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24 – DOMINIOS ESOTÉRICOS

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3 de noviembre, 2016

—A ver, a ver… esto ya no lo entiendo —dijo Javier, confundido y también algo exasperado tras la última bomba soltada por Pedro Luis—. ¿Cómo que la Relatividad y la Cuántica no pueden ser ambas simultáneamente ciertas? ¡Pero si acabas de decir que son las teorías más perfectas, más precisas que el hombre haya creado jamás! ¿En qué quedamos?

—Tranquilo, hombre, que no es para tanto —intervino Gonzalo, divertido—. Esto se conoce desde hace mucho tiempo, pero no ha impedido que ambas teorías hayan tenido un enorme desarrollo y que sean tan fructíferas.

—Verás, Javier, efectivamente ambas teorías son incompatibles entre sí, pero sólo en condiciones muy extremas —prosiguió Pedro Luis—. La Relatividad General aplica a objetos de tamaño astronómico, galaxias, sistemas solares y cosas así, de tamaño enorme, mientras que la Cuántica aplica al nivel atómico o subatómico, partículas de tamaño diminuto. Por lo tanto, es muy difícil que ambas interfieran. Cuando un astrónomo está observando una galaxia lejana, ninguna de las leyes que utiliza tiene nada que ver con la Cuántica, que afecta a los electrones, protones, quarks y otras partículas subatómicas, mientras que cuando un científico está observando los resultados de colisiones en un acelerador de partículas no tiene que preocuparse por los efectos relativistas, debido a que las partículas tienen muy poca masa y no se ven afectadas por ella. Es decir, ¿a quién le importa el Principio de Incertidumbre de Heisenberg cuando se analiza el corrimiento al rojo de una galaxia? ¿O la curvatura del espaciotiempo en una cámara de niebla que detecta partículas cargadas?

Pedro Luis adoptó de nuevo su actitud profesoral y prosiguió:

«En definitiva, los científicos de cada rama simplemente ignoran a la otra disciplina cuando hacen sus observaciones. Pero resulta que existen preguntas bien formuladas que, una vez resueltas, dan resultados ridículos, por ejemplo probabilidades infinitas, o negativas… Por definición, una probabilidad tiene que tener siempre un valor comprendido entre cero y uno. ¿Qué demonios es una probabilidad negativa, o una mayor que uno, o infinito? Estas respuestas no tienen sentido. Para salir del paso, los físicos han determinado los límites en los que están satisfechos con sus teorías respectivas, en concreto el tiempo de Planck, la energía de Planck, etc, y dentro de esos límites donde no se molestan juegan con sus respectivas teorías tan felices y con resultados magníficos. Les ayuda el hecho de que todos estos valores sean pequeñísimos, del orden de 10 elevado a menos 35, o sea, de cero, coma seguido de 35 ceros hasta llegar a la primera cifra significativa, por lo que raramente se encuentran en situaciones donde las teorías chocan entre sí. Pero como dicen los gallegos de las meigas, “haberlas, haylas”, y son muy importantes.

»Por ejemplo, cuando se analizan eventos como los agujeros negros o los momentos iniciales del Big Bang, eventos en los que no es posible ignorar a “la otra” teoría, ambas proponen resultados no sólo diferentes, sino antagónicos entre sí, incluso ridículos, como probabilidades infinitas o negativas, como dije. Fallan lamentablemente. La conclusión es algo que quizás hayas leído o escuchado alguna vez, Javier: nuestra física actual no es capaz de saber nada de lo que ocurrió en el Big Bang más allá del tiempo de Planck. Y no lo es porque nuestras “teorías estrella” se estrellan una vez se sobrepasa dicho tiempo de Planck, que es muy pequeño, del orden de 10 elevado a menos 44, pero, recuerda, no es cero.

»Hace un rato dijimos que nadie necesitaba en 1915 una “Relatividad General” para sustituir a las Leyes de la Gravitación Universal de Newton que tan bien funcionaban en todo momento y ocasión, pero una pequeña incongruencia detectada entre dos teorías bien fundadas, la de Newton y la Relatividad Especial, una incongruencia mínima, hizo a Einstein trabajar duramente para resolverla, dando origen de paso a una teoría que si no hubiera sido por él igual aún no la hubiera formulado nadie, de tan “extraña” y “antinatural” que es.

