Barcelona

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SANTA MARÍA DEL MAR

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Está en la antigua Vilanova de la Mar y en la plaza de Santa María —el viejo cementerio Mayor—, uno de los rincones barceloneses donde aún puede auscultarse la Edad Media, y se erigió en cumplimiento del voto que Jaime I el Conquistador hizo a la madre de Dios si le llevaba con bien a la isla de Mallorca. Se habla de que ya antes, en el 998, había una iglesia bajo la misma advocación y a la orilla del agua, que fue el eje piadoso de los navegantes y de quienes, desde tierra firme, trabajaban para que las singladuras se cumplieran. Las cosas iban con calma — suave o tumultuaria, pero calma — y la promesa del rey Jaime empezó a cumplirla su biznieto Alfonso IV el Benigno, que colocó la primera piedra en el año 1329. Pedro IV el Ceremonioso dio el empujón definitivo a Santa María del Mar, bajo cuyos muros yacen los restos mortales de Pedro V, condestable de Portugal y efímero rey de Cataluña, que fue "la más hermosa y más proporcionada criatura que en su tiempo se podía ver" — al decir del cronista Ruy de Pina — y poeta de inspirada musa que vivió fiel a su divisa:

Peine pour joie, la pena a cambio de la alegría. Por fuera, Santa María del Mar es la más acabada muestra del gótico catalán, tan diferente del gótico europeo. Por dentro ardió, según costumbre hispánica, varias veces, y fue reconstruida otras tantas, con mayor o menor fortuna.

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