BAC

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Capítulo 29

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Olga no dijo nada, simplemente lo miró. Diego conocía aquella expresión. Nada de trabajo. Se acabó la jornada. Olga retiró su mano de la palanca del cambio de marchas y estiró el brazo hasta la pierna izquierda de Diego, que se acomodó en el asiento. Ya sabía que venía después. Olga puso el intermitente, se cambió al carril de la derecha y aminoró la velocidad mientras hábilmente, sin apartar la mirada de la despoblada carretera, desabrochaba los botones del pantalón de Diego. Metió su mano dentro del bóxer blanco para encontrar lo que andaba buscando. Lo apretó suavemente y comenzó a mover la mano, sintiendo como crecía y endurecía hasta hacer que asomara por encima de su ropa interior. Diego suspiró profundamente y acarició el brazo derecho de Olga, acompasando sus movimientos.

– No sé si voy a aguantar… – dijo Diego.

– ¡Si lo harás! – respondió Olga, autoritaria, mientras incrementaba el ritmo.

Notó como Diego se estremecía por el placer inducido mediante los suaves movimientos de Olga, que paraba cuando presentía que el estímulo era demasiado intenso. Siguió jugueteando durante unos minutos hasta que tomó una salida.

– ¿Dónde vas? – dijo Diego, reconociendo la salida de Sant Joan de Deu.

– ¡Shhh! – chistó Olga con mirada picara.

Tras callejear un rato por una zona urbanizada, sin demasiada luz ni tráfico, aparcó el coche sin maniobrar detrás de un contenedor de obras. Paró el motor y cerró el coche. Pasó al asiento trasero y le dio un tirón en la camiseta a Diego, para que la acompañase. Diego tuvo problemas para pasar detrás, era más alto y tenía la movilidad algo reducida. Con movimientos torpes y lentos, consiguió pasar a la parte trasera y sentarse. Ella se abalanzó sobre los labios de Diego. Introdujo la lengua en su boca, casi con violencia mientras lo miraba a los ojos. Diego la agarró del cuello con su mano derecha y la besó apasionadamente mientras buscaba sus pechos con la mano izquierda. Olga se apartó y bajó la cabeza hasta la entrepierna de Diego, que estiró las piernas al notar la maniobra de su amante. Los movimientos de Olga hicieron estremecerse a Diego que gemía de placer con los ojos cerrados. La excitación de Diego estaba alcanzando el clímax, pero los espasmos previos no la frenaron, todo lo contrario, Olga se entregó con más ímpetu a la tarea. Finalmente, Diego sucumbió a los húmedos vaivenes de Olga. Ella permaneció con la cabeza apoyada unos minutos sobre las piernas de Diego, mirándole en silencio, relajada. Finalmente, se incorporó y se recogió el cabello sudoroso con ambas manos. Sin mediar palabra y con una sonrisa de satisfacción en sus labios, Olga pasó al asiento del conductor.

– ¿Y tú? – preguntó Diego, aún en el asiento trasero.

– Esto ha sido un aperitivo, ahora seguimos en casa… – dijo Olga, arrancando el coche, y guiñándole el ojo a Diego, que intentaba pasar de nuevo al asiento de delante.

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