Beautiful

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3. Pippa

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Pippa

«Dios, imagínate lo que sería pasar una semana con semejante mujer», había dicho él.

La mujer había hecho una mueca compasiva.

«Me pasé cuatro horas haciéndome el dormido», había dicho él, y luego se había estremecido literalmente.

Yo sabía que era él, por supuesto. Incluso de espaldas, con su pelo perfectamente peinado, su impecable jersey de cachemir y sus pantalones planchados, nada menos que en la fiesta de cumpleaños de una niña, lo reconocí tan pronto como entré en la cocina. Y además, por supuesto, me ayudó el ritmo de su voz, melosa, baja, nunca alta ni tensa, mientras nos hallábamos justo detrás de él, esperando un buen momento para interrumpir. Una parte de mí quería dejar que siguiera hablando. Saber que había sido tan pesada como yo misma creía era como rascar un picor dentro de mi cerebro. Y también me hacía cierta gracia su capacidad de quejarse con aquella mezcla bien dosificada de compostura e irritación.

Jamás lo habría imaginado. Parecía tan estable…

Pero él no tenía ni idea de que yo estaba allí, y vi cómo desaparecía el color de sus mejillas en el pequeño lapso que duró su inhalación brusca y sorprendida.

Oí mi propia carcajada ocupando su silencio horrorizado. Y entonces, cuando pronuncié un sereno «Hola, Jensen», pareció que la realidad aparecía de repente ante Hanna, después Ruby y finalmente Niall, quien murmuró:

—Por el amor de Dios. Estaba hablando de Pippa, ¿a que…?

Ruby lo hizo callar con una palmada en el hombro.

Jensen asintió con la cabeza y soltó un mortificado:

—Pippa.

Si me hubiesen preguntado el día anterior qué esperaba que hiciese Jensen después de aquel vuelo, yo habría dicho que a) olvidarme enseguida, o b) contarle a alguien lo insoportable que era y olvidarme enseguida.

Mi mirada osciló entre la boca abierta de Hanna y el rostro pálido de Jensen. Al ver tan horrorizadas a todas aquellas personas, recordé que ignoraban por completo cuánta razón tenía Jensen.

Y luego estaban Ruby y Niall. Ruby se había dado una palmada en la boca para contener la risa. Niall me miraba sonriente. Ninguno de los dos estaba nada sorprendido por el relato que había hecho Jensen de mi comportamiento.

Miré a mi alrededor con una gran sonrisa.

—Que sepáis todos que no se equivoca.

Jensen dio un vacilante paso hacia delante, y yo hablé más para él que para el resto:

—Me comporté como… —Busqué la palabra adecuada—. Me comporté como una auténtica loca. Él tiene razón. ¡Lo siento mucho!

—Como una auténtica loca no —dijo él, relajando un poco los hombros por el alivio. Se me acercó más y bajó la voz—: Pippa, qué mala educación la mía al…

—Solo es mala educación porque estoy aquí —dije, y cuando él, avergonzado, puso unos ojos como platos, me apresuré a añadir—: ¿Y cómo ibas a saber que me presentaría en esta fiesta? ¡Menuda coincidencia!

Él sacudió la cabeza, pero miró mis ojos risueños.

—Supongo.

—Si no hubiera aparecido y le hubieses contado a tu hermana lo de ese horrible vuelo, solo sería una anécdota divertida. Una anécdota divertida y muy cierta.

Él sonrió agradecido y, de forma instintiva, echó una ojeada a la copa de vino que yo tenía en la mano.

—Es la primera que me tomo —le aseguré, y luego añadí—: Por desgracia, no será la última que me tome hoy. Hay muchas caras nuevas. Ya sabes, el vino infunde valor. —Me encogí de hombros, sintiendo un aleteo de mariposas en el estómago al mirarle—. Pero al menos aquí puedes escapar.

Él asintió con la cabeza y apartó por fin su atención de mi cara para mirar a su alrededor. Tras levantar una mano con gesto torpe, dijo:

—Bueno, pues esta es mi hermana Hanna.

La ingeniera biomédica; Jensen la había mencionado durante el vuelo. ¿Un abogado y una ingeniera? Así que eran una de esas familias. Sonreí.

—Ruby me ha hablado mucho de ti.

