BAC

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Capítulo 6

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Capítulo 6

El despertador del móvil sonó a las siete menos cuarto. Extendió el brazo para apagar la alarma y echó hacia detrás las sabanas. Con los ojos casi cerrados apareció en el cuarto de baño, donde orinó mientras decidía si debía afeitarse o no.

A unos trescientos kilómetros de allí, otro despertador sonaba a la misma hora. Una mujer desnuda se levantaba y tras orinar, se preparó la ropa y se introdujo en la ducha.

Pensaban el uno en el otro, en la noche anterior, en lo que se habían dicho y lo que habían hecho.

Diego meditó lo peligroso que podía ser enviar según qué mensajes o imágenes usando el móvil. Había decidido no repetir la experiencia de la noche anterior, aunque excitante, era un tanto arriesgado. Entre esos pensamientos, decidió que no se afeitaría. Entró en la ducha psicodélica y quince minutos más tarde, después de haber ordenado la ropa en el armario, cogió la tarjeta-llave, su móvil y se dirigió hacia el ascensor.

Olga se lo tomó con más calma, la suya fue una ducha relajada, donde recordó cada detalle de la sesión de sexo virtual que mantuvo con Diego la noche anterior. Había notado que el vello púbico estaba volviendo a aparecer, por eso había cogido una maquinilla de afeitar y lo rasuró mientras se duchaba. No pudo evitar pensar que lo de la noche anterior había estado bien, pero que Diego estaba raro. Decidió no darle más vueltas al asunto, se aclaró el champú y terminó de ducharse.

No tenía hora de entrada en la oficina, así que se vistió tranquilamente. A continuación, secó su larga cabellera morena y finalmente fue a la cocina donde se preparó un desayuno abundante. Tenía hambre. Llenó un tazón de cereales con leche y abrió un zumo de naranja.

Diego estaba tomándose un cortado tras haber desayunado una tortilla francesa acompañada por salchichas y patatas fritas. Había llegado un poco antes de lo acordado, pero estaba hambriento. Dio otro sorbo cuando vio que Sabino y Álvaro aparecían charlando y riendo. Eva había llegado hacía un par de minutos y aún se encontraba cogiendo su desayuno en el bufet libre.

El restaurante del hotel estaba prácticamente vacío. Cinco parejas con niños y tres parejas de ancianos acompañaban al grupo de investigadores en el desayuno. Le llamó la atención el método que estaban usando dos de las parejas para dar el desayuno a sus hijos. Una Tablet situada frente a los niños los entretenía embobados mientras los padres metían las cucharadas de papilla en las bocas de sus cachorros. Diego no pudo evitar pensar que era una barbaridad. No era la primera vez que veía algo así, pero no por eso lo entendía.

– Esta sociedad se va a la mierda… – pensó Diego al ver la escena.

– ¡Buenos días! – dijo Eva sonriente, mientras se sentaba frente a Diego. – ¿Qué tal has dormido? ¿Has probado la ducha? Vaya pijada lo de la ducha con masaje programable y música. No quiero saber cuánto cuesta una habitación en este hotel, pero de doscientos euros la noche no baja, fijo.

– Buenos días Eva. – respondió Diego, intentando sonreír. – Tienes razón, les va a salir caro el tema. Lo de la ducha es alucinante, si me lo cuentan, no me lo creo. ¡Se mueve mucho dinero por aquí! ¿Has visto la variedad de frutas y desayunos diferentes que tiene el bufet? ¿Por cierto, que plan tenemos para hoy?

– Buenos días señores. – saludó Álvaro, mientras se sentaba. – Eso mismo iba a preguntar ahora mismo. ¿Qué hacemos hoy, alguna novedad? Ayer noche mantuve una reunión con los enlaces de varias agencias y un contacto del FBI. Estuve compartiendo información del rastreo de emails, redes sociales, ya sabéis...

– Buenos días Álvaro. – contestó Eva, y le dio un trago al zumo de naranja. – Si te parece esperamos a Sabino para hablar del tema.

Eva trató de ocultar su sorpresa. Para Diego no pasó desapercibido el gesto de la capitán subiendo levemente sus cejas y ensanchando los orificios nasales. Eva no sabía nada de aquella reunión. Su superior, García, le había explicado que el gobierno había pedido ayuda a agencias del extranjero, pero no que Álvaro fuese el encargado de hablar con ellas.

Sabino tardó un par de minutos en llegar a la mesa con un plato repleto de bacón, patatas y salchichas en una mano y una botella de agua en la otra. Dejó el plato y la botella, para acercarse al bufet de postres a coger un yogurt de coco. Aún tuvo que dar otro paseo a por los cubiertos y un par de servilletas. Cuando al final se sentó, se encontró a sus tres compañeros riendo.

