estuvieran físicamente presentes y no en holoproyección. Este sistema avanzado de videoconferencia había evolucionado hasta tal punto que se podía mantener una reunión de personas dispersas por los cuatro puntos cardinales con la misma eficacia que si estuvieran materialmente presentes en la misma habitación. ¿Les habría convocado Barrash allí a todos ellos… por ella, sólo por ella?, pensó. Supuso que no… ¡eso no podía ser!

Las conversaciones se interrumpieron y todos se levantaron cuando entraron Silvia y Barrash, que inmediatamente comenzó las presentaciones.

—Buenos días. Os presento a Silvia Ruiz Castro, que ya sabéis que ha aceptado nuestra invitación para formar parte de nuestra empresa. Estoy seguro de que habréis oído o leído algo de ella en los últimos tiempos, puesto que su trabajo es muy importante para nosotros. Es socióloga, la autora de la «Teoría del Hombre Satisfecho», y se incorpora a nuestro pequeño Sanedrín con efectos inmediatos.

Los ocho, entre sonrisas, dieron la bienvenida a Silvia. Barrash comenzó inmediatamente a presentar a cada uno de los presentes. Cuando les llegó el turno, cada uno se acercó a Silvia y le dio la mano, mientras ambos susurraban las frases típicas de la ocasión: «Bienvenida», «Encantada», «Es un placer» y otras educadas expresiones con el mismo insulso significado.

—Silvia, te presento a Kevin Boyle. Neoyorquino de pura cepa, es nuestro especialista en Energía y el decano, por así decirlo, de este pequeño grupo… ya sabes que nuestra actividad comenzó precisamente por la Energía…

»A su lado, Dmitri Semionovich Kopskoff, ruso de San Petersburgo. Nuestro genio en Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información.

»A continuación, Petra Scholar, de San Diego, California, nuestra especialista en el área de Medicina y Salud.

»Allí al fondo, José Alberto Menéndez, uruguayo, natural de Montevideo, responsable de Mass Media y Comunicación.

»A su lado, nuestro dandi particular, Albert Durand, parisino hasta la médula, nuestro experto en Tecnologías de la Alimentación.

»Josefina Almendros, mexicana, de Guadalajara, ingeniero químico y responsable del área de Industria Química de BEGIN y, de hecho, de toda la industria pesada, aunque de momento no tengamos demasiada presencia en esta área.

»A continuación tenemos a John McFarland, nacido en New Jersey pero de ascendencia escocesa. Ya ves, Silvia, que de hecho sólo le falta vestir de kilt para parecer Rob Roy. John es nuestro especialista en Finanzas.

»Y por fin, aquí a nuestro lado, Fahir Urhdugan, turco, de Bodrum, nuestro responsable de Seguridad. Como verás, y sólo para llevar la contraria, Fahir no lleva bigote, a pesar de ser turco.

Tras los apretones de manos de rigor, ambos se sentaron en sendos sillones libres, mientras el resto volvía a su vez a los suyos, y Barrash dijo:

—Silvia, cada una de estas personas es la responsable de establecer las líneas estratégicas que BEGIN debe seguir en las áreas sobre las que tienen responsabilidad. Tienen gran autonomía, como la tienen todas las áreas o delegaciones de BEGIN en el mundo, pero las decisiones importantes las discutimos entre nosotros en este pequeño Sanedrín, que suele reunirse una vez al mes. Te hemos preparado reuniones con todos ellos para que te expliquen detalladamente cuál es esa estrategia que BEGIN sigue actualmente en cada una de estas áreas de actividad. De esa forma podrás rápidamente hacerte una idea de qué hacemos aquí y cómo lo hacemos. Luego te daré el plan de reuniones… me temo que va a ser algo intensivo, pero, como ya te he comentado, tenemos poco tiempo y necesitamos de ti lo antes posible.

