Batman

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¡Serpientes Luminosas!

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¡Serpientes Luminosas!

 

EN las proximidades de un tupido bosque que bordeaba la carretera, el "batmóvil" estaba estacionado detrás de un "cadillac" negro, cuyo título de propiedad decía: "Justin B. Cranston, vicepresidente del Banco Nacional de Gotham City".

Batman estaba ocupado examinando minuciosamente el interior del "cadillac", mientras Robín lo hacía fuera del coche.

—En el tapizado del coche hay unas manchitas de sangre —dijo Batman.

—También en el césped veo unas manchitas parecidas —dijo a su vez Robín—: el rastro dé Cranston parece muy claro, ¿no te parece. Bruce?

—En efecto —admitió Batman—: esta vez, parece que todo va a resultar muy sencillo. Esto confirma las suposiciones de la Policía: algunos criminales han secuestrado a Cranston para obtener un fuerte rescate y se han ocultado por las cercanías…

Anochecía lentamente cuando Batman y Robín se adentraron por el bosque siguiendo un pequeño sendero, que pronto quedó invisible debido a la oscuridad circundante. Avanzaban guiados únicamente por su instinto de orientación, sin encender sus linternas, cuyo potente resplandor delataría su presencia.

Al llegar a un pequeño claro del bosque, se detuvieron sin saber qué dirección seguir. De pronto, Batman susurró:

—¿No has oído, Robín? ¡Algo se ha deslizado detrás de nosotros!

Robín se volvió y no pudo reprimir una exclamación:

—¡Mira… Bruce… una serpiente… LUMINOSA…!!

Parecía increíble, pero era cierto: detrás de unos arbustos podía verse una horripilante serpiente verde y negra, de cuyos ojos brotaban dos potentes rayos luminosos que hicieron retroceder instintivamente a nuestros dos héroes. Después, los misteriosos focos se apagaron y la serpiente desapareció.

—¿Habrán sido serpientes como ésa las que han raptado a Cranston? —dijo Robín, ya repuesto de la primera impresión—. Bruce: jamás vi serpientes como ésa… ni en el zoo…

—Te creo, Robín —dijo Batman en tono de broma—: porque no hay ninguna serpiente que tenga focos en la cara… Creo que hemos tropezado con algo que nada tiene que ver con el rapto de Cranston; y, no sé por qué, me viene a la memoria otro suceso ocurrido hace una semana: Fallón y Harker, dos científicos que trabajaban en proyectos militares en el Centro Nuclear del Lago Fall, han desaparecido. En el Servicio de Inteligencia, algunos creen que los dos sabios se han pasado a alguna potencia enemiga: pero pueden estar equivocados…!

—¡Y el lago Fall está solo a cinco millas de este bos…!

 

 

Robín no pudo terminar la frase: una cuerda rodeó sus brazos y le derribó; después, alguien le cubrió la cabeza con un saco negro. Y otro tanto había ocurrido a Batman, que esta vez fue sorprendido por la rapidez con que habían actuado los desconocidos atacantes.

Caminaron algún tiempo empujados por varios hombres y, cuando les fue retirada la bolsa de la cabeza, vieron que estaban en una húmeda gruta, maniatados y sujetos a sendas argollas de la pared pedregosa. Cuatro gangsters mal encarados los miraban divertidos.

—¿Qué haremos con ellos, Gunner? —dijo uno de los rufianes.

—Los guardaremos aquí hasta que cobremos el rescate de Cranston —contestó el interpelado—; luego, ya decidiremos…

Batman recapacitó: en sus aventuras había tropezado con numerosos delincuentes y el nombre de Gunner le resultaba conocido, si bien no podía precisar de qué individuo se trataba. Súbitamente, recordó y exclamó:

—¡Gunner Gunson: evadido de la prisión de Alcatraz, donde cumplía condena por atraco!

—¿Así que… me conoce usted? —dijo Gunner—. Bien, Batman: ¡sabe demasiadas cosas para que pueda salir vivo de aquí!

