Ballerina

Ballerina


ACTO III » 19

Página 23 de 41

19

La noche fue larga y desesperante para Katerina y para Anastasia. No abandonaron la sala de espera del hospital donde estaban operando a su amigo. Sergey se quedó con ellas y con algunos bailarines que fueron llegando en goteo continuo.

—Tranquila, está en las mejores manos, no le va a pasar nada. —El coreógrafo apoyó su mano en la pierna inquieta de Kat, que no dejaba de bailar emitiendo un sonido molesto. Se detuvo en cuanto posó la mano ahí y lo miró con los ojos anhelantes de súplica—. Sé que tienes miedo, pero, hasta que no nos digan nada, es inútil.

—El miedo es inútil, Sergey, pero está ahí, latente, impidiéndote respirar, disfrutar de un momento de paz. Incluso en ocasiones te sientes culpable por sentirte bien cuando ese miedo sigue ahí, dentro de ti.

—Ya no estamos hablando de Franz, ¿me equivoco? —Kat ahogó un suspiro, perdida; se había delatado sin darse cuenta. Con él había compartido muchos ensayos, momentos de estrés y también de felicidad. Había sido la primera persona que confió en ella para representar el papel de Odette y, desde entonces, se forjó una bonita amistad, mezclada con la admiración mutua.

—Supongo que soy un libro abierto —bromeó ella antes de dejarse llevar por Sergey a la cafetería. Aquella conversación tenía demasiados testigos y ninguno de los dos deseaba que fuera de dominio público. Un vaso de plástico con café humeante en su interior descansaba en una pequeña mesa alejada de los pocos visitantes que, a esas horas de la madrugada, se encontraban en el lugar.

—No quiero saber los detalles, pues quisiera seguir respetando y admirando a Aleksei, pero dime cómo te sientes ahora mismo. —Su nombre la hizo estremecerse por un instante. Tan solo pensar en él la hacía sentirse feliz, esa era la palabra; no había nada más que su sonrisa, su manera de mirarla y, cuando bailaban, se sentía volar.

—Bien, es decir, nunca antes me he enamorado. Sí que he sentido algún aleteo suave por alguien, el clásico cosquilleo por un chico, pero nada comparable a esto. No sé, Sergey, con Alek todo es sencillo: la vida es fácil, me hace feliz, me mira con dulzura y, al mismo tiempo, es algo pasional… Te vas a reír, pero me siento como en un cuento de hadas, como si fuera Odette, el cisne enamorado del magnífico príncipe, y estuviéramos solamente los dos en el lago, enamorándonos mientras una melodía nos transporta y nos mece en su delicada música. Dios, y ahora hablo de forma empalagosa. —Apoyó los codos en la mesa, sujetándose la cabeza y exhalando el aire contenido mientras pensaba en su relación con Aleksei. Sergey, sin embargo, se rio y le dio otro sorbo al café mientras negaba con la cabeza.

—¿Quién me iba a decir a mí que vería a uno de los coreógrafos más importantes del panorama internacional enamorado de una bailarina como tú? —Aquello último no sentó nada bien a Kat, que se removió inquieta en la silla y se cruzó de brazos.

—¿A qué te refieres con eso de «como tú»?

—No me malinterpretes, Kat, pero conozco a Alek desde hace muchos años y nunca se ha enamorado. Es más, siempre ha rehuido del compromiso, del amor verdadero, ¿entiendes? —Ella negaba con la cabeza.

—¿Y Marie?