»Pues bien, las objeciones que demuestran que la Relatividad General y el Modelo Standard no son compatibles entre sí no son sutiles en absoluto: son obvias y enormes, como un elefante en la habitación. Los científicos se las apañan debido a lo pequeños que son el tiempo de Planck y la longitud de Planck, pero ahí están las incongruencias, aunque se manifiesten en un dominio bastante esotérico del universo. En una palabra, el modelo del universo que manejamos tiene un fallo esencial. A la mayoría de físicos, entre los que me encuentro, nos resulta difícil creer que, en el fondo, la explicación teórica más profunda que los científicos hayamos podido jamás realizar sobre el universo sea el resultado de una combinación matemáticamente incoherente de dos marcos expositivos muy poderosos por separado, pero contradictorios entre sí.

»Y no es que no se haya intentado resolver este problema. Como comentaba antes, los científicos del siglo XX hicieron un gran esfuerzo por unificar las cuatro fuerzas básicas de la Naturaleza, y lo consiguieron con el electromagnetismo, la fuerza débil y la fuerza nuclear fuerte… pero no ha sido posible hacerlo con la otra fuerza, la que mejor conocemos y sentimos cada día al levantarnos: la gravedad. Todos los intentos de hacerlo, y te aseguro que han sido muchos, han acabado fracasando.

»Consecuentemente, muchos físicos han tomado un camino alternativo: si las dos teorías básicas de nuestro tiempo son incompatibles entre sí, habrá que crear otra teoría distinta que englobe a ambas… Hay decenas de ellas que intentan unificar todas las fuerzas fundamentales, como la Teoría de Cuerdas, la Teoría M, la Teoría del Todo y muchas más, pero están todas en pañales y no han sido capaces de hacer una sola predicción que haya podido ser comprobada experimentalmente. Por ejemplo, la Teoría Supersimétrica de Cuerdas, quizás la que más visos tiene por ahora de llegar a algo concreto alguna vez, requiere que el universo tenga no ya las cuatro dimensiones del espaciotiempo, como preconiza Einstein en su Relatividad, sino ¡once! Siete dimensiones adicionales que hasta ahora nadie ha visto y que nadie sabe cómo encontrar. Y además preconiza la existencia de una pléyade de nuevas partículas subatómicas que nadie ha detectado nunca…

»De momento el elefante sigue pastando alegremente en medio de la habitación, por mucho que la mayor parte de las veces miremos para otro lado con tal de no verle… Y así estamos, amigo Javier».

Javier miró el reloj: las cuatro y media de la mañana. No tenía sueño, pero de todos modos necesitaba un café. Gonzalo y Pedro Luis estuvieron de acuerdo, así que se acercaron a la pequeña cocina, donde se prepararon una taza para cada uno.

Curiosa situación, pensó Javier mientras degustaba el caliente brebaje. Había viajado hasta la isla de La Palma buscando aprender lo posible sobre viajes en el tiempo y, tras la didáctica explicación de su amigo Gonzalo y de Pedro Luis, había aprendido sobre Relatividad y Mecánica Cuántica mucho más de lo que hubiera sabido nunca, pero estaba igual sobre la posibilidad de moverse por el tiempo.

Miró a los dos astrofísicos del Instituto Astronómico de Canarias. Estaban satisfechos. Más que eso, habían disfrutado como niños explicando a un lego los intríngulis básicos de las teorías más refinadas y compactas que el hombre hubiera creado nunca. Pero Javier no sabía si insistir en su absurda excusa de que en la Cueva de Leza había indicios de viajeros temporales. Sería fácilmente comprobable que nadie sabía nada de ello y quizás hiciera sospechar a los dos colegas. No obstante, decidió hacer un último intento para sonsacarles lo posible sobre la posibilidad teórica de viajar en el tiempo. Y decidió hacerlo desde el humor.

