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Capítulo 26

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Hacía tan solo unos meses, un escándalo había golpeado de pleno a una de las familias más poderosas y respetadas de Cataluña, la familia Gispert. Su patriarca, ex President de la Generalitat, ya retirado de la política, reconoció en público que había recibido dinero de constructores y empresarios a cambio de tratos de favor en la concesión de obras públicas. Aquellas declaraciones sacudieron el panorama político nacional, bastante agitado de por sí por la crisis económica y social. Su hijo Oriol, su heredero político, se vio salpicado por las declaraciones de su padre y obligado a dar explicaciones sobre la procedencia de algunos de los coches de lujo que formaban parte de su colección. Sabino sonrió al recordar la rueda de prensa donde Oriol había tratado de convencer a los periodistas que algunos de sus deportivos de alta gama los había comprado en desguaces. A Sabino no le costó demasiado atar cabos, recordaba perfectamente haber oído de labios de Oriol Gispert que algunos de los coches de su colección los había comprado a una empresa llamada Sportive Motors por cantidades muy por debajo de sus precios de mercado, ya que se habían devaluado mucho. Ridículo, pero había colado.

– Cabrones… – pensó Sabino.

La cosa seguía enredándose. En lugar de conseguir una pista fiable y confirmaciones para poder continuar investigando sobre ella, se abrían cada vez nuevas alternativas. Aquel caso, el de Zafra era como una hidra, el animal mitológico, al que le cortaban una cabeza y le crecían dos más. En cambio, de Castro ni una novedad, estaba completamente estancado.

Apagó el cigarrillo y volvió a la comisaría. Azpeitia estaba esperándole fuera de la sala, mirando su móvil.

– ¿Qué? ¿Han localizado al señor Pablo Domínguez? – preguntó Sabino, casi bostezando.

– Sí y no. Hemos hablado con su hijo. Resulta que está de vacaciones en Estados Unidos. Se fueron el pasado viernes para pasar un mes en su casa de Miami y después otras dos semanas al Caribe. La única forma de hacerlo volver sería una orden de búsqueda y captura internacional y pienso que no vale la pena. Ni yo me arriesgo a pedirla, ni creo que ningún juez es sus cabales se atreva a firmarla. – contestó Azpeitia algo contrariado.

– Pues entremos a ver que más nos cuenta Jimmy. – dijo Sabino.

Encontraron a Jimmy de pie, andando de un lado a otro de la sala. Se disculparon por la espera y le rogaron que se sentara.

– Así que su suegro está de vacaciones, ¿por qué no nos lo ha dicho? – dijo Sabino mientras se sentaba.

– Esa es fácil… porque no me lo han preguntado. – respondió Jaime en todo jocoso.

Azpeitia y Sabino se miraron el uno al otro. Ambos pensaron lo mismo y levantaron una ceja. Se conocían bien, no tuvieron que hablar.

– ¡Muy gracioso, que bien…! Vale. Sabino, avisa al capitán que le vayan preparando un calabozo al señor Jaime. Parece que le gusta cachondearse y hacer perder el tiempo a la policía, así que nosotros vamos a tener la misma deferencia con él, lo acusaremos de pertenencia a banda armada y le aplicaremos la ley antiterrorista. – amenazó Azpeitia.

– ¡Marchando una de LAT! – respondió Sabino, levantándose.

– ¿Qué? Estarán de coña, ¿no? ¡No pueden hacer eso! – exclamó Jaime, incrédulo.

– No, no estoy de coña. ¿Sabes? He dormido muy poco en estos últimos días, y cuando no duermo bien me pongo de muy mala hostia. Vamos a hablar claro, no me toques los cojones. – le advirtió Sabino acercándose a escasos centímetros de Jimmy. – Simplemente responde a lo que te preguntemos si quieres dormir esta noche con tu linda esposa.

– Fácil, ¿no? – dijo Azpeitia, cruzando las piernas.

– Y… ¿qué es lo que quieren saber? – preguntó Jaime.

– ¿Quién se ha cargado a Zafra? – dijo Sabino, mirando a los ojos a Jaime.

– ¿Y si no lo sé? ¿Qué hago? ¿Me lo inventó? – respondió Jaime, taxativo. – Debe de haber multitud de personas ahí afuera que tendrían motivos para matar a Roberto Zafra. Era un cabrón. Desde sus propios hermanos hasta el aparca coches de cualquier club de alterne. No uno, ¡cien nombres les podría dar! Yo mismo, a mí me habría encantado tener cojones para hacer algo así. Cuando trabajaba para él me trataba como si fuese una mierda, me hablaba peor que a un perro, siempre dando órdenes y gritándome. Nada estaba bien hecho, todo era criticable. Menos mal que conocí a mi esposa y salí de aquel ambiente, era asqueroso…

Sabino tomaba notas en su libreta, realmente interesado en aquel relato. Jaime se estaba sincerando. Sus ojos tenían rabia, rabia acumulada durante años y liberada frente a ellos.

– …y me preguntan que quién se lo ha cargado… – continuó Jaime. – Pues sinceramente, ni puta idea, pero debe ser alguien con los cojones muy bien puestos. No es fácil acercarse a gente como Zafra y menos fácil tomar la decisión de cargarse a alguien tan poderoso.

– ¿Y Castro? ¿Era parte de tan selecto club? – preguntó Azpeitia.

– No. Estoy seguro. Tengo buena memoria para los nombres, no era parte de Plus Ultra. Eso es seguro al cien por cien. Era muy criticado y más aún cuando salió a la luz toda aquella mierda. – respondió Jaime.