—Seguramente no te habrá dicho cuánto me encanta ver a mi hermano quedar como un gilipollas.

Se adelantó y me dio un abrazo.

Jensen murmuró un seco:

—Gracias, Ziggs.

Como su hermano, Hanna era rubia y bastante alta. Además, ambos estaban en muy buena forma. Yo había sido bendecida con los genes de la delgadez, pero solo me habría puesto a correr si me persiguieran, e incluso en ese caso todo dependería de qué me estuviera persiguiendo. Para ser realistas, no tenía ninguna oportunidad contra, por ejemplo, los vampiros.

—¿Acaso estoy rodeada de fanáticos del

fitness? —pregunté—. Gracias a Dios, Ruby no hace ejercicio a menudo…

Niall levantó una ceja con curiosidad.

—¿Cómo que no?

—¡Joder, no empieces! —intervine.

Un hombre moreno y guapísimo asomó la cabeza en la cocina y se dirigió a Hanna:

—Nena, ¿puedes sacar la segunda bandeja de galletitas? Estos críos son un pozo sin fondo de… —Se detuvo al verme y sonrió—. ¡Hola! Tú debes de ser la amiga de Ruby que viene con nosotros de viaje.

El rostro de Jensen volvió a palidecer, como si él también acabase de deducir esa información.

—Pippa, este es mi marido, Will —dijo Hanna con una sonrisa.

Alargué la mano para estrechar la suya.

—Encantada de conocerte.

—Sácala al jardín —dijo Will—. Tiene que conocer a todo el mundo.

Claramente agradecido por el cambio de escenario, Jensen colocó su copa sobre la encimera y me indicó con un gesto que siguiera a Hanna fuera de la cocina.

Ella nos condujo a una amplia terraza entarimada, donde cinco personas más observaban con vasos en la mano a una manada de niños pequeños que corrían y rodaban por el césped.

—No os vais a creer lo que… —empezó Hanna, pero Jensen la cortó:

—Ziggy, no —dijo, en tono de advertencia—. En serio. No.

Ella debió de ver en sus ojos lo mismo que vi yo, es decir, mortificación en estado puro, porque sonrió y se limitó a presentarme:

—Esta es Pippa. Ayer viajó sentada junto a Jensen en el avión. ¿No es demencial?

—Completamente demencial —dije entre risas—. Como ir por ahí haciendo de loca borracha —añadí, sonriéndole a Jensen.

Me dio la impresión de que el pobre hombre quería que el entarimado de la terraza se hundiera bajo sus pies.

—Pues entonces ya te quiero —dijo a mi derecha una morena guapa y embarazada de muchos meses.

Otra mujer, también embarazada de muchos meses (¿acaso tenía algo especial el agua de allí?), dio un paso adelante, apartándose de un hombre gigantesco, solo un poco más bajo que Niall.

Supuse que el gigante debía de ser Max y que ella era Sara, la cuñada de Ruby.

—Soy Sara —confirmó—, la madre de algunos de los críos que están en el césped. —Los buscó con la mirada y, al no encontrarlos, se volvió de nuevo hacia mí con una sonrisa irónica y cansada—. Me alegro mucho de conocerte por fin. Ruby nos lo ha contado todo sobre ti.

—¡Oh, no! —dije con una carcajada.

—Todo han sido cosas buenas, no te preocupes —intervino la mujer morena que me había hablado en primer lugar y que en ese momento se adelantaba tendiéndome la mano. Por un instante tuve la sensación de que iba a cortarme en lonchitas y a servirme como

sushi, pero luego sonrió y se le iluminó todo el rostro—. Soy Chloe. Este es mi marido, Bennett. —Señaló con un gesto de la cabeza al hombre que estaba a su lado, un tipo alto y de un atractivo intimidante, aunque, francamente, muy serio. Chloe se llevó una mano al vientre—. Estamos a punto de ser padres de… este misterio.

Estreché la mano de Bennett, y a punto estuve de caerme al suelo cuando le oí decir:

—Si hubieras invitado a Jensen a seguirte al lavabo del avión, nos habrías hecho un favor a todos.

Sara lanzó un grito ahogado y Hanna le dio a Bennett un puñetazo en el brazo, pero yo solté una carcajada. Miré a Jensen.