—O sea —dijo por fin Javier—, si os he entendido bien, definitivamente la única forma de solventar los problemas que tienen las dos teorías cuando se enfrentan a… ¿cómo lo has llamado, Pedro Luis? ¿dominios esotéricos del universo?… —Pedro Luis asintió, divertido—, cuando se enfrentan a esos dominios esotéricos, es que… ¡algún viajero del futuro venga a decirnos cómo resolverlo!

Pedro Luis y Gonzalo prorrumpieron en una carcajada.

—¡Sí, eso es exactamente lo que necesitamos…! —dijo entre risas Gonzalo. Luego, algo más calmado, continuó su charla—. Como habrás visto tras todo el rollo que te hemos soltado, no hay ninguna razón que obligue a que el tiempo corra exclusivamente en una dirección, la dirección que nosotros llamamos desde el pasado hasta el futuro. Si recuerdas el diagrama que te pintó aquí nuestro Picasso particular para ilustrar cómo funciona el espaciotiempo —dijo señalando a Pedro Luis, que hizo una reverencia burlona—, él se ha limitado a un único cuadrante, el que comprende las velocidades positivas, la espacial y la temporal. En realidad, no habría ningún inconveniente en pintar el mismo diagrama en dos cuadrantes en vez de uno, considerando también las velocidades espaciales negativas, lo que daría lugar a una semicircunferencia. ¿Qué significaría en ese caso una velocidad espacial negativa? —Javier iba a contestar, pero Gonzalo prosiguió antes de que pudiera hacerlo—. Muy simple: que en vez de viajar «de aquí a Sirio» viajarías en el sentido contrario, «de Sirio a aquí». Fácil.

—Sí, fácil y evidente. Lo hacemos cada día, de hecho… —intervino Pedro Luis—. Entonces podemos fácilmente proponer permitir velocidades negativas en el tiempo y entonces utilizar los cuatro cuadrantes de la circunferencia, ¿no? La circunferencia completa. Una velocidad negativa en la dimensión tiempo significaría lógicamente retroceder en el tiempo. Entonces, si nuestro universo permite velocidades espaciales negativas, ¿por qué no permitiría igualmente velocidades temporales negativas? —Javier se encogió de hombros, dando a entender que no tenía ni idea de la respuesta, aunque bien que le hubiera encantado. Pedro Luis continuó su razonamiento—. Pues el caso es que no hay un claro motivo teórico para que esto no pueda hacerse. Pero hoy por hoy es imposible, que se sepa.

—¿Qué se sepa? —Javier entró al trapo como un miura.

—Hombre, es una forma de hablar. Lo mismo hay quien lo ha conseguido y no nos hemos enterado. O quizás es físicamente imposible, no sé. Por ejemplo, cuando se resuelvan las discrepancias entre Relatividad y Cuántica… quiero decir, si se resuelven algún día, quién sabe qué tipo ecuaciones contendrá la solución y, más aún, qué implicaciones pudiera tener para nuestra concepción del universo. Recuerda que cada nuevo avance en las teorías relativista o cuántica derribaba un muro más de nuestra concepción tradicional de la física y desvelaba una Naturaleza cada vez más extraña… quién sabe qué otros muros se derribarían al avanzar en la Gran Unificación de las cuatro fuerzas fundamentales de la Naturaleza.

—¿Incluyendo la posibilidad de dar la vuelta a la flecha del tiempo?

—Incluyendo eso, por qué no… Cosas más raras se han puesto de manifiesto hasta ahora. Todas esas «pequeñas cosas» que les faltaban por conocer a los físicos de final del siglo XIX han ido revelando según se iban explicando un universo cada vez más raro y alejado de la concepción determinista tradicional. Curvatura del espaciotiempo, espuma cuántica que toma energía de la nada y la devuelve antes de que pueda medirse, contracción del espacio y dilatación del tiempo, imposibilidad de conocer posición y velocidad de una partícula con precisión, equivalencia de masa y energía… quién sabe qué nuevas consecuencias tendría una nueva teoría más refinada que solucione esas «pequeñas cosas» que fallan en nuestras teorías actuales.

