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Capítulo 13

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Eva había estado trabajando con los policías locales y los científicos sobre el terreno hasta que Diego apareció de nuevo en la escena del crimen. El inspector le resumió la conversación con el joven, dando especial énfasis al encuentro de Juan con aquellos supuestos furtivos.

El inspector García, siguiendo las órdenes de Eva, envió un grupo de agentes y dos científicos a rastrear la zona exterior de la cueva, antes que anocheciese.

– ¡Joder! ¿Cómo es posible que no hayan ido antes? No lo entiendo, hay agentes fumando, sentados en piedras o hablando de los fichajes del Real Madrid en lugar de estar ayudando. No lo entiendo, de verdad. – se quejó Eva, casi susurrando en el oído de Diego.

– Ya… – fue todo lo que acertó a decir Diego, mientras miraba a su alrededor.

El inspector García se acercó para decirles que habían avisado que en breve llegaría el juez para hacer al levantamiento del cadáver. Hubo más de una broma y risas entre los presentes, respecto al “bajamiento” del señor Zafra.

García añadió que les proporcionarían las grabaciones o transcripciones completas de los interrogatorios a los participantes de la cacería. Era una lista de más de cincuenta personas, según les adelantó el inspector, entre las que figuraban cargos de renombre. Todos con coartada. Al parecer, el único que se había quedado a solas durante la cacería había sido Zafra.

Eva vio la cara de Diego y tiró de su brazo para alejarlo del grupo de policías. Anduvieron en dirección a un claro donde no podían oírles.

– Hay algo que no te ha gustado. ¿De qué se trata? – preguntó Eva.

– Pienso que no me lo creo, ¡no puede ser! – contestó Diego. – Cerca de cincuenta hombres, muchos de ellos con la próstata del tamaño de una patata, ¿ninguno se separó de su grupo para mear? Era a primera hora de la mañana, después de tomar algún que otro café o carajillo, imposible…

– ¿Qué propones? – preguntó Eva. – Sí, es muy probable que se parasen a orinar, pero lo de Zafra no se hace en cinco minutos. Además, estarás de acuerdo en que no puede ser obra de una sola persona. No podemos volver a interrogar a todo el mundo, es más, creo que no serviría para nada. No creo que saquemos nada en claro, la verdad.

– Tienes razón. Debemos confiar en el trabajo de esta gente. – dijo Diego, despeinándose el pelo con ambas manos. – Cambiando de tema, cuando hemos salido de casa del guía, han llamado a Álvaro para que fuese a revisar una cosa. Han recibido el rastreo de los móviles de los presentes en la cacería y están analizando la ubicación y ruta de cada uno de ellos. También los mensajes y las llamadas recibidos hasta cuarenta y ocho horas antes de los hechos. Dice que nos llamará en cuanto tenga los datos, calcula que tiene para un par de horas, mínimo.

– Muy bien. – suspiró Eva. – Aquí tenemos poco que hacer… Ah, ¡casi se me pasa! Me han llamado los de balística. No te lo vas a creer. Es preliminar, pero todo apunta a que el arma con la que han disparado a Zafra es una reliquia, un rifle de fabricación alemana que se usó en la Segunda Guerra Mundial. Espera, que busco el nombre… Sturmgewehr 44, joder con el nombre… Usa balas de 7,92 milímetros.

– Hostias, si fuese un arma moderna quizás tendríamos más opciones de trazabilidad, pero con un arma de hace más de setenta años, lo veo muy, pero que muy difícil. – respondió Diego, con tono pesimista. – ¿Le has pasado la información a Álvaro? Tal vez algún coleccionista ha denunciado algún robo de armas.

– No, pero lo llamo ahora mismo. ¡Hoy lo estamos avasallando! Ahora que lo dices, podríamos ir adelantando trabajo y hacer las gestiones para buscar en registros de armas antiguas. Dudo que tengamos éxito, pero no perdemos nada. Aprovecha y llama a tus superiores. Que nos echen una mano. – dijo Eva, guiñándole el ojo.

Diego se alejó de la zona y bajó por una pequeña cuesta, donde la luz apenas se filtraba ya entre las copas de los árboles.

– Hola, ¿te pillo en la oficina? – preguntó Diego con voz cariñosa. – Ah, ya estás en casa. Me alegro. Aquí el día no ha sido muy fructífero tampoco. Esperemos a que el informe de balística y los científicos nos puedan ayudar a esclarecer algo. Me acaban de decir que es posible que dispararan a Zafra con un arma de la Segunda Guerra Mundial. Sí, un rifle de los nazis.

Olga estaba en casa preparando la cena, así que conectó el manos libres del teléfono y continuó la conversación mientras cocinaba tallarines con verduras.