—¿Es eso cierto? ¿Deberías haberme seguido hasta el lavabo?

Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

—Intento no acostarme con mujeres que luego no van a acordarse.

El tono pícaro de sus palabras se me subió un poco a la cabeza.

—¿Demasiado agotado por esa amante del piso de Londres?

—Por desgracia, solo es producto de tu imaginación.

—¿Y la bella esposa de la casa de piedra rojiza de este mismo barrio?

—Una vez más —dijo él, conteniendo una sonrisa—, me has atribuido una vida imaginaria.

—¡En fin! —Di una palmada—. ¡Eso significa que podrás echar un polvo tras otro durante las dos semanas que nos pasaremos bebiendo por los viñedos de la costa Este!

Jensen se puso como un tomate. Chloe, Sara y Niall soltaron una carcajada sorprendida y jubilosa.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Sara mientras se llevaba una mano delicada a la garganta—. Jensen, parece que acabas de tragarte un plato. Vaya, siento mucho perderme ese viaje.

—¡Estoy deseando que empiece! —dijo Jensen con voz temblorosa.

Mi pobre compañero de asiento estaba muy sorprendido de ser el objeto de toda aquella atención.

Sin duda, aquel viaje sería divertido.

—Pippa es exactamente como yo la describí, ¿verdad? —dijo Ruby, sonriéndome con cariño.

La cogí del brazo, exhibiendo una gran sonrisa.

—Ahora preséntame a ese montón de pequeñajos. Tus amigos no pierden el tiempo.

—No sé por qué no trabajas en una guardería —dijo Ruby—. Se te dan muy bien los niños.

Le hice cosquillas a la pequeña Annabel en la barriga y chillé fingiéndome sorprendida cuando su hermana pequeña, Iris, salió de un salto de detrás de la casita, gritando para asustarme.

—Porque me pasaría trompa el día y la noche —contesté, y mi voz quedó apagada cuando Iris y Annabel se me abrazaron a la cara simultáneamente.

Ruby se echó a reír.

Me las quité de encima con suavidad y les asigné una misión:

—¡A ver si encontráis palitos de zanahoria para la tía Pippa! —Me volví hacia Ruby cuando echaron a correr hacia la mesa de la comida—. Además, gano más dinero trabajando en R-C. Es difícil marcharse.

Arrancó una brizna de hierba, replicando:

—No tan difícil.

—Para ti no, claro. Y menos teniendo a un Niall Stella en tu cama y un puesto esperándote en Oxford…

Cuando me miró, le di un golpecito en el hombro y le sonreí.

Ella se rio de mala gana.

—Dios, toda aquella época fue de locos. Ya han pasado dos años, ¿puedes creerlo? Parece que fue ayer.

No resultaba fácil olvidar la angustiosa experiencia de Ruby al final de sus días en el estudio de ingeniería donde nos conocimos, Richardson-Corbett, donde Ruby se enamoró de Niall, Niall acabó fijándose en Ruby y enamorándose de ella, y luego lo estropeó todo al ser un cobarde cuando a ella le exigieron que escogiese entre su puesto de trabajo y su relación.

Lo perdoné poco después de que lo hiciese ella, pero de vez en cuando, si surge la ocasión, me gusta llamarlo «capullo» en voz baja.

Él no se lo toma a mal. Sabe que mi intención es buena.

Creo.

Hablando del rey de Roma, el bueno de Niall apareció en ese momento, se sentó entre nosotras sobre el césped y le dio a Ruby una copa de vino. Observé sonriente cómo se inclinaba hacia ella y la besaba.

—Nunca me cansaré de esto —susurré.

—¿De qué? —preguntó él, apartándose de mi amiga para volverse hacia mí.

—De ver lo cariñoso que eres en público. Antes te metías en tu despacho y cerrabas la puerta para poder atarte los zapatos en privado.

Ruby soltó una carcajada.

—Tardé algún tiempo en enseñarle.

Él se encogió de hombros sin protestar y dio un sorbo de cerveza. El cambio experimentado por Niall Stella desde que conoció a Ruby era fascinante. Siempre había sido un hombre seguro de sí mismo, pero también se movía con una actitud muy formal. Ahora se mostraba simplemente… tranquilo. Ahora era feliz de una forma absoluta y evidente. Al comprenderlo, sentí que algo crecía en mi interior, como una flor que se abriese en mi garganta.

