Baby doll

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47. Eve

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47.EVE

Esta casa podría llegar a valer una fortuna. ¿Está segura de que no quiere pensárselo mejor?

Eve se quedó mirando a Amber, la dicharachera agente inmobiliaria con quien había negociado la venta de la propiedad. Junto con Abby, y con la bendición de Lily, Eve había decidido que derribaran la casa. Preferían eso a que algún degenerado se metiera a vivir en el que había sido el hogar de los Riser.

—Estoy segura.

Eve le entregó las llaves y echó un último vistazo a su alrededor. Faltaban aún unas semanas para la demolición, pero Eve sabía que era su despedida. Visualizó a Dave metiéndola en brazos por la puerta, los dos riendo como unos tontos después de que él tropezara y cayeran al suelo. Visualizó a Dave, el hombre a quien creyó que amaría eternamente, cargando con sus hijas, dos bultitos que ni siquiera llegaban a los dos kilos y medio cada una, una en cada brazo. Tantas primeras veces: los chillidos de las parvulitas, la alegría de las alumnas de primaria, los gritos exasperados de las adolescentes. Aquella casa había albergado muchos recuerdos felices, pero para Lily era también un recordatorio de lo que había perdido. Y para el mundo exterior, se había convertido en una atracción turística.

Eve había encontrado una casa en el otro extremo de la ciudad, con un jardín gigantesco para que Lily pudiera obrar su magia y habitaciones suficientes para toda la familia. Por difícil que fuera volver a empezar, Eve sabía que era la decisión correcta. Miró el teléfono móvil para comprobar que no había mensajes y salió de la casa. Tommy estaba fuera en la calle, apoyado en el coche patrulla. Eve contuvo por un instante la respiración. Estaba guapísimo. Habían transcurrido tres meses desde la muerte de Rick, dos meses desde que hablaron por última vez. Había ignorado sus mensajes y sus llamadas durante la primera semana, pero él no había desistido en su empeño y le había dicho que iría a hablar con ella en persona si seguía sin responderle. Al final, Eve le había escrito un mensaje.

«Necesito un poco de espacio».

Tommy había respetado sus deseos y no había vuelto a ponerse en contacto con ella. Eve no le había mentido. En aquellos momentos no tenía el estado emocional adecuado para estar con Tommy y gestionar lo que quiera que fuese su relación. Una nueva bomba había estallado y Eve tenía que recoger los pedazos. Tenía que contratar abogados, pagar psicólogos y pruebas de salud mental, organizar sesiones de terapia, tenía niños que cuidar. Pero Tommy, al parecer, se había cansado de esperar. Eve lo conocía lo suficiente como para saber que quería hablar. Fue directa hacia él. Él también la conocía. Y sabía que se había llevado una sorpresa al verlo ahí.

—No era mi intención pillarte así por sorpresa.

—No, Tommy, no pasa nada. Me alegro de verte —dijo Eve.

—¿De verdad? —inquirió él con cierto matiz de tensión en la voz.

—Sí. Tenía pensado llamarte…

—¿Por qué tengo la impresión de que eso que dices no es del todo cierto?

Eve forzó una sonrisa.

—Ando muy liada.

—Lo sé. Vi la noticia en el periódico. Una gran noticia, Evie. Harás mucho bien.

—Eso espero.

Eve acababa de depositar una fianza para unas oficinas en el centro de Lancaster. Serían la sede de la Riser Foundation. Si quería seguir adelante dentro de la profesión médica, no le quedaba otro remedio que reinventarse. Su carrera en el hospital había tocado a su fin; sus continuos pleitos contra el Lancaster General se lo habían dejado claro. Lily había recibido donaciones por parte de desconocidos, gente de todo el país. Gente que se había sentido implicada con su historia, con la historia de las dos gemelas, y que quería aligerar la carga económica a la que estaba sometida la familia. Al final, habían acabado con dos millones y medio de dólares. Eso sin contar con las repetidas ofertas para escribir un libro y para realizar entrevistas en televisión que Lily estaba considerando. Y sin contar tampoco con la indemnización que acabaría pagando el hospital. Era más dinero del que necesitarían en toda su vida. Después de haber pasado tantísimo tiempo con los familiares de Bree y de Shaina y de haber estado ayudando a sus propias hijas a superar aquella pesadilla, Eve había pensado en ofrecer ayuda a víctimas de abusos sexuales y a sus familias. Quería que de algo tan malo pudiera salir algo bueno. El objetivo de la fundación era muy sencillo. Organizar y subvencionar batidas de búsqueda, cubrir gastos médicos y de salud mental, así como cualquier coste adicional que conllevara la recuperación de las chicas.