—¿Marie? Una tontería. Él creyó enamorarse, estaba ciego, pues, cuando estás en una relación, no ves más allá de tus narices, y esa chica lo utilizó para ser la pareja ideal. Para Alek era algo simple, poco complicado y, aunque se jactó de decirme que era el gran amor de su vida, sé que no lo era. A estas alturas, entenderás que las mujeres se lanzan a sus brazos; para pasar un buen rato nunca tuvo problemas, pero, para tener algo más serio, no le valía cualquiera. Con el ejemplo de la relación de sus padres, que llevan juntos media vida, el listón estaba bastante alto. Marie llegó un día a su vida susurrándole palabras bonitas, lo que él entendía como amor verdadero, pero se quedó todo en eso, en palabras. Después, los hechos no tuvieron nada que ver, aunque él no lo vio y, cuando lo dejó, sintió que había perdido a su alma gemela. —Marie lo había dejado, eso no lo sabía. ¿Qué mujer en su sano juicio haría algo así?: dejar a un gran profesional, a una persona detallista, sensible y de espíritu entregado como él. Era una auténtica locura.

—Quizá estés en un error y sí se trataba de su alma gemela. ¿Cómo sabes cuándo la has encontrado? —Sergey se irguió en la silla, con la mirada perdida en la mesa, hasta que subió la vista y se lo explicó.

—¿Sabes cómo lo supe yo? Porque, física y emocionalmente, no se parece en nada a lo que tú habías imaginado como tu alma gemela a lo largo de tu vida, y no te importa en absoluto. No hay momentos incómodos, te encanta hablar con esa persona; de hecho, buscas cualquier excusa absurda para hacerlo, pero también disfrutáis del silencio. —Kat sonreía, mientras él hablaba, pensando en alguien, seguramente—. Literalmente, no puedes decir «te quiero» más veces. Y no importa cuántas veces lo digas, nunca es suficiente porque lo quieres tanto que sientes que tu corazón va a explotar. Puedes ser tú de verdad, con tus virtudes y sobre todo tus defectos, y te acepta, así como tú aceptas los suyos. Nunca te habías divertido tanto con alguien como lo haces con él, puedes contarle todo porque confías en él absolutamente y quieres que te conozca de verdad; necesitas que sepa cómo eres en realidad. Así me sentí yo al poco de conocerte.

El semblante de Kat se congeló al escuchar las ocho últimas palabras de su hermoso discurso. ¡Sergey estaba hablando de ella! No podía ser, ella jamás había hecho nada para que él sintiera eso, así como no se había dado cuenta de que la quería de esa manera. Según iba explicándole lo que era para él encontrar a su amor verdadero, asentía por dentro al darse cuenta de que eso era lo que ella tenía con Alek. Ahora, que le acababa de confesar su amor, no sabía qué decir ni cómo comportarse con él. Era su amigo, confió en ella desde el principio y, aunque desde que Aleksei llegó se distanciaron un poco, lo seguía considerando una persona muy especial en su vida.

—Puedes decir algo, Kat. —Ella tragó, mientras se retorcía las manos, con el murmullo alborotado de millones de pensamientos que se cruzabane entre sí.

—Yo… no sé… —Él sonrió antes de dar el último trago a su café.

—Pero eso fue antes de darme cuenta de que en realidad no estaba enamorado de ti, simplemente sentía un deseo de protegerte, y confundí amistad con amor. Hasta que la conocí a «ella» y supe que todo eso que te he dicho es lo que me sucede con ella. —Boquiabierta, literalmente, Kat abrió los ojos como platos al confesarle, en apenas un minuto, que se había creído enamorado de ella antes de que la revelación de su verdadero amor lo golpeara con fuerza.

—No tiene ninguna gracia, Sergey. —Él se reía tras ver el pasmo en la cara de Kat, que pasó de la estupefacción a la rabia—. Por un momento he pensado en cómo salir de esta condenada situación, en la que uno de tus amigos te confiesa que te quiere. ¡Qué desagradable! —bufó Kat, algo molesta por cómo había jugado con ella. Sergey, que la conocía bien, se levantó y acercó su silla a la de ella. Le pasó un brazo por los hombros y la acercó a él, y, aunque recelosa al principio, aceptó ese abrazo.

