Bambi

Bambi


[Epilogo]

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Era un día de verano. A primera hora de la mañana no se sentía ni una ráfaga de viento ni el frío propio del alba. El sol parecía salir más aprisa que otras veces; subió rápidamente y despidió unas llamaradas cegadoras, como un enorme incendio.

Inmediatamente se evaporó el rocío de las praderas y de los arbustos; la tierra se secó del todo y se desmenuzaron sus terrones. En el bosque se hizo el silencio antes de lo normal. Sólo se oía reír aquí y allá al pájaro carpintero, y también las palomas se arrullaban infatigables con ferviente ternura.

Bambi se hallaba en un pequeño y escondido claro que se abría en mitad de la espesura. Sobre su cabeza danzaba y cantaba un enjambre de mosquitos al sol. En las hojas del avellano próximo a Bambi se oyó un suave zumbido que se iba acercando; lentamente pasó volando un escarabajo, atravesó el enjambre de mosquitos y subió más y más, llegando a la copa del árbol en el que pensaba dormir hasta la noche. Tenía los élitros graciosamente levantados y sus alas zumbaban de la fuerza que hacía.

—¿Le habéis visto? —se preguntaban los mosquitos entre sí.

—Es el más viejo de todos —cantaban los unos.

—Todos los de su familia están ya muertos. Pero él aún vive —cantaban los otros.

Unos mosquitos muy pequeños preguntaron:

—¿Cuánto tiempo vivirá todavía?

Los otros respondieron cantando:

—Eso no podemos saberlo. Ha sobrevivido a todos los suyos. Es muy viejo, viejísimo.

Bambi siguió andando.

«Ya están los mosquitos con sus canciones», pensó.

A sus oídos llegó una llamada tierna y asustadiza. Eran voces de su propia especie:

—Mamá, mamá…

Bambi se deslizó por los arbustos en la dirección de la llamada. Vio a dos corcinos de pelaje rojizo. Eran hermano y hermana y estaban abandonados, desalentados.

—Mamá, mamá… —gritaban.

Antes de que se dieran cuenta, ya estaba Bambi frente a ellos. Le miraron fijamente, sin habla.

—Ahora vuestra madre no tiene tiempo —les dijo con severidad.

Miró al pequeño a los ojos y le dijo:

—¿No sabes estar solo?

El pequeño y su hermana enmudecieron.

Bambi se dio la vuelta, se metió por el arbusto más próximo y desapareció antes de que los dos volvieran en sí. Siguió andando.

«El pequeño me gusta —pensó—. Tal vez me lo vuelva a encontrar cuando sea mayor.»

Siguió andando.

«La pequeña… —pensó—. También ella es bonita. Se parece a Falina cuando era pequeña.»

Siguió andando y desapareció en el bosque.

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