Silvia no contestó, sólo sonrió con cara de boba mientras pensaba «¿dónde demonios me he metido?». Barrash prosiguió:

—Creo que te habrás dado cuenta de que no hay ningún «Director Comercial» ni «Responsable de Marketing», ni siquiera un «Director de Recursos»… —miró a su alrededor y todos asintieron, sin decir nada, menos Silvia, que simplemente continuó quieta en su sitio, atenta al discurso—. Esto es lo que más suele sorprender a los pocos que lo conocen. Naturalmente que todas ellas son actividades necesarias para el buen hacer y la supervivencia de la empresa, pero en BEGIN están totalmente descentralizadas. Cada país, cada delegación de BEGIN en todo el mundo es completamente responsable de su actividad comercial y del control de los recursos necesarios. No es preciso un control centralizado: todos los directores regionales de BEGIN, cada uno a su nivel, tienen la responsabilidad de ejecutar la política general de la empresa en su área, sin interferencias de la central. Esto los convierte de facto en directores de minicompañías, por decirlo de algún modo, de

mini-BEGINs, aunque alguna de ellas no es «mini» en absoluto. Todos los resultados consolidados de la compañía se calculan como simples sumas de los resultados de cada una de esas minicompañías…

—Pero, ¿qué pasa si alguna delegación, si alguna minicompañía, como las has llamado, no funciona como debe, si se produce alguna decisión errónea, incluso alguna corruptela…? —preguntó, intrigada, Silvia.

—Sí, esas cosas ocurren de vez en cuando —concedió Barrash—. En esos casos, que afortunadamente son pocos, tratamos lo ocurrido en este Comité. Si el error es, por decirlo de algún modo, bienintencionado, bien porque el director haya tomado alguna decisión equivocada, bien por hacerlo sin información suficiente, normalmente no hacemos nada, pues el Director tiene la misma información que nosotros y sabrá tomar medidas para la próxima vez… al fin y al cabo, nadie es capaz de acertar siempre y aquí siempre fomentamos que cada cual sea responsable de sus decisiones.

Si lo que ha ocurrido ha sido consecuencia de falta de capacidad del Director regional, por tratarse de un asunto que no pudiera abarcar o comprender completamente, entonces la culpa es nuestra, por no haber seleccionado a una persona más competente para el puesto. Cambiamos a la persona en la Dirección, buscando el mejor candidato entre los disponibles, y llevamos al antiguo director a un nuevo puesto en el que pueda rendir lo máximo conforme a su capacidad. Esto no es una degradación, ni un menoscabo para la persona digamos «damnificada». Aquí huimos como de la peste del «Principio de Peter». En cuanto a nosotros, tomamos nota para la próxima, porque al fin y al cabo, nadie, ni siquiera nosotros, el casi omnipotente Comité, somos capaces de acertar siempre.

—¿Principio de Peter? —preguntó Silvia, con cara de extrañeza.

—Ah, sí, perdona. Se trata de una vieja expresión del Siglo XX que ahora apenas se usa. Lo leí en alguna parte, me hizo gracia y ahora todos en este Sanedrín sabemos del Principio de Peter para evitarlo en lo posible. Dice el principio, expresado mal y pronto, que «en cualquier organización empresarial toda persona ascenderá rápidamente hasta llegar a su ‘nivel de incompetencia’, lugar en que se quedará permanentemente».

—Entiendo —intervino Silvia—. Ahora tiene un nombre mucho más técnico. Lo llamamos «estado de estasis jerárquica por inadecuación al puesto»… pero quiere decir lo mismo. Efectivamente, ése es un cáncer muy habitual en todas las organizaciones.

Silvia pensó que, ya que le habían dado pie para intervenir, así podría presentarse al resto del Sanedrín de una forma algo más profesional que diciendo «encantada», así que prosiguió:

—Por ejemplo, en una empresa hay un vendedor con una capacidad mayor de lo normal. Es un excelente vendedor, así que al cabo de cierto tiempo la empresa le premia y le convierte en responsable de su tienda. Allí, liderando un pequeño grupo de vendedores, también demuestra una gran valía, por lo que es promovido a Jefe Regional de Ventas, donde lo hace muy bien también, así que por fin es nombrado Director Comercial de la empresa. Y en ese puesto se necesita algo más que ser un buen vendedor, pero nuestro amigo no tiene esas capacidades y, por lo tanto, no lo hace bien. Pero la empresa se rige normalmente por convenciones jerárquicas y le cuesta muchísimo aceptar que se ha equivocado. Mejor dicho, al director que nombró a nuestro buen vendedor como Director Comercial le cuesta mucho admitir que fue una decisión errónea, pues esto lo ve como una pérdida de prestigio personal. Además, en el caso de que se degradara de nuevo al flamante Director Comercial, esto representaría un baldón enorme en su currículum, por lo que se intenta no degradarle… Una solución muy normal en las empresas es dejar al nuevo director incompetente en su puesto, pero como allí es un inútil, aunque en otros puestos no lo fuera, ya no se le tendrá en cuenta para nuevas promociones, por lo que permanecerá ejecutando su cargo de forma incompetente durante muchos años… y esto pasa en todos los niveles de la empresa, por lo que es bastante habitual encontrar a los empleados en su «nivel de incompetencia», como lo has llamado, Francis, es decir, en el sitio más dañino posible en el que podría estar en la organización.

—Muy bien explicado, gracias —dijo Barrash, volviendo a retomar su discurso—. Pues aquí evitamos dentro de lo posible todo eso, dejando muy claro que una persona que antes ha hecho un buen trabajo en cierto puesto, pero que en otro diferente no lo hace bien, por el bien de todos, él incluido, hay que solucionarlo de la manera más rápida que podamos. No hay ningún baldón en su currículum. Por cierto, hacía milenios que no escuchaba eso de «baldón», qué bonita palabra…

»Volviendo por donde iba, si el incidente, el error del que hablábamos antes se produce por una mala praxis, es decir, por una incorrecta aplicación del código de conducta de BEGIN, léase un soborno, una adjudicación fraudulenta, una manipulación de los precios, o simple negligencia… entonces los implicados son despedidos fulminantemente y puestos a disposición judicial con todas las pruebas pertinentes que aseguren su condena y toda la publicidad posible. No podemos tolerar de ningún modo actuaciones de este estilo en BEGIN. Nos jugamos muchísimo, debemos ser implacables con las malas prácticas, y si son fraudulentas, mucho más.

»Hemos de congratularnos, no obstante, porque en el último año apenas ha habido cuatro o cinco incidentes de este tipo, y todos de relativamente poca importancia.

Barrash hizo una pausa mientras buscaba cierta documentación en una carpeta que tenía sobre la mesa. Cuando por fin la encontró, prosiguió:

—Nuestros empleados están todos ellos bien pagados y los que demuestran una aptitud superior a la media son rápidamente promocionados, pero a cambio deben ser escrupulosamente estrictos en el cumplimiento de las normas internas de BEGIN… que no pueden ser más sencillas: para trabajar en BEGIN hay que ser honrado. Nada más que eso. Y nada menos. Honrado.

»Pero, atención, Silvia, y esto es importante. En BEGIN hemos redefinido la palabra “honradez”. Durante muchos años, las empresas capitalistas han tratado de ganar dinero. Más y más dinero, para retribuir a sus accionistas, accionistas que en su momento aceptaron el riesgo de crear una empresa, contratar empleados, comprar mercaderías… que se jugaron su dinero, y todo con la intención de ganar más dinero. Todo esto es completamente razonable y, de hecho, es en buena parte el gran motor del cambio humano. Sin emprendedores que creen nuevos productos, nuevos nichos de mercado, nuevas oportunidades, el progreso humano habría sido imposible. Y esos emprendedores que son la punta de lanza de la innovación deben tener su recompensa.

»El primer homínido que decidió hace millones de años dejar los árboles y caminar a dos patas por la sabana se estaba arriesgando. El primero que se atrevió a capturar el fuego para servirse de él en lugar de huir como hacían sus antepasados durante millones de años se arriesgó también, y mucho. El primero que construyó una balsa y se adentró en el mar se arriesgó, y el primero que fue capaz de atravesar desiertos y montañas para recorrer la Ruta de la Seda y llevar seda o especias a Occidente se arriesgó también, y mucho, lo mismo que se arriesgaron los primeros banqueros genoveses que financiaron las expediciones. Todos ellos se arriesgaron y, a la postre, consiguieron mejores condiciones de vida para ellos y sus descendientes, pero también otros muchos dejaron su vida o su hacienda en el intento. Se arriesgaron también los emprendedores de empresas de éxito mundial a principios del siglo XXI, como es el caso de Google, o el de Inditex. Arriesgaron su dinero, su trabajo, su patrimonio, para perseguir su sueño. Y ganaron dinero, lo que es perfectamente legítimo. Otros muchos lo intentaron y no lo consiguieron.

