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60 – HISTORIAS DE OTROS TIEMPOS Y DE OTROS LUGARES

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6 de diciembre, 2043

—El SADNAT es una enfermedad que se produce como consecuencia de realizar repetidos viajes por el espaciotiempo, Francis —repitió Silvia, que había adoptado de nuevo su actitud profesoral, la que usaba cuando explicaba algo a alguien que era un lego en la materia.

«Parece que los taquiones que utiliza de no sé qué forma el TaqEn para efectuar el desplazamiento en el tiempo afectan de algún modo al ADN —prosiguió Silvia—. Nadie sabe aún cómo lo hace, ni menos cómo evitarlo, pero parece que los taquiones afectan a la capacidad de autorreplicación de la doble hélice, y es un efecto acumulativo. Cada vez que viajas en el tiempo, tu ADN es mínimamente afectado, cada vez en puntos diferentes, aleatorios. Cuanto más largo es el salto, mayor es la probabilidad de ser dañado. Algunas de estas alteraciones se producen en zonas que no importan demasiado, en las zonas de “ADN basura”. Pero otras se producen en las partes de la cadena donde están codificados los genes. Como la mayor parte de los genes tienen las funciones duplicadas o incluso cuadruplicadas, al principio estas alteraciones no tienen mucho efecto. Unos pocos viajes no suelen tener consecuencias de ningún tipo para el organismo.

»El problema viene cuando algunas de estas alteraciones comienzan a afectar a genes que ya han sido alterados. Como los cambios que se producen son aleatorios, o eso es lo que se supone, lo habitual es que dos genes que codifiquen la misma proteína y se vean ambos alterados en viajes sucesivos, o incluso en el mismo viaje, sean incapaces de codificar correctamente dicha proteína. Dependiendo de qué proteína se trate, los efectos para el organismo serán más o menos perjudiciales y tardarán más o menos tiempo en desenmascararse, pero el resultado final es el mismo. El Síndrome Adquirido de Degeneración Nuclear por Alteración Taquiónica. El SADNAT. La plaga del siglo XXIV».

Francis oía lo que decía Silvia como si se lo estuviese diciendo un extraterrestre. Y es que Silvia se había convertido de pronto en una extraterrestre… ¿Quién demonios era Silvia? No dijo nada, sólo la miró y la volvió a mirar con una patética mirada mezcla de aprensión, asco y sorpresa. Silvia vio su expresión y sonrió, antes de continuar.

—Sí, Francis. Es lógico, piénsalo. Hacia 2250 o 2260 ya éramos capaces de viajar en el espaciotiempo, ¿recuerdas lo que te dijo Tomei Belaskes desde su tumba? Sí, viajaban, pero sólo siete minutos y pico, sólo siete minutos. La teoría no ponía límite alguno al desplazamiento, pero nuestra tecnología no iba más allá. No podíamos traspasar ese límite. Había indicios de cómo lograr romperlo, teorías… pero nada concreto. Con el tiempo, a alguien más que a Tomei Belaskes, el brillante taquioingeniero del laboratorio de investigación taquiónica de Novi Sad que había desaparecido años antes de una forma nunca aclarada, se le ocurrió esnekar el trasfilador taquiónico. Era una locura, una forma muy tecnológica de suicidarse, pues de esta forma la energía residual del colector aumentaría mucho más allá del margen de seguridad. Lo que decía el manual es que lo resultante sería una colosal explosión. Sí, hacerlo era una locura, pero resultó que la gigantesca energía generada era estable… una sorpresa que nadie esperaba, pero que eliminó de un plumazo el límite de los famosos siete minutos.

—Pero… —Francis encontró por fin la saliva y el ánimo suficiente como para interrumpir a Silvia, saliendo dificultosamente de la estolidez en que le había sumido la revelación de Silvia—. Pero… Silvia… tú… ¿tú quién eres?

—Pues… es evidente que no soy la Silvia Ruiz que tú conoces. De hecho yo nací no en Salamanca, sino en NovoTeruel, la capital de la Unidad de Producción de España, y no en 2002, como crees, sino en 2296.

—¿NovoTeruel? ¿2296? —Francis no pudo sino repetir como un papagayo la fecha, una fecha imposible—. ¿2296, dices?

—Sí, Francis, 2296. Dentro de 253 años. Pero a las paradojas derivadas del viaje en el tiempo ya debes estar habituado, ¿no es así?

—Y entonces… ¿cómo llegaste hasta aquí? —Francis estaba en estado de shock.