—No te enfades, Kat, lo tenía enquistado desde hacía tiempo. A veces te miraba y no sabía cómo decirte que durante un tiempo me creí completamente loco por ti. Por suerte para Alek, no era así. —Ella sonrió rápidamente, con la cabeza apoyada sobre el hombro de su coreógrafo—. Y ahora, dime, ¿estás de acuerdo conmigo? ¿Es así como te sientes?

—Cada palabra, Sergey, cada maldita palabra. —La apretó un poco más contra él en señal inequívoca de alegría. Aleksei era un hombre afortunado, había conocido finalmente a la mujer de su vida, y su querida amiga había hallado en él a la persona perfecta, esa que la complementaba y que, en poco tiempo, había conseguido cambios evidentes en ella—. Aunque a veces tengo miedo. Alek es un hombre de mundo, ha vivido cosas con las que yo apenas he soñado, y tuvo esa historia con Marie… Él no me la contó así. —La tristeza empezó a asomar a sus ojos y los inundó—. Soy una persona insegura, ya conoces mi infancia, y siento que es ahora cuando estoy comenzando a ser más fuerte. Alek es una persona tan pagada de sí mismo, con esa seguridad innata y ese atractivo que, aún hoy, me pregunto qué demonios vio en mí. Estoy asustada por no saber corresponderlo, por quererlo demasiado y necesitarlo hasta el punto de perderme de vista. No sé, Sergey, mi madre se enamoró de mi padre y abandonó todos sus sueños para dedicarse por entero a su familia, a su marido. No quiero repetir sus errores, no quiero que el suelo bajo mis pies se abra porque sea el mismo que pisa él. —Y como si aquel diálogo hubiera estado encerrado en ella durante mucho tiempo, rompió a llorar y se escondió en su abrazo. Esos pensamientos llevaban tiempo en su mente, desde la primera vez que Aleksei le había dicho que la quería. El pánico era irracional y comenzó a infectarla como un virus poco a poco. Sergey la abrazaba, dejándola que llorase todo lo que llevaba reteniendo durante semanas.

—Tú no eres tu madre y él no es tu padre. No puedes dejar que una historia, que estoy convencido de que es bonita, se arruine por unos miedos absurdos. He visto cómo te mira y cómo tú misma buscabas su mirada en los ensayos, ese brillo especial lo tenéis ambos, pero también he podido ver que has seguido siendo la misma Katerina de siempre: la que asistía a los ensayos antes que nadie y lograba la perfección, tan obsesiva, siendo la mejor amiga para tus amigos y la bailarina que no se deja amilanar por Tanya. Tienes un concepto equivocado de ti misma: eres más fuerte y más luchadora de lo que crees. No sé exactamente el tiempo que llevareis juntos, pero no he visto ningún cambio en ti, no he visto que dejes que sea él quien resuelva tus conflictos o el que te defienda como si fueras una jovencita del medievo en apuros. —Su amigo tenía razón nuevamente. Ella era la misma persona de siempre, con el mismo sueño y los mismos problemas, con los que luchaba sola. Alek simplemente la había ayudado a coger más seguridad para enfrentarse a su padre, pero no le había pedido que intercediera con Tanya. Alzó la cabeza con los ojos enrojecidos y con el rostro empapado en llanto. Sonrió a Sergey, quien le devolvió la sonrisa y le limpió las mejillas con la otra mano.

—Gracias por ver aquello que yo misma me niego a ver.

—Un placer, querida amiga. Y ahora, volvamos con el resto, seguro que en breve habrá noticias de tu adorado partenaire. —Ella asintió, anhelando no tanto que ese momento llegara como reencontrarse con él y comprobar que de veras se encontraba bien. Caminaron despacio de vuelta a la sala de espera, donde Anastasia lloraba en su silla, desconsolada, y sus compañeros se llevaban las manos a la cabeza mientras otros se tapaban la boca con el gesto helado. Kat se paralizó ante aquella imagen e imaginó lo peor.

Ir a la siguiente página

Report Page