BAC

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Capítulo 5

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Capítulo 5

Dos sombras se desplazaban sigilosamente entre la espesa vegetación. Avanzaban con soltura. Iban ataviados con ropa de cazador, tonos pardos y verdosos para confundirse con la vegetación. Subieron hasta un pequeño montículo.

– Aquí, este es buen sitio. – dijo el más alto, ajustándose la gorra.

– Sí, me parece bien. – contestó su acompañante, mientras apoyaba un arma a su lado y daba un trago de su cantimplora.

Al cabo de un rato comenzó a apuntar el día, se atrincheraron entre unos arbustos desde donde dominaban todo su entorno. Estaban perfectamente camuflados.

Un par de horas más tarde oyeron la señal que anunciaba el comienzo de la batida. Tenían la certeza que una buena presa pasaría por aquella vaguada que conducía a la parte baja del valle, era cuestión de tiempo.

No eran muy habladores, así que pasaron el tiempo escrutando los alrededores con sus prismáticos, esperando a su presa, agazapados en su escondrijo, mientras comenzaban a oír disparos de otros cazadores en la lejanía. El trino de los jilgueros era interrumpido de tanto en tanto por el estruendo de las escopetas de caza y algún que otro grito.

Durante la hora siguiente pasaron dos posibles presas, pero no eran lo que buscaban, esperaban algo más grande. La paciente espera se vio recompensada minutos después. Apareció solo, resoplando, andando con torpeza mientras rompía ramas a su paso. Era grande y gordo, una buena pieza.

Con el rifle apostado en su hombro y la presa a menos de cincuenta metros, el tirador colocó el dedo índice de su mano izquierda en el gatillo.

– Un tiro fácil. – pensó el cazador.

La presa paró durante unos instantes, justo antes de comenzar la subida, jadeante por el esfuerzo.

Fue el momento perfecto. Un tiro limpio, en la cabeza, fulminó a aquel ser rechoncho y sudoroso, que cayó al suelo como una marioneta a la que le hubiesen cortado las cuerdas de un diestro tijeretazo.

El cazador más fornido se colocó unos guantes, sacó una cuerda de su mochila y salió de su parapeto con un machete su mano derecha.

– Venga, ¡date prisa! – le susurró a su compañero. – Esto debe ser rápido.

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