Miré a Sara, a lo lejos. Sostenía a su hijo de un año, Ezra, en posición horizontal sobre su abultado vientre.

—Tu hermano tiene ya casi cuatro hijos. ¿Cuándo vais a buscar vosotros el primero?

Me volví y sorprendí a Niall llevándose un puño a la boca mientras tosía y se esforzaba por no desperdiciar su trago de cerveza.

Desde el otro lado de su largo tórax, Ruby protestó:

—Pippa.

—¡Venga ya! —dije, dándole un codazo en las costillas a Niall—. Hago todas las preguntas impertinentes porque soy la mejor amiga de tu mujer. Como, por ejemplo: ¿Cómo te hiciste esa cicatriz en la cara? ¿Os sentisteis muy incómodos después del primer polvo? ¿Vais a tratar de quedaros embarazados pronto?

Niall se echó a reír, me rodeó con el brazo y me atrajo hacia sí para darme un beso en la cabeza.

—No cambies, Pip. Contigo es imposible aburrirse.

—Por cierto —dije, incorporándome—, ¿qué plan tenemos para ese viaje en el que no pinto nada? ¿No salimos por la mañana? Antes, mientras acosaba sexualmente a Jensen, he caído en la cuenta de que en realidad no sé adónde vamos.

Ruby agitó la mano en el aire en dirección al jardín, y al volverme vi que llamaba a Hanna.

—Se lo preguntaremos al cerebro de la operación. Yo no he hecho nada; solo hemos firmado cheques y nos hemos presentado aquí. Hanna y Will se han ocupado de todos los detalles.

Un lío de brazos, piernas y pelo claro aterrizó sobre la hierba, a mi izquierda. Hanna quedó tapada rápidamente por dos niñas que chillaban y se agitaban como locas.

—He sido sustituida —comenté, poniendo morritos.

—La tía Pija es la favorita —dijo una voz grave.

Levanté la cabeza para averiguar de quién procedía.

Will se sentó junto a su mujer. Era alto, iba tatuado, estaba como un tren y, a juzgar por el brillo de sus ojos, debía de conocer un montón de travesuras.

Observé su cara mientras miraba a Hanna, Annabel e Iris.

—¿Hanna es la tía Pija? —pregunté.

Él asintió con la cabeza mientras alargaba los brazos hacia Iris y se sentaba a la niña sobre las rodillas.

—Cuando Hanna y yo éramos novios, Anna no sabía pronunciar su nombre y la llamaba Pija. Y ahora —dijo, y besó a la hermana pequeña de Anna en el cuello—, siempre será conocida como la tía Guay.

—Pues claro, evidentemente —dijo Hanna entre risas, abarcando con un gesto sus vaqueros y su sudadera de Harvard.

Su sencilla naturalidad me gustaba. Mostraba un desinterés por la ropa que yo nunca había podido conseguir.

—¡Evidentemente! —añadió otra voz masculina a nuestras espaldas. Era Jensen, y cerró el corro que formábamos sobre el césped sentándose justo enfrente de mí—. Por cierto —dijo, sonriente—, ¿de qué estábamos hablando?

—Decíamos que Hanna es muy pija —dije—. Aunque nadie puede competir contigo —añadí, indicando con un gesto su perfecta compostura.

—Tú tampoco estás mal —replicó, señalando mi vestido con la barbilla.

Rechacé el cumplido sacudiendo la cabeza.

—Siempre tengo la sensación de no encajar del todo. La gente lleva ropa cómoda e informal o va impecable como tú. Soy la tipa con mallas fluorescentes en el restaurante elegante. Que alguien me ayude a aclararme.

—A tu lado, me siento como una bombilla de poca potencia —dijo Ruby.

Yo no opinaba lo mismo. Ruby era una mujer imponente, esbelta y serena, con una sonrisa capaz de iluminar un edificio entero.

—Acabo de comprender que soy una empanada para la ropa —dijo Hanna, encogiéndose de hombros.

Ruby lanzó un chillido.

—¡Yo suelo decir que soy una empanada para los peinados!