—¡Cómo va a ser, Francis! ¡En un TaqEn, claro! Un TaqEn bastante más evolucionado que el tuyo, por cierto, que no era más que un prototipo… No me imagino lo incómodo que debía ser para utilizarlo habitualmente. Es una pena que lo tengas tan bien escondido, Francis. Entiendo tus precauciones, pero es una lástima no tener acceso a él. Uno de mis cometidos secundarios aquí era recuperarlo para poder estudiarlo como lo que es: el primer aparato construido por el hombre capaz de viajar por el tiempo sin límite temporal ni espacial. Sí, es una pena, pero qué se le va a hacer. Los historiadores del futuro tendrán que apañárselas sin él. Estaremos atentos por si aparece, pero, conociéndote, nos tememos que va a ser imposible, sobre todo porque Lucy a ti no te espiaba…

—Silvia… yo… no entiendo. No entiendo nada. Tú naciste en Salamanca en 2002 y desde entonces tu vida está registrada milimétricamente. Te investigamos hasta el más mínimo detalle. Yo nunca hubiera traspasado la propiedad de BEGIN a alguien de quien no estuviera completamente seguro de su valía, de su adecuación absoluta al puesto…

—¡Y lo soy, Francis, te aseguro que lo soy, yo soy la persona adecuada! Y desde luego que me investigaríais, lo sabemos desde siempre. Pero era imposible que os dierais cuenta del cambiazo.

—¿Cambiazo? Pero… ¿de qué cambiazo hablas? —a Francis le costaba cerrar la boca lo suficiente como para articular las palabras.

—Permíteme que te cuente una historia, en justa correspondencia por la que tú me has contado antes, Francis. La mía es mucho menos espectacular y bastante más corta, pero creo que debes conocerla para que puedas juzgarme con todos los elementos necesarios para ello…

«Nací, como te dije, en NovoTeruel, en 2296. Por entonces la élite de HRM y algunos departamentos de operaciones especiales viajaban normalmente usando el TaqEn. Es una herramienta poderosa, ya sabes… aunque su uso frecuente provoque SADNAT.

»Supongo que te sorprenderá que tanta gente usara el TaqEn para moverse por el tiempo si sólo podían saltar siete míseros minutos cada vez… ya veo que sí. Pero es que ellos no lo usaban prácticamente nada para desplazarse por el tiempo, sino por el

espaciotiempo… que es muy diferente, Francis. Lo que Zlatan Basevic y su equipo consiguieron era un sistema no ya para viajar al pasado o al futuro, sino para hacerlo instantáneamente por el espacio normal. Si necesitaban viajar por ejemplo de NeoManila, donde está la sede central de HRM, a Johannesburgo para una reunión urgente, simplemente programaban el TaqEn con las coordenadas de destino de Johannesburgo y un minuto después de la hora actual, y allí estaban casi instantáneamente. Adiós a los largos viajes en avión o por carretera, a los atascos, a los inconvenientes… Zlatan Basevic había hecho realidad algo muy similar a los maravillosos teleyectores que Dan Simmons describió en sus Cantos de Hyperion, el gran clásico de la ciencia-ficción de todos los tiempos… sólo que no hizo falta un tenebroso Tecnonúcleo para diseñarlos ni para construirlos. Lo hicieron unos pocos taquioingenieros geniales… pero me estoy yendo por las ramas, perdona. Continúo con mi historia.

»A los quince años, como es preceptivo, realicé la prueba de aptitud que todo ser humano debe efectuar en HRM. A mí me asignaron a “Operaciones Temporales Especiales”. Nadie había oído hablar de esa función, nadie la conocía. Resultó ser un supersecreto proyecto de HRM para realizar lo que ellos denominaban “intervenciones temporales profundas”. Preparaban a ciertas personas para viajar muchos años en el pasado, donde debían integrarse en la sociedad del momento para desempeñar alguna clase de función que resultaría crítica para HRM en algún momento del futuro. No tengo que explicarte a qué me refiero, porque eso es justamente lo que tú has estado haciendo hasta crear BEGIN. Son muy pocas personas, pero altamente preparadas. Yo me integré en ese grupo sin saber muy bien cuál sería mi tarea. Nadie me dijo nada. Sólo me formaron.