– ¿Qué me he perdido? – dijo Sabino mirando uno a uno a sus compañeros. – Por cierto, ¿sabéis dónde está el pan?

Álvaro soltó una sonora carcajada que provocó la curiosidad del resto de comensales del comedor.

– Joder macho, como zampas, y que falta de organización. – soltó Álvaro entre carcajada y carcajada. – ¡Que desastre, tío! Ja jajá…

Sabino miró a Álvaro y se encogió de hombros mientras se dirigía a la dirección donde señalaba Eva, que también reía.

Diego los observaba sin decir nada. Encontraba más graciosa la risa de Eva que lo que la estaba provocando. Era una risa contagiosa, incluso algunos de los ocupantes de las mesas cercanas comenzaron a reírse, sin conocer el motivo. Cuando notó que Diego la miraba, dejó de reírse y ruborizada, se levantó por un café.

Eva volvió a la mesa con una taza de café humeante, moviendo el azúcar con una cucharilla. Cuando se sentó, Sabino casi había terminado el contenido del plato. Álvaro y Diego tenían sus Smartphones en la mano, enfrascados en alguna conversación de mensajería instantánea a la vez que hablaban con Sabino de la autoría del crimen de Castro sin levantar la cabeza.

– Creo que un crimen tan encarnizado debe ser obra de algún tipo de mafia o de un asesino profesional. – defendía Sabino, mientras ultimaba las patatas y un trozo de bacón.

– A ver si nos dan pronto el resultado de la autopsia… – dijo Álvaro, sin apartar la vista de su móvil, escribiendo a la velocidad de un adolescente.

– Podría ser una mafia o un asesino a sueldo, pero lo de BAC y la palabra corrupto me confunden. No me consta que el modus operandi de esa gente incluya firmar en las victimas. Por cierto, me acaban de comunicar que tenemos los preliminares de la autopsia y algunos análisis. Como adelanto, que sepáis que han encontrado rastros de ceniza en algunas partes del cuerpo y uno de los objetos de la sala, más concretamente una bola de billar. – comentó Diego, que tras los comentarios siguió leyendo y moviendo los dedos sobre la pantalla de su móvil.

– Sí, a mí también me acaba de llegar el mensaje con lo de la autopsia, lo miraremos con calma después. – sugirió Eva, que por fin había dejado de mover la cucharilla dentro de la taza.

– Pues si os parece bien, pedimos una sala privada en recepción, bajamos con los trastos y nos ponemos al día antes de seguir la investigación, ¿no? – dijo Sabino. – Si queréis ahora me acerco yo, después de fumarme un cigarro.

Tanto Eva como Diego contestaron de forma afirmativa y se levantaron casi a la vez, tropezándose. Diego se disculpó y dejó pasar a Eva, sin poder evitar mirar su trasero cuando ella pasó por delante. De soslayo, notó que Álvaro también repasaba la anatomía del único miembro femenino del grupo de investigadores. Se sonrieron con complicidad.

Eva se encaminó hacia al ascensor, ajustándose los pantalones mientras andaba. Diego siguió mirándola. Comprobó que aquellos tejanos se adaptaban al cuerpo de la inspectora de forma que parecía que no llevaba ropa interior. ¿Lo había hecho a propósito? ¿Había notado sus miradas?

Sabino se dirigía a la calle a fumar junto con Álvaro, así que Diego, que tenía pensado salir, se quedó en una terraza situada en el lateral del restaurante. Decidió llamar a Olga.

– Hola viciosa nocturna, buenos días... – dijo Diego.

– ¡Hola pisha! – contestó Olga imitando el acento andaluz. – ¿Has leído el resultado de la autopsia? Espera…antes de seguir, ¿por qué me has enviado antes un mensaje preguntándome si había borrado la conversación de ayer y las fotos? ¿Si los enviamos usando un chat privado de Telegram, no se supone que están encriptados? Tranquilo. Sí, ya he borrado la conversación completa, y el video del final también. Aunque he de confesar que he vuelto a verlo todo otra vez antes de hacerlo…

– Vale, mejor así, es que no me acabo de creer que no deja rastro, piensa que es una app rusa. Me da mal rollo, pero no hay nada mejor. Yo también he mirado tus fotos otra vez, estabas tan sexy, eres increíble. – dijo Diego, con voz cálida. – Por cierto, volvamos al trabajo antes que me ponga cachondo otra vez. He leído el preliminar de la autopsia en diagonal y me ha llamado la atención el tema de la ceniza. A ver si podemos contactar con los forenses y nos explican de dónde puede proceder. Cuando puedas, haznos llegar las conclusiones, videos o transcripciones de las declaraciones de los sospechosos detenidos, aunque ya me has adelantado que no habéis podido encontrar ninguna relación con el caso. A ver si aquí vemos algo.

