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Capítulo 11

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Olga estaba esperando dentro del coche. Prefirió el aire acondicionado al húmedo calor del exterior. Su coche permanecía aparcado desde hacía unos veinte minutos al final de una pista para vuelos no comerciales del Aeropuerto del Prat, a las afueras de Barcelona. Era una zona reservada junto a las instalaciones de mantenimiento del aeropuerto, lejos del bullicio de las terminales comerciales. Miró de nuevo su reloj, eran casi las seis de la tarde.

Observó atentamente como un helicóptero se acercaba por el horizonte, poco después pudo comprobar que era lo que estaba esperando, un helicóptero de la Armada. El transporte de Eva Morales y Diego González, investigadores de la Guardia Civil y de los Mossos d’Esquadra, respectivamente.

– Mi ex y mi actual pareja, quién lo iba a decir… – pensó Olga.

Siguiendo las indicaciones de un operario del aeropuerto que había salido del hangar cercano, el helicóptero tomó tierra suavemente, levantando una enorme polvareda a su alrededor. Sin parar las hélices, una puerta lateral se abrió y bajaron dos personas. Eran Diego y Eva, en ese orden. Portaban una pequeña maleta con ellos. Eva se detuvo un momento para hacerse una coleta nada más bajar del helicóptero, ya que el pelo le tapaba la cara. El coche de Olga estaba a la sombra, algo alejado del lugar donde acababa de tomar tierra el helicóptero, así que la inspectora de los Mossos bajó la ventanilla y atrajo su atención haciéndoles un gesto con su mano izquierda. Los investigadores caminaron hacia el coche, mientras el helicóptero volvía a tomar altura y se alejó a toda velocidad.

Olga bajó del coche y abrió el maletero. Dio un frio apretón de manos a Eva y dos besos en las mejillas a Diego. Colocaron sus respectivas maletas en el interior del vehículo y Diego cerró el portón.

– ¿Qué tal el vuelo? ¿Cansados? – preguntó Olga educadamente, mirándoles a los ojos y con una sonrisa agradable.

– Muy bien, un poco movido, pero bien. Gracias por preguntar. – respondió Eva, devolviéndole la sonrisa. – Ya descansaré cuando pueda ¿A qué hora salimos hacia Jaén?

– Cambio de planes. – les comunicó Olga, sin dar tiempo a que Diego articulase una palabra. – Han decidido que será más rápido ir directamente en helicóptero. Con otro, este no podía. Tenéis que ir a una zona algo apartada, de difícil acceso en coche, así que os llevará directamente otro helicóptero. El vuelo será algo más lento, pero os ahorrareis el trayecto del aeropuerto hasta el coto de caza.

Diego la miró a los ojos, Olga había hablado en tercera persona, o sea, que dio por hecho que no iba a acompañarlos. Por una parte, se alegraba, por otra se sintió triste.

– El helicóptero debe estar listo, estaba repostando. Subid y os acerco, es por allí. – dijo Olga, señalando con el dedo otros hangares situados frente a ellos, a un kilómetro de distancia.

– Álvaro me dice que ya está de camino en coche y que es probable que llegue antes que nosotros. – comentó Eva desde el asiento de atrás, mirando su móvil. – Sabino llegará mañana por la mañana.

– ¿Entonces no vienes? – preguntó Diego a Olga.

– Tan solo he venido a saludaros, una excusa para salir un rato de la oficina. Me quedo aquí. Pérez prefiere que solo un miembro de su cuerpo se desplace al lugar de los hechos. – explicó Olga encogiéndose de hombros.

– Es una lástima. – dijo Eva.

Olga no supo cómo interpretar aquel comentario de Eva, así que, simplemente, decidió ignorarlo, no tenía ganas de calentarse la cabeza. Pensó que Eva estaba radiante, tan guapa como siempre.

El coche inició el breve trayecto en un carril habilitado junto a la pista, iban bastante rápido, pero no lo parecía al no tener una referencia cercana. En tan solo unos segundos llegaron a la otra zona de hangares. Olga detuvo el coche y puso el freno de mano, mirándola por el retrovisor.

Ya estaban junto al helicóptero. No era tan grande como el que los había traído desde Ibiza, pero parecía más moderno. El piloto puso en marcha los motores y las hélices comenzaron a girar a toda velocidad.

Eva había bajado del coche y estaba cogiendo su maleta, así que Diego aprovechó el momento para coger la mano derecha de Olga y acariciársela. La miró a los ojos y le tiró un beso.

– Venga, no les hagas esperar. – dijo Olga, devolviéndole la caricia en la mano, disimuladamente. – Acuérdate de llamarme de tanto en tanto.

Bajaron del coche, Diego cogió su maleta y se despidió saludando con la mano a Olga, que se quedó junto al coche, apartándose el pelo de la cara que el remolino provocado por las hélices del helicóptero se empeñaba en remover.

Los investigadores subieron al helicóptero y se sentaron en la parte trasera. Un joven uniformado ayudó a colocarse los cascos a Eva y Diego. El piloto les dijo que se disponían a salir. Ambos respondieron con el gesto de pulgares arriba. El helicóptero despegó segundos después, alejándose en el horizonte por el sudoeste. Olga seguía la aeronave con la vista, que se había nublado levemente. Esperaba que sus gafas de sol ocultasen sus ojos.

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