– Vale, ¿ves que bien? Ahora sigue con Plus Ultra, quien forma parte de ese club y cuáles son sus fines. – dijo Azpeitia.

– A ver… Por donde empiezo… Vale. Plus Ultra, Plus Ultra…Sí. Digamos que es una organización para recaudar dinero. Bueno, no, es más bien una especie de partido político alternativo. – contestó Jaime.

– ¿En qué quedamos? – dijo Azpeitia, impaciente.

– ¡Es que no sé cómo definirlo! – respondió Jaime.

– Pues vamos por partes. ¿Quién manda en Plus Ultra? – preguntó Sabino.

– No lo sé y tampoco tengo claro que haya alguien que mande. Zafra desde luego, no. Era una especie de simpatizante de la organización. Sé que Ricky es muy influyente, deberían hablar con él. – contestó Jaime. – Durante un tiempo asistí a sus reuniones y Ricky era unos de los líderes políticos y económicos, eso sí que era evidente.

– ¿Puede definir la ideología del grupo? – continuó preguntando Sabino, a la vez que seguía tomando notas en su libreta. – Por cierto, ya hemos hablado con Ricky.

– Hombre, de derechas. Muchos de los miembros de la organización tenemos claro en qué clase de país queremos vivir. – respondió Jaime.

Por primera vez Jaime había hablado en primera persona cuando se refería a Plus Ultra, Sabino lo anotó en su libreta.

– Extrema derecha. – apostilló Sabino.

– Si usted quiere llamar extrema derecha a los que realmente nos sentimos patriotas, adelante, no me importa, no me lo tomo como un insulto. Muchos de los miembros de Plus Ultra son descendientes de las familias que hicieron a nuestro país uno de los más ricos del mundo, herederos de fortunas acumuladas en tiempos difíciles, luchadores natos. – explicó Jaime.

– ¿Y qué pinta Ricky entre ellos? No parece que provenga de una familia de alta cuna. – dijo Azpeitia.

– Él es uno de los que llaman aceptados, como también lo fui yo. Pero de otra forma… Ricky ha conseguido conectar realmente con los que tienen el poder. – contestó Jaime.

– ¿Los que dirigen el país desde la sombra? – preguntó Sabino, repitiendo las palabras de Ricky en Zamora.

– Sí, podríamos decirlo así. Ellos no suelen dar la cara ni salir en los periódicos, dejan hacer hasta que consideran que las cosas se están yendo de las manos. – dijo Jaime. – Manipulan a los medios y a la sociedad a su antojo, les dejan creer que tienen el poder, siempre que no les fastidien demasiado. Si ven que la cosa se desmanda, entonces actúan. Un ejemplo, el 23-F. ¿Golpe de estado fallido? No… Allí estaba uno de ellos para quedar como un héroe y salir reforzado de la situación. Lo mismo con la entrada en la OTAN. ¿Bases fuera? No, estando en la OTAN tendrían aún más poder a su alcance, países donde expandir su influencia.

Era evidente que Jaime era un adepto a la ideología de Plus Ultra, pero tenían que conseguir más información. Jaime había dejado entrever que incluso el anterior rey pertenecía a la organización. Lo que les estaba contando era muy parecido a lo que habían oído en Zamora unas horas atrás. Sabino pidió a Jaime que le diera nombres.

– ¿Nombres? Pues claro, ningún problema. Tome nota, inspector. Eso sí, quiero salir de esta sala. Abra esa puerta y se los doy, pero en la calle. – dijo Jaime, en voz baja y mirando de reojo a las cámaras.

– No tan rápido, antes nos ha dicho que era una organización para recaudar dinero, ¿que pretendía decir con eso? – inquirió Azpeitia.

– Plus Ultra, como organización, cuenta con miembros de varios tipos. Algunos tienen empresas, otros, grandes latifundios. Hay miembros de la nobleza, incluso políticos, y después hay gente que tiene negocios… llamémosle, alternativos. Bueno, y los hay que tocan todos los palos… Entre todos hacen un fondo común para la causa, para pagar viajes, financiar eventos, reclutar gente afín. Ya pueden imaginar de lo que estoy hablando, ¿no? Mantener algo así cuesta dinero y las fuentes de ingresos son varias. – finalizó Jaime.

Azpeitia se giró hacia la cámara que tenían detrás de ellos, la que grababa frontalmente a Jimmy e indicó que dejasen de grabar. Cuando el led se apagó, se levantó y se puso entre la cámara y el detenido.

– O sea que el tráfico de droga es una de las formas de financiación que usa Plus Ultra. Vale. Entendido. Ahora los nombres, si no te importa. – dijo Sabino.

– Como he dicho antes, si no tenéis más preguntas, os lo diré fuera. – dijo Jaime bajando de nuevo la voz.

Azpeitia asintió con la cabeza. Miró a Sabino, quien le respondió con el mismo gesto.

– No creo que la información que les he facilitado ayude a capturar a esos bastardos, pero aún así, espero que lo hagan pronto. Como les he dicho antes, Zafra no era santo de mi devoción, pero conozco mucha gente que está preocupada con esos asesinos campando por ahí, a sus anchas. – explicó Jaime dirigiéndose a la puerta entre Azpeitia y Sabino.

Ya en la calle, Jaime Casas, Jimmy, les proporcionó varios nombres, Sabino, intentó con gran esfuerzo ocultar su sorpresa al escuchar alguno de ellos. Los anotó con sumo cuidado en una hoja de su libreta. Después, los copió en un fragmento de otra hoja que cortó y dobló sin que su jefe lo viese. Acto seguido ocultó el pedazo de papel en el bolsillo de sus tejanos.

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