– Yo no lo he leído completo. Después le digo a Miravet que suba los videos al servidor. Comparto lo de los detenidos, no creo que tengan nada que ver con Castro. Son casi las ocho, hemos quedado a las diez en la oficina. ¿Qué planes tenéis vosotros? – preguntó Olga, mientras jugueteaba con su pelo. – Tengo un WhatsApp de Pérez sobre una reunión virtual con los forenses a las diez, supongo que os dirá algo.

– Vale, de momento imagino que estaremos reunidos un par de horas en el hotel. Revisaremos el informe de la autopsia, las declaraciones y algunos datos de rastreos informáticos que Álvaro quiere compartir con el resto del equipo. Supongo que después iremos al forense y de nuevo a la finca, pero no sé qué habrá pensado Eva. – explicó Diego, mientras veía como Álvaro y Sabino pasaban hacia la recepción.

– ¿Qué tal Eva? ¿Es buena jefa? Al menos es más guapa que Ángel, ¿no crees? – preguntó Olga.

Esa última pregunta zumbó en el oído de Diego como un mosquito amenazante en búsqueda de una víctima en plena noche veraniega. Conocía a Olga, era una pregunta trampa. Se sentía culpable, era como si lo hubiese visto mientras miraba el culo de Eva. Hubo un silencio donde Diego valoró rápidamente sus opciones. Si no contestaba, malo, y si contestaba, quizá peor. No importaba que la respuesta fuese afirmativa o negativa, seguro que Olga continuaría preguntando. La conocía bien, era algo posesiva y celosa.

– Ojalá Pérez te envíe aquí o yo pueda volver a Barcelona pronto, tengo ganas de tenerte cerca. – contestó Diego, pensando que había encontrado una salida.

– Sí, ojalá… Bueno, seguimos hablando después, tengo que leer unos documentos antes de ir a la oficina. Igual ya te están esperando. Hasta luego. – dijo Olga, despidiéndose de Diego.

Sí, estaba algo intranquila, como cada vez que Diego salía de la ciudad para trabajar. Esta era la tercera. En la primera, durante una investigación en Tarragona, Diego estuvo a punto de caer en las garras de la agente Moreno, una guapa separada de la misma comisaría que se había follado a casi todos sus compañeros de trabajo. Al menos eso decían las malas lenguas. En la segunda, haciendo un seguimiento cerca de la frontera con Andorra, Diego no la llamó durante varios días, lo que provocó bastante tensión entre ellos. Olga no pudo entender que Diego no encontrase tiempo para hacerlo. Ahora, la tercera, se había marchado a Ibiza a investigar un asesinato junto a su exnovia.

Olga cerró los ojos y suspiró. Trató de concentrarse en el trabajo, pero no podía apartar de su cabeza la imagen de Eva lanzándose de cabeza en su piscina, desnuda.

Sí, Olga era el motivo por el que Eva visitaba la comisaría de los Mossos. Iba a menudo a buscarla a la oficina durante la temporada en la que estuvieron juntas. Una relación que duró cerca de un año. No le había contado nada a Diego. Se distrajo de nuevo, otra vez el recuerdo de Eva en la piscina y aquel tatuaje, aparecían como un fantasma del pasado, reciente, pero pasado.

– ¡Concéntrate! –  se ordenó Olga a sí misma.

Revisó el móvil. Acababa de recibir la notificación para una reunión a las diez con el grupo de trabajo en Ibiza. Ella debía presentar las conclusiones de las declaraciones de los sospechosos detenidos.

Se preparó un café expreso y abrió la carpeta que le había entregado Miravet la tarde anterior. Comenzó a leer con toda la atención que pudo. El documento, redactado en inglés, explicaba los detalles de la búsqueda realizada por el departamento informático del FBI como apoyo de la investigación sobre las BAC. Eran seis páginas a doble cara encabezadas por el membrete inconfundible del FBI, donde se explicaba que antes que tuviese lugar el asesinato de Castro en Ibiza, no se había encontrado ningún tipo de rastro acerca de una organización llamada BAC en el tráfico de internet. Los tres detenidos en Barcelona eran los únicos sospechosos del terrible asesinato, pero, aparte de unos mensajes de WhatsApp, no tenían ninguna prueba incriminatoria más contra ellos. Insuficiente a todas luces para poder retenerlos. Envió un correo a Miravet para que subiese el documento al servidor donde compartían la información con el resto del grupo de investigadores. No acababa de entender porque le habían entregado el documento con tanta prisa.

Recogió los trastos de la cocina y se preparó para ir a la oficina. Tenía la esperanza que la reunión que tendría lugar en breve cambiara el rumbo de la investigación.

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