»Pasé dos años preparándome, estudiando, conociendo al dedillo la sociedad española de 2020, antes de que se convirtiera en la Unidad de Producción de España. Yo sabía español, claro, pero tuve que aprender el precioso acento castellano de alguien que había nacido y crecido en Salamanca. Tuve que aprender angloshin y olvidar un neoespront que aquí no me serviría de nada. Tuve que aprender estadística, matemática avanzada y sociología. Me sometieron a algunas intervenciones de cirugía estética para cambiar mi fisonomía. Al cabo de cuatro años me llamaron por fin y me explicaron mi misión. ¡No cabía en mí de gozo! Iba a sustituir a la gran Silvia Ruiz Castro, no, mejor, iba a

ser Silvia Ruiz, una leyenda viva en HRM sólo por detrás de Robert Kolski y, por supuesto, de Francis Barrash…».

—¿Yo? ¿Una leyenda, yo? —Francis interrumpió, enfadado, la historia de Silvia—. ¿Una leyenda…

de HRM? No es posible. No. ¡NO! Me niego.

—Sí, Francis, lo eres. Deja que termine mi historia para juzgar, por favor…

A regañadientes, Francis aceptó. Si le dolía algo no se daba cuenta, tan perturbado estaba por la historia de Silvia… o de quien fuese ella realmente. Silvia continuó su relato.

«En la realidad, Silvia Ruiz Castro era una estudiante mediocre, bastante más interesada en coquetear con sus compañeros y pasarlo bien que en estudiar. El día 21 de diciembre de 2018, cuando el camión de cerveza patinó en el hielo y se llevó por delante el coche de los padres de Silvia… Silvia iba con ellos. Falleció instantáneamente, como sus padres, debido a lo brutal del impacto, sólo que ella salió despedida del coche, mientras sus padres quedaron atrapados entre el amasijo de hierro en que se convirtió su cochecito utilitario. Se ve que no se había molestado en ponerse el cinturón de seguridad… Indolente hasta el fin.

»En el lugar exacto y a la hora exacta del accidente esperaban mis compañeros de Operaciones Temporales Especiales. En cuanto se produjo, rápidamente fueron a buscar el cuerpo sin vida de Silvia, lanzado a treinta metros del coche y destrozado por el impacto, y se lo llevaron de vuelta a 2315, donde está enterrada discretamente. Tardaron no más de 45 segundos en total, era de noche y la carretera estaba momentáneamente desierta. Nadie vio nada. Así que Silvia nunca había estado allí. Para todo el mundo se salvó porque en el último momento había decidido quedarse en casa, estudiando.

»Yo me materialicé en el piso de los padres de Silvia y me convertí en ella. Tenía una edad similar, idénticas facciones y estaba completamente ofuscada por la brutal pérdida de mis padres. Apenas reconocía a nadie, ni a mis compañeros, ni a mis vecinos ni a nadie. Era natural, dijeron los psicólogos, había sufrido un shock bestial del que tardaría meses en recuperarme. Como puedes imaginar, necesitaba ese tiempo para adaptarme completamente a mi nueva vida, a mi nueva personalidad, a mi nueva forma de hablar, de comportarme. A nadie le pareció extraño que estuviera tan deprimida, tan cambiada… ¿cómo no estarlo, tras un accidente tan terrible? Los vecinos se lo tragaron. Vuestros investigadores se lo tragaron. Completamente.

»Al cabo de unos meses Silvia decidió romper con el llanto y la desesperación y se centró en el estudio. A todo el mundo le pareció estupendo. Rompió con sus antiguas amistades y se matriculó en Sociología. Y luego en Psicología, en Estadística y en Matemáticas… pero eso ya lo sabes, ¿no?

»En su momento “descubrí”, entre el marasmo de tesis doctorales almacenadas en los servidores de la Universidad Complutense de Madrid, la de Gabriel Hernán Füscher. Una tesis muy oportuna, avanzadísima para su tiempo… claro, como que Gabriel era uno de mis compañeros de Operaciones Temporales Especiales. Sus matemáticas usaban técnicas que no se descubrirán hasta dentro de ciento cincuenta años. Su tesis me vino muy bien, pero te aseguro que no me hubiera enterado de nada si el propio Gabriel no me la hubiera explicado con pelos y señales antes de viajar hasta aquí, por muy licenciada en Ciencias Exactas que fuera, que lo soy. Y no, no murió de leucemia ni de nada. Simplemente volvió al siglo XXIV. Creo que su función en Operaciones Temporales Especiales había terminado y se rumoreaba que le iban a destinar a la Universidad de NeoManila, una de las más importantes del mundo… ¡espero que el SADNAT le respete!

