Barcelona
LA SARDANA
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La sardana no es danza fácil y, en la forma en que hoy se baila, tampoco antigua y popular, sino culta y relativamente reciente. Sardana quizá quiera venir de
cerdana — lo que es propio de la Cerdaña — y no aparece, ni en castellano ni en catalán y bajo ninguna de sus grafías
(cerdana, ç
ardana,
sardana), sino hasta mediados del siglo XVI; el más antiguo documento que la cita es olotense y del 1552, y Lope de Vega la nombra en su comedia
El maestro de danzars cuya acción sucede en la Rioja navarra. Hay varias clases de sardanas: la corta, que es la forma antigua y de veinticuatro compases; la larga, en la que los compases son indefinidos; la ampurdanesa, en la que los bailarines giran hacia la izquierda, y la selvatana, en la que lo hacen para el lado contrario. La sardana larga —que es la que bailan los barceloneses con una seriedad profunda y emocionada — nace con Pep Ventura, alcalaíno de Jaén recriado en el Ampurdán, que introdujo —y dicen que inventó — la tenora y que amplió la cobla a nueve instrumentos. Homero en la
Ilíada habla de una danza bailada en rueda por mancebos y doncellas; en la sardana no se exigen ni la mancebez ni la doncellez —el amanuense vio bailarla, a la puerta de la catedral, a viejos y viejas que olvidaban sus años mientras trenzaban sus figuras y sus pasos y contrapasos — y en la rueda caben todos quienes quieran y sepan bailarla con el respeto que le es debido.