Se inclinaron por delante de Niall y chocaron los cinco. Niall y yo intercambiamos miradas de complicidad. Aquellas dos se parecían mucho.

Tras inclinarse y desplegar un auténtico mapa de papel, Hanna nos mostró el itinerario señalado con un marcador desde las bodegas de Long Island hasta Connecticut, al norte, y después hasta Vermont, donde pasaríamos nuestra segunda semana juntos en una espaciosa cabaña que, a juzgar por las fotos que nos enseñó Will en su móvil, prometía ser rústica y lujosa como solo puede serlo una carísima casa de alquiler para las vacaciones.

Ruby estaba entusiasmada; se apoyó en Niall y le dio un abrazo. Will contemplaba a Hanna con una mirada de adoración. De repente sentí un inmenso agradecimiento hacia Jensen por venir de viaje y le lancé una ojeada. Estaba estudiando atentamente el mapa y discutiendo con Hanna acerca de la mejor ruta.

El pelo le caía hacia delante, sobre el suave arco de la frente, de modo que no podía verle los ojos brillantes. Sin embargo, dediqué unos momentos a catalogar sus rasgos: nariz recta, un leve y constante rubor en sus mejillas, unos labios gruesos que, como ahora sabía, se curvaban en una sonrisa amplia y natural, y una mandíbula que me entraron ganas de coger entre las manos.

Al cabo de unos minutos me miró a los ojos y, tras apartar la vista un instante, volvió a mirarme.

Pensé en desviar la mirada, pero habría sido una maniobra extraña y demasiado evidente. Quedaba muy claro que lo estaba observando.

Sentía raro el estómago, invadido por el calor, los nervios y la curiosidad. De pronto, vi muy claro que aquel viaje era el resultado de una conspiración.

Will y Hanna.

Niall y Ruby.

Jensen y… yo.

¿Quería jugar a aquello?

Quizá. Era evidente que estaba colada por él. Inmediata, ciega y, con toda probabilidad, inútilmente. No habíamos empezado con muy buen pie.

Pero la calidez que sentía en mi interior se ensombreció cuando recordé a Mark una semana atrás. Su rostro al suplicarme que no rompiese con él, al prometerme que no quería que lo nuestro acabase. Lo que no quería en realidad era perder un piso, una buena fuente de

wifi y las habitaciones que tan bien le venían como oficina durante toda mi jornada laboral. Por desgracia para él, yo quería que me valorasen un poco más.

Pero ¿me valorarían si me pasaba una semana follando por diversión?

Miré de nuevo a Jensen.

Sí, merecía la pena intentarlo.

Por desgracia para mi plan, Jensen parecía decir con su actitud: «Me siento cómodo conmigo mismo, pero no entrego el corazón fácilmente».

Hanna y Will fueron a recibir a alguien que acababa de llegar. Jensen me miró y sonrió. Dio unas palmaditas en la hierba, a su lado, ladeó levemente la cabeza y articuló las palabras «Ven aquí» sin llegar a pronunciarlas.

Así que me levanté, incapaz de rehusar aquella silenciosa y agradable invitación. Me sacudí la falda para limpiarla de hierba seca, di dos pasos hacia él y me instalé a su lado sobre el césped.

—Hola —dije, golpeando su hombro con el mío.

—¿Qué hay?

—Tengo la sensación de que ya somos viejos amigos. —Señalé la mesa de los dulces con un gesto de la cabeza y pregunté—: ¿Has logrado probar algún

cupcake del monstruo de las galletas antes de que los devorasen?

Él negó con la cabeza y se echó a reír.

—Por desgracia, no.

—Supongo que habría podido adivinarlo —dije, sonriente—. Tus labios no han adquirido todavía ese tono azul semiper…

—Pippa —me cortó, mirándome a los ojos—, lo siento mucho. No he sido muy amable que digamos.

Deseché la disculpa con un gesto. ¿Cómo sabía que aquel tema saldría a relucir de nuevo? Como si Jensen fuera transparente, era capaz de ver en él a la persona bondadosa y responsable que era.

—Créeme —le expliqué—, me siento mortificada por todo lo que ocurrió.

Empezó a negar con la cabeza y a interrumpirme, pero levanté la mano para impedírselo.