»Luego escribí los artículos que ya había escrito. Establecí la teoría del “hombre satisfecho”. No me costó demasiado, ya la había estudiado hacía años y sabía cómo debía atacarla. Te fijaste en mi trabajo, igual que habías hecho 250 años antes de que yo naciera. Me llamaste. Me pusiste a los mandos de BEGIN. Todo ello está en la historia, Francis. Ya lo habías hecho. Y lo volviste a hacer cuando llegó su hora.

»A partir de cierto momento dejé de recordar quién era yo en mi tiempo. Me había convertido en Silvia Ruiz. Completamente. Y Silvia Ruiz sigo siendo, Francis. Soy la misma que tú conoces. Nadie más».

—¿La misma? ¿Tú? No me lo puedo creer… ¿La misma? Me has engañado, Silvia —la voz de Francis rezumaba tristeza y cansancio más que indignación—. ¿Qué haces tú aquí? ¿Para qué te enviaron?

—Es fácil: para ayudar. Para vigilar que tomas las decisiones correctas, que sigues tu instinto y que conviertes a BEGIN en lo que fue… en lo que es… o será. Vaya lío —Silvia calló un momento, pensando, y luego prosiguió—. Yo debía estar aquí para que me pudieras elegir como tu sucesora, que es lo que dice la historia, nuestra historia. Para que me traspasaras la propiedad de BEGIN, sus recursos, su dirección. Para que yo pudiera continuar tu obra.

—Vigilar… ¿qué? BEGIN ya está lanzada. Tiene dilemas que resolver, pero lo hará en su tiempo. Cualquier otro podría hacerlo. John, Petra, el mismo Kevin…

—Eso es muy improbable, Francis. No voy a revelarte mucho del futuro, pero te aseguro que sería muy difícil que otra persona tomara las decisiones que habrá que tomar… Estoy contando demasiado —Silvia calló, dando tiempo a Francis para digerir toda la historia.

Francis ahora estaba cansado. Abrumado, desolado. Volvió la mirada hacia la ventana, oscura ya a esa hora de la tarde de diciembre. Tantos años de trabajo para evitar que una monstruosidad como HRM existiera para al final poner a alguien enviado directamente por HRM al frente de su criatura, al frente de BEGIN… ¡Qué fracaso, qué gran fracaso! Volvió de nuevo la mirada hacia Silvia y preguntó:

—¿Por qué me lo dices ahora, Silvia? ¿Por qué no antes?

—No podía decírtelo. En realidad no debería haberte dicho nada. Nunca, ni siquiera ahora, cuando falta tan poco para… Pero ya da igual, Francis. Da igual, y en mi fuero interno no me perdonaría que te fueras sin saber que todo tu trabajo, todos tus desvelos han tenido éxito. Un gran éxito.

—¿Un gran éxito? ¿Qué éxito, Silvia, a qué éxito te refieres? ¿A la fundación de HRM, quizás? ¿Eso es un éxito para ti?

—Sí, Francis, lo es, ya lo creo que lo es.

—¿Una compañía que esclavizará a miles de millones de seres humanos, que decidirá por ellos, que los eliminará cuando disientan de sus dictados…?

—¡No! Estas completamente equivocado, Francis —Silvia dijo esto casi gritando—. De HRM conoces sólo lo que contó el loco de Tomei Belaskes, amargado por la muerte de su amante. Pero eso no es la verdad, no es toda la verdad.

—¿No? Tú misma has reconocido que hiciste el preceptivo examen de los quince años que condiciona tu vida para siempre… ¿Es cierto eso?

—Lo es, Francis, lo es, pero eso no quiere decir nada…

—¡Sí quiere decir! —era Francis ahora quien gritaba, a pesar de su debilidad, de su dolor, de su pésima condición física. Gritaba con unas fuerzas que ni siquiera sabía que tenía, con las fuerzas de la desesperación—. ¡Lo dice todo de HRM! ¡TODO! Constriñe la voluntad de las personas, fija cómo debe ser su vida, con quién deben casarse, cuántos hijos deben tener, a qué deben dedicarse, cómo deben divertirse… ¡Dime, Silvia, si es que puedes, cuál es la diferencia de eso con la esclavitud! Yo te lo diré… ¡NINGUNA! Ninguna diferencia, Silvia… ninguna en absoluto.