»Ahora bien, piensa en esto, Silvia: ¿hasta qué punto es legítimo ganar dinero? O, dicho de otro modo, ¿cuánto dinero es lícito ganar? ¿Dinero para retribuir dignamente a sus accionistas? ¿O dinero para retribuir mucho más que dignamente a sus accionistas y mucho más aún a sus directores y administradores? Y dinero, mucho o poco, ¿a cambio de qué? ¿De esquilmar el planeta, de jugar con la vida de sus habitantes, de acaparar todos los recursos y dejar en la indigencia a miles, millones de personas? ¿Es ético, es aceptable, es moral que algunos privilegiados disfruten de recursos sin fin mientras millones de personas pasan hambre?

»Nosotros pensamos que no, que no lo es. Puede parecer que tengamos ideas “comunistas”, esa antigua ideología del Siglo XX que decía que había que repartir todos los recursos a partes iguales entre todos, ideología que fracasó donde se implantó porque invariablemente la clase dirigente se enriqueció de todos modos en nombre del comunismo a costa de empobrecer a sus súbditos… mismos perros con diferentes collares.

»BEGIN, desde su fundación hace ya veinte años largos, tiene muy claro que el talento hay que pagarlo, que la habilidad, el esfuerzo, incluso, por qué no, la suerte que hace que el trabajo de una persona sea más productivo para la sociedad que el de otras, todo eso hay que pagarlo, y pagarlo bien. Pero con un límite. Cuando alguien tiene todo el dinero que puede gastar en tres vidas… ¿tiene sentido que quiera acaparar diez, cien, mil veces más? Esto ha ocurrido una y otra vez en el pasado, y nosotros luchamos contra ello. Nosotros nos rebelamos contra eso. Todos los que estamos aquí tenemos unos salarios generosos, muy generosos, en realidad, pues tenemos mucho poder y también mucha responsabilidad en nuestras manos. Pero no son ni mucho menos los salarios insultantes que se han visto en el pasado en las grandes compañías, los grandes bancos o en los gobiernos. Que un director de un Banco pudiera ganar al año decenas de miles de veces más dinero del que ganaba un empleado de base de su mismo banco… eso es inadmisible para nosotros.

Barrash calló por fin y seleccionó varios de los documentos que había estado manoseando mientras hablaba. Miró a Silvia y, tendiéndoselos, dijo:

—Bueno, creo que de momento es suficiente. En estos documentos está la información más importante de la compañía, organizada por áreas, con las líneas estratégicas y las premisas que utilizamos en cada una. Si no es un libro muy grueso es porque tenemos muy pocas cosas importantes a las que atender y muy pocas normas que cumplir… pero las cumplimos fielmente y nos atenemos escrupulosamente a nuestras directrices estratégicas. Todos los aquí presentes conocen esta información, por supuesto, pero siempre hay detalles que sólo domina el responsable de cada área. Por ello, Silvia, te hemos preparado reuniones de aproximadamente medio día con cada uno de ellos, para profundizar en todas aquellas cuestiones que no te queden claras o que despierten tu curiosidad. Ésta es la planificación de esas reuniones —Barrash entregó una hoja de papel a Silvia—. Empiezas mañana a las 9:00 con Petra, de Medicina y Salud. Luego, los días siguientes, con el resto de los componentes del Sanedrín, y una reunión general de todos nosotros una vez hayas estado con todos ellos. En un par de semanas, pues, sabrás lo suficiente como para poder empezar a ayudarnos a llevar todo esto adelante.

—No sé si podré abarcar BEGIN en tan solo un par de semanas —repuso nerviosamente Silvia—. Es una compañía enorme y tiene intereses en áreas muy diversas de las que yo no sé prácticamente nada, como Salud, o Finanzas, o Seguridad. Yo soy una socióloga, por favor, sólo una socióloga… No sé si estáis esperando mucho de mí.