—De verdad. Nunca le he contado mi vida a nadie de ese modo. Supuse que nunca volvería a verte y que podría… —Sacudí la cabeza—. No sé, tal vez soltarlo todo con la esperanza de quitármelo de la mente.

—¿Y lo lograste?

—No mucho. —Esbocé una sonrisa—. Solo sirvió para que los dos tuviéramos un viaje muy desagradable. Lección aprendida. Lo mejor para mí habría sido también no volver a verte nunca más, pero aquí estamos.

—Aquí estamos.

—¿Empezamos de cero?

Con un gesto de la cabeza, indicó el mapa que Hanna había dejado en el suelo.

—Creo que este viaje será divertido.

—¿No te importa que te emparejen conmigo? —pregunté.

Descartó mi temor con una risita.

—Dispuesto a servirte de farola cada vez que vuelvas al monovolumen dando traspiés.

—¿Cada vez que vuelva? —contesté, asombrada—. ¿Crees que seré la única que vuelva dando traspiés? ¿Ya has olvidado el número de bodegas que hay en esa ruta?

Abrió la boca para responder mientras una sonrisa empezaba a curvar sus labios, pero en ese momento nos sobresaltamos los dos al oír que lo llamaban desde el otro lado del césped. Me sentí desanimada y decepcionada al ver que Will necesitaba la ayuda de Jensen para colgar la piñata.

—¿Por qué tiene que pedírmelo a mí, y no a Max o Niall? —protestó Jensen en broma mientras se ponía de pie.

La respuesta estaba bien clara: Max estaba ocupado lanzando al aire a una fila de críos de tres años que no paraban de chillar. Niall estaba ocupado morreándose con Ruby a la sombra del porche.

Sin embargo, cuando Jensen se marchó, Niall alzó la vista y fue tras él.

Ruby se me acercó y me hizo un placaje con uno de sus abrazos.

—¡Me alegro tanto de que estés aquí!

Caí hacia atrás sobre el codo, debajo de su esbelto torso. No podía parar de reír. Una vez que las dos volvimos a estar en posición vertical, me mostré de acuerdo con ella:

—Me alegro de estar aquí.

—Va a ser tan divertido… —susurró.

Asentí mirando a Jensen y Will, que tenían los brazos estirados por encima de la cabeza y rodeaban con la cuerda de la piñata la rama de un gran olmo. A Will se le levantó la camiseta, mostrando una estrecha franja de piel tatuada.

El jersey de Jensen también se subió, pero, lamentablemente, no me enseñó nada. Mi nuevo amigo llevaba una camisa debajo, muy bien remetida en los pantalones.

—¡Qué guapo es! —dijo Ruby sin darle importancia.

Expresé mi aprobación con un «hum».

—Y está soltero —dijo—. Y es divertido, y responsable…

—Te estoy viendo el plumero.

—Y está en forma… y es hermano de Hanna. Lo que significa que es un tío increíble.

Me volví hacia ella y pregunté:

—¿Por qué está soltero?

—Creo que trabaja mucho —dijo ella, pensativa—. O sea, mucho mucho.

—Montones de personas trabajan mucho. Joder, Niall y tú, por ejemplo. Pero os las arregláis para echar un polvo cada día… —Levanté la mano cuando abrió la boca para mostrarse de acuerdo—. Y no quiero oír cómo me lo confirmas, solo es una frase retórica. —Cerró la boca e hizo el gesto de cerrarla con llave—. Pero no lo entiendo. ¿Es un pervertido? —Volví a lanzarle una breve ojeada, preguntándome si esa posibilidad me parecía preferible. Will y él habían terminado y se reían de la posición ligeramente torcida del poni de cartón piedra que colgaba del árbol—. ¿Crees que le van los tíos?

—Lo dudo.

—Pues yo no estoy tan segura —murmuré, mirándolo—. Viste muy bien.

Ruby me dio un puñetazo.

—Vale, te diré lo que he oído. —Ladeó el cuerpo para situarse de cara a mí y de espaldas al resto de la gente. Vi que la emoción del cotilleo iluminaba brevemente sus ojos—. Se casó con veintipocos y Hanna me dijo que la cosa solo duró unos meses.

Hice una mueca.

—Eso es… ¿interesante?

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