—Ya sabes que la ciencia nunca está escrita del todo —dijo entonces Gonzalo—. Teorías firmemente establecidas son reemplazadas por otras más precisas, que a su vez lo son por otras nuevas… Ahora bien, Javier, en cuanto al viaje en el tiempo que tanto te interesa… aunque he de reconocer que a mí me interesa también, poder viajar al pasado significa tener que lidiar con el Principio de Causalidad, un principio bien establecido desde el tiempo de los antiguos griegos, ése que dice que cada posible evento es el efecto de una o varias causas. No sé qué ocurriría en un viaje temporal al pasado, pero posiblemente no sea factible simplemente para no alterar el Principio de Causalidad, es decir, que una acción del viajero temporal impida que se realice una de las causas que tienen como efecto último el propio viaje temporal…

—Sí, ya sé, el hombre que viaja al pasado y mata a su padre y todo eso —interrumpió Javier, algo fastidiado porque ése era el ejemplo que todo el mundo usaba, ¡incluido el Manual de Uso del TaqEn!, aunque de esto último, desde luego, no podía decir nada.

—¡Eso mismo! —concedió Gonzalo—. No hay que descartar que las leyes de la Naturaleza puedan directamente impedir el viaje en el tiempo para no causar conflictos con el Principio de Causalidad. Así dicho, parecería que la Naturaleza tuviera presciencia, o conocimiento, no sé cómo llamarlo, pero es que cosas así ya ocurren y se han detectado, como el Principio de Indeterminación puso de manifiesto. La Naturaleza nos deja conocer algunas cosas al detalle, pero entonces nos impide conocer absolutamente nada de otras. Parece de locos, pero así es en la realidad —los tres quedaron en silencio unos segundos. Javier pensó que insistir más en su tema favorito podía resultar sospechoso, así que quedó callado, mirando los posos de su taza de café.

—De todos modos, Javier —añadió Pedro Luis, dando por finalizada la discusión—, viajar en el tiempo, viajar hacia el futuro, es algo realmente fácil… ¡Basta con sentarse en una silla y dejar que el futuro llegue!

Los tres sonrieron. Sí, ésa era indudablemente la forma más sencilla de viajar en el tiempo. Y para ello no hacía falta la ayuda de ningún misterioso aparato negro hecho de una aleación imposible para la metalurgia del siglo XXI…

Se produjo una nueva pausa. Javier llegó a la conclusión de que poco podría aprender más de sus dos amigos, no porque ellos no supieran muchísimo más de lo que le habían explicado, sino porque no sabían mucho más sobre el tema que realmente a él le interesaba en ese momento. Bastante luz le habían dado ya.

En definitiva, la visita a la isla de La Palma y al GranTeCan había sido muy provechosa para él. Gracias a la generosidad de Gonzalo y de Pedro Luis, y en parte a que por pura casualidad ésa era una de las pocas noches en las que el privilegiado cielo del Roque de los Muchachos estaba nublado, había aprendido de Física contemporánea en una noche más que leyendo cien libros.

Eran ya cerca de las cinco de la mañana, la jornada de observación estaba llegando a su fin, o mejor dicho, no había llegado a comenzar, y los dos astrofísicos decidieron que poco más había que hacer allí esa noche. Iban a realizar el protocolo de cierre del observatorio y la evaluación final de la improductiva jornada, así que se despidieron efusivamente de Javier, al que dejaron en la puerta de salida. Se dirigió entonces a su cochecito alquilado y condujo cuidadosamente con la luz difusa del amanecer hacia su hotel en Puerto Naos.

Una vez allí aparcó el coche enfrente del hotel, subió a su cómoda habitación, puso de nuevo el cartel de «No molestar» y se metió en la cama para dormir todo lo que pudiera… o lo que le dejaran las imágenes que involuntariamente evocaba su cerebro. Imágenes de electrones juerguistas que interferían consigo mismos y estaban donde no deberían estar, o de espaciotiempos burlones alabeándose y curvándose hasta no permitir que escapara de sus garras ni tan siquiera la luz.

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