BAC

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Capítulo 50

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Tanto Ander como Diego asintieron con la cabeza. Diego siguió con la mirada a Eva, quien sacó un cigarro de su bolso para fumárselo mientras hablaba de nuevo con su jefe. La capitán fue hasta la pequeña terraza y se encendió el cigarrillo. Diego se giró para verla gesticular mientras Eva le explicaba a su jefe lo que habían pensado. Miró a Olga, que enseñaba la factura a Álvaro y Ander. Su compañera introdujo el papel en una de las bolsas y a continuación introdujo el preservativo en otra, haciendo un comentario sobre la carga de semen que portaba, bastante abundante, según parecía. Las risas de Álvaro y Ander confirmaron el buen ambiente existente. Aunque parecía que las investigaciones avanzaban en buena dirección, Diego seguía pensativo, un poco distante. Observó a sus compañeros unos segundos y después se abstrajo en sus pensamientos. Los miraba, pero como si no los conociese, como si no estuviese allí. Imaginó a Leonor preparando pastillas, podía haber decenas de ellas. También imaginó a un dentista colocando puentes huecos. ¿Cuántas personas más morirían? Recordó la foto de grupo donde coincidían Leonor, Pedro y Tresánchez. Eran cerca de veinte personas. ¿Serían todos miembros de los BAC? Inspiró profundamente y volvió a mirar a Eva, que se acercaba de nuevo al grupo.

– Ya está, le ha parecido una idea estupenda. Os transmito sus felicitaciones. – comentó Eva, radiante. – Todo en marcha, nos tendrán al corriente que cada paso que efectúen. ¿Qué? ¿Acabamos?

– Sí, venga. – dijo Ander, que se dirigió de nuevo a la habitación.

Diego lo siguió, casi arrastrando los pies. Habían registrado cada rincón de aquella estancia, mirado dentro de cada cajón, pero de momento, salvo unas fotos antiguas, no habían tenido mucho éxito. Ander, que lo había dejado solo mientras registraba el cuarto de baño, le pidió ayuda para alcanzar una maleta que había sobre el armario de dos puertas. Diego la depositó sobre la cama y la abrió. Parecía vacía, pero, aun así, comprobaron que no tuviese algún doble fondo o bolsillo oculto. No hizo falta, no estaba disimulado. Tras abrir el bolsillo interior de la maleta hallaron dos pequeñas libretas de espiral, de las de bolsillo. Con cuidado, Ander y Diego las cogieron, una cada uno, y las abrieron con sumo cuidado. Dieron un vistazo y las cerraron. Ander se acercó al comedor a recoger dos bolsas más, que rotuló como maleta. Introdujo la suya dentro y alargó la otra bolsa a Diego, quien hizo lo mismo. Minutos más tarde, ambos investigadores salieron de la habitación mirando hacia atrás. No tenían duda alguna que Ramón no vivía solo, habían encontrado ropa de hombre de otra talla. Habían hecho una buena labor. Los armarios separados de la pared, los montones de ropa sobre el suelo, la cama apartada, vuelta del revés y la cómoda patas arriba lo atestiguaban. Incluso habían desmontado las cortinas y el espejo. Diego se sacó los guantes y acomodó sus genitales dentro de los calzoncillos, sacudió las manos e hizo crujir sus nudillos. Siguió a Ander hasta el comedor y depositó sus guantes en una papelera. Los cinco investigadores se reunieron en el comedor, donde Eva seguía revisando el cuaderno mientras sus compañeros charlaban de los hallazgos.

Había algo en aquellos apuntes que le resultaba extraño, como si siguiesen un patrón.  Contó las líneas que componían la lista de la compra de varias páginas. Le resultó curioso que siempre hubiese la misma cantidad de cosas a comprar. Se trataban de productos diferentes, pero siempre había el mismo número de líneas. Ocho. Siempre ocho. De repente, Eva sonrió. Tenía sentido. Probó con otra página. También… Suspiró profundamente antes de hablar.

– Chicos, a ver que os parece esto. – dijo Eva atrayendo la atención de sus compañeros con un gesto.

Eva mostró una página. En ella, lo que parecía una lista de la compra.

– Me llamó la atención. Era extraño. He encontrado anotaciones del sospechoso, incluso alguna poesía, pero de tanto en tanto aparecían listas de la compra, escritas de una forma algo curiosa. Le he estado dando vueltas un buen rato y creo que he encontrado un patrón. – explicó Eva.

Álvaro dio un paso para ver la hoja de la libreta. Frunció el ceño y se quedó pensativo, intentando descifrar lo que Eva les explicaba.

– Está claro que esto es una especie de código. Fue la segunda lista, la que me hizo volver a releer la primera, la que está tachada. Cero champús. Eso ponía. ¿Quién hace una lista de la compra y pone que hay que comprar cero de algo? – continuó Eva. – Después de eso lo vi claro, ¡son números de teléfono! Han codificado números de teléfono como si fuesen la lista de la compra. Seis huevos, cuatro yogures, tres manzanas, así hasta completar los dígitos de un número de teléfono. Tan solo hay una excepción, está casi al final, éste de aquí.

La investigadora acercó la libreta a sus expectantes compañeros.

– Comienza por treinta y tres, si no recuerdo mal, es el prefijo de Francia. – finalizó Eva.

– Espera… los números de teléfono tienen nueve dígitos, no ocho… – dijo Ander.

– Sí, eso me despistó a mí también, hasta que, hojeando desde el principio de la libreta, encontré una de las listas que contenía los nueve dígitos y el primero era un nueve. Estaba tachado así que… – explicaba Eva.

– Así que dedujiste que todos los números correspondían a teléfonos fijos, por lo que se habían ahorrado el nueve inicial. Brillante, Eva, brillante. – dijo Álvaro, primero aplaudiendo. – No usan móviles, lo cual, nos ha dificultado encontrar rastros de comunicación.

– Joder, que bueno… – dijo Ander. – Álvaro, ¿y no podemos cruzar estos números con los que tenemos de los teléfonos de las monjas?

– Me lo has quitado de la punta de la lengua, estaba pensando exactamente lo mismo. Por cierto, esa forma de codificar los números, sabía que me sonaba... ¿Recordáis cuando hubo la ola de piratería de los proveedores digitales, los del Canal Satélite o Via Digital? Pues había foros donde se publicaban las claves para poder ver los programas en un formato parecido. Simple pero efectivo, ¡pero a la capitán Morales no se le ha escapado! – dijo Álvaro, guiñándole el ojo.

– Pues si ya hemos finalizado aquí, avancemos trabajo. Mientras Diego y yo preparamos el interrogatorio, Ander y Olga que revisen el resto de libretas y fotografías, esos posibles números de teléfono pueden poner nombre y apellidos a los que aparecen en las fotos. Álvaro, ahora llamaré a la comisaría de Burgos y les pediré que revisen  los papeles que encontraron en casa de Pedro y Leonor, así como en el piso, para que busquen algo similar. Cuando tengas la información, usa tu magia para conseguir nombres. – dijo Eva.

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