BAC

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Capítulo 42

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– María Dolores, mírame a los ojos. – le ordenó Diego. – Enrique se suicidó, he revisado el informe de la autopsia que le practicaron. No fue un accidente, lo sabes. Fue una sobredosis de heroína. No encontró otra forma de acabar con la vergüenza que le causaba vivir con aquello. Tus padres no le quisieron creer o tuvieron miedo, no supieron que hacer para ayudarle. Mala elección en cualquiera de los casos. El daño estaba hecho. No había vuelta atrás. No supo cómo aceptarse después de aquello. Lo he visto muchas veces. Un buen chico al que se le tuerce todo un día y su vida empieza a ir cuesta abajo. Pasa de un problema a otro mayor, la bola de nieve cada vez se hace más grande, la situación se vuelve insoportable y acaba haciendo una locura. Es más frecuente de lo que pensamos. Pero creo que lo que más daño le hizo fue que sus mismos padres no le creyesen…

La monja escuchaba atónita las afirmaciones de Diego. Su gesto se fue endureciendo. Ahora su mirada era de odio. Se sentía atacada.

– No sabes lo contentos que se van a poner algunos periodistas cuando filtremos que la monja que custodiaba los secretos sexuales del arzobispo es hermana de una de sus víctimas. Yo creo que esto va para película…y tú serás una de las protagonistas. Una de las malas de la película, no tengas la menor duda. – finalizó Diego con cara de desprecio. – Junto a tus padres en los papeles principales, la familia homicida al completo.

Sor Claudia hizo el amago de contestar, pero se retrajo. Miró de soslayo a Diego, sus ojos comenzaron a nublarse. Su barbilla comenzó a temblar. Intentaba no romper a llorar. Diego sabía que la tenía contra las cuerdas, era el momento…

– Escúchame. Entre tú y yo, pienso que Muñoz-Molina se merecía un final así, como poco, pero no podemos tolerar que la gente se tome la justicia por su cuenta. – dijo el poli bueno. – Cuéntamelo, todo será más fácil. Sé que no fuiste tú quien mutiló al arzobispo, no eres capaz. Intentaré adivinarlo… Tu padre, el camarero, fue quien empuñaba el cuchillo que acabó con la vida del arzobispo.

Sor Claudia intentaba no derrumbarse, sus esfuerzos eran evidentes. Diego, a pesar que tenía claro un posible móvil para el asesinato del arzobispo, no acababa de entender la relación con las BAC.

– ¿Quién lo planeó? ¿Fuiste tú? ¡Habla, joder! – susurró Diego.

– No… - dijo Sor Claudia, en un hilo de voz.

– ¿Entonces? ¿Quién ha sido? ¿Qué sabes de los BAC? – preguntó Diego.

– Yo no sabía nada. ¡No sabía nada…! – dijo la monja. – No sé quiénes son esos BAC.

– ¿Nada de qué? – insistió el inspector.

Diego se acercó a la joven y se puso en cuclillas frente a ella. Con su mano izquierda en la barbilla, le invitó a subir la cabeza, para que sus ojos se pudiesen encontrar.

– María Dolores, sabes que lo que habéis hecho no está bien. Esos BAC ya han matado a varias personas, gente que había cometido fallos en sus vidas, pero no tienen derecho a juzgar. Ninguno. Es posible que no vuelvas a ver a tus padres. Son mayores, si ingresan en prisión… Puedo ayudarte, pero para eso tú antes debes ayudarme a mí. – finalizó Diego.

La monja secó las lágrimas con la manga de su toca. Asintió con la cabeza. Diego se giró disimuladamente hacia la cámara y guiñó el ojo. Al otro lado, Eva sonrió abiertamente.

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