—Silvia, Silvia… no tienes por qué preocuparte. Nada de lo que hay en estos documentos es extraño o complejo o superespecializado, no. Huimos de la extrañeza, de la complejidad y de la superespecialización como de la peste. Claro que en cada área tiene que haber especialistas que lo sepan todo sobre la fabricación de un cierto componente químico o mecánico, o sobre la incidencia que sobre el medio ambiente tendrá la introducción de una nueva tecnología, o lo que sea. Pero nosotros, y recalco la palabra,

nosotros —Barrash dijo todo esto con una vehemencia que no había visto en él hasta ahora—, no necesitamos ninguna complejidad, ni necesitamos conocer al dedillo el último dispositivo electrónico. No, la estrategia no tiene que ver con la técnica especializada, sino con la lógica y la sensatez y, sobre todo, con la honradez. Nunca lo olvides, Silvia. La honradez es la base de esta compañía, lo que nos da credibilidad ante nuestros semejantes y lo que nos permitirá antes o después cambiar el mundo. Sólo eso. ¡Honradez!

Silvia quedó sorprendida por ese arranque de sinceridad del gran hombre, pero aún así no pudo por menos que preguntar lo que le venía rondando por la cabeza desde el principio de la reunión:

—De acuerdo, Francis, entiendo, pero tengo una pregunta… ¿Para qué me necesitáis? ¿Por qué yo? Todos aquí estáis especializados, o, bueno, conocéis al dedillo un determinado área con interés para la compañía. Finanzas, Telecomunicaciones, Industria… Yo no estoy especializada en nada de eso. No veo qué puede aportar un sociólogo inexperto en los entresijos de las empresas como yo a este comité, a este Sanedrín, como lo has llamado.

—Puedes aportar mucho, Silvia, muchísimo, créeme —intervino Barrash.

—No lo sé, no lo veo… ¿Qué funciones específicas deberé atender en cuanto supere mi «periodo acelerado de formación»?

—Bueno, serás una asesora, una asesora de todos nosotros, al más alto nivel, con capacidad de intervenir en todas las áreas sin excepción y de proponer acciones de todo tipo que nos lleven a mejorar como empresa y a mejorar el mundo en que vivimos.

—Pero eso… ésa es mucha responsabilidad para alguien como yo que siempre ha estado entre académicos. Temo que no sepa estar a la altura tras el contacto con la vida real.

—Nada tienes de qué preocuparte. Lo harás bien. Confía en mí. Serás una especie de «Ministro sin Cartera» de BEGIN, al menos al principio.

—¿Ministro sin Cartera? —preguntó Silvia con cara de extrañeza—. ¿Y eso qué es?

—Bueno, últimamente no se lleva mucho, lo reconozco —dijo Barrash tras soltar una carcajada—. Durante el siglo pasado era relativamente normal que en ciertos gobiernos hubiera una especie de superministro que no estaba al cargo de nada concreto pero lo estaba de todo, por ejemplo velar por la pureza ideológica de las decisiones del resto de ministerios, o salvaguardar los intereses generales del partido o del grupo en el poder, o lo que fuera. Lo solían llamar así: ministro sin cartera. Pues algo así… pero sin ninguna connotación negativa, por supuesto. Incluso puedes rebatirme a mí mismo si consideras que me equivoco. Ya sabes, todos nos equivocamos…

Ahora la carcajada fue general… si alguien se equivocaba pocas veces, ¡o ninguna!, ése era Francis Pendelton Barrash.

La reunión terminó así, entre risas y con muy buenas sensaciones. Barrash llevó a Silvia al que sería su despacho, amplio, pero tan funcional y minimalista como el resto, y le deseó buena suerte en su estudio de los expedientes que le había dejado.

Nada más irse Barrash, Silvia se sentó en su nuevo sillón, que era comodísimo, y comenzó a leer el primer documento.

Si llevo toda la vida estudiando, se dijo con un suspiro, no voy ahora a flaquear por estudiar un poco más… ¿verdad Silvia?

Ir a la siguiente página

Report Page