– Antes te iba a llamar para comentarte una cosa, pero no he querido molestarte. ¿Me oyes bien? Vale, pues sigo. – dijo Olga. – He estado pensando que el crimen de Castro requería preparación, pero era de fácil ejecución. Sí, te explico, ¡no seas impaciente! Con Castro, los asesinos tan solo tenían que estudiar los movimientos de su víctima, era cuestión de paciencia encontrar el momento adecuado. Al fin y al cabo, era su casa, vivía allí, era más que evidente que pasaba horas dentro de ella, estaba prácticamente bajo arresto domiciliario, ¡lo sabía todo el mundo! En cambio, lo de Zafra es diferente. Ha ocurrido en medio del campo, donde era posible que no tuviesen la oportunidad de asesinarlo, sea porque no asistiera al evento, sea porque no se diese la ocasión, o porque erraran el tiro. Es probable, y esto tan solo es una teoría, que los asesinos hayan aprovechado un evento donde iban a asistir personalidades de renombre y eligieran una víctima en función de la oportunidad. ¡Déjame que termine, pesado! Quién sabe si el muerto sería otro si Zafra no hubiese acudido a la cacería o pasado por allí tras discutir con sus compañeros de batida, como nos has dicho por WhatsApp. Mírate la lista de asistentes, échale un ojo, tú tienes más instinto para estas cosas.

Olga estaba un poco alterada, había intentado explicarle aquello a Pérez, su jefe, pero no tuvo ocasión, por culpa de las múltiples reuniones o las interrupciones de otros compañeros. Desistió de su intento y prefirió contárselo a Diego, estaba segura que le escucharía. Apagó el fuego y coló los tallarines. Los puso en la sartén donde ya había preparado el pollo y mezcló todo con dos cucharones de madera hasta que los tallarines tomaron el color de la salsa.

– ¿Sigues ahí? – preguntó Olga, que recibió un solitario si como respuesta, que le sirvió para seguir. – Vale. Sobre el arma, es un poco extraño, dime que más encontráis. Por cierto, están redactando un dossier parecido al que recibimos la primera vez. Me han dicho que lo tendremos mañana a primera hora. Supongo que lo recibiréis por email u os entregaran una copia impresa.

– Muy bien, miraré la lista de la cacería y el informe, ya te diré algo. – dijo Diego.

– ¿Qué piensas tú? – dijo Olga mirando al móvil, como si fuese Diego en persona.

– Pues que tal vez tengas razón con lo de Zafra. Igual ha sido la víctima por casualidad. Si no hubiese pasado por allí, a lo mejor ahora estábamos buscando el asesino de un diputado, un juez o un presidente autonómico, vamos, cualquier otro pez gordo de los que andaban por el coto. Quien sabe qué motivos mueven a los BAC para cometer sus crímenes… – dijo Diego.

– Pues sí. Bueno, te dejo. Después volvemos a hablar. Cuídate, ¡un beso! – dijo Olga esperando contestación antes de colgar.

– Tú también, ¡muacs! Hasta luego. – respondió Diego, colgando.

Diego estaba algo cansado, pero no sabía dónde iba a dormir, ni cuándo. De hecho, estaba comenzando a notar dolor de cabeza. Le pasaba a veces, sobre todo cuando encadenaba varios días sin dormir en la misma cama, cosa que por otra parte era normal en su trabajo. Siempre llevaba ibuprofeno a mano, así que volvió a la escena del crimen y buscó el coche en el que lo habían trasladado allí. En su maleta encontró los sobres mágicos. Vació uno de ellos en el resto de la botella de agua que le habían conseguido y la agitó para disolver bien la medicina. En ese momento se acercó Eva.

– ¿Qué te pasa, no te encuentras bien? – le preguntó Eva mientras le ponía su mano derecha en el costado.

– Sí, no es nada. Un simple dolor de cabeza, me tomo un ibuprofeno para que la cosa no vaya a más. – respondió Diego agradecido. – ¿Qué, alguna novedad?

– Que va… Sabes, será el cansancio, yo estoy igual. Creo que deberíamos buscar algún sitio para cenar temprano y alojamiento. He hablado con García y nos han ido a buscar un coche de alquiler. También me ha recomendado un par de sitios donde hospedarnos. Álvaro nos espera en Grañena, a unos kilómetros de aquí. Si quieres lo recogemos, buscamos algún sitio para dormir y vamos a cenar. – sugirió Eva.

Cuando volvieron a la escena del crimen, ya habían introducido el cadáver de Zafra en una ambulancia y el juez estaba hablando con el grupo de científicos que seguía trabajando sobre el terreno. Las caras largas indicaban que aún no habían realizado ningún avance en la búsqueda.

Unos minutos más tarde, un agente le entregaba las llaves de un flamante Land Rover Discovery a Diego, en un gesto que Eva interpretó como claramente machista. Diego fue haciendo bromas para intentar quitar hierro al tema, pero Eva parecía bastante cabreada. Se encaminaron hacia Grañena, donde les esperaba Álvaro.

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