—Aún no sé muy bien qué demonios estoy haciendo, pero ya lo averiguaré.

—Te irá estupendamente, Evie. No tengo la menor duda.

Se produjo una incómoda pausa antes de que Tommy siguiera hablando.

—He visto a Abby. Me he enterado de que la audiencia será la semana que viene.

—Intentamos mantenernos optimistas.

La conversación era tan educada que a Eve se le estaba haciendo insoportable.

—Siento no haber podido impedir lo de Abby. De haberlo sabido… —dijo Tommy, con arrepentimiento.

Eve se quedó asombrada y negó con la cabeza.

—Ni se te ocurra pensar que tienes alguna culpa en lo sucedido. En absoluto.

Tommy no respondió. Y Eve comprendió que era justo lo que pensaba.

—Es imposible que lo hubieras sabido. Nadie podía haberlo imaginado.

—Y entonces, ¿por qué te has distanciado? ¿Qué ha cambiado entre nosotros? Creía que…, quiero decir que pensaba que íbamos a seguir adelante.

Era eso. La pregunta que se cernía sobre Eve día sí, día también, mientras intentaba recomponer la vida de su familia. ¿Qué eran Eve y Tommy? ¿Eran algo? ¿Podían llegar a serlo?

—Dave y yo deberíamos habernos divorciado muchos años antes de que secuestraran a Lily. Él no era feliz. Y él sabía que yo tampoco lo era. Para cuando Lily desapareció, nos habíamos convertido en auténticos desconocidos. Entonces llegaste a mi vida. Tu forma de hacerme sentir, nuestra conexión, me sirvió para poder decirme continuamente: «Sobreviviré a todo esto».

—Lo sé. Y debería haber seguido a tu lado después de la muerte de Dave. Tenía miedo. Pero ya no lo tengo.

Eve comprendió lo que Tommy estaba diciéndole. Tenía que impedir que siguiera.

—Os debo a ti, a tu mujer y a tu hija, una disculpa.

—Evie…

—Esto nunca fue real, Tommy.

Tommy la estrechó entre sus brazos.

—Pero podría serlo —replicó Tommy en voz baja, su tono cargado de emoción—. Basta con que lo digas, Evie, y seré todo tuyo.

Antes de aquel día en los juzgados, antes de la muerte de Rick Hanson, Eve había pasado horas interminables imaginándose cómo sería su vida con Tommy. Viajarían por todas partes. Europa. América del Sur. Asia. Irían de crucero. A Eve siempre le había gustado la idea de un crucero, pero Dave se mareaba en barco. Se veía con Tommy como una pareja mayor juvenil, de esas que conocían los mejores restaurantes y tenían entradas para toda la temporada de teatro. Se apuntarían a un club de campo. Jugarían al golf y al tenis. Se olvidarían de toda aquella mierda y construirían una nueva vida juntos. Ocho años atrás, ocho meses atrás, Eve habría dicho sí. Sí. Sí, soy toda tuya.

Pero ahora no. Desde aquel día en los juzgados habían cambiado muchas cosas. Eve había cambiado. Era su oportunidad de empezar de cero, de ser aquella poderosa mujer de negocios que había sido en su día, una mujer a la que pudieran admirar sus hijas y sus nietos. Había pasado años odiándose, odiándose por ser quien era.

Eve se liberó del abrazo desesperado de Tommy, temerosa de acabar perdiendo el valor si permanecía por más tiempo entre sus brazos.

—No puedo hacerlo. Y cuando de verdad llegara el momento, creo que tú tampoco podrías.

Conmocionado, Tommy se apartó de ella. Eve pensó en qué más podía decir para mitigar su dolor, pero no era cosa suya. Echó a andar y subió al coche. Lo puso en marcha y mantuvo la cabeza bien alta, negándose a llorar. Siempre lo amaría, pero acababa de tomar una decisión. No pensaba ser esa mujer. Ya no.

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