Silvia sonreía ante el apasionado arrebato de Francis, que le había dejado exhausto. Se acercó, le tomó de la mano cariñosamente y le dijo suavemente:

—No, Francis, no tienes razón. Piensas así porque no conoces lo que va a suceder. Yo lo conozco. Créeme: es sólo gracias a HRM que la Humanidad sigue existiendo en el siglo XXIV. Ellos evitaron el desastre, o mejor, lo evitarán. Un desastre que hubiera sido de dimensiones bíblicas. Gracias a ellos, a mis sucesores en la dirección de HRM, será posible que la especie humana siga sus pasos…

—Tomei dijo que había sólo 2000 millones de humanos en la Tierra. ¿Qué ha pasado con los 6000 millones restantes, Silvia? ¿Han emigrado a Marte, quizás? —el tono de Francis era ahora sarcástico, pero Silvia no se inmutó.

—Sí, la cifra es aproximadamente cierta, y HRM hace lo indecible para que no crezca. Los recursos del planeta no alcanzan para alimentar y permitir la vida de más seres humanos, es así de fácil. La locura de vuestra generación y las anteriores derrochando los combustibles fósiles, los metales, todos los recursos del globo como si fueran inagotables han llevado a esta situación. No había remedio. Había que eliminar a los sobrantes…

—¿Eliminar a los sobrantes? ¿Matar a 6000 millones de personas? ¡Asesinos!

Francis estaba ahora realmente alterado. Todas sus constantes debían estar por las nubes, o por los suelos, pero Silvia había dado instrucciones muy concretas a los médicos que trataban a Francis. No debían intentar entrar hasta que ella se lo comunicara. Y ella era ahora la directora de BEGIN. Nadie discutiría una orden suya por nada del mundo.

Silvia suspiró. Debía decir más si quería tranquilizar a Francis. No debía hacerlo, era peligroso, pero él, el gran héroe, se lo merecía. Miró a Francis y le dijo con voz cariñosa:

—No, Francis, no es así. Tengo prohibido contar nada sobre el futuro que nos espera, estoy vulnerando una norma básica, pero no puedo dejarte a ti, precisamente a ti, al visionario creador de BEGIN, en la inopia. Nunca me perdonaría que te fueras pensando que en HRM somos todos unos malvados esclavizadores… Déjame que te cuente otra historia… esta vez una historia del futuro.

«En 2065, dentro de 22 años, habrá una terrible convulsión en todo el mundo. Se producirá… no, se produjo una revolución planetaria, una sangrienta revolución que dejó a los grandes conflictos mundiales del siglo XX en pañales. Murieron miles de millones de personas, muchos de ellos en las conflagraciones de todo tipo que surgieron en todo el mundo, muchos más en las hambrunas que siguieron a las guerras… cosechas destrozadas, campos arrasados, instalaciones destruidas… todo el tejido productivo mundial quedó no diezmado, sino destruido en un 70%. El comercio desapareció, buena parte de la tecnología se destruyó y los supervivientes tuvieron que empezar casi desde cero.

»Sí, Francis, entiendo tu cara de horror, pero así fue… así será. Eso es justo lo que intentaba evitar BEGIN. Creando un mundo más justo, mejor repartido, más humano, donde las personas pudieran vivir felices y comer perdices… ¿no es así? Pues no pudo ser. A pesar de todos los intentos de BEGIN para evitar el colapso, éste se produjo de todos modos. Fue inevitable. Decenas, cientos de nuevos mesías aparecieron por todas partes, demagogos que sólo sembraban el odio a lo distinto, a lo diferente, a lo extranjero. Cientos de Hitlers y de Mussolinis predicando el odio. El resultado fue inevitable. Seis meses de locura y terror mundial, en todas partes, acabaron con toda esperanza de fundar una Humanidad feliz en base al respeto a los deseos de las personas individuales y al libre albedrío.

»El planeta estuvo a punto de irse al garete. ¿Sabes quién lo salvó de la destrucción total? BEGIN. Sí, BEGIN. Su director de entonces, Robert Kolski, mi sucesor, fue capaz de mantener una buena parte de la capacidad productiva de BEGIN en funcionamiento, de defender sus instalaciones de la furia generalizada, de conservar operativos los centros de investigación y mantener cierta sensación de normalidad, hasta que, en 2066, emergió como el único centro de poder mundial que estaba en condiciones de hacerse cargo del gobierno del globo. Y lo hizo. Sin dudar.