—Creo que tampoco usted logrará salir —replicó Batman.

—¡Jo, jo, jo! —rió Gunner—. ¿Quién nos lo impedirá: Batman y el "muchacho prodigio"?

Batman replicó sin inmutarse:

—Hemos visto en el bosque una extraña serpiente con dos potentes reflectores en los ojos…

Los cuatro criminales rieron a carcajadas al oírle:

—¡Jo, jo, jo! ¡Serpientes luminosas! ¡Jo, jo, jo! ¡Resulta que Batman está chiflado…!

—No nos cuente más historias de miedo, Batman —dijo Gunner irónicamente—, Y escuche: ni usted ni Robín impedirán que cobremos la pasta del rescate… ¡Vamos, muchachos: tenemos que hacer una visita de cortesía al señor Cranston…!

El gangster accionó un resorte disimulado en la pared y una enorme piedra irregular giró sobre sí misma, mostrando un pasillo iluminado y tosco. Cuando Gunner y sus compinches salieron, Batman y Robín quedaron solos y a oscuras, pues les habían quitado sus linternas.

—No conseguiremos mover esa puerta —dijo Robín—: a oscuras, no podremos ver el resorte…

—Antes, deberíamos librarnos de estas cuerdas —dijo Batman—: y va a ser un poco difícil.

—Sí —reconoció Robín—: si no estuviésemos tan separados, podría morder tus ataduras; pero ahora no es posible…

Batman había callado; con las manos detrás de la espalda, había ido tanteando la pared pedregosa hasta descubrir un saliente con un pequeño borde afilado. Hubo de cargar todo el peso de su cuerpo para llegar allí con sus muñecas y sus manos sangraron por el violento roce a que las sometió. Pero diez minutos después, estaba libre de sus ataduras y liberar a Robín resultó cosa muy sencilla.

Intentaron en vano localizar el resorte y, al fin, decidieron descansar y esperar a que alguien viniera a la mazmorra.

 

 

Una hora después, sintieron rechinar sobre sus goznes la puerta de roca y, a la leve claridad del pasillo iluminado, vieron llegar a Gunner llevando pan y una jarra de agua en una bandeja.

—Aquí os traigo vuestra comi…

Batman propinó a Gunner un preciso golpe de karate que le derribó sin proferir el más leve sonido. Robín puso al gangster el saco en la cabeza mientras Batman le ataba a la argolla.

Salieron al pasillo y caminaron silenciosamente; el rumor de la conversación de los gangsters iba aumentando a medida que se acercaban; y, súbitamente, oyeron gritos terroríficos.

—¡La serpiente…! ¡Gunner: la serpiente luminosa…!

Corrieron Batman y Robín para aprovechar la confusión que delataban aquellos gritos; llegaron a una sala natural desde la que se veía próxima la luz del amanecer. Pero no había ninguna señal de la serpiente y los tres gangsters, horrorizados aún por la visión del extraño monstruo, se disponían a ir corriendo por el pasillo a la mazmorra. Apenas se dieron cuenta de que Batman y Robín estaban allí y éstos los atacaron y ataron casi sin resistencia.

Batman obligó a uno de ellos a que les mostrara la prisión de Cranston y poco después, el acaudalado banquero quedaba en libertad.

Los gangsters fueron llevados a la Policía en el "batmóvil¹¹ y en el "cadillac" de Cranston, que apenas tuvo tiempo de dar las gracias a sus salvadores, pues cuando quiso hacerlo éstos se habían esfumado.

Batman había ido presuroso al Centro Nuclear del Lago Fall, donde le informaron sobre un extraño suceso de ciertas misteriosas serpientes que fueron vistas cerca del lago Fall días antes de la desaparición de Fallón y Harker.

Batman tenía suficiente información- ¡estaba seguro de que el secuestro del banquero les había puesto en la pista de otro secuestro mucho más importante, tal vez de trascendencia mundial.

