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EL HOSPITAL DE LA SANTA CRUZ

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EL HOSPITAL DE LA SANTA CRUZ

El día de San Pablo obispo del año del vuelo del Plus Ultra, que cayó en lunes, en la calle de Cortes esquina a la de Bailén un tranvía dejó malherido a un viejecito mínimo y silencioso que nadie reconoce. A la mañana siguiente, en el hospital de la Santa Cruz, es identificado por mosén Parés, capellán custodio de la Sagrada Familia; el accidentado se llama Antoni Gaudí i Cornet, de oficio arquitecto, y muere un par de días más tarde: el 10 de junio de 1926. El 10 de junio es fecha de malas muertes: un 10 de junio se ahoga Barbarroja; otro, asesinan al príncipe de Orange; en otro muere apestado el poeta Camoens; durante otro, la escuadra francesa se harta de matar barceloneses a cañonazos, durante la guerra de la Liga de Augsburgo; en otro muere María Antonia Fernández, la Caramba, y en otro, el físico Ampère, el de los amperios; un 10 de junio muere el pintor Madrazo, y otro, mosén Cinto Verdaguer, alto poeta; un 10 de junio muere Juan Breva, flor y nata de los cantaores de flamenco, y otro, Pierre Loti, el francés viajero. Gaudí fue uno de los últimos muertos del hospital de la Santa Cruz, que poco después abandonó estos pagos en busca de instalaciones más científicas y capaces.

La Santa Cruz fue uno de los hospitales más antiguos del mundo, hay quien dice que data del siglo X y que lo fundó Guitardus; el amanuense no sabe quién fue Guitardus, aunque le suena a monje. Naciendo el siglo XV, cuatro próceres colocaron cada una de las cuatro primeras piedras del edificio gótico: el rey Martín I el Humano; su esposa, la reina María de Luna; Jaime de Prades, en nombre del príncipe Martín el Joven, y el obispo Armengol, en representación de la ciudad. En la esquina de la calle del Hospital con la de Cervelló se alza un grupo escultórico barroco, obra de Pere Costa, y en su sitio y colocada con muy artística oportunidad se abre una bella puerta plateresca, de muy difícil y bien medido equilibrio. En el jardín del patio, presidido por la Santa Cruz de su advocación elevada sobre una airosa columna salomónica, se respira un aire histórico y artesano, vetusto y casi poético; desde este patio se puede acceder a los edificios a cuyo conjunto se llamó el hospital de la Santa Cruz; el antiguo colegio de Cirugía, hoy Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona, y la Casa de Convalecencia y el hospital propiamente dicho, que alberga la biblioteca Central.

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