»Se hizo cargo del gobierno de todos los países del mundo, por las buenas o por las malas, e impuso un draconiano toque de queda, la única forma de parar la locura. Al cabo de unas semanas todo se fue tranquilizando. BEGIN demostró entonces ser una eficaz administradora de los escasos recursos disponibles. Paró las hambrunas, eliminó a los grupos resistentes, redistribuyó comida, energía y otros recursos de todo tipo donde más útiles eran. Consiguió enderezar lo que quedaba, distribuyendo los recursos existentes entre los habitantes de la Tierra con un estricto sistema igualitario. Hubo revueltas, por supuesto, cuando los camiones de BEGIN se llevaban el grano de una cierta comunidad para repartirlo entre otras que estaban muriendo de hambre, y hubo que reprimirlas. Con el tiempo, con el paso de los años, las cosas se fueron calmando. Todo el mundo se dio cuenta de que ésa era la única forma posible de sobrevivir y, algún día, de prosperar como especie. Habíamos estado a punto de desaparecer y ahora teníamos un futuro de nuevo. Tendremos un futuro de nuevo.

»En 2071, con los disturbios controlados y la vida relativamente normalizada, finalmente BEGIN se convirtió en HRM. BEGIN había sido crucial para mantener a la Humanidad viva, pero ahora era preciso cambiar su nombre. Ya no estábamos en

el comienzo. El “comienzo” había terminado, había pasado a la historia. Ahora era el tiempo de la consolidación, de la gestión coordinada de todos los recursos humanos para garantizar la sostenibilidad de la vida. Era el tiempo de “Human Resources Management”, era el tiempo de HRM.

»Esta es la historia que aún no ha sucedido, pero que todos en mi tiempo conocemos al dedillo, Francis. Nuestra historia. Ésa es la verdad».

Francis callaba. Estaba consternado por la historia del futuro que Silvia acababa de contarle. En sus años de estudiante estaba convencido de que algo así acabaría por suceder y todas sus acciones las había encaminado para evitarlo. ¿Cómo habían llegado a torcerse tanto las cosas? Necesitaba saber más.

—Silvia, dime… ¿qué hay de tu teoría del «hombre satisfecho»? ¿Cómo es posible que, con un grado de satisfacción personal creciente como el que estaba consiguiendo la política de BEGIN, se llegara a un estado en el que se produjera tal estallido de violencia? No lo entiendo…

—Tiene fácil explicación, Francis —replicó dulcemente Silvia—. Porque la teoría del «hombre satisfecho», mi famosa teoría… no es cierta. Como sabes, yo llegué a establecerla hasta un 97,4% de certeza y pensábamos que con el tiempo alcanzaríamos prácticamente el 100%. Pues no se llegó a esa cifra. Nunca se pudo pasar de un 99,5% de certeza. Ni con los mejores ordenadores cuánticos, ni con el esfuerzo de cientos de investigadores en sociología para reclasificar las categorías. Esto quiere decir que un 0,5% de las veces habrá casos donde, por muy satisfecho que esté el individuo, de todos modos se comportará de forma egoísta, nunca altruista. Basta con un Hitler, un Napoleón, un Gengis Khan, un demagogo cualquiera que triunfe dentro de ese magro 0,5% de posibilidades para que todo se fastidie. Completamente. Lo vimos fehacientemente en los grandes disturbios de 2065. Dawkins tenía finalmente razón. El egoísmo gana. La cooperación es sólo una estrategia más para asegurar la permanencia del gen, la descendencia del individuo. El altruismo es un medio, no el fin. La lucha sin cuartel es la norma. Lo siento.

—¿También en eso me has engañado, Silvia? ¿No ganaba el altruismo al egoísmo, no lo ganaba

por goleada…? —Francis sentía un carrusel de emociones. Tristeza, decepción, indignación, abatimiento, odio…

—No, nunca te engañé, Francis. Recuerda. Tú te engañaste. Siempre te dije que el grado de certeza de mi teoría era de menos del 98% y que no se podía asegurar su validez hasta llegar casi al cien por cien. Piénsalo. En eso no te engañé.

Francis estaba muy cansado y muy dolorido. Y desesperado. Empezaba a echar de menos la morfina que le ayudara a olvidar todo el cúmulo de información que le había dado Silvia. O como se llamara en su mundo. Información que no le gustaba nada. No obstante, su alma inquieta y curiosa le hizo hurgar más aún en la herida.

—¿Qué ocurre con los disidentes, Silvia? ¿Qué hace HRM con aquellos que no aceptan las normas, los que se rebelan? Tomei dijo que desaparecían. Para siempre. Que los «reciclaban». Que son eliminados…

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