—No comprendo por qué unos hombres se disfrazan de serpientes —dijo Robín mientras el "batmóvil" les llevaba nuevamente a la cueva de Gunner.

—Simplemente, para asustar a la gente y alejarla del bosque —repuso Batman.

—Pero no veo qué relación pueden tener estos "hombres-serpientes" con los científicos.

Verás, Robín: pienso que, si Fallon y Harker están prisioneros en el bosque, a sus raptores les molestaba la presencia de Gunner; y las serpientes trataron de alejarlos.

Media hora después llegaban a la cueva de Gunner y penetraron en su interior. Batman enfocó con su linterna la rugosa pared de la gruta y, después de paciente búsqueda, encontró un botón; al oprimirlo, se abrió una enorme puerta de roca que comunicaba con un largo pasillo embaldosado. Apagaron sus linternas y avanzaron por el oscuro pasillo hacia un punto lejano de luz, donde el conducto se ampliaba formando una sala circular, y del que les llegaba un murmullo creciente de voces.

—Buen, trabajo, Conjagger —decía una voz—: dudo que jamás hayas ideado un disfraz tan fantástico y eficaz como el de las serpientes luminosas…

¡Batman lo comprendió inmediatamente: conocía también a Conjagger, estafador y ladrón de Bancos, cuya imaginación para disfrazarse era bien conocida por la Policía! ¡Sólo faltaba saber para quién "trabajaba" Conjagger!

—Gracias, Al —respondió Conjagger—. Pero, atención: llega el "General X”!…

 

Aquel último sobrenombre dio a Batman la clave final del misterio: ¡el "General X" era un espía al servicio de potencias enemigas!

—Gracias, Conjagger —se oyó decir al "General X"—. Pero ahora nos falta trabajar en lo más importante: Fallón y Harker se niegan a facilitarnos la fórmula nuclear que nos interesa… Tal vez al ver las "serpientes luminosas" y al sentir sus focos se animen a…

No pudo terminar de hablar: Batman y Robín irrumpieron violentamente en la estancia y sus golpes hicieron que Conjagger y otros tres "hombres-serpientes" que le acompañaban, cayeran al suelo, justamente al lado de sus monstruosos disfraces.

Pero el "General X" se había hecho a un lado y, sacando un raro artefacto de su bolsillo, rugió:

—¡Batman y Robín: mi "rayo de la muerte" os destrozará!

Pero Batman fue más rápido: su "lápiz de rayos deslumbrantes" centelleó en su mano antes de que el "General X" pudiera oprimir el gatillo de su arma, que cayó al suelo.

El "General X" pudo retirarse un momento fuera del alcance del foco deslumbrante y sacó una bomba del bolsillo. Conjagger, al verle, gritó aterrorizado:

—¡No general: si lanza su bomba, volaremos todos…!

—¿Qué importa ya? ¡Tampoco podrán salvarse Batman ni Robín!

Batman dio un salto hacia adelante y golpeó hacia arriba la mano que sostenía el temible explosivo, que salió disparado hacia el techo de la gruta. Robín siguió con pasmosa serenidad la trayectoria de la bomba y, dando un salto prodigioso, la alcanzó con sus manos impidiendo que llegara a estallar.

 

 

Un golpe de karate propinado por Batman al "General X", dejó a éste fuera de combate.

Conjagger contemplaba admirado a los dos héroes y fue quien les informó del lugar en que estaban guardados los prisioneros. Después de asegurar bien a todos los malhechores. Robín fue a liberar a Fallón y Harker, en cuyos rostros podía leerse los sufrimientos a que les había sometido el diabólico "General X".

Poco después, los prisioneros eran conducidos hacia el "batmóvil" para llevarlos al F. B. I.

Robín percibió un rumor sospechoso entre la maleza y dijo:

—¡Batman: parece que ha pasado cerca de nosotros una serpiente de cascabel!

—No te preocupes, Robín — contestó Batman—: no son tan peligrosas como estas "serpientes luminosas" que hemos cazado.

 

 

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TELE-FHER

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